POLITICA INCLUSIVA Y LOS LIMITES DE LA TOLERANCIA
Una de los pocos
conceptos que expresa de manera reiterada y clara la presidenta Michel
Bachelet, es que ella opta por una política “inclusiva”, concepto que no ha
sido muy analizado respecto lo cual he de reflexionar.
Es inclusivo, quien incluye o tiene virtud y capacidad para incluir algo. Se opone a
quien es excluyente, esto es, quien excluye, deja fuera o rechaza. El ser inclusivo nos habla de
alguien “abierto”, positivo, buena onda, simpático. Ser excluyente, por el
contrario, nos habla de quien es cerrado, fundamentalista, autoritario. Más
simple: el excluyente es el malo; el inclusivo el bueno.
El ser inclusivo nos aproxima a la virtud de
la tolerancia, que es el respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son
diferentes o contrarias a las propias. Es verdad que en un mundo diverso,
repleto de guetos ideológicos, es valioso ser tolerante porque habla de un
respeto a quien es distinto. Sin embargo no podemos olvidar que cada virtud es
funcional a algo. Por ejemplo; es una virtud para una mujer ser bella y de
bonita figura. Pero a la hora de escoger a alguien para un trabajo específico,
por ejemplo conducir un tren; si tomamos en cuenta su bonita figura para elegirla,
claramente estamos equivocando el camino.
Cuando tenemos que elegir Presidente de la República,
no estamos escogiendo a un relacionador público. Estamos eligiendo al futuro Jefe
de Estado cuyas funciones se encuentran definidas en la Constitución y que lo
obligarán a la conservación del orden público en
el interior y la seguridad externa de la República. De
tal manera debemos reflexionar la pertinencia y conveniencia de que ese
pretendidamente futuro Jefe de Estado, ponga por delante una conducta de tal
especie.
Alguien puede pensar, ¿pero éste viene
llegando de marte o de la luna? ¿No sabe acaso que los políticos siempre están
tratando de caerle simpáticos a sus electores? Mi reflexión sería pueril sino
fuera porque a la presidenta le creo. La señora es creíble, qué duda cabe. Y
ahí precisamente está el problema. Por tal razón cuando la presidenta nos
notifica que será inclusiva, nos está diciendo que ella cree que aquello es una
virtud funcional a un Jefe de Estado y que esa conducta la pretende efectivamente
materializar en el caso de ejercer la jefatura del Estado. La prueba de su
honestidad está en otra declaración que hizo, cuando le preguntaron de qué se
arrepentía en su anterior gobierno. Todos pensamos en su pasividad después del
terremoto. Pero no. Señaló que se arrepentía de haber aplicado la ley antiterrorista. ¿Querrá decir con esto, que
en caso de ser presidenta, será “inclusiva” con el terrorismo y comprensiva de
sus conductas? ¿Qué cuando a alguien como el matrimonio Luchsinger, sea
asesinado e incendiada su casa, su gobierno no interpondrá querella por la ley
antiterrorista ante la evidencia de los móviles de los delincuentes?
Tal como para escoger al conductor de un tren,
no se podría atender a la bonita figura de la postulante, así tampoco me
satisface un lider que ponga por delante la tolerancia como conducta que
animará su quehacer como Presidenta, por ser tal conducta sino incompatible al
menos no funcional al cargo de Jefe de Estado, el cual debe velar por el orden
público de la República y su seguridad exterior.
Cuando todos los
actores en política actúan guiados por la buena fe, la tolerancia, son
eclécticos, son empáticos con sus conciudadanos, aspiran al bien común, no son
codiciosos etc. etc. ser inclusivo es la receta para gobernar esa nación
llamada Utopía. Pero la realidad no es así. O al menos la nuestra. Los chilenos,
desde que Michimalonco sitió e incendió Santiago, tienen un carácter y conducta
harto previsible y reiterada a lo largo de su historia. Desafortunadamente hoy no
tenemos de presidenta a doña Inés de Suarez que tendría muchas virtudes, pero
inclusiva no era.
Ser inclusivo nos
lleva pues al concepto de tolerancia,
concepto de gran dificultad y confusión semántica. Chorros de tinta han corrido
para vindicarla y desacreditarla. Santo Tomás señala que tolerar es permitir la existencia de ciertos males para no provocar
otros y para no impedir ciertos bienes. Supone pues una clara conciencia
del bien y el mal. Michel Foucault filósofo neo-marxista francés es de una
opinión diversa al Aquino cuando señala que la
voluntad de verdad es una maquinaria destinada a excluir. Por su parte
Joseph Ratzinger, el papa dimisionario, en su libro verdad valores y poder, se hace cargo de esta contradicción
señalando que los derechos humanos no
están sujetos al mandamiento del pluralismo y la tolerancia sino que son,
precisamente el contenido de la tolerancia y la libertad. En otras
palabras: no a la tolerancia cuando ello afecta la observancia de los derechos
fundamentales.
¿Debemos ser
entonces inclusivos con los
intolerantes y con el terrorismo y con lo que la mayoría y el sentido común
reconoce como, lo malo? ¿Inclusivos
con Evo Morales y su pretensión de cercenar nuestra soberanía?
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