viernes, 3 de enero de 2025

¿GUERRA CULTURAL O CONTIENDA DE UTOPÍAS?[1]

 


Se expresa, a veces con grandilocuencia, la existencia de una guerra cultural en curso que confrontaría visiones del mundo y del hombre, radicalmente contrapuestas. Según esta versión, la reciente elección presidencial en los Estados Unidos sería una batalla relevante en esta guerra.

Este análisis parte de la premisa de la buena fe de los que esgrimen estas ideas, sabiendo que ellas las pueden proclamar de mala fe de lado y lado, actores políticos demagógicos, afectando defender principios que les sirven de cazamariposas de voluntades, quienes se vestirán con la ideología que se lleve según el momento, para conquistar y conservar al poder por el poder. Son los volteretas, que abundan en todo el espectro ideológico. Haré la abstracción de ellos para efectos del análisis, asumiendo que los actores obran de buena fe.

Volviendo al ejemplo de EEUU, Al menos en este round del combate, habría vencido una de las fuerzas en pugna[2] que sería la nueva derecha, conservadora de valores tradicionales, defensora de la familia, de la religión, de la vida del que está por nacer, de la libertad económica, reaccionaria al exceso de regulaciones que trastornen al mercado como asignador de recursos, que rechaza el derecho a migrar como un derecho que impone un deber a los Estados-Nación sin deberes para el migrante, y, en consecuencia promueve el combate a la migración incontrolada, defensores de la soberanía nacional de cada Estado-Nación como la mejor opción para alcanzar el bien común, y, en consecuencia promover desprenderse de regulaciones impuestas por la burocracia del Sistema de Naciones Unidas, del fin al mito del cambio climático como talismán para regular y promover un supuesto ideal energético no contaminante.

Las “ideas” de la libertad se estarían pues imponiendo sobre las “ideas” colectivistas, globalistas y de fronteras abiertas, socialistas y comunistas, promotoras del conflicto entre géneros, del sostenimiento de la agenda de cambio climático sin importar el deterioro social y económico, basado en la premisa que el hombre se encuentra en conflicto permanente con la naturaleza.

Algunos auguran un cambio de ciclo y el inicio de la derrota “definitiva” de las nefasta revolución e curso. Es un hecho social comprobable fácticamente que en nuestro país y en occidente existe un proceso revolucionario[3] en curso, que se ha venido perfilando en sus contornos y objetivos desde la revuelta de París en 1968. Una revolución en parte solidaria y en parte reaccionaria a las ideas marxista leninistas, que en décadas precedentes demostró estar en franca decrepitud. Esta nueva ola revolucionaria le trajo oxígeno a la que entonces agonizaba, solidarizando y larvadamente ocultando el reguero de sangre, muerte, pobreza y terror que su hermana mayor había sembrado a través del mundo. Gramsci, la Escuela de Frankfurt, Sartre, la Beauvoir, Foucault, Lacam y otros proceres, serían sus inspiradores. Sus agentes y promotores se atrincheraron por décadas en los organismos de la burocracia de Naciones Unidas y dieron nacimiento, primero larvadamente y luego con expresiones más desembozadas, a un poder anejo al de la Asamblea General de las Naciones Unidas, llamado Sistema de Naciones Unidas, con progresiva mayor influencia sobre las políticas internas de los Estados miembros, especialmente de los pequeños y no hegemónicos como el nuestro. La dialéctica de estos neo revolucionarios archivó el marxismo clásico, pero conservó el materialismo dialéctico como principio explicativo que le diera sustento a su hermano mayor, proponiendo en sustitución a la lucha de clases, otras formas de lucha[4], nuevos elementos de conflicto que importan la destrucción (deconstrucción es el sustantivo más soft para hacerlo digestivo a las masas) de la familia, del sexo (vocablo también suavizado con el nombre de género) y un colectivismo económico, que ahora no sería de Estado, como el del marxismo clásico. El concepto de Estados-Nación soberano, nacido en la paz de Westfalia y reforzado por el modelo Bismarkiano de burocracia racionalista, sustentado por estructuras coercitivas militares y policiales propias, mutaría para convertirse en una estructura jurídica meramente territorial, ejecutora de un control solo mandatario de los genuinos detentadores del poder: una difusa y compleja burocracia internacional sostenida jurídicamente por normas que ella misma crea e interpreta, en alianza a megacorporaciones transnacionales “progresistas”, que, a través de ONG, bombean recursos financieros para un mayor y mejor control de La Vida de los Otros[5], a través de los medios tecnológicos de última generación.

Esta nueva fórmula coercitiva soft, permitiría desterrar un odioso totalitarismo tosco de represión física, al estilo del siglo XX, por otro que reprime de una manera Huxeliana[6] a través de las nuevas tablas de la ley que son Los Derechos Humanos, y con la activa supresión de la inteligencia y del juicio individual y personal, a través de la imposición, a macha martillo, de un relato histórico, político, ético, religioso, imperativamente acrítico, que no importa cuánto tenga de verdad ni de coincidencia con la realidad, deconstructor de los valores clásicos urdidos a través de siglos de civilización occidental.

Para aceitar las fricciones y resistencias inducidas por voluntades reaccionarias, el dinero ha fluido abundante y generosamente, a través de subvenciones larvadas a la prensa, a la academia, al cine, control de radio y televisión por empresas transnacionales, editoriales globales que aplastan la competencia a través de acciones predatorias de mercado, y al sistema crediticio creado para el efecto (Banco Mundial), asegurando políticas de Estado, dóciles a estos relatos. En resumen, una represión soft del juicio crítico, imponiendo de manera asfixiante la seudo ética del bien pensar de lo políticamente correcto, siendo excluida siempre, y en ocasiones de modo grotesco, la disidencia y la producción intelectual genuina. Si algún día la prensa, las editoriales de difusión de cultura, la academia, el cine, la televisión; fueron arietes de la crítica racional y orientadores hacia la verdad, la justicia y la belleza; en este orden político de la revolución en curso en cambio, no son más que un engranaje de formación de la opinión unívoca que excluye la disidencia del relato revolucionario.  Un totalitarismo light incruento, pero brutalmente represivo.

Quienes ya pasamos a la tercera edad, y quienes como el que suscribe, hemos sido sempiternos reaccionarios a las revoluciones colectivistas, debiésemos respirar tranquilos conforme al relato “conservador” de cambio de ciclo: la revolución socialista 2.0 sería nuevamente derrotada. Tal optimismo parece bastante ingenuo.

Evaluando las expresiones de motivaciones de los heterogéneos líderes de esta reacción conservadora a la revolución en curso, por ahora incruenta, estimo que no se dan las condiciones para tal cambio de ciclo. Es más, no creo siquiera que haya cambio de ciclo si hubiese una reacción cruenta y violenta, que supusiese la aniquilación de la facción enemiga, al estilo de aquellas del siglo XX. La experiencia demuestra que, la aniquilación física del enemigo político no ha tenido el efecto de “cambiar la historia” en términos relevantes[7] en un mundo ultra comunicado. En todos estos conflictos del siglo XX hay un dispendio de energía y vidas humanas que han ido a parar al tacho de la basura de la historia sin cambiar un ápice su curso. El hombre sigue apegado a los mismos errores desde los albores de la modernidad por allá por los fines del siglo XVII.

Durante la modernidad se han escrito bibliotecas completas, que teorizan sobre los ciclos históricos, que con mayor o menor audacia profetizan lo que sucederá en el futuro, y luego cuando lo profetizado no se produce, ellos mismos o sus discípulos, explican por qué lo profetizado no sucedió, amparados en los mismos principios explicativos con que hicieron su prospectiva. Carlos Marx, Osvaldo Spengler, Arnoldo Toynbee y muchos más, son ejemplos de ello.  

¿De dónde nace este sistemático fracaso para anticipar la realidad futura? ¿Por qué occidente parece perpetuar un karma de acciones y reacciones que no dan con la anhelada estabilidad?

Hay un llamativo telón de fondo de estos fenómenos sociales, que es la expansión inédita de la técnica, que ha provocado mutaciones aceleradas de las formas materiales en que la vida humana se desenvuelve, mutación que ha ido de la mano de la expansión de las ciencias naturales, esto es, del conocimiento, manejo y control que el hombre ejerce sobre el medio físico. Asombrados por tal expansión los filósofos y estudiosos de las ciencias del espíritu occidentales, han pretendido la extrapolación del método de las ciencias naturales al conocimiento del alma humana y de la totalidad de lo que existe[8], lo que en parte es responsable del fenómeno que paso a teorizar.

Creo, hay un error común en buena parte de nuestra tradición intelectual occidental. ¿En qué se funda este error? Pues en la creencia devota al extremo –beatería podría llamarse-, sobre la potestad de las ideas como ordenadoras de la realidad. Me explico:

Las ideas, los conceptos, las palabras y el habla en general, son representaciones más o menos precisas de la realidad. Las ideas, son valiosas herramientas al igual que el idioma. Constituyen un arsenal intelectual que nos ha permitido distinguirnos en el reino animal. Los conceptos son mecanismos del intelecto para interpretar y comprender la realidad. Logros que magníficos hombres y mujeres de sucesivas generaciones han cuajado en ideas, de las cuales somos herederos gratuitos, sin las cuales comprenderíamos poco y nada del mundo. Y desde esa admiración por las ideas, nace la tendencia viciosa a caer en la beatería de las ideas. Es decir, nos sorprenden de modo tan favorable estas lúcidas representaciones de la realidad, que una porción demasiado importante de la humanidad, pasa a creer que las ideas son la realidad. Y desde esa distorsión, estamos a un paso de creer en el gran error: que la realidad social es susceptible de ordenarse por las ideas

Este gran error del idealismo, es el que ha dado lugar a las grandes utopías mundanas, que el hombre occidental persigue como el burro a la zanahoria, que, cuanto y como avance, jamás conseguirá darle el anhelado mordisco.

La realidad humana se forma y conforma, se ordena y se desordena, por causa de las conductas. El bien y el mal en una colectividad y en individuo, es condicionado por la calidad de las conductas, que siempre, pero siempre, tienen consecuencia. Ya nos los prescribió el Hijo del Hombre: “por sus obras los conoceréis”.

El mito y la utopía en lo que trasciende a la existencia terrenal, es una respuesta intelectual obvia y comprensible. No hay forma alguna de representarnos fácticamente lo trascendente y la fe en esa existencia extra mundana, le da sentido a nuestra existencia mundana. 

El error de la agnosis o ateísmo contemporáneo es extrapolar la escatología transcendente, a lo inmanente. Este utopismo intramundano es incluso promovido por creyentes en Dios. La Compañía de Jesus fue fundada en esta utopía política intramundana. Los Ideales del progreso, el comunismo, la sociedad libre, la sociedad de individuos iguales, la justicia social; todas creencias inmanentes, representan la zanahoria frente al burro insatisfecho, y son en sí, la fuente de conflicto, polémica, guerra y destrucción.

Hay incluso intelectuales que reconocen la idealidad utópica como inalcanzable, pero la promueven alegre e irresponsablemente como si fuesen dioses inmanentes sin los cuales la vida carecería de sentido. La porfiada realidad empírica nos demuestra, contra todo voluntarismo que pretenda arrollarla, que las utopías idealistas son un manantial de conflictos, violencia, guerra y muerte. No solo pérdida física de vidas, sino que condena al vacío existencial a individuos y a colectividades.

¿Cuándo nace la beatería de las ideas? Difícil determinarlo. Responderlo trasciende el alcance de estas letras. Pero se hace evidente desde el siglo XVII[9] especialmente con la ilustración, con su devoción por las ideologías. Desde entonces que somos “partidarios” de la idea equis, o zeta. Desde entonces occidente, los pensadores humanistas ya no reflexionan sobre la realidad, sino sobre las ideas de la realidad[10].

No digo que las formulaciones teóricas o principios explicativos sean innecesarios o inútiles. Lo son para comprender realidades complejas de las cuales carecemos de la experiencia respecto ellas – en especial la conciencia individual más allá de la muerte-. Lo que digo es que, ponen la carreta delante de los bueyes y desatienden la realidad al poner los principios explicativos como tamiz a través del cual se observa la realidad. Particularmente, cuando las colectividades humanas se ven zamarreadas por bruscos cambios en sus circunstancias, como al que hoy nos someten los avances tecnológicos, esa modalidad para comprender la realidad, es especialmente distorsionadora y violenta las voluntades sin un resultado práctico efectivo.

De ahí nace la parálisis de la filosofía moderna, que ya no filosofa. No ejerce el oficio propiamente filosófico. Ya no practica la alethia[11] griega que le dio vida y la legitimó como un ejercicio intelectual necesario e imprescindible para la vida colectiva. Ya no está interesada en develar la realidad (siempre novedosa, cambiante ante nuestros ojos y ante nuestra limitada capacidad de entendimiento). Con el advenimiento de los “grandes” sistemas filosóficos de los beatamente respetados, Kant, Hegel, Marx, Schopenhauer, Heidegger, lo que se disputa con tecnicismo abstruso, son refutaciones cruzadas, algunas formalmente geniales, pero apartadas de las preguntas genuinamente filosóficas: de dónde venimos antes de la vida, como debemos comportarnos en la vida, cuáles son nuestras potencias y límites vitales para asegurar las condiciones de posibilidad de la vida en común, qué hay después de la vida.  La filosofía moderna no es el limpiaparabrisas que abate la lluvia y el barro permitiéndonos ver claramente el camino cuando conducimos nuestras vidas. No es aquel manual del usuario de la vida humana, que hoy en occidente, es una máquina que no sabemos manejar. Vegeta la filosofía en un ejercicio de élites, las más de las veces desapegadas de los tópicos que conducen a la sociedad, arrastrando también en ello, a todas las ciencias del espíritu.

Para ilustrar como opera esta deformación, voy a poner un ejemplo caricaturesco: ¿Por qué un perro se puede rascar su oreja con el pie, y un humano no puede hacerlo? ¿Acaso porque el perro concibió mentalmente esa posibilidad y porque el hombre pensó que aquello violaba las buenas costumbres? La respuesta es trivial: porque el perro puede hacerlo y el ser humano dada su morfología no puede.

Ahora un ejemplo práctico histórico: ¿Por qué la mujer ha cambiado de manera evidente su rol en la sociedad moderna, respecto al rol que ocupaba hace 100 años o menos? ¿Acaso porque a la señora Bouvoir se le ocurrió inspirar la ideología feminista? En el mundo probablemente una mujer de cada diez millones haya leído o siquiera escuchado sobre el libro de la Bouvoir o algún pasquín feminista. Acaso una de cada mil sabe remotamente las nociones y fundamentos de la ideología feminista. Pero sucede que casi todas las mujeres en la modernidad en el occidente, se conducen conforme a usos y costumbres completamente distintos de sus abuelas o bisabuelas. La respuesta es más o menos similar al ejemplo caricaturesco: pues porque pueden conducirse de una manera que sus abuelas o bisabuelas no podían conducirse. ¿Por qué? Porque gracias a un artilugio tecnológico llamados métodos de control de la natalidad, las mujeres modernas pueden controlar la natalidad y por consecuencia su sexualidad. Entonces el cambio de costumbres de la mujer precede e inspira la bullada ideología de la “liberación” femenina y no al revés.

¿Cómo se le ocurre a Marx aquello de la superestructura económica que condiciona la cultura, la moral, la religión, la sexualidad etc.? Pues porque vive accidentalmente en una sociedad donde aparentemente eso sucede. Sus proyecciones terminan siendo un tarro con piedras que desata la violencia criminal que les cuesta la vida a ciento cincuenta millones de criaturas de Dios. Usando sus mismas palabras, son “las condiciones materiales” las que inspiran su ideología utópica y totalizadora.

Sostengo que, mientras no desterremos en occidente tal vicio intelectual de pretender ordenar el mundo a los ideales, los problemas y resistencias que nos ofrece la circunstancia contemporánea, serán insolubles y nos debatiremos en un permanente karma oscilante entre utopías opuestas que elevará el nivel de conflictividad hasta el colapso.

Resulta algo grotesco hipotetizar sobre el hombre y el Estado con ideas creadas cuando en la polis no existía el celular ni el nivel de complejidad de relaciones sociales de la sociedad moderna; cuando el hombre debía amanecer sin saber si al ponerse el sol tendría para alimentar a su prole; cuando las cosas necesarias para la vida el hombre se las proveía por sí mismo y el comercio era marginal en su vida diaria. No es que esas ideas no tengan en absoluto valor de verdad. Sucede que eran relativas al siglo II antes de Cristo. Lo mismo es válido para las teorizaciones hechas por Kant, Sartre, Marx etc.

Pero, ¿qué es aquello de utopía? Sucede que las ideologías que dominan el espectro intelectual de occidente, en el afán de imponer una receta por el cual ordenar la sociedad, padecen de ese vicio. Son utópicas porque en el afán de sustituir la escatología cristiana trascendente, dibujan un desiderátum inmanente, un paraíso terrenal, al cual debiésemos llegar necesariamente si se aplicasen las fórmulas ideológicas que cada una de ellas prescribe. Desprecian en su análisis el dato central que es la naturaleza humana caída e imperfecta, sometida a apetitos, pasiones y limitaciones radicales.

Así sucede con la izquierda socialista, que pregona la igualdad y la seguridad a la que llegaremos si se aplican los principios de solidaridad socialista. Despreciando de tal forma la realidad a niveles grotescos, a la naturaleza humana verdadera y efectiva, que tenemos como resultado los socialismos reales donde burócratas sátrapas se apropian del Estado en beneficio propio, ¿por qué? Por la misma razón que el perro se rasca la oreja con su pata: porque pueden. Desprecian la estructura de la realidad y generan la corrupción con que el poder degrada los espíritus.

Quienes se dicen de derecha son algo más pragmáticos, pero igualmente caen en este idealismo, usando también utopías mentirosas, como la libertad individual y el derecho a una soberanía individual sin límites, que no existe ni puede existir, donde se cuelan corruptos o simplemente hombres no virtuosos para sus felonías y rapiñas. Desprecian la evidencia que, cuando los gobernantes y poderosos no ponen la virtud personal como base de su conducta, el resultado es la explotación del hombre por el hombre, la destrucción del mercado por la concentración de poder económico, construyendo sociedades plenamente desarrolladas donde el individualismo personalista destruye la naturaleza humana generando un vacío existencial nihilista del que somos testigos. En la derecha la existencia de la codicia y la avaricia como conductas destructoras de la sociedad, está fuera del radar de sus ideologías.

El bien común de la colectividad; desde la sociedad más primitiva hasta la más compleja y tecnológica; estará asegurado cuando los que mandan sean hombres virtuosos, cuyo fin sea que los gobernados alcancen, mejores niveles de virtud personal. No son magos que al aplicar un “modelo” traigan el bienestar y la justicia. Eso no sucede ni sucederá. El bienestar económico no depende ni jamás dependerá de las dádivas del estado ni de la caridad. Dependerá del esfuerzo y trabajo de cada cual. Así es la naturaleza humana. Las redes de solidaridad jamás se extienden horizontalmente y solo alcanzan a nuestros próximos.

El gobernante deberá velar por que la interacción de los miembros de la colectividad se manifieste en un ámbito de justicia predecible y anticipable. El dar a cada uno lo suyo no es cuestión de recetas y modelos. Será responsabilidad del gobernante virtuoso, estabilizar las condiciones de desarrollo social a un nivel que los cambios no quemen el esfuerzo acumulado de los individuos. Habrán fórmulas más efectivos que otras, pero siempre en un ámbito relativo, donde lo que importa es el resultado y no la receta. El cienticismo matemático de la política y de la economía, a menudo demuestra querer quitarle el bulto a las cuestiones fundamentales que son, prudencia en el mando y justicia en el resultado. Todo ello en un concepto de la imperfección moral intrínseca de los gobernados que determina que el imperio de la justicia siempre demandará la presencia del gobernante y la coerción de conductas insociables. No existe el paraíso en la tierra que pregona cierto jesuitismo que ha impregnado la política. La sociedad está indefectiblemente pringada de insociabilidad y conflicto. El gobernante prudente y justo lo sabe y el que no lo sabe o simula no saberlo, no debe gobernar.

La adhesión a principios, expresados en ideas sobre la realidad, serán muy importantes. Por ejemplo, un líder que dice respetar el derecho a la vida de un inocente que está en el vientre materno, el derecho de propiedad del fruto del esfuerzo individual, la protección de los débiles frente a la fuerza y violencia arbitraria y sin ley, el respeto al estado de derecho que impone la obligación de gobernantes y gobernados a respetar normas establecidas legítimamente, la dignidad humana potencial sin importar la raza o clase social etc. será muy importante y lo hace elegible. Pero resulta suicida para la convivencia política conferirle credibilidad a un líder cuando en su vida personal y pública ha defraudado esos principios, o ha desarrollado conductas más triviales como, aprovechárse en beneficio propio de información a los que otros no tienen acceso por su estancia en el poder, ejercitar de ayudista al terrorismo, hurtar en supermercados, mentir evidente y públicamente y contradecirse entre lo que dice, haciendo lo contrario; será aquello aún más importante que los principios que dice abrazar.

Este eterno karma de “visiones del mundo” existirá, en tanto sigamos eligiendo democráticamente personas que carecen de virtudes personales, siendo solamente figuras o figurines atractivos o portavoces de ideas geniales, sean estas más o menos atinadas hacia el porvenir.

No. No creo que haya una genuina Guerra Cultural y ni siquiera la teutona Kulturkampf que en idiomas latinos -más profundos en humanidades que el inglés- pudiese traducirse como choque de culturas o más bien, lucha de hegemonías culturales. Porque la kampf, que pretendió entablar Bismark, masón modernista y progresista, era contra los restos de la cristiandad qué en el siglo XIX ya declinaba y estaba permeada por el jesuitismo inmanente. El inmanentismo en la Iglesia quiere decir que el reino de la justicia perfecta puede obtenerse en el mundo y eso contradice el genuino mensaje evangélico. El bien común general que propone Santo Tomás es un destilado de la conducta tanto de gobernantes como de gobernados, es el producto aquel bien común general, de que en la polis, gobernantes y gobernados practiquen las virtudes cardinales. El bien común general no se obtiene como pretendían los jesuitas, cambiando los órdenes políticos, La contra reforma no fue una reacción religiosa sino política, que usó la misma lógica de la reforma: la hegemonía política y después de esa hegemonía, hablamos de virtudes. Los falansterios utópicos creados por la Compañía de Jesús en América fueron, se sabe, un fracaso. Pero no lo fueron solamente como el relato histórico instalado por los jesuitas pretende, porque hombres malos derrotaron a hombres buenos que vivían en una arcadia gobernada por la orden. Fracasaron porque eran una tiranía que violentaba los espíritus coercitivamente sometidos a conductas de bondad y virtud que los padres jesuitas no pudieron, no supieron o no alcanzaron a transmitir a sus gobernados. ¿Cómo concluyo una inferencia tan poco informada? Por una razón muy simple: eliminada la coerción jesuita, esas supuestas arcadias se hicieron humo. Sus primitivos partícipes volvieron a sus hábitos que les eran nativos. Es decir, los padres jesuitas pusieron la carreta delante de los bueyes, carreta que es el orden público coercitivo y bueyes que son las virtudes humanas. Se ha dicho que el Concilio Vaticano Segundo destruyó una Iglesia santa y salvífica. Es verdad que representó un escalón descendente más en el inmanentismo de la Iglesia que hoy se debate en la completa inanidad. Pero esa Iglesia preconciliar ya venía permeada de mundanidad y había cedido ya a la tercera tentación que Satanás le ofrece a Cristo en Mateo 4:9: Y mostrándole todos los reinos del mundo la dijo: Todo esto te daré si postrado me adorares. La prueba de ello son las cartas de los pontífices de los siglos XIX y XX que apuntan a la justicia social, que Cristo ya advirtió reiteradamente que no existía sino como destilado de la justicia personal, de aquella única realidad radical de la conciencia humana que es uno mismo. El mensaje Tomista apunta a ello.

¿Cómo quebrar este Karma? Me parece a mí recuperar el sentido profundo de las virtudes desarrollado por Santo Tomás y la conciencia en una perfección del orden universal y de la vida humana que forma parte de ese orden universal. La vida nuestra, es la realidad radical desde la cual proyectamos todas las demás realidades para la conciencia humana. Si esa vida nuestra está pringada por el vicio y el pecado, todo la realidad social se verá corrompida.

Estamos en una sociedad maravillosamente informada de las realidades históricas y del producto de siglos y siglos de inteligencia. Como nunca antes, esa información está a disposición de la inteligencia. Y como Ortega nos enseña inteligencia se deriva del latín eligentia y esta es la raíz también de elegancia. Es decir, saber elegir, refinar el arte de elegir, depurar el arte de desear.

Prudencia, justicia, templanza y fortaleza; debiese ser la regla primera con que en democracia electoral como la vigente, medimos a los candidatos quienes pretendan gobernarnos.  ¿Cómo hacerlo? La vieja prescripción evangélica: por sus obras los conoceréis. Es una buena fórmula casi infalible como infalible es errar con alguien que se ha expresado u obrado de manera corrupta. Si pasan dicho examen, veamos recién cuáles son los principios explicativos de la realidad que dicen sostener. En mi perspectiva personal, aquellos congruentes con la naturaleza humana y con el orden universal que algunos creemos, viene de Dios.

Enero 2025

 



[1] Estas letras están inspiradas en la doctrina de José Ortega y Gasset expresada en sus obras, Reflexiones sobre la Técnica, El Hombre y la Gente, Que es la Filosofía y En torno a Galileo.

[2] Confieso al lector que, en esta coyuntura, es de la preferencia de quien suscribe estas letras.

[3] Proceso revolucionario entendido como un cambio de las estructuras sociales inducido por una élite política que pretender que los gobernados cambien sus modos de vida, valores y objetivos de vida.

[4] Algo adelanto al respecto Federico Engels, socio y mentor de Carlos Marx, en su libro La Sagrada Familia.

[5] La cursiva es nuestra para recordar el título de aquella célebre película alemana que reveló el tipo de control que se ejercía sobre los individuos en la Alemania comunista. Medios que hoy parecen cavernarios comparados con la sofisticada tecnología audiovisual electrónica.

[6] Aventuro este neologismo para referirme a la distopia descrita en la obra de Aldous Huxley, Brave New World, obra a mi juicio mal traducida al español como, Un Mundo Feliz. Debiese conservar el sentido traduciéndole como Un Desafiante Nuevo Mundo.

[7] Por esa razón los revolucionarios la han ido paulatinamente abandonado conforme las prescripciones de Gramsci.

[8] En el prefacio de su obra Crítica a la Razón Pura, Inmanuel Kant así lo expresa al buscar “nivelarse” a los científicos de la naturaleza

[9] Coincidente con el tiempo desde que el hombre progresivamente va controlando los elementos de la circunstancia que los rodea y va abandonando la idea de un Dios que manda, prohíbe o permite.

[10] Mi hijo que estudió antropología en la Universidad, me sorprendió cuando me mostró un trabajo sobre un determinado tema, que lo encontré muy bien desarrollado para un joven de 19 años, y me informó que el profesor – muy calificado con cientos de publicaciones indexadas - lo había rechazado, porque no se enmarcaba en un marco teórico desde donde analizar el problema. Importaba más que analizar y dilucidar una realidad, montarse en una idea preconcebida sobre ese tema y ordenar esa realidad a la luz de la idea previa. Resulta difícil estudiar humanidades para un joven interesado en ellas, cuando el cuadro académico está interesado, mas que en el estudio e investigación, en confirmar los relatos ideológicos de los que son “partidarios”.

[11] Alethia era el nombre que los filósofos griegos daban a su ciencia, y se traduce como develamiento.