La democracia es una idea. Una
idea que prescribe cómo debe gobernarse un colectivo. Esta idea presupone otro
concepto también teórico y aún más vagaroso: la soberanía popular. En
términos teóricos, un ente colectivo: el pueblo, a través de elecciones
por sufragio universal, decide quién debe gobernar ese colectivo, mandatándolo para
ejecute esa voluntad popular. Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el
pueblo, reza el auto de fe que le sostiene. La realidad contingente de modo
evidente, no coincide con ese deber ser. La democracia, el régimen democrático
real, no es evidentemente lo que se dice de ella.
¿Cuál es la razón para que, en
este estadio de la historia de nuestra civilización, aquel formulado teórico
sea inexistente? Pues la inexistencia de una voluntad colectiva en la sociedad contemporánea.
Una voluntad es colectiva, cuando las decisiones de cada individuo están
entrelazadas de tal modo, que la decisión de uno afecte inmediata y
evidentemente el destino del otro. Si vas arriba de un bote con diez personas,
y uno no respeta la regla de estar sentado para compensar los pesos, el bote se
hunde. En una colectividad más compleja como sería una ciudad o una nación nos
preguntamos: ¿ha existido en otra etapa de la historia un tal entrelazamiento
de destinos? La respuesta es sí. Entonces la soberanía popular, el poder del
pueblo ha podido expresarse de una manera colectiva. No necesariamente univoca.
Puede ser que disputasen dos o más ideas colectivas y ganase la mayoría, siendo
cada una de las voluntades en disputa, colectivas.
En la organización militar, que,
conforme a nuestra cultura contemporánea, es autocrática o aristocrática, el
gobierno del colectivo castrense en alguna etapa histórica no lo fue. En los Tercios
Españoles era común que el comandante pidiese el parecer a la tropa. Se dice
que Valdivia, luego del Desastre de Tucapel, pidió opinión a sus soldados,
recibiendo por respuesta: ¿Y qué quiere vuesa merced que hagamos sino
peleemos y muramos? Bella expresión de voluntad colectiva univoca.
Pero si no es una democracia en
los términos teóricos descritos, ¿qué es el régimen político llamado democrático,
que nos rige en Chile? Las ideas y conceptos son siempre una aproximación a las
realidades complejas. La respuesta a la pregunta: una mezcla, entre
aristocracia, burocracia, demagogia y en grado menor, democracia.
Acaba de ocurrir una elección
para gobernar 346 comunas y 16 regiones del país. Quizá en alguna comuna por
ahí perdida que no podría identificar, se haya manifestado una voluntad
colectiva en pro del bien común, dándole la mayoría a un hombre honesto, santo
y heroico para que ejecute esa voluntad colectiva de bien común. Pero en la
mayor proporción, especialmente en las comunas que conforman megalópolis,
decidimos por lo general sobre nombres que ni conocemos, personas de cualidades
morales ignotas, cuya intención se pretende expresar en caras sonrientes,
mujeres con boquitas pintadas de carmesí con rostros empalidecidos en base a ungüentos,
tatuajes para denotar empatía con el populacho etc. El resultado de este modus
operandi ha sido hasta aquí, desastroso: delincuentes elevados a dignidades,
aplicación de agendas burocráticas lesivas al interés y bien común, ineficacia
en el manejo de recursos públicos etc. Pero la culpa no la tienen esas vestales
de boquitas carmesí ni esos delincuentes aviesos de beneficiarse personalmente
con los cargos. La responsabilidad recae en los votantes que los elijen. ¿Y por
qué razón eligen de una manera que al interés colectivo le resulta
evidentemente lesivo? La respuesta es de
un dramatismo espeluznante: Pues porque no hay interés colectivo. Solo hay
intereses individuales. Pero ¿cómo es posible aquello?: pues, gracias a la
existencia de una sociedad tecnológica que ha permitido el surgimiento de un
espejismo en virtud del cual, se ha difundido la idea falsa y suicida, que
la vida discurre individualmente gobernada por voluntad propia, sin necesidad
de concierto de voluntades. Qué podemos ser felices, prósperos, satisfechos
de nuestros apetitos sexuales, afectivos, alimenticios y de toda índole; sin el
concurso de otras voluntades distintas a la nuestra. La letra de la canción de
Frank Sinatra, A Mi Manera, describe nítidamente este espíritu. Casi
todos se emocionan con ese ideal: ser un zorrón, un winer, a quien nadie le venga
a perturbar su sacrosanta voluntad.
¿Es posible que la vida colectiva
discurra de esa manera, como la sumatoria de voluntades individuales? Categóricamente
la respuesta es no. Paradojalmente esta ilusión se difunde como el aceite
caliente en la paila, gracias a una tecnología que importan la super dependencia
de las cosas tecnológicas, es decir, la ultra dependencia de quienes proveen de
esas cosas tecnológica. Y no hablo solo de cacharros sofisticados como super
computadores, Smartphones etc. Hablo de un grifo donde sale el agua, de un
interruptor que provee de energía eléctrica, de una organización del Estado que
permite la represión del delito etc. Cosas sin las cuales la vida cotidiana
deja de existir en cuestión de días y semanas.
Esta
ausencia de voluntad colectiva se manifiesta en la deficiente calidad de las
decisiones electorales. El votante resuelve por si y para si sin importar un
bledo lo colectivo. De toda la legión de lamentables
y patéticas elecciones de individuos que ejercerán sin dudar, el poder en
beneficio propio y contra el interés colectivo, una me llamó la atención por representar
el espíritu suicida de los tiempos modernos: La elección de alcalde para la
comuna de Viña del Mar.
Iván Poduje, un líder de opinión,
versado en cuestiones urbanas, descriptor de la dramática situación de las
ciudades de Chile cuando no se respeta el derecho de propiedad y la empatía
colectiva, en base a un plan de reconstrucción de la malograda comuna de Viña del Mar, se
postuló para alcalde. Un hombre de inteligencia y de carácter para imponer
ideas de bien común general, se enfrentó electoralmente, a uno de aquellos
maniquí de producción en serie de boquitas carmesí y rostros empalidecidos amaneradamente,
como los actores de películas mudas, cuyo trade record, en su primer período en
el cargo, fue haber arruinado la ciudad más bella de Chile, otrora destino
turístico internacional, la cual, en gran parte por responsabilidad de la
ineficacia municipal, fue devastada por el incendio más trágico de la historia
de Chile colonial y republicano. Esa alcaldesa, el epítome de la torpeza y
desinterés por el bienestar colectivo, demagoga que promovió tomas y protección
a quienes violaban el derecho de propiedad, fue electa. El “electorado”
la voto por abrumadora mayoría, despreciando el plan sólido de
bien común ofrecido por el candidato Poduje, votado por una minoría electoral de
genuinos viñamarinos.
Esta elección demuestra que algo
huele mal en Dinamarca con relación al régimen político electoral que nos rige.
Que el voto de acarreados en base a un cambio de circunscripción electoral por
medio de un click en un computador, valga lo mismo que el de los vecinos que
trabajan, arriesgan su patrimonio, mueven social y económicamente a la ciudad y
se vean afectados por la gestión desastrosa de una figura de revistas del
corazón, demuestra que hay que modificar normas que impidan que estos
verdaderos villanos de Ciudad Gótica de Batman, tengan acceso a desgobernar las
ciudades de Chile afectadas por el caos. Por de pronto es menester re empadronar
en base a domicilios reales a los inscritos. Iraci Hassler ganó en el período
anterior la alcaldía de Santiago, en base a ese truco de manadas de votantes
fantasmas. El narco ministro Chapo Elizalde, desbancó a Ricardo Lagos en una
elección interna del Partido Socialista de la misma forma truculenta. Aquí, en
el caso de Viña del Mar, conjeturo debe haber sucedido algo similar.
Asumo que la democracia teórica
es inexistente por las razones que expresé. Pero este menjunje de régimen
político, debe al menos refinarse en base a la experiencia práctica, para
impedir que delincuentes e impostores accedan al poder electos por una seudo
voluntad popular.
octubre de 2024