La producción intelectual de
nuestro medio criollo, hay que decirlo, es bastante flaca. Es verdad que las
grandes editoriales y universidades estimuladas por aportes de foundations, financian,
publican y publicitan, con abundancia atosigante, libros de línea progresista, la
mayoría de los cuales vegetan en los anaqueles de las librerías. Cantidad
obviamente no es calidad y menos producción genuina de inteligencia. Los
diarios levantan autores siguiendo los dictados de lo políticamente correcto,
muchos de los cuales oscilan entre la inanidad, lugares comunes y redacciones
abstrusas que pretenden ocultar lo que son: galimatías.
Con la excepción de Carlos Peña, en
alguna medida Alberto Mayol, y muy poco más, el progresismo criollo carece de autenticidad
intelectual que merezca la pena. La derecha en tanto, padece de confusión mayúscula.
Axel Kaiser con sus mediáticos opúsculos sobre economía, social cristianos como
Daniel Mansuy, Hugo Herrera y Pablo Ortuzar y muy poco más. Plagado de lugares
comunes, no ofrecen herramientas para alumbrar el laberinto donde nos
encontramos. A favor de ellos, hay que decirlo, no es nada fácil nadar contra
la corriente progresista hegemónica. Y porque es flaca esa producción intelectual,
se valora especialmente el esfuerzo del autor del libro que comento, que sí
ofrece orillas donde dirigirse en este naufragio.
De Iván Aróstica solo conocía su tarea
como ministro y luego presidente del Tribunal Constitucional. Sabía que era
académico, y que, por sus vínculos, era políticamente conservador. Inducido por
un amigo común, asistí al lanzamiento de su libro y quedé gratamente
impresionado de sus palabras. Una elocuencia académica pero apasionada,
recordándonos que, sin pasión, la producción intelectual nada vale.
Su condición de actor y testigo
privilegiado de nuestra realidad político-jurídica, que él bautizó como Revolución
Legal, y su elocuente discurso, me pareció podía ofrecer luces para comprender
la contingencia, en la cual colisionan, expectativas generadas en una caótica sociedad
de consumo, cambios tecnológicos sorprendentes, y una revolución post marxista,
sazonada con utopías globalistas debidamente aceitadas, con dinero de foundations.
La lectura del libro me ha confirmado mi impresión inicial: El autor abre
cortinas y puertas para aquella mejor comprensión de nuestra accidentada
realidad contemporánea.
Su libro se compone de cuatro
capítulos basales. Los dos primeros, digestivos para lectores familiarizados
con el derecho, la filosofía y la historia. Suscribe una genealogía del
pensamiento contemporáneo, con la cual no coincido exactamente, y otra
genealogía de los acontecimientos históricos de occidente que es consecuencia
de la concepción del mundo por él desarrollada. Hasta ahí, nada muy nuevo a lo
ya escrito.
Pero en los dos últimos capítulos,
Aróstica nos interpela, con la descripción del Chile que él vivió desde su
experiencia pública. Siendo portador de una sólida formación académica clásica,
le ha permitido dicha experiencia, absorber, comprender, procesar e interpretar
esos acontecimientos del Chile contemporáneo de manera lúcida y diría yo,
novedosa. Hay que decirlo: esa capacidad de vuelo intelectual aquilino, es muy
escaso entre jueces, burócratas, empresarios y políticos de nuestro medio, que más
podrían asimilarse a esas aves de corral que emprenden vuelos cortos pesados y
azarosos.
Ortega sostenía, que la super especialidad
es uno de los grandes enemigos de la sociedad contemporánea y el gran vehículo
de la masificación. En nuestro occidente, los actores en roles de
responsabilidad y poder, saltan desde la universidad, a la carrera de cada
cual, y la urgencia e intensidad de los problemas que les atañen, absorben su
inteligencia de una forma perversa. A tal punto que, esos actores super especializados,
carecen de una perspectiva amplia, condición necesaria para tener un juicio cabal
de la circunstancia que le rodea. La super especialidad impide tener altura
para observar el contexto de los acontecimientos. La experiencia de la pandemia,
donde no hubo desatino y estupidez que no se cometiera, dejó en claro, que, si
dejamos el mundo en manos de los super especialistas, nos extinguiremos como
los dinosaurios. Robert McNamara personaje central de la política
norteamericana de post guerra, reconoció al final de sus días en una
entrevista, que muchas de las decisiones en que participó, -que a veces
costaron vidas de muchos seres humanos- fueron estúpidas por culpa de su
sesgada perspectiva de ingeniero.
La clase empresarial, política y
judicial es un ejemplo evidente de este fenómeno: es de tal intensidad el
esfuerzo de trepar y sostenerse para ser elegido presidente, senador, juez, diputado,
director de empresa o gerente de megaempresas, que gran parte de esos
dignatarios, son analfabetos funcionales que poco o nada entienden respecto de
lo que se encuentra en juego en el Chile contemporáneo, y, lo que resulta azorante,
se encuentran a cargo de nuestros destinos colectivos.
Iván Aróstica asume un cargo que absorbe
intelectualmente como pocos, (ministro y presidente del Tribunal
Constitucional) pero ya hombre maduro, dotado de una cultura y perspectiva del
mundo, que le permite interpretar los acontecimientos. Y nos ofrece entonces,
en los capítulos tres y cuatro de su libro, reflexiones y juicios que le inspira
aquella experiencia en la judicatura, y nos somete a la tensión de cuales son,
los dramáticos dilemas que vive el Chile contemporáneo. No hay en su libro,
recetas, prescripciones ni abracadabras que nos den la solución. Pero como dice
un apotegma de las matemáticas, un problema, mientras no se formule, no puede
tener solución. Aróstica ofrece una lúcida formulación del problema.
Los abundantes pies de página,
que a algún lector pudiesen distraer y perturbar, personalmente los considero
como el gran aporte de la obra al igual que la bibliografía citada. Dan cuenta
de un trabajo de una profundidad muy escasa en nuestro medio.
Como el chileno lee poco, me
atrevo a una sugerencia al autor: que, en una nueva edición, se entreguen los
dos últimos capítulos en exclusiva. Deformación profesional de nuestra
profesión de abogados, es no dejar cabos sueltos en un discurso. Además, Aróstica
es académico, y ese prurito por la precisión se potencia en la academia. Pero para
el gran público, es posible que los dos primeros capítulos pueden ahuyentar a
lectores que podrán sacar un provecho de los dos últimos capítulos, provecho
que me parece urgente, para disipar en algo la niebla que oscurece la
contingencia nacional.
Agosto de 2023