martes, 10 de diciembre de 2024

LOS CAMBIOS BRUSCOS Y EL FRAUDE

 


En nuestra pubertad, nuestro sistema endocrino impulsa bruscos cambios corporales que generan perplejidades en nuestra conducta. Todos quienes hemos llegado a la edad adulta hemos conocido esa condición. Y la adolescencia y juventud son etapas peligrosas de la vida. Surge en ella, la expansión desordenada de expectativas de toda índole (sexuales, de independencia de nuestros padres etc.) la que nos hace propicios a caer en los fraudes o caminos fáciles para superar las resistencias que opone la existencia. La omnipresente delincuencia en nuestro país, demuestra que son los jóvenes pre y post adolescentes, quienes más fácil descarrían el camino hacia conductas transgresoras y despreciativas del orden social y de las conductas empáticas y respetuosas hacia la convivencia.

El cine, que induce conductas de las mentes más débiles, hace varios años viene a través de la ficción o a través de la historia de hombres perversos, haciendo apología de conductas delictuales y antisociales. No escuchado a ningún político o centro de estudios dedicado a la criminología, denunciar este elefante que tenemos dentro de la pieza y que nadie ve.

Incluso, tenemos ocupando el cargo de Jefe del Estado, a un individuo que ha llevado muy mal su adolescencia y se ha convertido en su edad adulta, en un hombre descarriado que ha hecho alarde de su voluntad y conducta disruptiva, con la sexualidad y la convivencia social, que son nada menos, los pilares sobre los cuales construimos nuestra personalidad y nuestro ethos social.

¿Por qué digo esto? Pues porque ha manifestado histéricamente su solidaridad con quienes desprecian el orden público y con individuos y organizaciones perversas. Recordarán Ud. distinguido lector cuando se le “ocurrió” la "buena idea", de solidarizar con un individuo terrorista, visitandolo cuando se encontraba en un proceso de extradición en París; o cuando se comprometió a defender el legado de una banda de asesinos terroristas[1].

Es pues en la etapa de los bruscos cambios cuando somos más propicios a caer en fraudes, engaños, en soluciones mágicas que eliminen las resistencias que nos opone la realidad, por arte de magia.

Mi análisis apunta a destacar que la convivencia social de nuestra modernidad tardía, se encuentra afectada, como los adolescentes, por bruscos cambios de paradigmas o formas de relacionarnos entre quienes integramos la polis o colectividad. En efecto, la irrupción en muy pocos años de la tecnología de las comunicaciones nos tiene en un estado de perplejidad que se manifiesta en dos efectos: 1) las expectativas (como en el caso de los adolescentes) de cosas que deseamos individual y colectivamente se ha desordenado. Esas expectativas se han elevado cualitativa y cuantitativamente de modo exponencial y la ansiedad por las resistencias que opone la realidad para satisfacer esas expectativas, torna la convivencia social, conflictiva y eventualmente violenta. 2) La sociedad toda se encuentra en un estado propicio a creer en los fraudes de las soluciones fáciles y mágicas inspirados por demagogos: los derechos sin deberes correlativos y el largo etcétera que se deriva de esa simple fórmula.

Los problemas de Chile no solo se expresan en estar gobernados por un individuo y grupo demoledor de los valores que hacen posible la convivencia. Nuestro problema se manifiesta en las razones (o más bien pulsiones), que han hecho posible llegase a la primera magistratura de la nación un individuo de tal calaña por la vía democrática. Demuestra con ello el nivel de extravío de nuestro Chile, que, como nación relativamente pequeña en el concierto mundial, desde hace una centuria es campo de experimentación de ingenierías sociales varias.

Volver la voluntad de un adolescente al riel de lo posible, es la agotadora tarea de los padres. El problema es que esta colectividad humana llamada occidente cristiano, no tiene padre ni madre. Nuestra cultura occidental tenía una madre que era la Iglesia Católica. En los días que corren, esperar que la Iglesia nos oriente, es como pedirle peras al olmo. La Iglesia Católica, no es capaz por ahora, de orientar a nadie.

Para devolver a Chile al carril de la convivencia es menester hacerlo retornar al camino de lo que es posible. ¿Por dónde empezar?

Lo primero, desalojar del poder político y judicial a la zalagarda[2] de payasos, demagogos e individuos moralmente descarriados. ¿Cómo? 1) Hacerlos pagar las consecuencias legales de sus latrocinios y prevaricatos; 2) Volver al respeto de la ley jurídica y moral que nos legaron las generaciones que nos precedieron; 3) Denunciar y castigar la demagogia de políticos y jueces que mienten y prevarican para hacerse populares frente a una masa de individuos con expectativas descarriadas, masa que se conduce de una manera que hace imposible la convivencia social. El lema debiese ser: nadie tiene derechos legales mientras no cumpla con sus deberes legales. Nadie tiene privilegios morales mientras no se conduzca moral y empáticamente.

Lo segundo, siendo la política el arte de lo posible, es preciso que los líderes nuevos que surjan, obren de buena fe e induzcan conductas de los ciudadanos que vayan en congruencia con nuestra realidad, intelectual, moral y económica. Por consecuencia de lo anterior, que erradiquen la demagogia omnipresente en los estrados del poder político.

Si usted estimado lector ha tenido hijos adolescentes y ha tenido la experiencia de orientarlos, inhibir sus conductas autodestructivas, hacerles saber que las resistencias que mundo les opone son ineludibles y que ellos son los únicos que pueden superarlas; le hará sentido lo que señalo. Chile necesita liderazgos paternales y maternales. Como se ve, no resulta nada fácil.

diciembre de 2024

 



[1] En noviembre de 2018 el diputado Boric y la diputada Orsini, viajando a costa de todos los chilenos, visitaron en Paris al asesino de Jaime Guzmán, Ricardo Palma Salamanca para expresarle su solidaridad. El 3 de enero de 2018 en las afueras del congreso nacional, Gabriel Boric manifestó a la prensa su voluntad de defender el legado del grupo terrorista Frente Manuel Rodriguez.

[2] Zalagarda es una pendencia fingida de individuos de mala vida acompañada de griterío y estruendo. Eso es en general el debate político hoy: una simulación fingida de reyerta, cuyos pendencieros están, en el fondo, de acuerdo en sus latrocinios.

lunes, 2 de diciembre de 2024

DEMENTES POR LA GUERRA Y AMNÉSICOS POR LA PAZ

 

La historia real del gobierno militar que gobernó entre 1973 y 1990, ha sido universalmente deformada. El proceder de sus gestores e impulsores, cometió el pecado de contradecir todos los relatos vigentes. Su praxis no fue coincidente con ninguna verdad utópica revelada de las que, a los tumbos, se ha alimentado un occidente espiritualmente decadente. El común denominador de esos relatos dominantes, ha sido denostar a sus gestores e impulsores. ¿Cómo? con expediente muy simple: mentir y torcer la realidad de los acontecimientos, para hacer sostenible aquel relato, cuando el bote de nuestra cultura occidental hace agua por todos lados. Si la realidad no coincide con el relato, pobre realidad.

El hábito de deformar la historia deliberadamente no es nuevo. Los anglosajones desde principios del siglo XVII han sido maestros en la manipulación de verdades históricas colectivas por afán hegemónico. Las logias masónicas francesas e inglesas, desde entonces, aprendieron diestramente a mentir e imponer relatos falsos que hoy dominan el horizonte infracultural de occidente.

Pero volviendo al gobierno militar, peyorativamente bautizado: La Dictadura. No obstante todo lo que se ha mentido sobre su gestión, hay un episodio sobre el cual resulta imposible mentir sin pillarse los dedos. Me refiero a aquel que tuvo a Chile y Argentina al borde de la guerra, en los años 1977 y 1978.

¿Cómo sucedieron los hechos?: Una cofradía de dementes[1] de opereta gobernó Argentina desde 1974 a 1983, pretendiendo transformarla en una potencia mundial militar del siglo XXI. En un afán utópico-nacionalista, comenzaron a desarrollar un plan para convertir a Argentina en una nación bioceánica que abarcase desde las islas Shetland del Sur hasta el Océano Pacífico y sus respectivas proyecciones antárticas. Hay documentación histórica que así lo demuestra. Lo que la diplomacia binacional argentino-chilena tejió con esfuerzo y sacrificio en años anteriores, estos dementes lo hicieron añicos cuando declararon en 1977, insanablemente nulo, el fallo del laudo arbitral de Su Majestad Británica, que le daba la razón jurídica a Chile, laudo al que la nación transandina se había comprometido respetar, conforme los cánones civilizados. Declaración esta, que debe estudiarse en todas las academias diplomáticas del mundo, como la aberración jurídica y prudencial más delirante de la historia.

El cálculo afiebrado de aquel gobierno militar argentino, se equivocó en todo; particularmente en su capacidad de imponerse militarmente a Chile y al Reino Unido de la Gran Bretaña. En 1978 organizaron una ofensiva militar contra Chile con nombre de sainete: Operación Soberanía. Dieron orden de ataque el 22 de diciembre de 1978, y a minutos de materializar dicho ataque, llegaron a la conclusión que la escuadra naval chilena los destrozaría, abortando vergonzosamente la operación. Lo que digo, cualquier profesor de cualquiera academia naval del mundo lo puede corroborar con la misma precisión de dos más dos son cuatro: Si entraba en operaciones ofensivas, la flota de guerra argentina, tenía asegurada la derrota.

¿Vocación pacifista del gobierno militar argentino? Ninguno. ¿La prueba de ello? La invasión de las Falkland y posterior vergonzosa, humillante y total derrota que les infringió el Reino Unido. Congruente con su vocación belicista, en términos prácticos, no acataron el segundo fallo, esta vez, del Papa Juan Pablo II, que nuevamente le daba la razón jurídica a Chile[2]. Fue el colapso por implosión del gobierno militar argentino y la ruina económica y social que precipitaron ellos mismos, los que obligaron al posterior gobierno de Raúl Alfonsín a agachar el moño a través de un plebiscito en que la cordura del pueblo argentino afloró, y se aprobó por abrumadora mayoría aceptar los resultados de la mediación papal, sometiéndose a la cruda realidad de haber sido gobernados por dementes, que permitieron se humillara a su digna y más que centenaria nación.

¿Quién pues fue el gestor de la paz? ¿Cuál fue la causa suficiente y necesaria de la paz? No puede caber duda alguna: La conducta del gobierno de las Fuerzas Armadas y de Orden de Chile y, en especial, el sagaz talento militar y diplomático del Presidente Augusto Pinochet Ugarte, quien debió jugar un póker con muy pocos ases, e incluso con la tácita resistencia de su camarada y amigo, presidente de la Junta de Gobierno, José Toribio Merino, quien conocía la ciencia bélica naval y le asistía la prudente certeza que la escuadra de guerra chilena derrotaría a la flota de mar argentina.

¿Qué la paz se materializó a través de la brillante intervención de SS Juan Pablo II y su plenipotenciario el Cardenal Samoré? Es verdad. Pero el que repartió las cartas para que así sucediera, fue Pinochet y nadie más que él. Esta gigantesca verdad no se podrá tapar con el dedo jamás.

Se cumplían hace algunas semanas cuarenta años de la suscripción del tratado de paz y amistad en 1984, tardíamente aceptado por el gobierno y el pueblo argentino, luego del fallo del mediador Su Santidad el Papa Juan Pablo II. Si usted señor lector, busca en Wikipedia o cualquier otra fuente del mainstream que gobierna el relato políticamente correcto, se encontrará con la azorante sorpresa que el Tratado de Paz y Amistad se firmó ante el Papa, pero nada dice que fue gestado por la actitud pacifista pero inclaudicable de Chile y del valiente espíritu de justicia de San Juan Pablo II. Pareciera que el acuerdo nació de la benevolente actitud de ambos países, lo que es perfectamente falso.

¿Por qué tal olvido? Muy sencillo de responder: ¿Qué tienen en común El Papa Juan Pablo II y don Augusto Pinochet? ¿No será su anticomunismo y su condición de campeones en la derrota de esa nefasta ideología en el siglo XX? Cualquier recuerdo con un relato serio del evento (no como el de Wikipedia) les dará a ambos próceres benefactores de la paz, los laureles que les corresponden. Pero eso, el mainstream de la revolución en curso, no puede permitirlo.

¿Se entiende entonces la amnesia del gobierno revolucionario del presidente Boric? A mayor abundamiento, para el presidente Milei, el evento supone escarbar una herida que aun duele: la humillación doble para su pueblo. En consecuencia, tampoco tiene voluntad e interés en recordar.

Queda pues castrada la historia con la versión falsamente edulcorada con la amarga hiel de la mentira, donde un día se juntó el canciller Caputo con el canciller Del Valle e iban pasando accidentalmente por el Vaticano donde firmaron un papel.

En el enésimo intento del presidente Pinochet de urdir una paz negociada en Puerto Montt en 1978, no habiéndose logrado ningún acuerdo por la vergonzosa falta de autoridad del mandatario argentino, el presidente Rafael Videla le dijo a don Augusto Pinochet: No se preocupe tanto por esta guerra presidente, pues será corta e incruenta. Pinochet le contestó: Se equivoca gravemente usted presidente: si llegamos a la guerra, esta será larga y sangrienta e involucrará a tres generaciones de chilenos y argentinos. Conozco a los chilenos como usted no los conoce.

Queda pues velado y deformado deliberadamente el episodio diplomático más relevante del siglo XX, que salvó miles de vidas. Porque no se puede revelar su autoría.

Diciembre de 2024

 

 

 



[1] Un demente es una persona carente de juicio. Se puede obrar de forma demente en todos o en algunos aspectos de nuestra conducta.

 

[2] No olvidar el discurso del Presidente Galtieri anunciando la invasión de las Falkland: Este es solo el comienzo de la recuperación de los terrenos irredentos. Discurso efectuado cuando ya se tenía el fallo de Su Santidad a favor de Chile.

martes, 19 de noviembre de 2024

LOS BIENPENSANTES Y LA RENUNCIA AL JUICIO

 


El hombre se forma una representación del mundo conforme a la experiencia que le ha tocado vivir que impacta en su ser íntimo. Ese ser íntimo es un complejísimo universo conformado de fortalezas y debilidades nativas, sean estas físicas, afectivas, intelectuales e incluso endocrinas. Para quienes creemos ser criaturas del Dios creador del universo, existe, una especie de código de barras divino que nos inscribe una misión en el mundo y una especie de combo divino u oferta de fin de temporada: el cultivo de las llamadas virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) reservado para quienes obtienen suficientes puntos en la prueba de aptitud humana, que consiste en el cultivo perseverante y consciente de las virtudes cardinales: justicia, prudencia, fortaleza y templanza.

No hay duda de que el individuo es libre de abrirse o cerrarse a estímulos diversos. – El conductismo es hoy una doctrina ñoña y pasada de moda-. Libre de abrirse o cerrarse, a lo que, por antonomasia, es el máximo misterio de la existencia humana: el bien y el mal. El Génesis nos relata a través de Caín y Abel, los primeros hijos de mujer, aquella disyuntiva eterna del género humano.

Y en este complejo proceso que es el vivir, nuestro tiempo histórico nos va nivelando con características singulares. Tenemos un sesgo o sello histórico conforme a la circunstancia o entorno que nos ha tocado vivir. Es lo que algunos filósofos o ensayistas han llamado las generaciones. Reaccionamos de forma relativamente similar con nuestros pares generacionales, cuando iguales son nuestras circunstancias.

Hoy, vivimos en un mundo ultra tecnológico que nos priva de algunas vivencias, que otras generaciones tuvieron al verse sometidas a resistencias y dificultades, que para nosotros resultan pueriles o inexistentes. Ejemplo evidente; la sexualidad: Nuestras abuelas repetían un mantra moralista muy criollo a los jóvenes y jovencitas, impetuosos por ceder a los encantos del amor erótico: Entre santo y santa, pared de calicanto. Muchos encontrarán hoy ridícula aquella prescripción, en un mundo liberado de ataduras sobre el sexo y otras prescripciones de moderación moral. Pero en verdad esa liberación de las costumbres sexuales no viene, como repite el relato modernista, de haber entrado en razón que dichas prescripciones eran ataduras sin sentido. Lo real es que el individuo de hoy, especialmente la mujer, no percibe en las relaciones sexuales algo que tenga consecuencias fatales en la construcción de la personalidad; equivocadamente desde luego, porque precisamente así sucede. Y ello por la circunstancia que existen métodos anticonceptivos que ofrece el mundo tecnológico. Este ejemplo, es extrapolable a muchos otros que sería largo enumerar.

Y de este modo es como se ha deteriorado la percepción de la realidad, cuando la tecnología nos ofrece la ilusión que somos de una naturaleza superior a lo genuinamente humano, despreciando modos, usos, costumbres y normas de nuestros antepasados. Algunos más audaces ya suscriben el credo que Dios está obsoleto porque somos pequeños dioses. Es lo que Roger Scrutton bautizó como la falacia del mejor escenario posible.[1] Pero la poética de Calderón refuta aquello cuando dice, En el mundo en conclusión/ todos sueñan lo que son/ aunque ninguno lo entiende[2].

La actitud sabia para vivir humanamente es la vigilia prudente. La vida de los santos y de los héroes es la historia de esa vigilia prudente y permanente. Estar con las luces encendidas para enjuiciar las circunstancias que la vida nos ofrece. Lo recomienda Krishna al príncipe Arjuna en el dialogo inicial del Baghavad-Gita, texto que es el pilar fundamental de la sabiduría hindú. El daño colateral que causa en el alma humana el llamado por los economistas, pleno desarrollo, es que se baja la guardia frente a las circunstancias de la vida y te tragas sapos que, de seguro, te caerán muy mal.

Tuve de visita un compañero de curso del colegio, que migró hace muchos años a los Estados Unidos y es hoy un pudiente ciudadano norteamericano. Profesional exitoso ha hecho su américa en California, donde goza de una calidad de vida de “país desarrollado”. Él, como muchos californianos adinerados votó por Kamala Harris, fundamentalmente para que un energúmeno como Trump no llegase al poder. No ponderó que la candidata demócrata afectaría directamente sus intereses económicos al punto de trastornar su cómoda existencia. Tampoco ponderó que afectaría sus convicciones morales sobre la intangibilidad de la familia como base de la estructura social norteamericana. Simplemente quería impedir que un hombre safio que despreciaba explícitamente la manera de ser del rico norteamericano sofisticado, accediera al poder. Para él, Trump había ganado porque la mayoría de sus ahora compatriotas norteamericanos, son como él, grotescamente rústicos y no piensan más allá de sus narices. ¿No será acaso que representan la sabiduría ancestral del pueblo norteamericano, de la familia, el trabajo, el sacrificio, la religión como guía de vida; sin la cual esa nación se precipitaría a la disolución y el caos?

Pero no veamos la paja en el ojo ajeno. Nuestras élites que han alcanzado el pleno desarrollo las de los guetos del bienestar, marcan preferencia para las próximas presidenciales por la señora Evelyn Matthei, quien siendo senadora, presentó junto a Fulvio Rossi un proyecto de ley para liberalizar el aborto, que suscribe la ideología de género e iza la bandera LGBT junto a la que sirvió de mortaja a nuestros héroes; una señora que dice ser de la UDI solo porque la expulsaron de Renovación Nacional, que se dedicó al espionaje político y para trepar en su partido, y que en entrevista televisada sostuvo que en realidad, su pensamiento es de izquierda; una gobernante de la ex comuna estrella de la capital, Providencia, que mientras se cae a pedazos, ella circula entre programas de farándula y entrevistas con La Fiera, Pamela Díaz. Más sobre su prontuario relatado por Francisco Cancino, en el link al pie de página[3] .

¿Qué moviliza esa preferencia por quien a todas luces es una lápida sobre el ataúd de la República? Alguien que ha sido incapaz de gobernar adecuadamente la comuna de Chile más fácil de gobernar, ¿podrá gobernar un país devastado por la izquierda revolucionaria?

Estas letras no son para enjuiciar a la Matthei, sino para enjuiciar a quienes la prefieren para ocupar el cargo de Presidente de Chile. Más específicamente de aquellas personas que por cultura formal tienen elementos de juicio, pero, como mi amigo californiano, se niegan a ejercer el juicio. Mi hipótesis es que será difícil que cambien de opinión porque han adoptado ya una decisión: no quieren tener juicio.

Quienes por aversiones a otros o para que nadie los mueva de sus espacios de comodidad y poder, votan por Kamala Harris o lo harán por Evelyn Matthei, representan una subcultura: la de los bien pensantes. Aquellos a quienes las bondades del bienestar les obnubilan y bloquean el juicio. Aquellos que no se quieren hacer responsables de la consecuencia adversas de sus actos, no solo respecto de sus prójimos, sino, he aquí lo más azorante, tampoco de la consecuencias adversas respecto de ellos mismos, de sus hijos, de sus nietos, de sus pares en los guetos de bienestar.

Con Matthei seguirán las persecuciones judiciales de la izquierda a Carabineros -pieza fundamental de la revolución legal en curso- que es la causa suficiente y necesaria del caos del orden público y criminalidad que campea en las calles. Eso es evidente porque para girar el timón de la revolución por avante y dirigirse en sentido inverso, se necesitan convicciones y talentos que evidente y manifiestamente carece la Matthei. Pero a los bien pensantes no les preocupa: volveremos al crecimiento económico y todo seguirá funcionando, porque siempre funciona.

Afortunadamente son minoría, como en Estados Unidos, y conforme surjan liderazgos reales, esas figuras serán desplazadas haciendo trizas, una vez más, las encuestas de opinión.

noviembre de 2024



[1] En “Las Bondades del Pesimismo” R, Srutton.

[2] Pedro Calderón de la Barca en “La Vida es Sueño” Jornada 3, escena 19 verso tercero

sábado, 16 de noviembre de 2024

INTELIGENCIA CREATIVA E INTELIGENCIA ARTIFICIAL

 


Inteligencia es la capacidad de entender o comprender. La etimología de la palabra nos lleva a la capacidad para leer – metafóricamente - dentro de los fenómenos con que nos enfrentamos y obtener una conclusión de dicha lectura. Algoritmo, es un conjunto ordenado y finito de operaciones lógicas que nos permiten inferir una solución o conclusión.

La llamada inteligencia artificial, es para muchos un fenómeno novísimo y del todo inédito en la historia de la humanidad. Discutible. En lo que sí, pareciera haber absoluto consenso, es que lo genuinamente inédito, es la capacidad de la tecnología electrónica para procesar a una velocidad vertiginosa, muchísima información. En los últimos años, en virtud de la sofisticación de los hardware, mientras un computador de hace diez años, infería conclusiones por datos que se le aportaban, las super computadoras contemporáneas de la llamada inteligencia artificial, hacen lo mismo, pero adicionando los datos que le proveen las inferencias que ellas mismas producen, con lo cual adicionan sin cesar, nuevos y nuevos datos. Por consecuencia esa mayor capacidad de inferencias, podría superar los límites que la inteligencia humana tiene o podría llegar a tener, para inferir algoritmos. Literariamente, el relato optimista o progresista señala que las computadoras razonan. Más preciso sería decir que se auto proveen de datos nuevos, fruto de sus propias inferencias algorítmicas. Como fuere, el fenómeno es azorante porque en términos teóricos y con una mirada superficial, podríamos concluir que las máquinas podrían llegar a dominar el mundo.

Soy un incondicional fans del Chavo del Ocho. Tengo cientos de discos compactos -tecnológicamente pasados de moda- con decenas de capítulos que periódicamente me repito y me vuelvo a reír una y mil veces de las peripecias de aquel tierno infante que representaba Gómez Bolaños. Los libretistas de esa serie cómica demostraban conocer profundamente la sicología infantil. Todos se recordarán cuando eran niños la pasión que abrumaba la imaginación infantil cuando planificábamos como sería el juego que efectuaríamos. El Chavo del Ocho salta entusiasmado moviendo pies y brazos, diciendo saz que íbamos y saz que veníamos entonces tu eras estos yo era esto otro. Me recuerdo de verdaderas epifanías infantiles con un primo, cuando planificábamos las características de los caballos que cada estaca de palo representaba y que montábamos a horcajas de esos maderos. Unos caballos serían overos, otros negros, unos yeguas, otros potros, etc.

Al analizar el fenómeno de la inteligencia artificial, algunos han caído en cierto entusiasmo fantasioso como el del Chavo del Ocho cuando imagina juegos futuros con sus camaradas. Coopera a aquellas visiones utópicas o distópicas que se proyectan por entusiastas analistas -algunas descabelladas-, cierta falta de formación filosófica y epistemológica básica, y siendo más crudos para enjuiciarlos, alguna estupidez deliberada pour epate le bourgueois.

No obstante, los chorros de tinta que han motivado el tema, y las horas de videos que circulan por la web para su exégesis, no hay consenso unívoco en la definición del concepto inteligencia artificial. La Real Academia de nuestra lengua la ha definido de una manera conservadora: Disciplina científica que se ocupa de crear programas informáticos que ejecutan operaciones comparables a las que realiza la mente humana, como el aprendizaje o el razonamiento lógico. Wikipedia reúne un conjunto de síntesis escritas al respecto, y ofrece una definición algo más amplia: Disciplina y un conjunto de capacidades cognoscitivas e intelectuales, expresadas por sistemas informáticos o combinaciones de algoritmos, cuyo propósito es la creación de máquinas que imiten la inteligencia humana para realizar tareas, y que pueden mejorar conforme recopilen información. Es decir, para algunos es el proceso, y para otros el proceso y el resultado del proceso en conjunto.

Con seguridad, algunos pacientes lectores de estas letras dirán a estas alturas que éste no conoce los avances de la computación y habla de ignorante. Y ello porque el tema ha despertado un apasionamiento, creo yo, como consecuencia de verse la humanidad caminando sobre un vidrio transparente que cruza un abismo. Así, muchos radicalizan sus visiones en función del terror vacui que el tema produce al aceptar como necesarias (ni siquiera como posibles), las hipótesis de las consecuencias de este fenómeno, que desplazaría a los seres humanos de su hogar, que es el mundo.

Kant metió dentro de un saco negro para arrojar a la basura de lo que él llamó la ciencia, el conocimiento excluido de toda experiencia. Así lo hace saber al lector en la introducción de su Crítica a la Razón Pura. Quizá sin proponérselo, con esa premisa, sometió a un capitis diminucio a una principalísima facultad de la inteligencia que es la imaginación. Y es principalísima, porque la cantidad y cualidad de las variables con que la realidad nos enfrenta, son inabarcables a través de la experiencia. Es preciso pues, imaginar una porción de la realidad sin capacidad para experimentarla, a fin de poder representarnos explicaciones completas de esa realidad. Los textos religiosos por ejemplo y la metafísica nos hablan de ello. Aquello, para Kant no es ciencia. Y al decir el pequeño prusiano “no es ciencia” nos está diciendo, “no es conocimiento de verdad”.

De aquella poda arbitraria y por consecuencia deformación con que Kant refiérese a la ciencia y al conocimiento, surgen los fantasmas de la llamada inteligencia artificial. Y son estos mismos fantasmas las condiciones de posibilidad de las confusiones a que nos ha sometido la modernidad. Me explico:

Cuando Kant cerró el paso con una barrera, a la metafísica e incluso a la religión, reduciendo a esta última a un conjunto de prescripciones de conducta moral, la humanidad en el occidente cristiano, comenzó paulatinamente a quedar vacía de una creencia y explicación global del mundo.  El vértigo azorante a que nos somete no saber bien de donde venimos ni hacia donde vamos, dio pábulo para la formulación de principios explicativos de la realidad, que fueron mutando en estructuras de ideas totalizadoras, que encerraban el mundo en lo inmanente y conocido, dejando fuera lo demás[1]. Mucho más que explicaciones racionales coherentes y empíricas. Se infería de algunas experiencias, explicaciones totalizadoras de la realidad. Esos cuerpos de ideas son las ideologías que dieron lugar a la mística revolucionaria que animó al mundo desde fines del siglo XVII: el mundo es susceptible de ser transformado por el hombre en base a principios coherentes y utopías futuras entendidas como consecuencias necesarias. El liberalismo con su mitología del progreso, el marxismo con su mitología del comunismo, la emancipación del individuo, la liberación de la mujer; han dado pie a la existencia de sustantivos fuertes llamados a converger en la historia humana, hacia un futuro esplendor utópico. La religión, la metafísica, la poesía, la tragedia; conforme a estos relatos, pasaron a ser atavismos primitivos.

Pero la pesada carga de la realidad ha generado un actual estado de letargia intelectual que sucede a la euforia y optimismo inicial. Aquellos relatos ideológicos, al someterse a la realidad han probado empíricamente sus falsías y errores. Sin embargo, la estructura mental que les dio vida, aun sobrevive entre nosotros. Aún, el mito del progreso, el mito comunista y el mito progresista, apolillados y algo desencajados de modo manifiesto con la realidad, sobreviven y tienen sus adeptos.

¿Pero que tiene que ver esta genealogía del devenir del pensamiento humano, con la llamada inteligencia artificial? Pues todo. Desde el nombre hacia adelante.

Porque, ¿a qué queda reducida la inteligencia humana cuando se le excluye o desvaloriza la imaginación? A datos. A inferencias. A inteligencia algorítmica. Qué aquella porción de la inteligencia humana es importante, sin duda; pero no es “la inteligencia” íntegramente comprendida.

De ahí que el nombre “inteligencia artificial” envuelva en sí mismo un relato algo ñoño y desvencijado ya por la historia. Responde al primitivismo kantiano de excluir de la ciencia, todo aquello que excede a la experiencia.

En efecto, la inteligencia creativa, supone la imaginación. La inteligencia creativa está en general fuera de la experiencia. Tampoco es necesariamente fruto de inferencias. Es fruto de la pura actividad teorética y aquello, al contrario de lo que nos ordena Kant autoritariamente, es parte fundamental de la inteligencia.

A mi juicio resulta urgente, para no profundizar las confusiones de la modernidad, rebautizar la llamada “inteligencia artificial” a “procesamiento acelerado y creativo de datos a través de inferencias algorítmicas”. Porque eso y solo eso lo que las máquinas efectúan. No existe posibilidad alguna que las máquinas imaginen desde la nada. Todo su producto es fruto de inferencias.

Y a los agoreros del “gran reemplazo” del hombre por las máquinas, les sugeriría la lectura de libros sobre introducción a la filosofía y a la epistemología. Ello permitirá matar fantasmas y sus escatologías distópicas.

noviembre de 2024



[1] La profesión de fe que significa decir “soy ateo” es una manifestación de ello. La palabra “ateo” quiere decir etimológicamente “no me ocupo de Dios”.

CATHY BARRIGA Y EVELYN MATHEI ¿FIGURAS O LIDERES?

 

Aprieta un poco a esta mina, y en diez minutos cambiará diez veces de opinión. La frase corresponde al expresidente Sebastián Piñera para referirse a su contendora electoral de entonces, Evelyn Mathei. Fue el famoso Kiotazo o Piñeragate, ocurrido en agosto de 1992 cuando Ricardo Claro filtró una grabación de una conversación privada entre Piñera y el prócer del periodismo de entonces Pedro Pablo Díaz. La obscena inmoralidad de la conducta de Piñera expresada en el lenguaje y en la ilicitud de traficar influencias, no quita la precisión, asertividad y verdad de su juicio, respecto de quién, la maquinaria de las encuestas ha elevado a figura preferida por la ciudadanía para terciarse la banda presidencial. Precisamente en un período en que el elegido, deberá encarar la responsabilidad de desmontar el desastre moral, ideológico y práctico con el que la izquierda política ha devastado al Estado y a la sociedad chilena.

La derecha no tiene ideas y si las tiene no cree en ellas. Por eso privilegia a las figuras por sobre los liderazgos para conquistar el poder político e impedir que la izquierda, qué si las tiene, las manifiesta y persigue imponerlas, continue con su tarea de demolición revolucionaria de la sociedad y del Estado. Incluso la derecha ha estado dispuesta a aceptar las ideas de la izquierda y ejecutar sus políticas, a cambio que la dejen gestionar el gobierno. Piñera es el ejemplo más palmario: gobernó y aplicó políticas de izquierda con mayor eficacia que la misma izquierda, ejemplos los menciono a pie de página para no aburrir.[1] José Antonio Kast, que se vendió como el gran restaurador de las “ideas de derecha”, cuando vio colgada la salchicha del poder se le hizo agua la boca y no tuvo problemas para traicionar a su electorado, que votó por su partido para rechazar un proyecto constitucional revolucionario de izquierda, y, dándose vuelta la chaqueta, propició el voto a favor, demostrando con ello no solo inmoralidad, sino carencia absoluta de talento político al dinamitar un liderazgo, que a todas luces, era más aparente que real.

La ex alcaldesa del partido que fundó Jaime Guzmán, Cathy Barriga, ha sido formalizada por gravísimos delitos de fraude al fisco y se encuentra privada de libertad, luego que le “arrastrara el poncho” al juzgado de garantía, explotando su figura femenina sensual en programas para voyeristas, mientras cumplía una medida cautelar privativa de libertad en su propia casa. El episodio es como aquellas películas de Luciano Visconti o de Dino Rissi, en que el público comenzaba riéndose y finalmente salía del cine abatido por el dramatismo de la tragedia. Catherine Barriga Guerra hija de una peluquera y de un funcionario de laboratorio, ascendió de su condición social a los más altos estratos del poder social y político. Comenzó como vedete en el canal Rock and Pop bailando con poca ropa bajo la chapa artística de Robotina. Continuó en el Canal Mega quien la coronó como Miss Lava Autos por su performance lavando automóviles en paños menores. Ampliamente conocida y amada por el público de la TV, en calidad de militante de la UDI conoció a Joaquín Lavín León, su futuro marido, y fue transformada a través de los procedimientos de comunicación social de manual, en figura política. Al igual que la expresidenta Bachelet, obtuvo un título universitario entre gallos y medianoche para completar un falso currículo que la acreditaba como capacitada para ejercer el cargo de conductora, no ya de un programa de variedades, sino de la segunda comuna más populosas de Chile: Maipú. Incluso sonó en su partido como candidata presidencial, por su arrolladora popularidad y simpatía. Su caída es como la letra del tango de Julio Sosa, Los Muchachos de Antes, donde se describe la decadencia de la Rubia Mireya: literalmente, dan ganas de llorar.

Pero ¿qué relación tiene Mathei con Cathy Barriga? Aunque ambas son militantes de la UDI, ambas provienen de estratos sociales radicalmente diferentes. Matthei nunca ha bailado música pop con poca ropa para cimentar su popularidad. Es de gustos sofisticados: cultivó el piano en su juventud y pertenece, a diferencia de su correligionaria, a lo que en Chile se le llama la clase alta. Asumiendo el cargo de Alcaldesa de Providencia, primero se querelló, pero luego tapó barriendo bajo la alfombra (¿?) los latrocinios de su predecesora del Frente Amplio Josefa Errázuriz. Aparte de eso, a Matthei no se le imputan irregularidades o manejos financieros que excedan sus atribuciones legales. Convengamos eso sí, que la municipalidad de Providencia es como esos autos de Elon Musk: se manejan solos. Una comuna sin grandes problemas y con grandes recursos. Es difícil meter las patas y las manos. Nada comparable en tal sentido con la Barriga. Pero hay una identidad común evidente: ambas militantes de la UDI han ascendido al estrellato político sin ostentar ningún atributo de liderazgo. ¿Cómo lo han hecho? Oficiando de figuras.

¿Qué es un líder? Es un conductor que arrastra voluntades, no meramente por concitar simpatías. Alguien que tiene un diagnóstico de la realidad. Quien reconoce las carencias y sufrimientos de los gobernados y expresa su voluntad clara de acometer hacia un destino mejor para esos gobernados. Dispone, además, del talento para resistir las adversidades que comprometan esa voluntad. No es maniquí ni muñeco de algún ventrílocuo o agendas de moda. El líder se percibe por carácter. Es difícil no reconocerlo.

La derecha, desde que eligió a Hernán Buchi en 1989 para que le representara, se compró la idea que los candidatos debiesen ser un producto atractivo para la clientela electoral. Desde entonces, el liderazgo lo estima secundario y a veces incómodo. Los poderes fácticos, que abundan en la derecha, demandan personalidades con la plasticidad suficiente para no comprometer sus intereses. Administran esos poderes, máquinas de formación de opinión pública. Esas son las empresas de encuestas. Se martillea al público en la cabeza con un clavo para que penetre, un nombre de una figura, impostando un supuesto liderazgo y se le asigna el carácter de elegido espontáneamente por la opinión pública. La figura por cierto debe ser funcional a sus intereses. Así se le transforma imaginariamente en supuesto líder. Ojalá no rinda ningún examen de suficiencia. El ejemplo clásico lo da la reciente experiencia en EE. UU. Se llegó al extremo de promover a un individuo con demencia senil evidente como Biden, a quien las encuestas le daban ganador por un “amplio margen”. Cuando los televidentes vieron al pobre anciano balbuceando incoherencias frente a las cámaras, reconocieron que habían ido demasiado lejos, y los poderes fácticos cambiaron entonces de líder, por la que también atribuyeron la calidad de ganadora por “amplio margen”.

Cuando el mar es calmo, el timón lo puede tomar cualquiera y esa fórmula quizá funciona. Pero cuando a la embarcación la abate un temporal se requiere alguien que sea realmente navegante para no zozobrar. Justamente cuando el país lo que mayormente necesita es liderazgo, puntea en las encuestas una señora que es el estereotipo de la carencia de esa condición, y que ha llegado a ser figura, por ser hija de un miembro de la Junta de Gobierno, antaño por su agradable figura femenina, y desde entonces por una extraordinaria capacidad de cambiar de opiniones y puntos de vista (tal como auguraba Piñera) para lograr lo que le apasiona de una manera, diría yo, casi enfermiza: el poder.

La típica respuesta tan propia de la bobería de la derecha al objetar sus debilidades tan manifiestas es, “pero si no hay otra y las encuestas demuestran que va a ganar”. No señor; así como el demente Biden debió desnudar frente a la ciudadanía su incapacidad absoluta, así también esta ungida deberá hacerlo y demostrará frente a la ciudadanía que Piñera tenía razón: en diez minutos cambiará diez veces de opinión. Sostengo, como que el agua está mojada: si el próximo presidente de Chile se elige por voto popular, Matthei no será presidenta[2].

La doctrina UDI para elegir a sus líderes, ha demostrado con el episodio Barriga sus trágicas consecuencias: simpatía, caras alegres, pelos rubios, decir lo que el interlocutor quiere escuchar; aquello que los sicólogos llaman habilidades blandas, han demostrado que para liderar grandes misiones no sirven. Esperemos no se consume un nuevo trágico desatino con otra Rubia Mireya.



[1] 1) Abortó ilegalmente proyecto Hidroaysén; 2) Propició y legisló sobre el matrimonio homosexual; 3) Abortó ilegalmente proyecto de energía térmica; 3) Consagró legalmente el desatino de la descarbonización energética; 4) Legisló a favor de la transición de sexo aceptando la ideología de genero autopercibido; 5) Declaró muerta la constitución del 80 la gran bestia de la izquierda; y un largo etcétera

[2] Respecto de pronósticos electorales del suscrito, ver https://pabloerrazurizmontes.blogspot.com/2023/10/la-derrota-de-la-casta.html anticipando resultados de plebiscito sobre la nueva y buena constitución con cuatro meses de antelación.

miércoles, 30 de octubre de 2024

INDIVIDUALISMO Y DEMAGOGIA

 

La democracia es una idea. Una idea que prescribe cómo debe gobernarse un colectivo. Esta idea presupone otro concepto también teórico y aún más vagaroso: la soberanía popular. En términos teóricos, un ente colectivo: el pueblo, a través de elecciones por sufragio universal, decide quién debe gobernar ese colectivo, mandatándolo para ejecute esa voluntad popular. Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, reza el auto de fe que le sostiene. La realidad contingente de modo evidente, no coincide con ese deber ser. La democracia, el régimen democrático real, no es evidentemente lo que se dice de ella.

¿Cuál es la razón para que, en este estadio de la historia de nuestra civilización, aquel formulado teórico sea inexistente? Pues la inexistencia de una voluntad colectiva en la sociedad contemporánea. Una voluntad es colectiva, cuando las decisiones de cada individuo están entrelazadas de tal modo, que la decisión de uno afecte inmediata y evidentemente el destino del otro. Si vas arriba de un bote con diez personas, y uno no respeta la regla de estar sentado para compensar los pesos, el bote se hunde. En una colectividad más compleja como sería una ciudad o una nación nos preguntamos: ¿ha existido en otra etapa de la historia un tal entrelazamiento de destinos? La respuesta es sí. Entonces la soberanía popular, el poder del pueblo ha podido expresarse de una manera colectiva. No necesariamente univoca. Puede ser que disputasen dos o más ideas colectivas y ganase la mayoría, siendo cada una de las voluntades en disputa, colectivas.

En la organización militar, que, conforme a nuestra cultura contemporánea, es autocrática o aristocrática, el gobierno del colectivo castrense en alguna etapa histórica no lo fue. En los Tercios Españoles era común que el comandante pidiese el parecer a la tropa. Se dice que Valdivia, luego del Desastre de Tucapel, pidió opinión a sus soldados, recibiendo por respuesta: ¿Y qué quiere vuesa merced que hagamos sino peleemos y muramos? Bella expresión de voluntad colectiva univoca.

Pero si no es una democracia en los términos teóricos descritos, ¿qué es el régimen político llamado democrático, que nos rige en Chile? Las ideas y conceptos son siempre una aproximación a las realidades complejas. La respuesta a la pregunta: una mezcla, entre aristocracia, burocracia, demagogia y en grado menor, democracia.

Acaba de ocurrir una elección para gobernar 346 comunas y 16 regiones del país. Quizá en alguna comuna por ahí perdida que no podría identificar, se haya manifestado una voluntad colectiva en pro del bien común, dándole la mayoría a un hombre honesto, santo y heroico para que ejecute esa voluntad colectiva de bien común. Pero en la mayor proporción, especialmente en las comunas que conforman megalópolis, decidimos por lo general sobre nombres que ni conocemos, personas de cualidades morales ignotas, cuya intención se pretende expresar en caras sonrientes, mujeres con boquitas pintadas de carmesí con rostros empalidecidos en base a ungüentos, tatuajes para denotar empatía con el populacho etc. El resultado de este modus operandi ha sido hasta aquí, desastroso: delincuentes elevados a dignidades, aplicación de agendas burocráticas lesivas al interés y bien común, ineficacia en el manejo de recursos públicos etc. Pero la culpa no la tienen esas vestales de boquitas carmesí ni esos delincuentes aviesos de beneficiarse personalmente con los cargos. La responsabilidad recae en los votantes que los elijen. ¿Y por qué razón eligen de una manera que al interés colectivo le resulta evidentemente lesivo?  La respuesta es de un dramatismo espeluznante: Pues porque no hay interés colectivo. Solo hay intereses individuales. Pero ¿cómo es posible aquello?: pues, gracias a la existencia de una sociedad tecnológica que ha permitido el surgimiento de un espejismo en virtud del cual, se ha difundido la idea falsa y suicida, que la vida discurre individualmente gobernada por voluntad propia, sin necesidad de concierto de voluntades. Qué podemos ser felices, prósperos, satisfechos de nuestros apetitos sexuales, afectivos, alimenticios y de toda índole; sin el concurso de otras voluntades distintas a la nuestra. La letra de la canción de Frank Sinatra, A Mi Manera, describe nítidamente este espíritu. Casi todos se emocionan con ese ideal: ser un zorrón, un winer, a quien nadie le venga a perturbar su sacrosanta voluntad.

¿Es posible que la vida colectiva discurra de esa manera, como la sumatoria de voluntades individuales? Categóricamente la respuesta es no. Paradojalmente esta ilusión se difunde como el aceite caliente en la paila, gracias a una tecnología que importan la super dependencia de las cosas tecnológicas, es decir, la ultra dependencia de quienes proveen de esas cosas tecnológica. Y no hablo solo de cacharros sofisticados como super computadores, Smartphones etc. Hablo de un grifo donde sale el agua, de un interruptor que provee de energía eléctrica, de una organización del Estado que permite la represión del delito etc. Cosas sin las cuales la vida cotidiana deja de existir en cuestión de días y semanas.

Esta ausencia de voluntad colectiva se manifiesta en la deficiente calidad de las decisiones electorales. El votante resuelve por si y para si sin importar un bledo lo colectivo. De toda la legión de lamentables y patéticas elecciones de individuos que ejercerán sin dudar, el poder en beneficio propio y contra el interés colectivo, una me llamó la atención por representar el espíritu suicida de los tiempos modernos: La elección de alcalde para la comuna de Viña del Mar.

Iván Poduje, un líder de opinión, versado en cuestiones urbanas, descriptor de la dramática situación de las ciudades de Chile cuando no se respeta el derecho de propiedad y la empatía colectiva, en base a un plan de reconstrucción de la malograda comuna de Viña del Mar, se postuló para alcalde. Un hombre de inteligencia y de carácter para imponer ideas de bien común general, se enfrentó electoralmente, a uno de aquellos maniquí de producción en serie de boquitas carmesí y rostros empalidecidos amaneradamente, como los actores de películas mudas, cuyo trade record, en su primer período en el cargo, fue haber arruinado la ciudad más bella de Chile, otrora destino turístico internacional, la cual, en gran parte por responsabilidad de la ineficacia municipal, fue devastada por el incendio más trágico de la historia de Chile colonial y republicano. Esa alcaldesa, el epítome de la torpeza y desinterés por el bienestar colectivo, demagoga que promovió tomas y protección a quienes violaban el derecho de propiedad, fue electa. El “electorado” la voto por abrumadora mayoría, despreciando el plan sólido de bien común ofrecido por el candidato Poduje, votado por una minoría electoral de genuinos viñamarinos.

Esta elección demuestra que algo huele mal en Dinamarca con relación al régimen político electoral que nos rige. Que el voto de acarreados en base a un cambio de circunscripción electoral por medio de un click en un computador, valga lo mismo que el de los vecinos que trabajan, arriesgan su patrimonio, mueven social y económicamente a la ciudad y se vean afectados por la gestión desastrosa de una figura de revistas del corazón, demuestra que hay que modificar normas que impidan que estos verdaderos villanos de Ciudad Gótica de Batman, tengan acceso a desgobernar las ciudades de Chile afectadas por el caos. Por de pronto es menester re empadronar en base a domicilios reales a los inscritos. Iraci Hassler ganó en el período anterior la alcaldía de Santiago, en base a ese truco de manadas de votantes fantasmas. El narco ministro Chapo Elizalde, desbancó a Ricardo Lagos en una elección interna del Partido Socialista de la misma forma truculenta. Aquí, en el caso de Viña del Mar, conjeturo debe haber sucedido algo similar.

Asumo que la democracia teórica es inexistente por las razones que expresé. Pero este menjunje de régimen político, debe al menos refinarse en base a la experiencia práctica, para impedir que delincuentes e impostores accedan al poder electos por una seudo voluntad popular.

octubre de 2024

lunes, 7 de octubre de 2024

ZORRONES, WINNER, ARISTOCTRATAS Y NOBLES

 

Se ha revelado que una exdiputada, ex consejera de la fallida constituyente 1.0 y ahora candidata a la alcaldía de la comuna con mayores ingresos económicos de Chile, mantenía una vinculación contractual con una universidad por un estipendio extraordinariamente alto. Hemos escuchado argumentaciones para condenar y para defender la legitimidad de mantener ese vínculo, y esa remuneración tan difícil de explicar racionalmente. La disyuntiva se plantea sobre, si es o no legítimo para la universidad y para la incumbente pactar ese contrato y remuneración y haberlo mantenido, no obstante ejercer cargos públicos que demandaban presuntamente toda su atención y tiempo.

Los argumentos esgrimidos dan cuenta de las creencias respecto los fundamentos de estratificación social en la sociedad en que vivimos. Conforme se planteó el debate, se desprende una diáspora de opiniones, sobre quienes son o deben ser, los “mejores” y  los “peores” en nuestra sociedad. Lo anterior es más problemático que otras disyuntivas y diferencias de las muchas que nos separan. Mis letras apuntan pues, no a un juicio moral o jurídico sobre el hecho relatado en el párrafo precedente, sino a una sinopsis de esta disyuntiva.

La democracia es el mito que envuelve a la sociedad occidental contemporánea. La palabreja ha migrado de ser referida exclusivamente a un régimen político determinado, para extrapolarse a las pretensiones de una igualdad social ideal; y, radicalizando el argumento, a una llamada igualdad sustancial de todos los ciudadanos. Existe sobre el particular una evidente confusión conceptual entre lo descriptivo y lo prescriptivo, esto es, entre lo que son y lo que deben ser las cosas. Para mayor enredo, hay quienes buscan argumentos de discordia revolucionario-dialécticos. Entre estos últimos se esgrime la igualdad sustancial, como una potente fuente de conflicto, y se esgrime como argumento revolucionario.

Pero mis letras apuntan a referirse solo a los confusos de buena fe: ¿Qué estamos diciendo cuando hablamos de igualdad democrática en la sociedad?  ¿1) que somos todos iguales, o 2) que debiésemos ser todos iguales?

A la primera pregunta, la respuesta general y evidente es: No. No somos todos iguales. Hay inteligentes y bobos, trabajadores y flojos, gordos y flacos, buenos y malos, empáticos y egoístas, amantes y odiosos etc. etc.

A la segunda pregunta no hay consenso. Hay una proporción de lo que se da en llamar de “gente de izquierda” que considera que la radical causa que no seamos iguales, son las condiciones objetivas en las cuales la sociedad nos condiciona y oprime. La solución pues será transformar la sociedad y suprimir las injusticias y opresiones nativas para que surja el hombre nuevo. Aquel reino de la justicia social, donde seríamos todos parejitos.

Otra proporción, de los que se dan en llamar “gente de centro izquierda o centro derecha”, reconociendo como imposible la igualdad de los talentos de las personas y por ende del resultado de su acción en la vida de cada uno, abogan por la igualdad de oportunidades. El Estado omnipresente debiese garantizar esa igualdad de oportunidades de los individuos.

Por último, continuando esta taxonomía política, la “gente de derecha” estaría por la opción que cada uno se rascase con sus propias uñas y la manera en que cada uno progresará hasta el límite de sus posibilidades, será aquella condición en que, ni el Estado ni cualquier poder externo al individuo, le impusiera un límite a su libertad personal.

Es esta una taxonomía más o menos genérica. Los argumentos que he escuchado, confusos en sí, son algo matizados en alguna de esas opciones. En cualquier caso, respecto todos ellos, manifiesto mi más completo y absoluto desacuerdo y el sentido de estas letras es formular mi personal explicación. Estimo que tal extravío, nace de un error común que podría llamársele el gran mito de la modernidad

Aquel error es la fe en la omnipotencia humana. Y ese error es el que le da vida al mito de la igualdad. Las tres respuestas a la pregunta formulada, están igualmente equivocadas porque todas ellas creen en la igualdad humana. La evidencia indica que, no hay igualdad de origen, no hay igualdad de oportunidades y no hay igualdad de destinos. Y tampoco puede haberla.

Desde el día que nacemos, vivir es sentirse limitado y, por lo mismo, tener que contar con lo que nos limita. Todo en la vida es resistencia que vencer, y resistencias que no necesariamente las salvaremos. El mito de la modernidad nos dice lo contrario: Vivir es no encontrar limitación alguna, por lo tanto, abandonarse tranquilamente a sí mismo. Prácticamente nada es imposible, nada es peligroso y, en principio, nadie es superior a nadie[1]. Y de que nadie sea superior a nadie nace el mito democrático.

Pero, así como no pueden volar los elefantes, así tampoco ningún poder humano podrá jamás igualar las circunstancias que rodean la vida de cada individuo, y el resultado de esa evidencia es que cada ser humano se enfrenta singularmente a un destino que es de él y nada más que de él, distinto al del prójimo. No reconocer esta verdad es mentir al resto y/o mentirse a uno mismo. ¿Por qué se miente sobre esto a los demás? Quizá para conquistar voluntades a través de conquistar corazones. ¿Por qué el hombre se miente a sí mismo sobre cuestión tan evidente? Quizá por temor a lo desconocido y para evitar el agobio de confrontarse cotidianamente a una realidad hostil.

Aristocracia es una palabra que se deriva del griego, y significa el gobierno de los mejores. Pero en la sociedad dominada por el mito democrático, a nadie se le puede reconocer ser superior a nadie, por ende, no se concibe el gobierno de los mejores. Hoy la palabra aristócrata está deformada por la cultura anglosajona. Refiérese a alguien adinerado, distante, desinteresado del prójimo, e indolente con el resto de la humanidad. Pero la aristocracia es casi exactamente lo contrario. Aristócrata es aquel que conquista una dignidad porque la nobleza obliga. El aristócrata verdadero -hoy inexistente dentro de los que gobiernan- es aquel conectado con el mundo de los demás y que se hace cargo de ese mundo que trasciende el propio. El aristócrata se conduele y compadece del prójimo y se alegra de su bienestar. Es el noble, no de sangre necesariamente, sino de corazón.

La sociedad humana jamás es gobernada por el pueblo gobernado. Aquello es un mito de la hora presente. La sociedad humana hoy, mañana y siempre, ha estado y estará gobernada por los mejores. ¿Quiénes son los mejores? aquellos que con mayor inteligencia sagacidad o astucia, tienen el talento de posicionarse en los espacios de poder para que el resto de la sociedad obre conforme a la voluntad propia del poderoso. El que diga que los que mandan están ahí porque los eligió el pueblo dice una verdad a medias y una verdad a medias es una mentira a medias. La causa basal de que los que mandan estén donde están, es su capacidad y no la voluntad del pueblo gobernado.

Para que en la sociedad prime la justicia, la cuestión pues no es que haya personas mejores que otros, porque las habrá siempre. La cuestión es, para que una sociedad sea justa[2] (hoy día se dice una sociedad democrática) es preciso que los mejores se sometan ellos a limitaciones y se hagan cargo (nótese lo explícita que es la palabra cargo) de los gobernados, practicando con prudencia la justicia distributiva. La condición de posibilidad de una sociedad justa es que, la nobleza obligue.

La señora incumbente del sueldo extraordinario se ha defendido, y sus partidarios la han defendido, esgrimiendo argumentos pobres, carentes de profundidad, proyectando la idea que la libertad es para ellos la extensión sin límites de su voluntad personal. Exactamente lo contrario que se necesita para ser digno de mandar a los demás. Además, han abusado y despreciado la inteligencia de quienes pasivamente recibimos sus explicaciones. Traducido a los gobernados, sus explicaciones se perciben como: somos los zorrones, somos los winner y por eso debemos mandar sobre los demás, punto final.

Lo más lamentable y empobrecedor para la sociedad de este episodio, es el efecto demostración sobre los gobernados. La gran crisis contemporánea es una crisis de expectativas desfondadas y sin límites de los gobernados[3]. La gran tarea de los gobernantes es orientar esas expectativas para que ellas sean congruentes con el bien común general. La señora incumbente y sus partidarios han proyectado la idea que hay que aprovecharse de las circunstancias en beneficio propio, unlimited; hasta que duela. Esa actitud de los que mandan, en este y otros luctuosos episodios, se perméa hasta los insterticios más básicos de la sociedad, con fatales consecuencias. Porque, si no hay medida prudente de lo que a cada uno le corresponde, no podrá haber justicia distributiva; y si no existe la justicia distributiva y así obrásemos todos, aquello sería la muerte de la convivencia. Es un dos más dos son cuatro, que, en su vehemencia por alcanzar más poder, algunos no quieren comprender.

octubre de 2024

 

 



[1] José Ortega y Gasset. La Rebelión de las Masas

[2] Hoy se dice en lugar de la palabra “justa”, “democrática” lo que representa una evidente manipulación del idioma para mistificar la democracia, por ser un régimen político mucho más fácil de ser influido y permeado por los poderosos.

[3] Sobre el particular, véase https://pabloerrazurizmontes.blogspot.com/2024/08/la-modernidad-y-la-crisis-de-los-deseos.html