La diosa Artemisa se enoja con Agamenón porque éste
mata a una cierva sagrada. Agamenón va a la guerra de Troya. Artemisa para
vengarse de Agamenón detiene a los vientos y sus galeras quedan detenidas en
medio del océano. Artemisa le exige, para calmar su resentimiento, que
sacrifique a su hija Ifigenia. Así lo hace, y esto satisface a la diosa. Va a
Troya y luego de algunos inconvenientes, gana la guerra. Clitemnestra su mujer
y madre de Ifigenia, espera pacientemente y llena de resentimiento que su
marido, el padre de su inmolada Ifigenia, retorne después de 10 años de
guerrear en Troya y; en cuanto llega a casa, le parte la cabeza de un hachazo. Orestes,
el hijo de Clitemnestra y Agamenón, mata a su madre para vengar a su padre. Las
Erinas, especie de diosas menores, persiguen a Orestes por su crimen y le hacen
perder la razón. Todo mal. ¿Cuál es el origen o causa de esta verdadera shit
storm? ¿La cierva? ¿La ira de Artemisa? ¿Las ganas de guerrear de Agamenón? ¿La
falta de comprensión de Clitemnestra quién no aceptó que para hacer
tortillas hay que quebrar huevos? ¿La falta de previsión de Agamenón de
llegar tan tieso a su casa pensando que su mujer le había perdonado? ¿U Orestes
en creer que su matricidio le saldría gratis? Como dicen los filósofos; el tema
es problemático[1].
Pero las tragedias de la realidad son mucho más problemáticas.
Dentro de otras razones, porque los que estamos llamados a enjuiciarla no somos espectadores; estamos sobre el
escenario. Vamos a ver entonces la genealogía de nuestra tragedia: Isaac Newton hace
cálculos matemáticos y descubre la ley de gravitación universal al cual todos
los cuerpos físicos del universo estarían sometidos. Envidiosos del logro de
Newton, los filósofos estiman que lo que habían hecho sus colegas hasta
entonces, correlacionar los conocimientos humanos a las creencias en una vida
sobrenatural y escudriñar imaginativamente más allá de la experiencia, eran
patrañas. Decartes con una puerilidad que hoy nos haría ruborizarnos de
vergüenza ajena, cree que toda la naturaleza humana será descubierta a través
del saber racional. Su colega Kant como un policía del tránsito levanta su mano
enguantada y dice: Prohibido pasar de aquí; no es posible la metafísica
trascendental. El cerril Papa Clemente VIII en vez de darse el trabajo de refutar
los desatinos de don Inmanuel, contesta; quedan excomulgados los que lean la
Crítica a la Razón Pura. El racionalismo embalado se ríe de los
creyentes y crea unos caballos de Troya que se llaman ideologías y sistemas de
pensamiento para abatir a los que ellos estiman formar parte de un pasado
primitivo. Los humanos declaradamente civilizados se matan y guillotinan
supuestamente para que gobierne la razón. Aparece en el horizonte un señor lamebotas
del Kaiser que se llama Hegel. Dice que solo lo racional es real (¿?). Nada más.
Hasta ahí no más llega la realidad. Sin ningún fundamento racional ni empírico
dice que hay una especie de magia que la bautiza como dialéctica y que
dos ideas antagónicas producen mágicamente una síntesis, que no es nada menos
que una idea más avanzada y por lo tanto mejor[2].
Dentro de los que le creen su malabarismo mental hay un oscuro personaje que la
vida no lo ha tratado bien llamado Carlitos Marx. Seducido por Hegel y a su
juicio ratificado por un episodio posterior a su obra, la asonada de la chusma
en París en 1871 se engolosina con la palabra revolución. Su corazón
palpita lleno de emoción cuando la pronuncia; y funda, junto a otro inadaptado
social llamado Engels, un nuevo sistema de pensamiento que se denominarán
materialismo dialéctico. Este ya no es un caballo de Troya contra el sentido
común; es un elefante introducido en la cristalería que se llama realidad del mundo.
La realidad es avasallada por este sistema de pensamiento. El
resentimiento y la envidia, aquel pecado del viejo Caín; pasa a ser la virtud,
condición de posibilidad de la revolución, ese fatal camino hacia una Arcadia
delirante. El resultado es el de prever y que se conoce: abrazada esta ideología
por los resentidos del mundo, causa directamente más de 150 millones de
muertos, dolor, destrucción e injusticias por doquier. No funcionó el
materialismo dialéctico con su primera creación; el comunismo; pero los
resentidos siguen clamando: la causa de mis desgracias es la alegría, belleza, riqueza,
bienestar y justicia de otros. Si el comunismo no funcionó, fundemos pues,
otras ideologías del resentimiento: El feminismo, homosexualismo, lesbianismo,
transexualismo; una delirante rebelión de las supuestas víctimas, contra de
quienes quieren ordenar sus vidas al sentido común, al orden, al equilibrio y a
la justicia de dar a cada uno – y a si mismo- lo suyo.
Nuevamente el mundo se ve envuelto en discordias
que creímos desterradas para siempre por quienes atónitos presenciamos el
desplome del mesianismo comunista hace 32 años. Volvemos a lo mismo, a pesar de
haber recorrido esa historia. ¿por qué? ¿La cierva; la imbecilidad de Artemisa;
el fanatismo de Agamenón? ¿Por qué vamos tan resueltos al precipicio?
¿Cuál es el origen de nuestra tragedia? A mí juicio, el racionalismo. Es este una actitud frente al mundo no propiamente contemplativa, sino más bien imperativa. En lugar
de situarse ante el mundo y recibirlo en la mente según es, con sus luces y sus sombras,
sus sierras y sus valles,
el espíritu le impone
un cierto modo de ser, le imperializa y violenta, proyectando sobre
él su subjetiva estructura racional. Kant llegará a declararlo: “No es el entendimiento
quien ha
de regirse por el objeto, sino el objeto por el entendimiento”. Pensar no es ver, sino legislar, mandar[3].
Abril de 2021
[1] En
cualquier caso, cuando veas un letrero en el bosque que diga “los dioses tienen
prohibido matar ciervas sagradas”, no lo hagas.
[3] José
Ortega y Gasset “Ni racionalismo ni Vitalismo”