martes, 10 de diciembre de 2024

LOS CAMBIOS BRUSCOS Y EL FRAUDE

 


En nuestra pubertad, nuestro sistema endocrino impulsa bruscos cambios corporales que generan perplejidades en nuestra conducta. Todos quienes hemos llegado a la edad adulta hemos conocido esa condición. Y la adolescencia y juventud son etapas peligrosas de la vida. Surge en ella, la expansión desordenada de expectativas de toda índole (sexuales, de independencia de nuestros padres etc.) la que nos hace propicios a caer en los fraudes o caminos fáciles para superar las resistencias que opone la existencia. La omnipresente delincuencia en nuestro país, demuestra que son los jóvenes pre y post adolescentes, quienes más fácil descarrían el camino hacia conductas transgresoras y despreciativas del orden social y de las conductas empáticas y respetuosas hacia la convivencia.

El cine, que induce conductas de las mentes más débiles, hace varios años viene a través de la ficción o a través de la historia de hombres perversos, haciendo apología de conductas delictuales y antisociales. No escuchado a ningún político o centro de estudios dedicado a la criminología, denunciar este elefante que tenemos dentro de la pieza y que nadie ve.

Incluso, tenemos ocupando el cargo de Jefe del Estado, a un individuo que ha llevado muy mal su adolescencia y se ha convertido en su edad adulta, en un hombre descarriado que ha hecho alarde de su voluntad y conducta disruptiva, con la sexualidad y la convivencia social, que son nada menos, los pilares sobre los cuales construimos nuestra personalidad y nuestro ethos social.

¿Por qué digo esto? Pues porque ha manifestado histéricamente su solidaridad con quienes desprecian el orden público y con individuos y organizaciones perversas. Recordarán Ud. distinguido lector cuando se le “ocurrió” la "buena idea", de solidarizar con un individuo terrorista, visitandolo cuando se encontraba en un proceso de extradición en París; o cuando se comprometió a defender el legado de una banda de asesinos terroristas[1].

Es pues en la etapa de los bruscos cambios cuando somos más propicios a caer en fraudes, engaños, en soluciones mágicas que eliminen las resistencias que nos opone la realidad, por arte de magia.

Mi análisis apunta a destacar que la convivencia social de nuestra modernidad tardía, se encuentra afectada, como los adolescentes, por bruscos cambios de paradigmas o formas de relacionarnos entre quienes integramos la polis o colectividad. En efecto, la irrupción en muy pocos años de la tecnología de las comunicaciones nos tiene en un estado de perplejidad que se manifiesta en dos efectos: 1) las expectativas (como en el caso de los adolescentes) de cosas que deseamos individual y colectivamente se ha desordenado. Esas expectativas se han elevado cualitativa y cuantitativamente de modo exponencial y la ansiedad por las resistencias que opone la realidad para satisfacer esas expectativas, torna la convivencia social, conflictiva y eventualmente violenta. 2) La sociedad toda se encuentra en un estado propicio a creer en los fraudes de las soluciones fáciles y mágicas inspirados por demagogos: los derechos sin deberes correlativos y el largo etcétera que se deriva de esa simple fórmula.

Los problemas de Chile no solo se expresan en estar gobernados por un individuo y grupo demoledor de los valores que hacen posible la convivencia. Nuestro problema se manifiesta en las razones (o más bien pulsiones), que han hecho posible llegase a la primera magistratura de la nación un individuo de tal calaña por la vía democrática. Demuestra con ello el nivel de extravío de nuestro Chile, que, como nación relativamente pequeña en el concierto mundial, desde hace una centuria es campo de experimentación de ingenierías sociales varias.

Volver la voluntad de un adolescente al riel de lo posible, es la agotadora tarea de los padres. El problema es que esta colectividad humana llamada occidente cristiano, no tiene padre ni madre. Nuestra cultura occidental tenía una madre que era la Iglesia Católica. En los días que corren, esperar que la Iglesia nos oriente, es como pedirle peras al olmo. La Iglesia Católica, no es capaz por ahora, de orientar a nadie.

Para devolver a Chile al carril de la convivencia es menester hacerlo retornar al camino de lo que es posible. ¿Por dónde empezar?

Lo primero, desalojar del poder político y judicial a la zalagarda[2] de payasos, demagogos e individuos moralmente descarriados. ¿Cómo? 1) Hacerlos pagar las consecuencias legales de sus latrocinios y prevaricatos; 2) Volver al respeto de la ley jurídica y moral que nos legaron las generaciones que nos precedieron; 3) Denunciar y castigar la demagogia de políticos y jueces que mienten y prevarican para hacerse populares frente a una masa de individuos con expectativas descarriadas, masa que se conduce de una manera que hace imposible la convivencia social. El lema debiese ser: nadie tiene derechos legales mientras no cumpla con sus deberes legales. Nadie tiene privilegios morales mientras no se conduzca moral y empáticamente.

Lo segundo, siendo la política el arte de lo posible, es preciso que los líderes nuevos que surjan, obren de buena fe e induzcan conductas de los ciudadanos que vayan en congruencia con nuestra realidad, intelectual, moral y económica. Por consecuencia de lo anterior, que erradiquen la demagogia omnipresente en los estrados del poder político.

Si usted estimado lector ha tenido hijos adolescentes y ha tenido la experiencia de orientarlos, inhibir sus conductas autodestructivas, hacerles saber que las resistencias que mundo les opone son ineludibles y que ellos son los únicos que pueden superarlas; le hará sentido lo que señalo. Chile necesita liderazgos paternales y maternales. Como se ve, no resulta nada fácil.

diciembre de 2024

 



[1] En noviembre de 2018 el diputado Boric y la diputada Orsini, viajando a costa de todos los chilenos, visitaron en Paris al asesino de Jaime Guzmán, Ricardo Palma Salamanca para expresarle su solidaridad. El 3 de enero de 2018 en las afueras del congreso nacional, Gabriel Boric manifestó a la prensa su voluntad de defender el legado del grupo terrorista Frente Manuel Rodriguez.

[2] Zalagarda es una pendencia fingida de individuos de mala vida acompañada de griterío y estruendo. Eso es en general el debate político hoy: una simulación fingida de reyerta, cuyos pendencieros están, en el fondo, de acuerdo en sus latrocinios.

lunes, 2 de diciembre de 2024

DEMENTES POR LA GUERRA Y AMNÉSICOS POR LA PAZ

 

La historia real del gobierno militar que gobernó entre 1973 y 1990, ha sido universalmente deformada. El proceder de sus gestores e impulsores, cometió el pecado de contradecir todos los relatos vigentes. Su praxis no fue coincidente con ninguna verdad utópica revelada de las que, a los tumbos, se ha alimentado un occidente espiritualmente decadente. El común denominador de esos relatos dominantes, ha sido denostar a sus gestores e impulsores. ¿Cómo? con expediente muy simple: mentir y torcer la realidad de los acontecimientos, para hacer sostenible aquel relato, cuando el bote de nuestra cultura occidental hace agua por todos lados. Si la realidad no coincide con el relato, pobre realidad.

El hábito de deformar la historia deliberadamente no es nuevo. Los anglosajones desde principios del siglo XVII han sido maestros en la manipulación de verdades históricas colectivas por afán hegemónico. Las logias masónicas francesas e inglesas, desde entonces, aprendieron diestramente a mentir e imponer relatos falsos que hoy dominan el horizonte infracultural de occidente.

Pero volviendo al gobierno militar, peyorativamente bautizado: La Dictadura. No obstante todo lo que se ha mentido sobre su gestión, hay un episodio sobre el cual resulta imposible mentir sin pillarse los dedos. Me refiero a aquel que tuvo a Chile y Argentina al borde de la guerra, en los años 1977 y 1978.

¿Cómo sucedieron los hechos?: Una cofradía de dementes[1] de opereta gobernó Argentina desde 1974 a 1983, pretendiendo transformarla en una potencia mundial militar del siglo XXI. En un afán utópico-nacionalista, comenzaron a desarrollar un plan para convertir a Argentina en una nación bioceánica que abarcase desde las islas Shetland del Sur hasta el Océano Pacífico y sus respectivas proyecciones antárticas. Hay documentación histórica que así lo demuestra. Lo que la diplomacia binacional argentino-chilena tejió con esfuerzo y sacrificio en años anteriores, estos dementes lo hicieron añicos cuando declararon en 1977, insanablemente nulo, el fallo del laudo arbitral de Su Majestad Británica, que le daba la razón jurídica a Chile, laudo al que la nación transandina se había comprometido respetar, conforme los cánones civilizados. Declaración esta, que debe estudiarse en todas las academias diplomáticas del mundo, como la aberración jurídica y prudencial más delirante de la historia.

El cálculo afiebrado de aquel gobierno militar argentino, se equivocó en todo; particularmente en su capacidad de imponerse militarmente a Chile y al Reino Unido de la Gran Bretaña. En 1978 organizaron una ofensiva militar contra Chile con nombre de sainete: Operación Soberanía. Dieron orden de ataque el 22 de diciembre de 1978, y a minutos de materializar dicho ataque, llegaron a la conclusión que la escuadra naval chilena los destrozaría, abortando vergonzosamente la operación. Lo que digo, cualquier profesor de cualquiera academia naval del mundo lo puede corroborar con la misma precisión de dos más dos son cuatro: Si entraba en operaciones ofensivas, la flota de guerra argentina, tenía asegurada la derrota.

¿Vocación pacifista del gobierno militar argentino? Ninguno. ¿La prueba de ello? La invasión de las Falkland y posterior vergonzosa, humillante y total derrota que les infringió el Reino Unido. Congruente con su vocación belicista, en términos prácticos, no acataron el segundo fallo, esta vez, del Papa Juan Pablo II, que nuevamente le daba la razón jurídica a Chile[2]. Fue el colapso por implosión del gobierno militar argentino y la ruina económica y social que precipitaron ellos mismos, los que obligaron al posterior gobierno de Raúl Alfonsín a agachar el moño a través de un plebiscito en que la cordura del pueblo argentino afloró, y se aprobó por abrumadora mayoría aceptar los resultados de la mediación papal, sometiéndose a la cruda realidad de haber sido gobernados por dementes, que permitieron se humillara a su digna y más que centenaria nación.

¿Quién pues fue el gestor de la paz? ¿Cuál fue la causa suficiente y necesaria de la paz? No puede caber duda alguna: La conducta del gobierno de las Fuerzas Armadas y de Orden de Chile y, en especial, el sagaz talento militar y diplomático del Presidente Augusto Pinochet Ugarte, quien debió jugar un póker con muy pocos ases, e incluso con la tácita resistencia de su camarada y amigo, presidente de la Junta de Gobierno, José Toribio Merino, quien conocía la ciencia bélica naval y le asistía la prudente certeza que la escuadra de guerra chilena derrotaría a la flota de mar argentina.

¿Qué la paz se materializó a través de la brillante intervención de SS Juan Pablo II y su plenipotenciario el Cardenal Samoré? Es verdad. Pero el que repartió las cartas para que así sucediera, fue Pinochet y nadie más que él. Esta gigantesca verdad no se podrá tapar con el dedo jamás.

Se cumplían hace algunas semanas cuarenta años de la suscripción del tratado de paz y amistad en 1984, tardíamente aceptado por el gobierno y el pueblo argentino, luego del fallo del mediador Su Santidad el Papa Juan Pablo II. Si usted señor lector, busca en Wikipedia o cualquier otra fuente del mainstream que gobierna el relato políticamente correcto, se encontrará con la azorante sorpresa que el Tratado de Paz y Amistad se firmó ante el Papa, pero nada dice que fue gestado por la actitud pacifista pero inclaudicable de Chile y del valiente espíritu de justicia de San Juan Pablo II. Pareciera que el acuerdo nació de la benevolente actitud de ambos países, lo que es perfectamente falso.

¿Por qué tal olvido? Muy sencillo de responder: ¿Qué tienen en común El Papa Juan Pablo II y don Augusto Pinochet? ¿No será su anticomunismo y su condición de campeones en la derrota de esa nefasta ideología en el siglo XX? Cualquier recuerdo con un relato serio del evento (no como el de Wikipedia) les dará a ambos próceres benefactores de la paz, los laureles que les corresponden. Pero eso, el mainstream de la revolución en curso, no puede permitirlo.

¿Se entiende entonces la amnesia del gobierno revolucionario del presidente Boric? A mayor abundamiento, para el presidente Milei, el evento supone escarbar una herida que aun duele: la humillación doble para su pueblo. En consecuencia, tampoco tiene voluntad e interés en recordar.

Queda pues castrada la historia con la versión falsamente edulcorada con la amarga hiel de la mentira, donde un día se juntó el canciller Caputo con el canciller Del Valle e iban pasando accidentalmente por el Vaticano donde firmaron un papel.

En el enésimo intento del presidente Pinochet de urdir una paz negociada en Puerto Montt en 1978, no habiéndose logrado ningún acuerdo por la vergonzosa falta de autoridad del mandatario argentino, el presidente Rafael Videla le dijo a don Augusto Pinochet: No se preocupe tanto por esta guerra presidente, pues será corta e incruenta. Pinochet le contestó: Se equivoca gravemente usted presidente: si llegamos a la guerra, esta será larga y sangrienta e involucrará a tres generaciones de chilenos y argentinos. Conozco a los chilenos como usted no los conoce.

Queda pues velado y deformado deliberadamente el episodio diplomático más relevante del siglo XX, que salvó miles de vidas. Porque no se puede revelar su autoría.

Diciembre de 2024

 

 

 



[1] Un demente es una persona carente de juicio. Se puede obrar de forma demente en todos o en algunos aspectos de nuestra conducta.

 

[2] No olvidar el discurso del Presidente Galtieri anunciando la invasión de las Falkland: Este es solo el comienzo de la recuperación de los terrenos irredentos. Discurso efectuado cuando ya se tenía el fallo de Su Santidad a favor de Chile.