LA
RESPONSABILIDAD; VIRTUD OLVIDADA EN EL DEBATE DEMOCRATICO
Los candidatos a optar a cargos de
elección popular, están muy dispuestos a debatir sobre valores que sean
atractivos y ojalá gratuitos para ellos y para los electores. Ideas a través de
los cuales superaremos todos nuestros males: Igualdad, libertad, desarrollo
económico, derechos humanos, ecología, etc.
Ideas que envuelven conceptos harto
imprecisos y que su adecuada inteligencia obligaría a detenerse a reflexionar
sobre cada uno de ellos. Pero eso no es muy popular y no lleva agua al molino electoral.
La igualdad entre los seres humanos, a la hora de explicarla, tiene
que ser con apellido, porque la igualdad a secas es un absurdo conceptual
imposible. Debemos pues referirnos a la “igualdad de oportunidades”, “igualdad
de derechos” etc. Pero como para capturar voluntades de voto, lo que falta es
tiempo, debemos referirnos a la igualdad con la máxima economía verbal y
conceptual, dejando una estela de dudas que a fuerza de machacar consignas,
deberían taparse.
La libertad, lamentablemente confundida con la condición que permita
hacer a cada uno lo que se venga en gana, resulta un ideal, así explicado,
completamente absurdo en el contexto de un orden de dos o más personas. Así
entendida la libertad de fulano es la esclavitud de mengano. Al igual que la
igualdad, los que la ofrecen se refieren a ella “haciéndola cortita” sin entrar
en profundidades reflexivas tan antipáticas y a veces impopulares.
El desarrollo económico, se asocia a altos índices de ingreso per
cápita, lo que representa una abstracción estadística completamente reñida con
la racionalidad. Se constata que las llamadas naciones desarrolladas tienen
alto índice de ingreso per cápita y se concluye entonces que esa es la llave para
el logro de esa anhelada condición. Lo mismo sucede con las bandurrias y la
lluvia, estas no vuelan cuando llueve pero no es causa suficiente de la lluvia,
que las bandurrias estén en tierra.
Con los derechos humanos el problema es peor aún: La confusión es total.
Nadie “pierde tiempo” del debate político para detenerse en el detalle nimio de
definir quién es el sujeto pasivo de los derechos humanos, es decir, quien es
el directamente obligado en cada uno de los derechos humanos. Es demasiado
ingrato hablarle a los electores de deberes, de modo que dejemos el concepto
“ahí no más”. Los romanos, padres de la ciencia jurídica, partieron por definir
los deberes. La responsabilidad jurídica, la doctrina de los actos propios etc.
Quizá los romanos no debían ganar elecciones por voto popular y por eso se
explayaban en ideas tan ingratas al hombre moderno.
Pocos candidatos
estarán dispuestos a hablar de una virtud que es la piedra angular tanto de la democracia, como del desarrollo
económico, de la libertad, de la protección del medio ambiente, y por sobre
todo, del respeto a los derechos humanos; sin la cual, ninguno (digo ninguno)
de esos bienes sería posible. Me refiero a la responsabilidad, verdadero patito feo del debate electoral;
olvidada por todos.
La responsabilidad es la virtud o disposición habitual de asumir las consecuencias de las
propias decisiones, respondiendo de ellas ante alguien; y la capacidad de
dar respuesta de los propios actos.
Los niños son
no-responsables por antonomasia. Un niño ejecuta acciones pero no mide las
consecuencias de ellas y por eso necesita de un padre o un tutor que lo
represente. Existe empero una ficción jurídica que dispone: los mayores de 18
años son responsables de sus actos. Basta una observación y reflexión superficial
de nuestra realidad social para concluir que aquello no es más que una ficción,
por cuanto una gran proporción de chilenos
y chilenas mayores de 18 años se desenvuelven en la vida cotidiana tomando
decisiones, sin asumir las consecuencias ni responderle por esas decisiones al
resto de los chilenos.
¿Qué hace
superiores a las naciones que vemos como marco de referencia? ¿El ingreso per
cápita? ¿Qué tienen más y mejores derechos a su disposición? ¿Qué disponen de “mayor
libertad” o “más democracia” que los chilenos? Me parece a mí, que el factor de
distinción y de superioridad de algunas naciones respecto de otras, es la
responsabilidad de sus ciudadanos. Sucede cuando, desde las élites hasta el más
humilde de los ciudadanos se hacen cargo de las consecuencias de sus actos y
responden por ello. La consecuencia de ello es que aquella nación o sociedad o
colectividad, pasa a tener una cualidad que llamamos “desarrollada”. La
prosperidad y riqueza, el respeto a los derechos humanos, la tolerancia, el
respeto por el medio ambiente etc. es la consecuencia de individuos,
ciudadanos, hombres y mujeres de mayor y mejor manera responsables de sus
actos. Perseguir y prometer logros respecto de esos valores aisladamente, sin
incrementar la cantidad y calidad de la responsabilidad de cada uno de los
ciudadanos, es utopía, populismo y demagogia pura. Es poner la carreta delante
de los bueyes.
Un talismán es
un objeto sagrado con el cual se cumplen los deseos más difíciles de lograr. La
palabra-talismán de moda (y además harto imprecisa), en las verbalizaciones de
la izquierda y la derecha, es “empoderamiento”. Generalmente se refieren a ella
como algo positivo. A mí me parece que esa palabra esconde una involución en los
grados de responsabilidad con que se conducen los llamados empoderados. Los
“empoderados”, siempre están disponibles para desafiar a la autoridad y a los
derechos ajenos, sin aceptar responder de sus propios actos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario