jueves, 17 de junio de 2021

LA DERECHA; DE CONDUCTORA DE VOLUNTADES COLECTIVAS, A LETRA DE TANGO

 


Luego del resultado de las elecciones de 13 de junio, leyendo los juicios emitidos en múltiples grupos de whatsapp de “derecha”, me recordé de las letras de los tangos de Le Pera y Discepolo. ¿Han puesto atención en los versos de esas celebridades de la bohemia bonaerense? Son de un fatalismo afectado y casi ridículo; contra el destino nadie las talla; o, veras que todo es mentira; verás que nada es amor, que al mundo nada le importa, gira, gira. ¿Por qué gustan? Porque interpelan a la autodefensa de uno mismo, cuando tu vida está plagada de malas decisiones que te acarrean consecuencias negativas, le endosas la culpa al destino fatal.

Pero en política, el fatalismo es una explicación muy burda. En la praxis política somos señores de nuestros aciertos y esclavos de nuestros errores. No hay un destino cruel como en el tango. El destino es el que cada uno se labra.

La derecha ha perdido fuerza como consecuencia de su incapacidad de erigir una agenda que resuelva las patologías de la modernidad. La frase anterior no es de un “derechista”; pertenece al profesor Carlos Peña, pensador reconocidamente de izquierda.

¿A que se ha reducido la derecha en el ámbito de la intelectualidad humanista? A defender sus “principios”. Pero ha tratado a esos principios como ídolos intocables, sin contacto con la contingencia. Guardados en templos y custodias no los ha sacado en procesión, al frio de las realidades contingentes. Y así, aquellos principios quedan como explicaciones y pautas de conductas, solo para los convencidos y para quienes no ven o no quieren ver lo que el profesor Peña llama “las patologías de la modernidad”.

¿Que son “los principios”? Visiones basales del mundo que nos rodea; pautas a lo que entendemos debemos ordenar nuestra vida y a las que estimamos, se debe ordenar la sociedad que nos rodea; todo ello para el mayor logro de nuestros objetivos existenciales, y, para los que creemos en una existencia trascendental, prepararnos para ella.

La juventud es una etapa de la vida en que nuestra conciencia escanea la realidad, para ubicarnos en un espacio de esa realidad que nos permita “vivir la vida” de la manera que lo queremos hacer, o, como sucede en nuestros primeros años de individuos conscientes, como intuimos vagarosamente que lo debemos hacer. Son los jóvenes quienes, fruto de este escrutinio preparatorio para la vida, más finamente detectan las patologías del mundo que los rodea, porque “en eso se les va la vida”. Cuando la realidad opone resistencias a vivir la vida como estimamos que debemos hacerlo, el escrutador del mundo recurre a explicaciones que le ofrezcan una salida. Los jóvenes principalmente y muchos que vivimos observando el devenir contingente así lo hacemos. Angustia es una emoción que surge cuando la realidad es distinta a la que deseamos que ella sea. No se piense que soy victimista. Cada uno se labra su destino cuando usa equilibradamente de su inteligencia y de su voluntad. Pero no se puede negar que se fueron acumulando dificultades para que los jóvenes encararan ese tarea. A muchos la angustia los bloqueó.

Pero las élites de la llamada derecha, satisfechas con sus convicciones y principios especialmente desde la caída del muro de Berlín, no estuvieron advertidas que el devenir del mercado abierto y de las costumbres liberalizadas generaba patologías y a veces graves patologías. La misma libertad en ambos ámbitos fue degenerando, y en lugar de expandir la libertad, fue reduciendo los espacios y angostando el horizonte de los que salían de la cáscara de la niñez a la vida adulta. Estos fenómenos y sus circunstancias fueron ayudando con sus deterioros, a que el mundo fuese un lugar más hostil y menos apropiado para una vida de familia, para la solidaridad entre padres e hijos y para la convivencia y solidaridad entre esposos; segregó la sociedad entre los exitosos y los que sobran. En la angustia propia de quien percibe la realidad del mundo y sus aspiraciones, acosados por la demagogia de socialistas y partidarios de una sociedad planificada y controlada; la juventud comenzó a inclinarse hacia esas recetas probadamente fracasadas en el pasado reciente y, la libertad se hizo un valor por inalcanzable, impopular. Chile se hizo el único lugar del mundo donde una doctrina genocida que asesinó a más de mil millones de seres humanos, reciclara su “marca registrada” como una opción para dirigir al país.

Pero volviendo a la derecha: ¿Por qué esto no se advirtió en circunstancias que intelectuales de la talla de un Gonzalo Vial Correa lo voceó hace ya 15 años, y se fue a la tumba sin ser escuchado? Por las mismas razones que el Rey Salomón fue el causante de la diáspora del pueblo elegido de Dios en la Biblia. Por los viejos vicios que acompañan a la humanidad desde que el hombre es hombre: codicia, avaricia, lujuria y cobardía.

¿Y que hacemos ahora? Osvaldo Spengler expresaba una metáfora: Si yo quiero que un barco fletado por un mercader llegue a destino ¿le entrego el timón al mercader o al piloto? La respuesta es obvia. Pero la derecha le entregó el mando a los mercaderes y los mercaderes hicieron lo que saben hacer; maximizar sus utilidades económicas. ¿Cuál fue la oferta de Piñera para ser elegido? Crecimiento económico; único horizonte concreto del porvenir para los conductores de la derecha. ¿Qué propongo? Cambio en el pilotaje. Que se bajen todos los que nos han llevado directo al iceberg del Titanic. Darle el mando a quienes propongan la reconstrucción de la familia destruida, a los que propongan una educación escolar centrada en los valores de la familia, de la unidad nacional, de la solidaridad entre clases, a los que promuevan el domingo como el día de la familia y no del centro comercial. Quitarle el timón a quienes permitieron que la libre competencia degenerara en la libertad para despedazar a los débiles abusando de posiciones de mercado, quienes permitieron una concentración económica no por mérito de crear riqueza sino de quitársela a los que tienen una posición de mercado desmejorada. Quitarle el timón a quienes confundieron libertad de expresión con libertad para agredir comunicacionalmente a las personas de poco juicio.

Los valores son los mismos: libertad, seguridad, igualdad, solidaridad. La izquierda privilegia algunos sobre otros; igualdad sobre la libertad; seguridad por sobre la libertad. Nosotros, quienes abrazamos los valores o las prioridades de esos valores en la perspectiva de la derecha, sabemos que resulta con la receta de izquierda: poder para el estado, tiranía explícita o larvada, pobreza y falta de horizontes. Los ejemplos en la modernidad están a la vista. Nosotros privilegiamos la libertad sobre la igualdad; la libertad sobre la seguridad. ¿Por qué lo hacemos? Tenemos 100 o 1000 relatos para explicarlos. Pero nuestros líderes (o más bien, los que se han apoderado mañosamente del timbre que los acredita como nuestros líderes) carecen de formación humanista, les falta imaginación; y en muchos casos les sobra codicia y avaricia.

Nada sucede por fatalidad como en el tango. Allamand hace años proponía el “desalojo” de la izquierda”. Yo propongo el desalojo de los que han dirigido a la derecha.

Junio 2021

lunes, 7 de junio de 2021

OBJETIVISMO, PERSPECTIVISMO, RELATIVISMO, E IDIOMA


La ciencia física y la biología nos ofrecen en los tiempos que corren, evidencias que nos mantienen perplejos; la materia no es estática, se encuentra en un devenir, en un curso; en un desde, rumbo a un hacia. Moléculas que están en un eterno potenciarse o degradarse, conformadas por estructuras atómicas que giran a unas velocidades increíblemente altas, y que tan pronto se conforman en esos órdenes, como también se dislocan y se transforman en “otra cosa”. La biología moderna ha demostrado que los seres vivos tienen una indeterminada (y quizá indeterminable) aptitud de mutar en estructuras diferentes. Todo este cuerpo de estructuras vivas e inertes, viajan a través del espacio en expansión desde un hipotético día cero del big bang, hacia un destino y en un rumbo imposible de determinar para la inteligencia humana. Nuestra fuente de vida que es el sol, también fluye y se consume, de modo que es posible conjeturar con datos bastante precisos, que un día dejará de alumbrarnos y hacer posible la vida en la tierra. Para mayor perplejidad, la conducta de estos cuerpos atómicos, que creíamos se conducen de modo causal y predecible, se ha constatado que en determinadas circunstancias se conducen de manera aleatoria y eventualmente arbitraria.

Estas evidencias-conjeturas-hipótesis, de las ciencias naturales, es el telón de fondo, o el suelo, o el entorno; desde donde el hombre se hace las preguntas eternas de la filosofía. Y así ha sido desde los albores del pensamiento codificado por el idioma, que en occidente lo fundamos en aquellos pensadores de las costas de Anatolia, por allá por el siglo quinto antes de Cristo. Desde entonces hemos desarrollado conceptos, gracias al idioma, fundados en el retrato que se tiene de la realidad en base a lo que la acumulación de conocimientos sobre la realidad material que nos circunda, nos permite conjeturar.

¿Qué sucede pues cuando aparece un Galileo y zamarrea el árbol de la realidad, y empiezan a caer frutos, cuya existencia antes no nos representábamos que podían existir? Pues sucede lo que gatilló Galileo. La visión del mundo comienza a cambiar a un punto tal que las convicciones y certezas que se tenían entonces se fracturan, caen y se comienzan a disolver. En su defensa el angustiado náufrago de esas ideas que es la conciencia humana, edifica nuevas certezas para poder aferrarse a ellas. Y lo que a mí juicio sucede en el mundo moderno, es que las nuevas evidencias descritas en el primer párrafo de estas letras, conforman un nuevo telón de fondo, suelo, o entorno, en que las ideas filosóficas se reacomodan. Y siendo este reacomodo muy lento y doloroso, lo que vivimos creo yo, es precisamente la “crujidera” de las ideas de la ilustración, que ordenaron el mundo hasta hace muy poco. Así, nos encontramos “dando palos de ciego” en esa búsqueda de nuevas certezas y son algunos de esos palos de ciego, los que pretendo develar.

En efecto, no son estas conjeturas ocio de diletantes sin relación con nuestra vida cotidiana. Por el contrario. El impacto de esta fractura de las convicciones que fundó Newton con la ley de gravitación universal, hoy en franco cuestionamiento y disolución como pilar de la carpa del mundo, nos afectan de una manera cotidiana en el debate social, valórico y político. La ilustración, el racionalismo y la fe en el progreso y la ciencia empírica, lentamente se van inundando y amenazan con irse a pique. La teoría de la relatividad de Einstein, las evidencias sobre las dimensiones y expansión del universo, la teoría cuántica sobre la incausal conducta de cierta materia, son las que implícitamente inducen a Nietsche a su filosofar con el martillo, haciendo trizas las convicciones pretéritas. El nihilismo implícito de filósofos como el bigotudo alemán o Foucauld, es en cierto sentido un vaciamiento de las convicciones ilustradas sin un relleno aun con nuevas convicciones.

Ante esta fractura reaparece la vieja polémica, prexistente ya en la filosofía pre-socrática entre el objetivismo del mundo observado y el subjetivismo del sujeto que observa. Cuando no hay certezas, cualquier postura tiene tribuna -todo vale- y hoy vemos que las academias y la política están inundadas de un subjetivismo bastante obtuso. Es menester coger el martillo de Nietsche para darle de martillazos (filosóficos se entiende) y traer cordura y cauce a los debates.

Uno de los enemigos del subjetivismo imperante es el idioma. Florecieron en Francia y prosperaron en la academia en Estados Unidos, y ahora nos llegan envasados -deteriorados como muchas cosas que heredamos de Europa- a nuestro suelo, una vocación critica en contra de las certezas que nos provee el idioma. Este subjetivismo del observador ha llevado a postular con vehemencia dogmática, que debemos deconstruir (sin eufemismos léase “destruir”) el idioma. Aquellos edificios de la inteligencia lenta y trabajosamente acumulados de generación en generación. El armonioso castellano, el poético francés, el objetivo y certero inglés, el polifacético alemán son precisamente prodigios de la inteligencia humana. Ahora desde la academia, se propone deconstruirlos. El hombre por siglos ha creado reglas lingüísticas para mejor entenderse; y en castellano cuando se usa el género masculino se lo hace para invocar a personas de ambos sexos; no se lo hace no para imponer un sexo sobre el otro, sino para hacer el idioma un efectivo medio de entendimiento entre personas, hacerlo vivaz rápido y certero. Con la invocación a una supuesta virtud de ser “inclusivo”, imbecilidad que nadie es capaz de definir aun, se demuele el idioma repitiendo personas supuestamente inteligentes, como si fuese una letanía, los dos géneros en cada frase, tal como cuando veíamos a los nazis ridículamente levantar la mano para decir ¡heil Hitler!, cada vez que se cruzaban con alguien. Al escuchar esta letanía, me convenzo qué estamos en presencia no de la demolición del idioma, sino la demolición de la inteligencia; a la vez qué al sometimiento coercitivo por sumisión, a una regla totalitaria y estúpida. Si esto se impone en un “centro de pensamiento” como es supuestamente la universidad, ya el fenómeno es francamente delirante.

Otro de los enemigos del subjetivismo es el sexo. Para que no quede ninguna barrera que impida el imperio de la subjetividad, se impone a macha martillo la doctrina de género que pretende subjetivizar la realidad biológicamente objetiva del sexo, que dentro de otras consideraciones implica la continuidad misma de la especie. Esta subjetivización se pretende imponer con vehemencia totalitaria a través de la llamada, “doctrina” de género. Esta postula que el sexo no existe más que por una imposición, y que participar de un sexo es una decisión volitiva de cada uno. Algo así como los burros vuelan y yo no los veo volar, porque les he impuesto autoritariamente un rol de cuadrúpedos terrestres. Pero si me pongo a repetir en la academia, en la prensa y en las cabezas de góndolas de los supermercados que los burros vuelan, pues el que se oponga a la vocación aérea de los burros, será un discriminador que no quiere “incluir” a los burros en el universo etéreo, y por ende seré un burrofóbico[1]. ¿Da risa? Pero es que es, exactamente lo que sucede actualmente frente a nuestras narices.

En la política, este relativismo forzado y estulticia global se impone a través de la supuesta necesidad que los homosexuales contraigan matrimonio. El Estado, a través de los siglos a creado instituciones jurídicas obligatorias, cuyas fuentes materiales siempre han sido necesidades colectivas que es necesario regular forzosamente. La fuente material que dio lugar a la existencia de la institución jurídica del matrimonio no fue jamás el sexo en si mismo, sino la debilidad de la mujer para soportar sola la maternidad y la debilidad intrínseca de la prole. Por eso se llama matri-monio. Para proteger la matriz generadora de vida y al fruto de esa matriz. Jamás fue para proteger que las personas tuvieran sexo o convivieran. Al estado desde siempre, salvo por consideraciones de salud pública, nada le ha importado que las personas adultas tuviesen sexo entre ellos. A la moral de las personas que buscan una vida elevada de las bajas pasiones y administrar su libertad en la búsqueda de lo justo, lo bueno y lo bello, si que les puede repugnar la poligamia, la homosexualidad o el quiebre de las familias durante la dependencia de la prole; pero salvo cuando está comprometida la protección de los débiles, el estado no tiene ninguna justificación para intervenir con normas jurídicas imperativas. ¿Qué protección hacia los débiles hay en una pareja de homosexuales? Ninguna. Entonces ¿Que hay detrás de esta manía del mainstrem -que los políticos siguen como perritos falderos- de imponer el matrimonio de los homosexuales en los ordenamientos jurídicos de occidente? Implícito a ello está la tentación totalitaria de imposición de la subjetividad nihilista, imponiéndose por sobre las manifiestas realidades objetivas. En este caso, haciendo absolutamente artificial y letra muerta el orden jurídico civil.

José Ortega y Gasset advirtió hace cien años esta actitud que ya entonces despuntaba en occidente: el subjetivismo trepando por la borda ante el naufragio de las antiguas convicciones[2]. Para combatirla propuso una nueva epistemología[3] que fuese un remedio a esa tendencia. La denominó el perspectivismo. Su célebre metáfora de la naranja cogida por el observador implica observar una parte de su contorno y negársenos el resto; y al cambiar de posición de observación, perdemos la original perspectiva al ganar la que originalmente no observáramos. Sostenía que, siendo la posición del espectador de la realidad siempre relativa, la realidad objetiva es interpretada parcialmente desde una perspectiva y circunstancia. Solo somos capaces de observar la realidad objetiva desde una perspectiva; la nuestra. Pero la realidad sigue allá afuera de las subjetividades. Esta propuesta orteguiana nos permite confrontar esta conducta delirante que hemos descrito para que el individuo y la colectividad humana retorne a su cauce de convivencia y equilibrio.

Cuando era niño padecía de terrores nocturnos. Despertaba en la obscuridad y se me ocurría que la Calchona, que era una bruja maléfica cuya existencia me habían referido en mis estadías en el campo, se aparecería desde dentro del closet y me atacaría. Corría al dormitorio de mis padres. Mi padre, noche a noche, racionalmente me convencía qué la Calchona no existía y volvía a la paz del sueño.

La obscuridad de las certezas en el mundo contemporáneo, llevan a la humanidad a un pensamiento mágico similar al de la Calchona. Para enfrentar los despropósitos de la deconstrucción idiomática debemos enfrentar la vehemencia totalitaria, sin indignaciones morales, sino develando la ridiculez de aquellos artificiales conceptos. La indignación moral, aunque la sintamos y legítimamente, nos separa como un resorte de aquellos posesos de estas ideas delirantes. Debemos convencerlos, que la Calchona no existe.

Junio de 2020

 



[1] Metáfora expresada por Javier Banegas en “La Ideología Invisible”

[2] En sus obras “La Deshumanización del arte” y “En torno a los valores”

[3] Rama de la filosofía que trata sobre los fundamentos y métodos a través de los cuales se forma el pensamiento.

jueves, 3 de junio de 2021

DESDE EL “SOLO SE QUE NADA SE” SOCRATICO, HASTA EL “SOLO SE QUE TODO SE” HEGELIANO. A PROPOSITO DEL PROGRAMA DEL FRENTE AMPLIO

 

A riesgo de ser lapidado por la comunidad erudita quiero provocar al lector a reflexionar, de qué manera la erudición y el academicismo contemporáneo nos tiene sumidos en un pozo de confusiones. Todos conocemos el apotegma socrático “solo sé que nada sé” supuestamente expresado por Sócrates, el famoso tábano[1] de Atenas; obviamente una hipérbole del petiso ateniense para desnudar la arrogancia intelectual de los sofistas. Estos últimos personajes de Atenas que hoy podríamos ver representados en la academia por doctores, doctorandos, Phd, post doctorandos y otras subespecies de eruditos.

Luego de la formidable proeza intelectual del otro pequeño gigante, Inmanuel Kant, la filosofía alemana se desborda en pensadores que han legado a la humanidad algunas ideas luminosas, pero también bastantes confusiones. Muchos de ellos despreciando o derechamente abandonando la claridad [2] y por consecuencia el respeto hacia el lector; sea de manera deliberada o por falta de destreza en el uso del idioma. El resultado de esta obscuridad es que algunas “célebres” obras -por causa de esta confusión- sirven para un barrido y un fregado. Es el caso de Hegel, quién a mi juicio inicia una carrera, que tiene a la filosofía contemporánea sumida en la confusión más patética; donde la erudición pareciera que se mide en la aptitud para confundir más que para iluminar. A través de su obscuridad Hegel sirvió de fundamento tanto para un neo espiritualismo, como para la genocida doctrina del comunismo.

En efecto, es Hegel el que genera una implícita jerarquía de los pensadores, donde los más eruditos pretenden ser los creadores de Sistemas de Pensamiento. Estos sistemas son las cuevas protectoras que nos permiten una sensación de control intelectual sobre la confusa realidad; esa que se encuentra allá afuera de la cueva. Los sistemas de pensamiento son aquello que nos permite tener una supuesta respuesta para todos los fenómenos de la realidad. En estos oscuros pero protegidos refugios, es donde afloran esos gigantescos hongos que son las ideologías. El último estadio del refinamiento de los sistemas de pensamiento, que provocan la esclerosis del entendimiento hacia la realidad circundante y el desprecio intelectual hacia ella.

También hay filósofos que al igual que el pequeño Sócrates, pretenden ser nuestros tábanos contemporáneos, pero la academia se encarga de darles una cicuta mucho más amarga que la que debió soportar el ateniense: el azote de la indiferencia, el olvido; el desinterés hacia ellos por haber cometido el pecado de tironear hacia fuera de la caverna a sus lectores. A veces se les cita de nombre para demostrar respeto reverencial hacia ellos, pero se ocultan e ignoran sus ideas y obras. Todo el que no se cobije dentro de un sistema, y dialogue bajo el paraguas de un “marco conceptual”, está fuera de la academia. Estos parias forman legiones en el mundo. En Chile por nombrar alguno: el ignorado Jorge Millas.

El desiderátum de esta confusión de hierofantes de la filosofía, lo representa la escuela autodenominada post estructuralista francesa[3]. Si la obra de Hegel es confusa y da para más de una interpretación, lo de los hierofantes franceses de la filosofía contemporánea es una verdadera adicción a lo confuso. “Que cada uno saque las conclusiones que quiera” pareciera ser el lema. Es así como algunos ven una cosa y otros otra en Foucauld o Derridá [4]. Pero gracias a haberme dado “la lata” de intentar nadar en sus cenagosas y turbias aguas, reconozco su idioma o más bien su jerigonza.

¿Pero qué importancia tienen para nosotros chilenos, lo que digan este ramillete de diletantes franceses?

Al leer el programa de gobierno del candidato presidencial Gabriel Boric, elaborado según él, por más de 450 “expertas y expertos[5] según el postulante a la dignidad presidencial, me encuentro con esta jerigonza y reconozco entonces el “marco conceptual” en el que se desenvuelven los auto declarados expertos.

Cuando estos adictos a la confusión semántica se encuentran encerrados en la academia, no causan más pérdidas que el patrimonio de los padres que pagan la universidad y el tiempo de los pobres alumnos que los escuchan. Pero cuando este verdadero paquete de virutilla conceptual accede o pretende acceder a la primera magistratura de la nación la cuestión nos afecta a todos.

Lo que se reconoce en el programa del señor Boric, es un total y completo desprecio por los datos que nos provee la realidad empírica en aras a un relato más o menos trasnochado pero adobado con la novísima doctrina de género. Todo bajo un envase y una falsa épica como de novela. Una gráfica donde aparece un Kombi Volkswagen que fue el símbolo de la revolución de las flores californiana de los 60 ¡del siglo pasado! rodeado de montañas de colores. Una visión onírica de un socialismo que fracasó hace 50 años en Chile, y a través de datos taxativamente erróneos de la realidad empírica se pretende envolver una propuesta fácticamente totalitaria de gobierno globalista, sin respeto a la soberanía nacional, bajo le égida de la agenda 20-30, patrocinado por la burocracia totalitaria de las Naciones Unidas y sus generosos dinosaurios ultra capitalistas. Tiene también algunos aderezos de comunismo maoísta y muchas, muchas, muchas; intenciones sin una descripción de cursos de acción para lograrlas.

Si los electores se dejan engatusar por este tratado de demagogia sofista, quiere decir que se merecen ser gobernados por tiranías burocráticas que propone Gabriel (así se le nombra). Espero que los tábanos chilenos hagan su trabajo de desnudar que el rey Boric va desnudo.

Gabriel; repite conmigo: solo sé que nada sé.

Junio 2021

 

 



[1] Así le decían por perturbar la tranquilidad intelectual especialmente de los sofistas

[2] Al decir de Ortega y Gasset "claridad es la gentileza de los filósofos"

[3] Se disputa mucho entre los sabios de la academia sobre los nombres, categorías y subespecies de estas “escuelas”

[4] Foucauld es el único -quizá no tan confuso en su retórica, pero sí en sus conclusiones- que me he dado el trabajo de leer una obra hasta el final, porque Derrida, Guatarí y Lacan a un tercio o menos de sus “reconocidos” aportes intelectuales, he abandonado su lectura bajo la convicción que me estaban tomando el pelo

[5] Esto de repetir los dos géneros de los artículos es de una irritante monotonía como cuando los musulmanes repiten allhu akbar entre cualquier frase.