Se expresa, a veces con
grandilocuencia, la existencia de una guerra cultural en curso que
confrontaría visiones del mundo y del hombre, radicalmente contrapuestas. Según
esta versión, la reciente elección presidencial en los Estados Unidos sería una
batalla relevante en esta guerra.
Este análisis parte de la premisa
de la buena fe de los que esgrimen estas ideas, sabiendo que ellas las pueden
proclamar de mala fe de lado y lado, actores políticos demagógicos, afectando
defender principios que les sirven de cazamariposas de voluntades, quienes se vestirán
con la ideología que se lleve según el momento, para conquistar y
conservar al poder por el poder. Son los volteretas, que abundan en todo
el espectro ideológico. Haré la abstracción de ellos para efectos del análisis,
asumiendo que los actores obran de buena fe.
Volviendo al ejemplo de EEUU, Al
menos en este round del combate, habría vencido una de las fuerzas en pugna[2]
que sería la nueva derecha, conservadora de valores tradicionales,
defensora de la familia, de la religión, de la vida del que está por nacer, de
la libertad económica, reaccionaria al exceso de regulaciones que trastornen al
mercado como asignador de recursos, que rechaza el derecho a migrar como
un derecho que impone un deber a los Estados-Nación sin deberes para el
migrante, y, en consecuencia promueve el combate a la migración incontrolada, defensores
de la soberanía nacional de cada Estado-Nación como la mejor opción para
alcanzar el bien común, y, en consecuencia promover desprenderse de
regulaciones impuestas por la burocracia del Sistema de Naciones Unidas, del
fin al mito del cambio climático como talismán para regular y promover un
supuesto ideal energético no contaminante.
Las “ideas” de la libertad se
estarían pues imponiendo sobre las “ideas” colectivistas, globalistas y de
fronteras abiertas, socialistas y comunistas, promotoras del conflicto entre
géneros, del sostenimiento de la agenda de cambio climático sin importar el
deterioro social y económico, basado en la premisa que el hombre se encuentra
en conflicto permanente con la naturaleza.
Algunos auguran un cambio de
ciclo y el inicio de la derrota “definitiva” de las nefasta revolución e curso.
Es un hecho social comprobable fácticamente que en nuestro país y en
occidente existe un proceso revolucionario[3]
en curso, que se ha venido perfilando en sus contornos y objetivos desde la
revuelta de París en 1968. Una revolución en parte solidaria y en parte reaccionaria
a las ideas marxista leninistas, que en décadas precedentes demostró estar en
franca decrepitud. Esta nueva ola revolucionaria le trajo oxígeno a la que
entonces agonizaba, solidarizando y larvadamente ocultando el reguero de
sangre, muerte, pobreza y terror que su hermana mayor había sembrado a través
del mundo. Gramsci, la Escuela de Frankfurt, Sartre, la Beauvoir, Foucault,
Lacam y otros proceres, serían sus inspiradores. Sus agentes y promotores se
atrincheraron por décadas en los organismos de la burocracia de Naciones Unidas
y dieron nacimiento, primero larvadamente y luego con expresiones más
desembozadas, a un poder anejo al de la Asamblea General de las Naciones Unidas,
llamado Sistema de Naciones Unidas, con progresiva mayor influencia
sobre las políticas internas de los Estados miembros, especialmente de los
pequeños y no hegemónicos como el nuestro. La dialéctica de estos neo
revolucionarios archivó el marxismo clásico, pero conservó el materialismo
dialéctico como principio explicativo que le diera sustento a su hermano mayor,
proponiendo en sustitución a la lucha de clases, otras formas de lucha[4],
nuevos elementos de conflicto que importan la destrucción (deconstrucción
es el sustantivo más soft para hacerlo digestivo a las masas) de la familia,
del sexo (vocablo también suavizado con el nombre de género) y un
colectivismo económico, que ahora no sería de Estado, como el del marxismo
clásico. El concepto de Estados-Nación soberano, nacido en la paz de Westfalia
y reforzado por el modelo Bismarkiano de burocracia racionalista, sustentado por
estructuras coercitivas militares y policiales propias, mutaría para
convertirse en una estructura jurídica meramente territorial, ejecutora de un
control solo mandatario de los genuinos detentadores del poder: una difusa y
compleja burocracia internacional sostenida jurídicamente por normas que ella
misma crea e interpreta, en alianza a megacorporaciones transnacionales
“progresistas”, que, a través de ONG, bombean recursos financieros para un
mayor y mejor control de La Vida de los Otros[5],
a través de los medios tecnológicos de última generación.
Esta nueva fórmula coercitiva
soft, permitiría desterrar un odioso totalitarismo tosco de represión física, al
estilo del siglo XX, por otro que reprime de una manera Huxeliana[6]
a través de las nuevas tablas de la ley que son Los Derechos Humanos, y
con la activa supresión de la inteligencia y del juicio individual y personal, a
través de la imposición, a macha martillo, de un relato histórico, político, ético,
religioso, imperativamente acrítico, que no importa cuánto tenga de verdad ni
de coincidencia con la realidad, deconstructor de los valores clásicos urdidos
a través de siglos de civilización occidental.
Para aceitar las fricciones y
resistencias inducidas por voluntades reaccionarias, el dinero ha fluido
abundante y generosamente, a través de subvenciones larvadas a la prensa, a la academia,
al cine, control de radio y televisión por empresas transnacionales, editoriales
globales que aplastan la competencia a través de acciones predatorias de
mercado, y al sistema crediticio creado para el efecto (Banco Mundial),
asegurando políticas de Estado, dóciles a estos relatos. En resumen, una represión
soft del juicio crítico, imponiendo de manera asfixiante la seudo ética del bien
pensar de lo políticamente correcto, siendo excluida siempre, y en
ocasiones de modo grotesco, la disidencia y la producción intelectual genuina. Si
algún día la prensa, las editoriales de difusión de cultura, la academia, el
cine, la televisión; fueron arietes de la crítica racional y orientadores hacia
la verdad, la justicia y la belleza; en este orden político de la revolución en
curso en cambio, no son más que un engranaje de formación de la opinión unívoca
que excluye la disidencia del relato revolucionario. Un totalitarismo light incruento, pero brutalmente
represivo.
Quienes ya pasamos a la tercera
edad, y quienes como el que suscribe, hemos sido sempiternos reaccionarios a
las revoluciones colectivistas, debiésemos respirar tranquilos conforme al
relato “conservador” de cambio de ciclo: la revolución socialista 2.0 sería
nuevamente derrotada. Tal optimismo parece bastante ingenuo.
Evaluando las expresiones de
motivaciones de los heterogéneos líderes de esta reacción conservadora a la
revolución en curso, por ahora incruenta, estimo que no se dan las condiciones
para tal cambio de ciclo. Es más, no creo siquiera que haya cambio de
ciclo si hubiese una reacción cruenta y violenta, que supusiese la
aniquilación de la facción enemiga, al estilo de aquellas del siglo XX. La
experiencia demuestra que, la aniquilación física del enemigo político no ha
tenido el efecto de “cambiar la historia” en términos relevantes[7]
en un mundo ultra comunicado. En todos estos conflictos del siglo XX hay un
dispendio de energía y vidas humanas que han ido a parar al tacho de la basura
de la historia sin cambiar un ápice su curso. El hombre sigue apegado a los
mismos errores desde los albores de la modernidad por allá por los fines del
siglo XVII.
Durante la modernidad se han
escrito bibliotecas completas, que teorizan sobre los ciclos históricos, que
con mayor o menor audacia profetizan lo que sucederá en el futuro, y
luego cuando lo profetizado no se produce, ellos mismos o sus discípulos,
explican por qué lo profetizado no sucedió, amparados en los mismos principios
explicativos con que hicieron su prospectiva. Carlos Marx, Osvaldo Spengler, Arnoldo
Toynbee y muchos más, son ejemplos de ello.
¿De dónde nace este sistemático
fracaso para anticipar la realidad futura? ¿Por qué occidente parece perpetuar
un karma de acciones y reacciones que no dan con la anhelada estabilidad?
Hay un llamativo telón de fondo
de estos fenómenos sociales, que es la expansión inédita de la técnica, que ha
provocado mutaciones aceleradas de las formas materiales en que la vida humana
se desenvuelve, mutación que ha ido de la mano de la expansión de las ciencias naturales,
esto es, del conocimiento, manejo y control que el hombre ejerce sobre el medio
físico. Asombrados por tal expansión los filósofos y estudiosos de las ciencias
del espíritu occidentales, han pretendido la extrapolación del método de las
ciencias naturales al conocimiento del alma humana y de la totalidad de lo que
existe[8],
lo que en parte es responsable del fenómeno que paso a teorizar.
Creo, hay un error común en
buena parte de nuestra tradición intelectual occidental. ¿En qué se funda
este error? Pues en la creencia devota al extremo –beatería podría llamarse-,
sobre la potestad de las ideas como ordenadoras de la realidad. Me
explico:
Las ideas, los conceptos, las palabras y el habla en general, son representaciones más o menos precisas de la realidad. Las ideas, son valiosas herramientas al igual que el idioma. Constituyen un arsenal intelectual que nos ha permitido distinguirnos en el reino animal. Los conceptos son mecanismos del intelecto para interpretar y comprender la realidad. Logros que magníficos hombres y mujeres de sucesivas generaciones han cuajado en ideas, de las cuales somos herederos gratuitos, sin las cuales comprenderíamos poco y nada del mundo. Y desde esa admiración por las ideas, nace la tendencia viciosa a caer en la beatería de las ideas. Es decir, nos sorprenden de modo tan favorable estas lúcidas representaciones de la realidad, que una porción demasiado importante de la humanidad, pasa a creer que las ideas son la realidad. Y desde esa distorsión, estamos a un paso de creer en el gran error: que la realidad social es susceptible de ordenarse por las ideas.
Este gran error del idealismo, es
el que ha dado lugar a las grandes utopías mundanas, que el
hombre occidental persigue como el burro a la zanahoria, que, cuanto y como
avance, jamás conseguirá darle el anhelado mordisco.
La realidad humana se forma y conforma, se ordena y se desordena, por causa de las conductas. El bien y el mal en una colectividad y en individuo, es condicionado por la calidad de las conductas, que siempre, pero siempre, tienen consecuencia. Ya nos los prescribió el Hijo del Hombre: “por sus obras los conoceréis”.
El mito y la utopía en lo que trasciende a la existencia terrenal, es una respuesta intelectual obvia y comprensible. No hay forma alguna de representarnos fácticamente lo trascendente y la fe en esa existencia extra mundana, le da sentido a nuestra existencia mundana.
El error
de la agnosis o ateísmo contemporáneo es extrapolar la escatología
transcendente, a lo inmanente. Este utopismo intramundano es incluso promovido
por creyentes en Dios. La Compañía de Jesus fue fundada en esta utopía política
intramundana. Los Ideales del progreso, el comunismo, la sociedad
libre, la sociedad de individuos iguales, la justicia social; todas creencias
inmanentes, representan la zanahoria frente al burro insatisfecho, y son en sí,
la fuente de conflicto, polémica, guerra y destrucción.
Hay incluso intelectuales que
reconocen la idealidad utópica como inalcanzable, pero la promueven alegre e
irresponsablemente como si fuesen dioses inmanentes sin los cuales la vida
carecería de sentido. La porfiada realidad empírica nos demuestra, contra todo
voluntarismo que pretenda arrollarla, que las utopías idealistas son un
manantial de conflictos, violencia, guerra y muerte. No solo pérdida física de
vidas, sino que condena al vacío existencial a individuos y a colectividades.
¿Cuándo nace la beatería de las
ideas? Difícil determinarlo. Responderlo trasciende el alcance de estas
letras. Pero se hace evidente desde el siglo XVII[9]
especialmente con la ilustración, con su devoción por las ideologías. Desde
entonces que somos “partidarios” de la idea equis, o zeta. Desde entonces
occidente, los pensadores humanistas ya no reflexionan sobre la realidad, sino sobre
las ideas de la realidad[10].
No digo que las formulaciones
teóricas o principios explicativos sean innecesarios o inútiles. Lo son para
comprender realidades complejas de las cuales carecemos de la experiencia
respecto ellas – en especial la conciencia individual más allá de la muerte-.
Lo que digo es que, ponen la carreta delante de los bueyes y desatienden la
realidad al poner los principios explicativos como tamiz a través del cual se
observa la realidad. Particularmente, cuando las colectividades humanas se ven
zamarreadas por bruscos cambios en sus circunstancias, como al que hoy nos
someten los avances tecnológicos, esa modalidad para comprender la realidad, es
especialmente distorsionadora y violenta las voluntades sin un resultado
práctico efectivo.
De ahí nace la parálisis de la
filosofía moderna, que ya no filosofa. No ejerce el oficio propiamente
filosófico. Ya no practica la alethia[11]
griega que le dio vida y la legitimó como un ejercicio intelectual necesario e
imprescindible para la vida colectiva. Ya no está interesada en develar la
realidad (siempre novedosa, cambiante ante nuestros ojos y ante nuestra limitada
capacidad de entendimiento). Con el advenimiento de los “grandes” sistemas
filosóficos de los beatamente respetados, Kant, Hegel, Marx, Schopenhauer,
Heidegger, lo que se disputa con tecnicismo abstruso, son refutaciones cruzadas,
algunas formalmente geniales, pero apartadas de las preguntas genuinamente
filosóficas: de dónde venimos antes de la vida, como debemos comportarnos en la
vida, cuáles son nuestras potencias y límites vitales para asegurar las
condiciones de posibilidad de la vida en común, qué hay después de la vida. La filosofía moderna no es el
limpiaparabrisas que abate la lluvia y el barro permitiéndonos ver claramente
el camino cuando conducimos nuestras vidas. No es aquel manual del usuario
de la vida humana, que hoy en occidente, es una máquina que no sabemos
manejar. Vegeta la filosofía en un ejercicio de élites, las más de las veces
desapegadas de los tópicos que conducen a la sociedad, arrastrando también en ello, a
todas las ciencias del espíritu.
Para ilustrar como opera esta
deformación, voy a poner un ejemplo caricaturesco: ¿Por qué un perro se puede
rascar su oreja con el pie, y un humano no puede hacerlo? ¿Acaso porque el
perro concibió mentalmente esa posibilidad y porque el hombre pensó que aquello
violaba las buenas costumbres? La respuesta es trivial: porque el perro puede
hacerlo y el ser humano dada su morfología no puede.
Ahora un ejemplo práctico
histórico: ¿Por qué la mujer ha cambiado de manera evidente su rol en la
sociedad moderna, respecto al rol que ocupaba hace 100 años o menos? ¿Acaso
porque a la señora Bouvoir se le ocurrió inspirar la ideología feminista? En el
mundo probablemente una mujer de cada diez millones haya leído o siquiera
escuchado sobre el libro de la Bouvoir o algún pasquín feminista. Acaso una de
cada mil sabe remotamente las nociones y fundamentos de la ideología feminista.
Pero sucede que casi todas las mujeres en la modernidad en el occidente, se
conducen conforme a usos y costumbres completamente distintos de sus abuelas o
bisabuelas. La respuesta es más o menos similar al ejemplo caricaturesco: pues
porque pueden conducirse de una manera que sus abuelas o bisabuelas no podían
conducirse. ¿Por qué? Porque gracias a un artilugio tecnológico llamados
métodos de control de la natalidad, las mujeres modernas pueden controlar la
natalidad y por consecuencia su sexualidad. Entonces el cambio de costumbres de
la mujer precede e inspira la bullada ideología de la “liberación” femenina y
no al revés.
¿Cómo se le ocurre a Marx aquello
de la superestructura económica que condiciona la cultura, la moral, la
religión, la sexualidad etc.? Pues porque vive accidentalmente en una sociedad donde
aparentemente eso sucede. Sus proyecciones terminan siendo un tarro con piedras
que desata la violencia criminal que les cuesta la vida a ciento cincuenta
millones de criaturas de Dios. Usando sus mismas palabras, son “las condiciones
materiales” las que inspiran su ideología utópica y totalizadora.
Sostengo que, mientras no
desterremos en occidente tal vicio intelectual de pretender ordenar el mundo a
los ideales, los problemas y resistencias que nos ofrece la
circunstancia contemporánea, serán insolubles y nos debatiremos en un
permanente karma oscilante entre utopías opuestas que elevará el nivel de
conflictividad hasta el colapso.
Resulta algo grotesco hipotetizar
sobre el hombre y el Estado con ideas creadas cuando en la polis no existía el
celular ni el nivel de complejidad de relaciones sociales de la sociedad
moderna; cuando el hombre debía amanecer sin saber si al ponerse el sol tendría
para alimentar a su prole; cuando las cosas necesarias para la vida el hombre
se las proveía por sí mismo y el comercio era marginal en su vida diaria. No es
que esas ideas no tengan en absoluto valor de verdad. Sucede que eran relativas
al siglo II antes de Cristo. Lo mismo es válido para las teorizaciones hechas
por Kant, Sartre, Marx etc.
Pero, ¿qué es aquello de utopía?
Sucede que las ideologías que dominan el espectro intelectual de occidente, en
el afán de imponer una receta por el cual ordenar la sociedad, padecen de ese
vicio. Son utópicas porque en el afán de sustituir la escatología cristiana
trascendente, dibujan un desiderátum inmanente, un paraíso terrenal, al cual
debiésemos llegar necesariamente si se aplicasen las fórmulas ideológicas que
cada una de ellas prescribe. Desprecian en su análisis el dato central que es
la naturaleza humana caída e imperfecta, sometida a apetitos, pasiones y
limitaciones radicales.
Así sucede con la izquierda
socialista, que pregona la igualdad y la seguridad a la que llegaremos si se
aplican los principios de solidaridad socialista. Despreciando de tal forma la
realidad a niveles grotescos, a la naturaleza humana verdadera y efectiva, que tenemos como resultado los socialismos reales donde burócratas sátrapas se apropian del Estado en
beneficio propio, ¿por qué? Por la misma razón que el perro se rasca la oreja
con su pata: porque pueden. Desprecian la estructura de la realidad y generan
la corrupción con que el poder degrada los espíritus.
Quienes se dicen de derecha
son algo más pragmáticos, pero igualmente caen en este idealismo, usando
también utopías mentirosas, como la libertad individual y el derecho a una
soberanía individual sin límites, que no existe ni puede existir, donde se
cuelan corruptos o simplemente hombres no virtuosos para sus felonías y rapiñas.
Desprecian la evidencia que, cuando los gobernantes y poderosos no ponen la
virtud personal como base de su conducta, el resultado es la explotación del hombre por el hombre, la destrucción del mercado por la concentración de poder
económico, construyendo sociedades plenamente desarrolladas donde el
individualismo personalista destruye la naturaleza humana generando un vacío existencial
nihilista del que somos testigos. En la derecha la existencia de la codicia y
la avaricia como conductas destructoras de la sociedad, está fuera del radar de
sus ideologías.
El bien común de la colectividad; desde la sociedad más primitiva hasta la más compleja y tecnológica; estará asegurado cuando los que mandan sean hombres virtuosos, cuyo fin sea que los gobernados alcancen, mejores niveles de virtud personal. No son magos que al aplicar un “modelo” traigan el bienestar y la justicia. Eso no sucede ni sucederá. El bienestar económico no depende ni jamás dependerá de las dádivas del estado ni de la caridad. Dependerá del esfuerzo y trabajo de cada cual. Así es la naturaleza humana. Las redes de solidaridad jamás se extienden horizontalmente y solo alcanzan a nuestros próximos.
El gobernante deberá velar por
que la interacción de los miembros de la colectividad se manifieste en un ámbito
de justicia predecible y anticipable. El dar a cada uno lo suyo no es cuestión
de recetas y modelos. Será responsabilidad del gobernante virtuoso, estabilizar
las condiciones de desarrollo social a un nivel que los cambios no quemen el
esfuerzo acumulado de los individuos. Habrán fórmulas más efectivos que otras,
pero siempre en un ámbito relativo, donde lo que importa es el resultado y no
la receta. El cienticismo matemático de la política y de la economía, a menudo
demuestra querer quitarle el bulto a las cuestiones fundamentales que son,
prudencia en el mando y justicia en el resultado. Todo ello en un concepto de
la imperfección moral intrínseca de los gobernados que determina que el imperio
de la justicia siempre demandará la presencia del gobernante y la coerción de
conductas insociables. No existe el paraíso en la tierra que pregona cierto
jesuitismo que ha impregnado la política. La sociedad está indefectiblemente
pringada de insociabilidad y conflicto. El gobernante prudente y justo lo sabe
y el que no lo sabe o simula no saberlo, no debe gobernar.
La adhesión a principios, expresados en ideas sobre la realidad, serán muy importantes. Por ejemplo, un líder que dice respetar el derecho a la vida de un inocente que está en el vientre materno, el derecho de propiedad del fruto del esfuerzo individual, la protección de los débiles frente a la fuerza y violencia arbitraria y sin ley, el respeto al estado de derecho que impone la obligación de gobernantes y gobernados a respetar normas establecidas legítimamente, la dignidad humana potencial sin importar la raza o clase social etc. será muy importante y lo hace elegible. Pero resulta suicida para la convivencia política conferirle credibilidad a un líder cuando en su vida personal y pública ha defraudado esos principios, o ha desarrollado conductas más triviales como, aprovechárse en beneficio propio de información a los que otros no tienen acceso por su estancia en el poder, ejercitar de ayudista al terrorismo, hurtar en supermercados, mentir evidente y públicamente y contradecirse entre lo que dice, haciendo lo contrario; será aquello aún más importante que los principios que dice abrazar.
Este eterno karma de “visiones
del mundo” existirá, en tanto sigamos eligiendo democráticamente personas que
carecen de virtudes personales, siendo solamente figuras o figurines atractivos
o portavoces de ideas geniales, sean estas más o menos atinadas hacia el
porvenir.
No. No creo que haya una genuina Guerra
Cultural y ni siquiera la teutona Kulturkampf que en idiomas latinos
-más profundos en humanidades que el inglés- pudiese traducirse como choque
de culturas o más bien, lucha de hegemonías culturales. Porque la
kampf, que pretendió entablar Bismark, masón modernista y progresista,
era contra los restos de la cristiandad qué en el siglo XIX ya declinaba y
estaba permeada por el jesuitismo inmanente. El inmanentismo en la Iglesia quiere
decir que el reino de la justicia perfecta puede obtenerse en el mundo y eso
contradice el genuino mensaje evangélico. El bien común general que propone
Santo Tomás es un destilado de la conducta tanto de gobernantes como de
gobernados, es el producto aquel bien común general, de que en la polis,
gobernantes y gobernados practiquen las virtudes cardinales. El bien común
general no se obtiene como pretendían los jesuitas, cambiando los órdenes políticos,
La contra reforma no fue una reacción religiosa sino política, que usó la misma
lógica de la reforma: la hegemonía política y después de esa hegemonía, hablamos
de virtudes. Los falansterios utópicos creados por la Compañía de Jesús en América
fueron, se sabe, un fracaso. Pero no lo fueron solamente como el relato
histórico instalado por los jesuitas pretende, porque hombres malos derrotaron a
hombres buenos que vivían en una arcadia gobernada por la orden. Fracasaron
porque eran una tiranía que violentaba los espíritus coercitivamente sometidos
a conductas de bondad y virtud que los padres jesuitas no pudieron, no supieron
o no alcanzaron a transmitir a sus gobernados. ¿Cómo concluyo una inferencia
tan poco informada? Por una razón muy simple: eliminada la coerción jesuita, esas supuestas arcadias se hicieron humo. Sus primitivos
partícipes volvieron a sus hábitos que les eran nativos. Es decir, los padres
jesuitas pusieron la carreta delante de los bueyes, carreta que es el orden
público coercitivo y bueyes que son las virtudes humanas. Se ha dicho que el Concilio
Vaticano Segundo destruyó una Iglesia santa y salvífica. Es verdad que
representó un escalón descendente más en el inmanentismo de la Iglesia que hoy
se debate en la completa inanidad. Pero esa Iglesia preconciliar ya venía
permeada de mundanidad y había cedido ya a la tercera tentación que Satanás le
ofrece a Cristo en Mateo 4:9: Y mostrándole todos los reinos del mundo la
dijo: Todo esto te daré si postrado me adorares. La prueba de ello son las
cartas de los pontífices de los siglos XIX y XX que apuntan a la justicia
social, que Cristo ya advirtió reiteradamente que no existía sino como
destilado de la justicia personal, de aquella única realidad radical de la
conciencia humana que es uno mismo. El mensaje Tomista apunta a ello.
¿Cómo quebrar este Karma? Me
parece a mí recuperar el sentido profundo de las virtudes desarrollado por
Santo Tomás y la conciencia en una perfección del orden universal y de la vida
humana que forma parte de ese orden universal. La vida nuestra, es la realidad
radical desde la cual proyectamos todas las demás realidades para la conciencia
humana. Si esa vida nuestra está pringada por el vicio y el pecado, todo la
realidad social se verá corrompida.
Estamos en una sociedad
maravillosamente informada de las realidades históricas y del producto de
siglos y siglos de inteligencia. Como nunca antes, esa información está a
disposición de la inteligencia. Y como Ortega nos enseña inteligencia se deriva
del latín eligentia y esta es la raíz también de elegancia. Es decir,
saber elegir, refinar el arte de elegir, depurar el arte de desear.
Prudencia, justicia, templanza y
fortaleza; debiese ser la regla primera con que en democracia electoral como la
vigente, medimos a los candidatos quienes pretendan gobernarnos. ¿Cómo hacerlo? La vieja prescripción
evangélica: por sus obras los conoceréis. Es una buena fórmula casi
infalible como infalible es errar con alguien que se ha expresado u obrado de
manera corrupta. Si pasan dicho examen, veamos recién cuáles son los principios
explicativos de la realidad que dicen sostener. En mi perspectiva personal,
aquellos congruentes con la naturaleza humana y con el orden universal que
algunos creemos, viene de Dios.
Enero 2025
[1] Estas letras están inspiradas en la doctrina de José
Ortega y Gasset expresada en sus obras, Reflexiones sobre la Técnica, El
Hombre y la Gente, Que es la Filosofía y En torno a Galileo.
[2] Confieso al lector que, en esta coyuntura, es de la
preferencia de quien suscribe estas letras.
[3] Proceso revolucionario entendido como un cambio de las
estructuras sociales inducido por una élite política que pretender que los
gobernados cambien sus modos de vida, valores y objetivos de vida.
[4]
Algo adelanto al respecto Federico Engels, socio
y mentor de Carlos Marx, en su libro La Sagrada Familia.
[5] La cursiva es nuestra para recordar el título de
aquella célebre película alemana que reveló el tipo de control que se ejercía
sobre los individuos en la Alemania comunista. Medios que hoy parecen cavernarios
comparados con la sofisticada tecnología audiovisual electrónica.
[6]
Aventuro este neologismo para referirme a la
distopia descrita en la obra de Aldous Huxley, Brave New World, obra a
mi juicio mal traducida al español como, Un Mundo Feliz. Debiese
conservar el sentido traduciéndole como Un Desafiante Nuevo Mundo.
[7] Por esa razón los revolucionarios la han ido
paulatinamente abandonado conforme las prescripciones de Gramsci.
[8] En el prefacio de su obra Crítica a la Razón Pura,
Inmanuel Kant así lo expresa al buscar “nivelarse” a los científicos de la
naturaleza
[9] Coincidente con el tiempo desde que el hombre
progresivamente va controlando los elementos de la circunstancia que los rodea
y va abandonando la idea de un Dios que manda, prohíbe o permite.
[10] Mi hijo que estudió antropología en la Universidad, me
sorprendió cuando me mostró un trabajo sobre un determinado tema, que lo
encontré muy bien desarrollado para un joven de 19 años, y me informó que el
profesor – muy calificado con cientos de publicaciones indexadas - lo había
rechazado, porque no se enmarcaba en un marco teórico desde donde
analizar el problema. Importaba más que analizar y dilucidar una realidad,
montarse en una idea preconcebida sobre ese tema y ordenar esa realidad a la
luz de la idea previa. Resulta difícil estudiar humanidades para un joven
interesado en ellas, cuando el cuadro académico está interesado, mas que en el
estudio e investigación, en confirmar los relatos ideológicos de los que son
“partidarios”.
[11] Alethia era el nombre que los filósofos griegos daban
a su ciencia, y se traduce como develamiento.