lunes, 30 de mayo de 2022

LA NECESIDAD CREA EL ÓRGANO Y LA FALTA DE NECESIDAD ¿LO ATROFIA? REFLEXIONES SOBRE LA MASCULINIDAD

 

Jean Baptiste Lamark fue un naturalista francés nacido en 1799, injustamente olvidado bajo la sombra de Darwin por el relato hegemónico anglosajón y progresista. Fue él y no Darwin quien elaboró la primera teoría de la evolución biológica. Él acuñó el omnipresente término biología. La parte inicial del título de estas letras es la simplificación vulgarizada de su famoso concepto: La necesidad crea la función, y la función crea el órgano”. En la entrada del parque Jardín de Flores de París, una estatua monumental del genio sentado en actitud de meditación nos recuerda su enorme aporte a la ciencia.

El término ética, tiene dos acepciones: la primera es como sustantivo: la ciencia de las costumbres; la segunda como adjetivo: La cualidad de una conducta. En la segunda acepción, conducta ética sería aquella que se adopta en función de un fin. Aristóteles usa el concepto de ética para referirse a las conductas prácticas, acepción que es mayormente usada por la tradición filosófica.

En estas letras me tomo la licencia de extrapolar a la ética – como ciencia de las costumbres - la famosa frase de Lamark formulada para la biología; y a través de ella quisiera reflexionar sobre el debate contemporáneo de la cuestión del sexo, que por presión ideológica hoy se identifica como cuestión de género.

Aristóteles observó la ética desde la óptica de la virtud. La virtud sería para el estagirita, la conducta que tiende a la perfección. Así la masculinidad y la femineidad tendrían conforme a esta perspectiva un telos o tendencia a su perfección. De este modo la ética habría de enseñar en qué consiste vivir bien, y qué virtudes han de ser cultivadas para conducirse adecuadamente. Las virtudes serían entonces aquellas cualidades que debe hacer suyas cada persona para orientar su vida éticamente.

Es muy recurrente que el debate filosófico se confunda cuando el mundo se analiza desde perspectivas descriptivas de la realidad (lo que el mundo es) oponiéndolas a perspectivas prescriptivas de la realidad (lo que el mundo debería ser). Muchos contaminan su descripción del ser de las cosas con sus pretensiones prescriptivas del deber ser de las cosas. 

Marx reconoce aquello cuando señala que, hasta que él formulara su doctrina, los filósofos se habían ocupado en entender el mundo y él se propone transformarlo. El patético Carlos se equivoca en tres dimensiones. Primero, porque desde los orígenes de la filosofía hay filósofos que han pretendido cambiar el mundo. Segundo, porque no son los filósofos los que han cambiado el mundo, entendido por mundo aquel que rodea al hombre en su microcosmos. Los que han cambiado el mundo, han sido principalmente los técnicos, desde los que inventaron como hacer fuego hasta los que inventaron el smart phone; y secundariamente los militares, políticos y otros hombres del poder; jamás los filósofos[1]. Por último, se equivoca Marx al confundir los planos prescriptivos y descriptivos y fuerza la realidad ontológica (el ser de las cosas) para que ésta encaje en su pretensión prescriptiva del mundo (el deber ser de las cosas), error que le costó a la humanidad 150 millones de muertos.

Alejándome de la acepción aristotélica, me referiré a la ética entendida como un sustantivo. ¿Por qué razón? Porque las conductas humanas se dan en un mundo exterior que cambia según las circunstancias, y la validez de las proposiciones sobre ética entendidas genéricamente y como adjetivo de las conductas, son referidas a un entorno determinado.

Aristóteles habla de las virtudes con pretensiones de generalidad, pero sin tener en cuenta  que en el mundo que le rodeaba, las mujeres y a los bárbaros no eran propiamente individuos; condición que al menos prescriptivamente tienen todos los hombres y mujeres del siglo XXI. Las propuestas aristotélicas en consecuencia tienen un valor relativo y podrían no ser aplicables erga hommes en nuestro siglo.

Las conductas humanas acontecen en un mundo exterior que son nuestras circunstancias. Así como el no nato en el vientre de la madre vive rodeado del líquido amniótico, así nosotros lanzados al mundo vivimos rodeados de un complejo de facilidades y dificultades. Y aquí creo que existe la razón por la cual existe tan gran diferencia entre los conceptos de virtud y de ética formulados por Aristóteles con aquellos formulados por la ilustración inaugurada por Kant. 

Los ilustrados percibieron que las circunstancias del mundo eran, a causa del mismo hombre, una condición cambiante. Kant habría intuido que el hombre era capaz de progresar y como consecuencia de ello recrear el mundo artificialmente; y hoy, cuando esa intuición kantiana se ha hecho realidad, impera un olvido fatal: confundimos o mimetizamos esta realidad artificial, con la realidad natural.

Me explico; las circunstancias que rodeaban al hombre observado por Aristóteles era un conjunto de facilidades-dificultades principalmente naturales y no controlados por el hombre. Ese hombre que poblaba el mundo desde la época de Aristóteles hasta el mundo nuevo que percibió Kant, enfrentaba circunstancias, que, en una proporción muy alta, le eran incontrolables porque las imponía la naturaleza. En tal escenario la masculinidad y la femineidad tenían un telos o tendencia a su perfección, orientada a doblegar las dificultades que la naturaleza le oponía.

La gran brecha de aquella realidad que la podríamos denominar clásica, con nuestra realidad moderna, es que la circunstancias que nos rodean a los hombres de la modernidad, son, en una proporción muy alta, realidades artificiales creadas, no por la naturaleza, sino por el hombre y su técnica.

Y refiriendo aquello a la cuestión del sexo, el telos o tendencia a su perfección del varón y de la mujer, no puede determinarse con la claridad con que se hacía hasta antes de los monstruosos[2] cambios tecnológicos ocurridos en nuestros tiempos, porque el ser mujer y ser hombre hoy, tiene un conjunto de dificultades-facilidades muy distinto al que tenía desde los orígenes de la humanidad hasta hace breves 150 a 200 años atrás.

Este manifiesto cambio del entorno donde se desenvuelva la humanidad en el presente contemporáneo mantiene en estado de perplejidad a esa humanidad toda, la cual aún no ha sido capaz de procesar adecuadamente la causalidad de los cambios. Abundan aprendices de brujo y chamanes que dicen tener la fórmula para endilgar a la modernidad; y lo que es peligroso, aprendices de brujo y chamanes muy poderosos.

Existe una campaña articulada políticamente, para imponernos una visión ideológica de la igualdad de género[3]. El sustrato de donde se arraiga esta ideología es del materialismo dialéctico el cual propone que toda realidad es el fruto de la síntesis de conflictos precedentes, entre una tesis (en este caso una estructura de dominación masculina opresora o hetero patriarcado) y una antítesis (en este caso, la rebelión de las mujeres oprimidas en busca de la liberación femenina). 

No pasa de ser el feminismo militante un refrito recalentado en un horno microondas, de un plato bastante más sustancioso y lógico que fuera la tristemente célebre ideología comunista marxista o materialismo histórico.

La falta de lógica interna y su casi total falta de correlato empírico hace de esta ideología una doctrina inaceptablemente superficial, que desorienta a una juventud angustiada por no saber a qué atenerse para proyectar sus existencias. Además, el poder de los medios de difusión de masas hace de esta seudo doctrina una majadería omnipresente. Quienes detentan el poder de la información pretenden un modelamiento de la realidad en base a relatos basados en esta doctrinilla. Es una asfixiante imposición manu militari que contamina el espacio de debate político y que tiene un innegable tufo de conspiración para el logro de objetivos, que, de ser propuestos con transparencia, recibirían el unánime repudio de la población[4].

Es evidente que el ideal masculino del macho protector, valiente que dibuja y guia el camino a la fémina criadora y protectora de la prole, se encuentra hoy degradado. Funcional a dicho ideal, era la virtud masculina por excelencia: la fortaleza; virtud aquella que al varón le permitía acometer los desafíos del mundo y resistir las dificultades con que la realidad oponía a esa voluntad de avance.

Y esta degradación, no tiene por causa la imposición majadera de la ideología de género. A la inversa; la ideología de género se ha hecho posible merced del entorno social que rodea a la degradación de la masculinidad. Así el deterioro de la masculinidad sería condición de posibilidad del surgimiento de este delirante ideal del hombre feminizado e incluso asexuado. 

¿Cuál es la causa que gravita sobre estos dos fenómenos? Una muy trivial omnipresente y que está fuera del radar de la mayoría de los análisis que se hacen sobre este debate: En el mundo contemporáneo, la mujer necesita menos o casi nada de aquel estereotipo de hombre valiente y protector. ¿Por qué razón? Enumeraré algunas causas que tienen a su vez varias consecuencias:

La píldora anticonceptiva niveló a la mujer con el hombre en su conducta sexual. Las relaciones sexuales dejaron de tener la consecuencia potencial de producir la prole. El sexo sigue sirviendo para traer niños al mundo cuando no se usan métodos anticonceptivos, pero ahora puede ser ejercido para el puro disfrute erótico del hombre, pero también de la mujer. A este fenómeno se le llamó en los sesenta del siglo pasado la liberación sexual.

Esta cotidiana circunstancia artificial creada por la técnica humana, ha tenido el efecto de cambiar la forma que la humanidad concibe al sexo. El sexo sería conforme a esta perspectiva, hecho para el placer, y accidentalmente para la reproducción, de manera que resulta axiológicamente idéntico para las ideologías imperantes, la práctica del sexo natural, con la cópula antinatura que practican los homosexuales. ¿Qué siempre ha existido homosexuales y la píldora nada ha cambiado en ello? Aquello es relativamente falso.

Lo que hasta ahora se conoce por investigaciones arqueológicas y antropológicas, demuestra que desde que el hombre tiene conciencia de su finitud (de su muerte) ha pretendido que las conductas humanas solo pretendan el sexo verdadero, el del ayuntamiento natural de un hombre con una mujer. El sexo verdadero se ha encontrado tradicionalmente sacralizado y rodeado de un marco normativo. Por esa razón y conforme a ese marco normativo, la homosexualidad fue éticamente una conducta abominable e inmunda en todas las culturas superiores. Solo ahora que el sexo gracias a la píldora es una actividad menos sacralizada y más genital, que la homosexualidad se ha sacudido para algunos, el estigma de conducta aberrante.

En el mundo contemporáneo y por efecto de esta realidad artificial causada por las técnicas de control de los ciclos reproductivos, la masculinidad como valor imprescindible, ha sufrido un deterioro. Siguiendo la regla inconcusa de Lamark, la necesidad (perpetuar y mejorar la especie) creo la función (relacionarse sexualmente para unir los cigotos) y la función creó el órgano (los órganos sexuales funcionales y el sistema hormonal que causan el impulso a relacionarse sexualmente). 

Si el sexo se practica como quien se rasca la espalda, obviamente la masculinidad ética que impone las costumbres viriles declina. Lo que es más evidente, el conjunto de la fenomenología biológica (sistema endocrino en general) que hace posible el sexo reproductivo, también declina en general y en promedio. Así lo indican múltiples estudios que acusan una disminución de los niveles de testosterona en los hombres de distintas edades en mega ciudades modernas, respecto de muestras obtenidas en los años 60 del siglo pasado[5].

Las facilidades para ganarse la vida. Las mujeres, hace 150 y menos años atrás, demandaban la presencia de un hombre proveedor que las ayudase a sustentarse a ella y a la prole; porque la sociedad y la realidad tecnológica estaba ordenada de un modo tal, que para poder participar en la mayoría de las actividades productivas y generadoras de riqueza, se requería de la fuerza y la agresividad masculina para obtener ese sustento. 

La mujer de hoy compite en el mercado laboral casi en las mismas condiciones que el hombre y es un hecho que si no existiesen normas protectoras de la maternidad que le confieren garantías de preservación del empleo e inamovilidad en los períodos de maternidad, la mujer tendría niveles superiores de remuneraciones. El trabajo hoy no demanda fuerza masculina. Una ley promulgada por mamá Bachelet en su gobierno, prohibió que los obreros cargasen un saco de ¡más de 25 kilos![6] Una mujer hoy podría pues ser obrera a la par de un hombre.

La disponibilidad de alimentos, calefacción, albergue universalmente obtenidos con dinero, es hoy algo tan omnipresente, que olvidamos que hace 150 años no lo era. Las familias debían proveerse sus alimentos, su calefacción y su techo, a través de la fuerza física que proveía principalmente el integrante de la familia de sexo masculino.

Las máquinas que sustituyen la fuerza física, haciendo progresivamente inútil los talentos exclusivos masculinos. El hombre antiguo sin una dotación suficiente de testosterona no tenía la posibilidad de relacionarse sexualmente con una hembra ni formar familia porque ante un ataque o ante cualquier evento que demandada usar la fuerza física no era idóneo. El hombre y mujer modernos disponen de aparatos mecánicos para infinidad de funciones y no se necesita de la fuerza física. Ni siquiera la guerra requiere de la fuerza física masculina, y que hasta hace pocos años era exclusivamente viril. Hoy es posible hacer la guerra a través de máquinas conducidas por hombres o mujeres.

Como se ve, el debate sobre el tema padece de una confusión entre lo prescriptivo (el telos del sexo y de la masculinidad y femineidad o la pretendida desexualización de las masas) y lo descriptivo (una realidad que se le apareció al ser humano a consecuencia de la técnica). 

Independiente de los conceptos morales y éticos que se sostengan, no se puede razonablemente negar que la humanidad sufre una innegable feminización de las relaciones sociales en todos los órdenes. La demanda de hoy es por derechos y protección. En un mundo masculinizado la demanda era por libertad, y la lucha permanente era contra la opresión del soberano. Hoy la opresión del estado es vista por las mayorías no como opresión sino como un alivio para ser protegido de lo desconocido y peligroso.

¿Es posible que esta tendencia autoformativa de la humanidad generada por la técnica persevere ad infinitum? ¿Existe un telos de mujer y de hombre?; ¿un ideal de conducta diferenciada de uno y otro sexo degradado que es menester recuperar, conservar y promover? ¿Será el hombre algo moldeable como la arcilla, no solo por el Dios creador del Génesis, sino por el mismo hombre tecnológico al punto de poder suprimir el sexo? ¿Será una fatalidad que los engendros de la técnica puedan degradar al género humano?

Existe una hipótesis de los antropólogos que han estudiado la cultura Maya acerca del por qué ese pueblo nunca usó la rueda, en circunstancias que manejaban conceptos físicos y matemáticos de alta complejidad. Siendo la rueda una herramienta tan trivial de concebir y construir y de tan evidente utilidad para multiplicar la fuerza de los hombres y los animales, no resulta plausible creer que no se les ocurriera usarla. La hipótesis razonable señala que los Mayas simplemente renunciaron a usar la rueda. ¿Por qué habrían adoptado una decisión tan extraña y antiprogresista? Pues porque habrían ponderado que las consecuencias de su uso eran contrarias al telos del hombre como ellos lo entendían.

A principios del siglo XX Jean Jaques Sorel y Gabriel D´Anunzio levantaron desde distintas trincheras, seudo doctrinas que se fundan en este fenómeno de feminización de la sociedad que ya entonces se vislumbraba. Sorel, uno de los fundadores del anarquismo, pronosticaba el colapso de la burguesía en manos de musculosos y arrogantes proletarios que darwinianamente desplazarían a los débiles y afeminados burgueses. D´Anunzio poeta proto fascista se hizo célebre por su italianísimo y algo histérico apotegma; vivire peligorosamente, en reacción a la modosa vida burguesa de los años locos. Ambas doctrinas han fallado sus pronósticos por la falsedad de sus premisas.

Ortega y Gasset nos ofrece una orientación en esta perplejidad moderna cuando señala: La idea del progreso, funesta en todos los órdenes, cuando se la emplea sin críticas, ha sido fatal. Supone ella que el hombre ha querido, quiere y querrá siempre lo mismo, que los anhelos vitales han sido siempre idénticos y la única variación a través de los tiempos ha consistido en el avance progresivo hacia el logro de aquel único desiderátum. La realidad histórica nos indica que, el perfil del bienestar se ha transformado innumerables veces.

La ciencia, la técnica y el poder político contemporáneo propician ese estado de bienestar. Ese desiderátum que los políticos ambiguamente denominan, desarrollo económico. ¿Qué tal si esa piñata en que se ha constituido el concepto de desarrollo económico importa un empobrecimiento de la condición humana en general y de los sexos como tales en particular? Esta arcadia llamada nación desarrollada, deja indefinido la calidad de individuos que quisiéramos ser en la intimidad de nuestro yo.

A mi juicio es el concepto de bienestar de nuestra época moderna lo que debería estar en cuestión y debate. La propuesta vigente de progreso y desarrollo es incompleta y comporta daños colaterales que recoge el malestar ambiental. Prestar oídos a las necedades de una doctrina fallida como el feminismo es como resucitar a Sorel y sus despropósitos revolucionarios.

El progresismo nos ha llenado la cabeza con una presunción de control sobre lo desconocido, que dista de tener un correlato empírico. El mundo gobernado por las premisas del progreso y desarrollo económico empobrece sin desearlo a quien busca servir que es al género humano cuando persigue una seguridad que degrada.

Una parte del estado de rebelión en contra del orden establecido proviene de sentirse los individuos, desplazados y prescindibles para la sociedad. Esos individuos auto percibidos como desplazados principalmente son de sexo masculino. La masculinidad debe recuperar un rol en la sociedad que se construirá en la era post Smart phone. 

La pretensión de las ideologías sexistas en boga que propician des sexualizar a la población – especialmente a los varones- es absurda, inhumana, inviable, carece de correlato empírico, es antiestética y aberrante. 

Debemos reinstalar la sexualidad natural, en esta nueva circunstancia dentro de la sociedad tecnológica, sacando de varones y hembras sus mejores talentos para la integración social y familiar. Debemos combatir y derrotar esta dialéctica suicida que ha impulsado una agenda que siembra discordia entre los sexos. 

Debemos suprimir los excesos de protección de que es objeto la población en general y la juventud en particular, propiciada por políticos buenitos que esconden su demagogia bajo estos favores que degradan la masculinidad y por consecuncia también a la femineidad.

mayo de 2022



[1] Kant no cambió el mundo. Solo interpretó novedosamente el mundo que había cambiado frente a sus ojos.

[2] Digo monstruosos, por las razones que más abajo desarrollo.

[3] Se sustituyó la palabra género por sexo en esta doctrina, para hacerla más amable y menos chocante a las masas. En la Real Academia de la Lengua se perpetró una conjura para introducir esta palabra para identificar personas y no fonemas como hasta entonces se significaba, por presiones ideológicas. Y también por una razón bien trivial: la bibliografía de esta ideología venía del inglés en que la palabra gener significaba algo distinto a género, del castellano hasta entonces.

[4] Obviamente, la reducción de la población mundial a través de la promoción de culturas castratti.

[6] El ejército de Chile no podría hoy asaltar y tomarse el Morro de Arica, debido a esa norma. Las mochilas y el fusíl pesaban 35 kilos.

viernes, 13 de mayo de 2022

AVARICIA, CODICIA Y DEMAGOGIA; CAUSAS DEL LLAMADO CONFLICTO MAPUCHE

 


En el llamado conflicto mapuche en la zona de La Araucanía, Los Rios y Los Lagos, se reúne lo más granado de la estulticia, demagogia, codicia y avaricia de nuestra nacionalidad.

El gobierno militar impulsó dos políticas de estado – a mi juicio atinadas- que son una isla en un océano de desatinos que posteriormente han cometido el estado nacional, los empresarios forestales más influyentes y las comunidades mapuches del sector; condimentadas por la demagogia de la izquierda revolucionaria.

Impulsó el gobierno militar el Decreto Ley 701, un fondo fiscal extraído de fondos generales de la nación, para subvencionar el desarrollo forestal. A los particulares se les bonificaba un porcentaje de la inversión en reforestación de terrenos con aptitud preferentemente forestal. Permitió esa bonificación poner de pie una industria forestal entonces casi inexistente. Dos consorcios económicos – CMPC y Forestal Arauco - que entonces tenían un valor bursátil con el cual hoy día un banco no les otorgaría ni un préstamo de consumo, se capitalizaron gracias a ese mecanismo. Existió un abuso tolerado negligentemente por las autoridades sectoriales, que consistió en integrar tierras que no tenían exactamente aptitudes preferentemente forestales sino agrícolas, a la bonificación forestal, pero se estimó entonces que aquello no hacía ningún daño, sino más bien beneficio, porque integraba terrenos que no tenían entonces un destino productivo agrícola.

La capitalización de esas empresas no solo agregó valor a los terrenos que ya entonces poseían legalmente, sino que impulsó una agresiva política de adquisiciones de terrenos algunos forestales y otros agrícolas, sobre los cuales desarrolló planes de forestación inicialmente subvencionados por el Decreto Ley 701 y después con sus propios recursos.

La otra política de estado, permitió nivelar a las personas miembros de comunidades mapuches a la condición de ciudadanos plenamente capaces para usar, gozar y disponer de sus bienes, confiriéndoles títulos individuales de plenos propietarios, sobre tierras que poseían con títulos precarios que les impedían la libre disposición.

Los efectos de estas dos políticas fueron mayormente beneficiosos. Se generó una industria antes inexistente, y un círculo virtuoso de actividad económica y mejora en las condiciones de vida, de sectores hasta antes del decreto ley 701 sumidos en la pobreza, subalimentación y abandono por parte de los bienes públicos que provee el estado. En el caso de los nuevos propietarios individuales en un porcentaje indeterminado – y deliberadamente obscurecido por los políticos demagogos – los nuevos propietarios hicieron fructificar y prosperar sus propiedades individuales, y por tal razón, electoralmente siempre le dieron la mayoría de votos a quienes dicen ser los herederos del gobierno militar.

Pero también hubo efectos perniciosos de estas dos políticas. La afectación al destino agrícola de terrenos que antes habían sido el granero de américa (en el siglo XIX el principal exportador de trigo a California era Chile). El trastorno ecológico que supuso poblar con especies forestales foráneas que tiene hábitos de consumo de agua distintas a las especies nativas ha agudizado los efectos de la sequía; y el desamparo social de personas que habiéndole legalmente vendido a las empresas forestales no tuvieron el talento y condiciones para fructificar con el capital monetario recibido.

Siguiendo su premisa victimista en orden a que la causa del fracaso de los fracasados es el éxito de los exitosos, el gobierno de Patricio Aylwin Azocar autor intelectual de la ley de reforma agraria que sembró el caos en todo el agro chileno, dictó en su gobierno la ley indígena, que ha resultado ser el portaviones del caos social en las zonas rurales donde antaño convivían pacíficamente comunidades indígenas. No ha solucionado ningún problema social ni político, ha elevado a la potencia las frustraciones sociales y ha legitimado la usurpación. La demagogia ha sembrado la codicia de los frustrados por haber dejado de ser poseedores y como este círculo genera más pobreza y frustración, a los nuevos pobres la demagogia los pliega al ejército de frustrados y estos terminan siendo legiones.

¿Y cómo reaccionan los controladores de las empresas que se enriquecieron basalmente de los aportes del fisco? Pues ocupados en lo único que saben hacer: maximizar los beneficios de sus accionistas y ahora, efectuando una triangulación grotescamente simple para hacer desaparecer todos sus activos fijos en la zona conflictiva y transformarlos en activos circulantes. En efecto; Arauco, obligada por ley, informó a la Comisión para el Mercado Financiero, como hecho esencial que había “vendido” sus más de 80 mil hectáreas forestales a fondos de inversión foráneos y todos para la casa con sus utilidades. ¿Qué pasa con el giro forestal? Pues que sigue explotándolo, arrendando a su “contraparte” propietaria de las tierras. ¿Es jurídicamente lícita esta operación? No solamente lícita, sino que blinda a los accionistas porque no podrán expropiar lo que es de propiedad de extranjeros vinculados por pactos de comercio como Japón, Corea, etc. ¡Golazo! Se abrazan gerentes, abogados y banqueros; como cuando la selección hace un gol. Cuales prestidigitadores hacen un malabar astuto y todos sus activos desaparecen por arte de birlibirloque.

La avaricia se define como el afán desmedido de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas; la codicia como el afán desmedido de riquezas y bienes que no se poseen y la demagogia es la degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante el temor y concesiones y halagos falsos, que estimulan las emociones elementales de los gobernados, buscan conseguir e incrementar su poder.

No hay posibilidad alguna de concertar la paz social cuando la empresa privada (privada entre comillas porque fue subvencionada en sus orígenes) tienen en su norte exclusivamente la avaricia de sus propietarios. No es justo, ni es moralmente lícito lo que han hecho. Recibieron una subvención de todos los chilenos en base a la cual adquirieron una posición de poder que es manifiestamente excesiva para el interés nacional, y ahora nos endosan a todos los chilenos un problema social, ecológico y hoy alimentario, que si bien es cierto no lo generaron directamente ellos, son parte directa de él y los principales llamados a solucionarlo. ¿Qué eso no está en su giro y en los estatutos de la sociedad anónima? Tampoco lo está que su razón de existir fuese la dádiva que le entregaron el resto de los chilenos con el D.L. 701. Esa deuda no está en los estados financieros, pero es de justicia cobrarla. No es lícito que el corazón productivo de la nación sea enajenado a extranjeros que están muy lejos y ajenos a nuestros problemas.

No hay posibilidad alguna de concertar la paz social con políticos como los actuales de todo el espectro que actúan demagógicamente, sin decirle la verdad a los electores, sembrando expectativas falsas que serán causa del descoyuntamiento del esqueleto social. La ley indígena es una falsedad de principio a fin. Su derogación inmediata es condición sine qua non de la paz social.

No hay posibilidad alguna de concertar la paz social con un poder judicial que busca actuar políticamente sin sujeción a la ley y a la constitución, prevaricando a diario para imponer contra texto explícito de la ley, la subjetividad de la justicia del caso concreto. Deberían quienes manifiestan esa voluntad, renunciar al poder judicial y postular a cargos de elección popular.

No hay posibilidad alguna de concertar la paz social con individuos y grupos de presión que se consideran por sobre la ley y pretenden legitimar por la fuerza más o menos violenta, sus expectativas de adquirir gratuitamente derechos bajo justificaciones espurias como su presunto origen racial.

El plato está servido para la guerra civil. La presa principal la pone la gran empresa que es como la vaca que olvidó que fue ternero, los políticos que han hecho un negocio de la cosa pública, los miembros del poder judicial superhéroes de la subjetividad jurídica y los terroristas que buscan ganancia a rio revuelto.

El rechazo al mamarracho constitucional no será solución. Solo permitirá que no empeore esta situación.

Mayo de 2022

sábado, 7 de mayo de 2022

LAS CERTEZAS; DIOS Y EL PROGRESO

 

La batalla primordial de la conciencia humana es vencer al tiempo. Esta extraña entidad que es causa del devenir de las cosas, del mundo y de nuestra conciencia. El tiempo nos azora porque nos somete a una verdad indeseada: la certeza de nuestra finitud. La poetisa Fernán Caballero nos lo recuerda: Desde el día que nacemos/ A la muerte caminamos/ No hay cosa que más se olvide/ Y que más cierta tengamos. El tiempo nos somete a la radical evidencia que nuestro futuro es incierto salvo nuestra finitud. ¿Cuál es el mecanismo que usamos para vencer el tiempo y su consecuencia que es esta incerteza radical? Nuestra inteligencia. Leer dentro de las cosas para extraer sus verdades y de esa manera, en un mar de incertezas, mantenernos a flote.

Es así como en la historia humana nace la fe en Dios padre todopoderoso creador y sostén del cosmos. La complejidad del mundo, su manifiesto y perfecto orden, racionalmente nos permite concebir en nuestra conciencia que existe un creador, un motor inmóvil que con sus poleas hace girar el tiempo y el espacio con su variedad de cosas y creaturas. Dios, contra lo que sostiene la perspectiva inmanente, es racional. Es una idea plausible. Nos explica desde fuera del tiempo y del espacio, por qué existe el tiempo y el espacio.

Pero lo que no nos ofrece de manera unívoca la idea de Dios, es la explicación y el remedio para el sufrimiento. Esta otra realidad radical humana. Las doctrinas ascéticas nos proponen suprimir el deseo para derrotar el sufrimiento; pero como para la mayoría de los seres humanos vivir es desear, aquello no parece plausible, al menos para esa mayoría. Radicalizando la idea ascética, la muerte -la suprema entropía- sería la solución. Pero los seres en general y el hombre en particular con la mochila de su conciencia, desean vivir y luchan por sostener y mantenerse vivos; y ante esa imposibilidad luchan por perpetuar su especie, y de esta forma en cierta medida vencer el tiempo.  Pero el hombre y las creaturas vivas no solamente desean vivir. También desean vivir bien. Desean el bienestar. Desean vencer el sufrimiento.

Y es así como nace la fe en el progreso. Porque la idea del progreso como la idea de Dios no son ideas que podamos comprobar empíricamente. Dios y el progreso son creencias basales desde donde construimos nuestra representación del mundo. Representan la una, el mecanismo para vencer nuestra finitud, la otra el mecanismo para vencer el sufrimiento.

Desde hace tres siglos en occidente existe un colosal error que sostiene un conflicto por el cual los hombres discuten, se enfrentan y a veces guerrean y se matan por miles y por millones: El error consiste que la creencia en Dios y en el progreso se oponen la una a la otra y deben suprimirse mutuamente.  El conflicto es artificial porque ambas creencias han surgido en la conciencia humana para vencer dos realidades radicales diferentes. La una a la muerte; la otra al sufrimiento.

Jorge Millas, uno de los cerebros más preclaros que ha parido nuestra nación, urdidor de ideas filosóficas luminosas, ofrece una explicación decepcionante para su elevado nivel intelectual, casi infantil, para explicar su ateísmo: la imposibilidad de Dios para vencer el sufrimiento humano. Es la rabieta del niño que se rebela contra su padre porque su padre no le compra un helado. El anti - progresismo de la Iglesia católica ventilado por los pontífices del siglo diecinueve, hoy nos parecen de una puerilidad absurda: suprimir el desarrollo de la ciencia para no perjudicar la fe en Dios.

Pero este fanatismo y falta de eclecticismo no es parte del pasado; se mantiene hasta hoy y sostiene un conflicto que ha llevado al progresismo radical a pretender activamente desalojar de la conciencia humana a Dios, reemplazándole con ideas absurdas insostenibles racionalmente.

Hoy, los progresistas fanáticos obtusos e intolerantes se han impuesto. Detentan el poder del mundo y lo usan para mantener arrinconados a quienes vemos el mundo a través de la fe en Dios padre todopoderoso sostenedor de un orden que trasciende la existencia humana. Uno de sus apóstoles Yuval Noah Arari, escritor(cillo) superventas, artificialmente inflado por los poderes progresistas del mundo, sostiene que el hombre ya ha desalojado a Dios. El es homosexual; ha superado según él la dualidad sexual. El superhombre que viene según él, será como un pollo broiler supersofisticado ordenado en sus conductas por la ciencia que controlará su código genético para hacer al hombre inmortal, asexuado y carente de sufrimientos. Este milenarista, de un plumazo eliminó, el tiempo, el espacio, la muerte y el sufrimiento.

Fanáticos milenaristas delirantes han existido siempre. Lo que sorprende es que quienes detentan el poder mundial ofrezcan cobertura a ideas tan completamente absurdas. La sola circunstancia que Arari sea superventas de sus libros escritos en serie, y un hierofante en todos los foros sobre el devenir del mundo, habla de un colapso de la inteligencia. Un individuo carente de formación filosófica, histórica y científica elemental es hoy un referente “académico”. El positivismo científico, aquella doctrina que puso orejeras a la ciencia para que tuviese una visión unívoca y tildó de absurda la observación trascendental; es la madre de estos fanatismos.

Pero vaya paradoja; la ciencia positiva ha derivado en la ciencia teórica que a través de observaciones empíricas ha desarrollado extensas inferencias racionales y matemáticas para llegar a conclusiones que son demoledoras para los progresistas fanáticos:

-          La materia en sí no existe; todos son órdenes atómicos, moleculares, articuladores de sistemas orgánicos complejos; y lo más azorante: no responden necesariamente a comportamiento predecibles sino aleatorios. ¿son explicables únicamente a través de la teoría darwiniana? Definitivamente no.

-          El cosmos no responde a lógicas mecánicas, el espacio y el tiempo son entidades relativas; el universo se expande ¿gracias a qué? algo llamado energía obscura (comodín de naipe) sin respeto por la entropía que nos señalaba que la energía se disipaba hasta su extinción. Lo que mantiene unidos a los órdenes estelares no son los presupuestos de la llamada “ley” de gravitación (que no es universal). Existiría algo llamado (comodín de naipe) materia obscura que permite que todo siga funcionando.

La promesa del progresismo radical del siglo diecisiete que el hombre científico finalmente llegaría a conocer el universo por concatenación de causas con efectos, se ha desplomado. Por cada descubrimiento científico se infieren más y mayores complejidades de la realidad. La ciencia simplemente no es capaz de explicarnos el tiempo, el espacio, el cosmos ni las razones radicales de los órdenes orgánicos.

Urge reducir la idea del progreso a la función que tuvo en sus orígenes: buscar los medios para mitigar el sufrimiento humano. No sirve la ciencia positiva para ofrecernos explicaciones trascendentales. Urge en el mundo una perspectiva ecléctica que ponga en su lugar a los vendedores de pomadas. Urge que el poder político se alinee con la verdadera ciencia moderna y recupere una visión ecléctica.

Mayo de 2022