No describiré en
detalle los hechos que conforman esta crisis gatillada el 18/10/19. Prevengo
que esa descripción no es ociosa por cuanto quienes aparentemente patrocinan el caos como medio para el logro de
objetivos políticos, distorsionan los hechos para llevar agua a sus molinos
ideológicos y políticos. Enunció a pie de página principales acontecimientos[1].
La intención de estas páginas es explorar más bien sus premisas, entendiendo por tales
las señales o indicios por donde pretendo inferir consecuencias y causas; qué a
mi juicio la han hecho posible.
¿Por qué un
“modelo”[2]
académicamente impecable como el chileno, donde todas las cifras que las NU
consideran como parámetros de desarrollo social, marcan récord en américa
latina, despierta tan poca adhesión en un porcentaje relevante de la población,
al punto que algunos apoyen el caos e incluso algunos se muestren exultantes
con la destrucción criminal de los bienes comunes a toda la sociedad y siga las
voces que propician un cambio de tipo de sociedad?
Los hechos han causado
perplejidad a tirios y troyanos en los niveles políticos y académicos. Casi
todos reaccionan “pasándole un pañito” a sus premisas y recetas sobre la praxis
política, para limpiarlas de lo que resulta demasiado grotesco como explicación,
lo cual no siempre logran. Demasiado tiempo estas élites han invocado modelos
de explicación teórica y de praxis política equívocas, cuando no lógicamente
absurdas, como para deshacerse de ellas de la noche a la mañana. En efecto, la
perplejidad resulta crónica por cuanto en la academia y en los corros políticos
no hay modelos de explicación de la realidad política que nos afecta, que soporten
con reflexión serena, una explicación plausible.
Intentaré desarrollar
una cadena de causas que podrían iluminar esta perplejidad; a condición de desvincularnos
serenamente de pre-juicios y premisas sacrosantas. Propongo un listado de
fenómenos y le pido al lector paciencia para llegar hasta el final de mi
análisis, y así poder relacionar unos con otros de manera de dar espacio a lo
que pretendo: alumbrar en algo la oscuridad de estos acontecimientos tan
recios.
1.
La crisis de los deseos
a.
Frágil estructura de autogobierno de las vidas personales
b.
Conceptos de economía política sobre las necesidades económicas
c.
Disolución de las limitaciones normativas de los deseos
d.
Los medios tecnológicos y la comunicación social
e.
La percepción subjetiva de los límites personales
f.
La convergencia de deseos y expectativas desbocadas, en un contexto de
tecnología que las hace posibles
2.
La demolición ideológica del rol represor del Estado
a.
Que es el Estado moderno
b.
La doctrina de los derechos humanos
c.
La guerra, continuación de la política por otros medios
3.
El caos como medio de descompresión de emociones autodestructivas
a. El Instinto de muerte
b. El liderazgo maternal
1. LA CRISIS DE LOS DESEOS
a.
Frágil
estructura de autogobierno de las vidas personales
La vida humana se desenvuelve en una
sucesión de relaciones causales. La psicología teórica revela que mientras no
tenemos conciencia ni uso de razón, las decisiones físicas y afectivas que
adoptan nuestros padres para con nosotros, afectan nuestro devenir y tienen consecuencias.
Iniciada la adolescencia y la juventud, adquirimos las herramientas y
potestades para decidir, y en consecuencia tenemos la posibilidad de
asumir el gobierno de nuestras vidas. Desde entonces, tengamos conciencia o no
de ello, cada decisión que adoptamos tiene consecuencias. El nivel de desarrollo
personal es susceptible de medirse por el grado de conciencia que tenemos,
sobre la consecuencia de nuestros propios actos. Y no me refiero necesariamente
a “obrar moralmente bien”, sino “obrar para” los logros que previamente nos definamos.
Los trastornos de personalidad y psíquicos se caracterizan precisamente por la
desconexión entre el acto y sus consecuencia por parte de quien padece esos
trastornos.
La ilustración, definida por Kant con su famosa
máxima sapere aude (atrévete a saber), en algún punto de la historia europea,
pretendió dejar atrás al hombre súbdito de decisiones ajenas y refundar la
sociedad con hombres que se atreviesen a tener un juicio propio y en base a una
reflexión propia, deliberar consigo mismo sobre que opción adoptar en las
disyuntivas que la vida y sus circunstancias nos ofrecen.
La Reforma del siglo XVI, no solo fue una
rebelión religiosa; también dio un soporte ideológico a un tipo de individuo
que se estaba forjando en Centroeuropa. Un individuo autovalente que se
congregaba principalmente en las urbes pero también en el agro y en la
industria, y que, a diferencia de sus ancestros, tenía la posibilidad de
delinear su destino con cierta autonomía. El habitante de Europa central
abandonaba la sumisión a poderes económicos, sociales y religiosos; y se
forjaba un destino con mayor grado de autogobierno personal. El surgimiento del
capitalismo, expresión ideológica de una modificación profunda en las
circunstancias tecnológicas, potencia este fenómeno; y al menos a una porción
relevante de la población la hace propietaria de su destino. El resultado de este
fenómeno, retratado brillantemente por Max Weber[3],
es la cultura capitalista con sus principios morales funcionales a la sociedad
liberal. La fundación de los Estados Unidos de Norteamérica es su nave
insignia, pero también los cambios sociales que el capitalismo provocó en
Europa del norte fueron cualitativa y cuantitativamente relevantes.
Así como la modernidad floreciente en el
siglo XVI tuvo su expresión en La Reforma, las naciones meridionales de Europa tuvieron
su soporte ideológico en la Contra reforma liderada por la Compañía de Jesus. Es
muy importante tener presente que la Contra reforma es un movimiento modernista.
Propicia una relación del poder con los súbditos en un sentido inverso a La
Reforma: el de la sumisión a las prescripciones de la autoridad social y religiosa.
Pero esa sumisión tiene los elementos de la modernidad incorporados. No es una
mera réplica del espíritu medioeval como muchos detractores y partidarios han
señalado; no es un mero movimiento “reaccionario” como su nombre parecería
indicar. Su expresión más genuina se encuentra en el imperio español. Sus
características principales son la sumisión a la autoridad religiosa única, la promoción
de la autoridad vertical del poder político y la génesis de una burocracia estatal
moderna.
Grosso modo relatados esos dos complejos
fenómenos, ellos van forjando un tipo humano diferenciado. Los pueblos
meridionales de raíz hispana y de tradición católica ejercitaron una autonomía
de la conducta en base a reflexión propia, debilitada por las prescripciones
coercitivas del poder político y religioso. Las sociedades protestantes en
cambio, por lo señalado, ejercitaron en mayor grado la autonomía de la voluntad
y la potestad personal para decidir los cursos de acción de su propia vida.
Estados Unidos en su fundación como nación
independiente, es el ejemplo manifiesto de una sociedad de individuos,
elevando a rango de principio jurídico intangible, la libertad personal de los
ciudadanos. Esta libertad está definida por los padres fundadores con una
precisión que hasta el día de hoy se inculca a los norteamericanos en la
educación: Que cada individuo sea el escultor de su propio destino.
Hay que reconocer que ese principio rector
de la vida norteamericana, encuéntrase en la actualidad debilitado. La crisis
sub prime fue una prueba de ello, donde la honesty americana, piedra basal de
esta construcción social, se demostró bastante de capa caída. El endeudamiento
de las personas y del Estado Federal es hoy desbocado en Estados Unidos. Pero
es esa otra crisis. No la nuestra.
Ahora bien, el capitalismo, o sistema de economía
de mercado, o el neoliberalismo como le motejan sus detractores, requiere, para
su legitimidad, es decir, para la conformidad de quienes viven bajo este modelo,
que los individuos, manejen un alto grado de autonomía y conciencia propia
sobre la consecuencia de sus actos. Las decisiones económicas son el
ejemplo de la relevancia de moderar los actos a sus consecuencias. En la
disyuntiva de ahorrar/consumir está un ejemplo clásico -desde luego no el
único- que marca la efectividad del sistema capitalista y el mayor o menor
compromiso de los individuos para con él.
El debate sobre las pensiones en Chile que
estalló hace dos años y medio, es el ejemplo palmario de la crónica disociación
que el chileno económicamente activo tiene, entre decisión económica y su
resultado. Me sorprende que las élites, incluido el padre del sistema José
Piñera Echenique, en su defensa del sistema de capitalización individual, ocultan
una evidencia prístina, como si fuese algo enojoso que no hay que mencionar: Nadie
puede tener suficiente renta previsional si no ahorra lo suficiente. Todos
están formalmente informados sobre el estado de sus ahorros, todos son libres y
todos, en la medida de sus posibilidades ha estado siempre en la posibilidad de
ahorrar supletoriamente lo que les impone la ley. Obviamente para las rentas
muy bajas, la capacidad de ahorro es mínima. Pero, al menos yo, no he escuchado
ninguna propuesta de solución que destaque que esa es la única vía probadamente
conocida de tener una buena pensión: ser una persona ahorrativa y con
disciplina de ahorro por sobre el imperativo legal, durante todo su período
económicamente activo y tampoco he escuchado propuestas sólidas que premien
tributariamente o a través de algún subsidio, el ahorro personal.
La circunstancia que, en los Estados
Unidos no exista sistema previsional imperativo (en que el empleado o
trabajador independiente esté obligado a ahorrar) marca la evidente y
manifiesta diferencia entre una sociedad genuinamente libertaria y otra como la
nuestra libertaria solo para los derechos, pero no para los deberes. Decidir autónomamente
abstenerse de consumir para ahorrar, es parte ineludible de la adhesión al sistema
de mercado libre y requisito sine qua non de su éxito y legitimidad.
Economistas y analistas han aplaudido el
éxito de la economía de mercado en Chile. Pero han tapado el sol con el dedo de
suficientes datos que demuestran, que el compromiso del chileno con el
sistema capitalista ha estado solamente del lado del consumo, no del ahorro.
La tasa de crecimiento económico entonces, pasa a ser el oxígeno dado a alguien
con insuficiencia respiratoria, o esteroides para el atleta cojo. Eso es lo que
ha sido históricamente el chileno, enfrentado a decisiones económicas; un
atleta cojo.
Despertar a la realidad, constatando que
las consecuencias de nuestros actos nos son adversas, genera emociones por lo
general negativas. Esta habitual conducta desconectada del futuro, angustia, y
hace rechazar la sociedad libertaria. Las clases media y baja, históricamente
desconectadas del consumo, al constatar el precio que han de pagar por
conductas relativamente desconectadas de sus consecuencias, salen a “demandar”
un orden político y social de sumisión y de protecciones. Ese famoso concepto
de la socialdemocracia europea “seguridad desde la cuna hasta la tumba” en el
caso de los latinoamericanos, comporta la sumisión a un padre protector que se
llama Estado. Se institucionaliza una doctrina de la irresponsabilidad, no solo
entre los políticos que trabajan para el demagógico aplausómetro, sino incluso
en fallos judiciales de nuestra Corte Suprema que, amparándose en principios de
muy dudoso sustento, dan por una verdad axiomática aquello de la imprevisión crónica
de los individuos para con sus ahorros para la vejez, y sostienen que la
protección del Estado viene siendo como un principio de derecho natural. La
previsión social sería un “derecho humano” intangible. Se asume que es
responsabilidad de alguien, velar por nuestra protección en la senectud. La
sociedad chilena, fundada en la precariedad y la pobreza, desde nuestro período
colonial ha venido esperando el Real Situado[4],
la subvención, el beneficio gratuito sin contraprestación.
El fenómeno descrito no solo es visible en
las clases sociales menos adineradas que hace pocos años han conocido los
“beneficios” de la sociedad de mercado en Chile. Ya el año 1982 conocimos una
crisis económica que afecto a la clase más pudiente, causada fundamentalmente
por la imprudencia en el gasto y la alergia al ahorro. Hoy también la clase más adinerada manifiesta su imprevisión; en
Santiago hay una proporción de automóviles de super lujo, como no se ven en
muchas capitales del mundo de ingresos per cápita muy superiores.
La calidad de las decisiones económicas de
las diferentes clases sociales es crónicamente deficiente a la luz de la triada
armónica de toda economía; gasto-ahorro-inversión. Nos compramos solo la dupla
gasto-endeudamiento. Esta circunstancia, que por sabida se calla y por
callada se olvida; es una de las causas más importantes de la crisis social.
b.
Conceptos
de economía política en cuestionamiento
Hemos vivido en nuestra sociedad chilena,
desde el advenimiento de lo que se da en llamar progreso y desarrollo,
un cambio profundo y de consecuencias importantes, en el estado deseado de las personas,
individual y grupalmente. Cambiaron las metas personales que las personas y
grupos habían tenido en el pasado. Y la consecuencia de este cambio ha sido una
mutación en la manera en que son apreciados
los bienes perseguidos. Teniendo presente que cada uno de
nosotros, rodeados y limitados por las circunstancias que acompañan nuestras
vidas, desde siempre hemos deseado lo que es posible desear. Esa percepción de “lo
que es posible”, es lo que ha cambiado con el advenimiento del capitalismo
criollo. El telón de fondo de este cambio, es un soporte conceptual que ha
animado al sistema capitalista de mercado, premisa basal de la economía
política capitalista que me apresto a cuestionar: los recursos son escasos y
las necesidades ilimitadas.
No someto a duda
ni discusión la primera de las premisas, los recursos son escasos. En
cualquiera gradación que se dé la vida biológica en el planeta, aquella premisa
es una circunstancia permanentemente presente. En lo que el capitalismo teórico, me parece,
se equivoca es en aquello de las necesidades son ilimitadas. Ello por
una razón muy trivial que el hombre contemporáneo tiende a soslayar: la vida
es limitada; en tiempo, en espacio y en infinitas otras circunstancias que le
acompañan. El arte de vivir humanamente es el arte de elegir en las
disyuntivas que imponen las circunstancias. Las necesidades económicas pues,
son siempre funcionales y por ende limitadas a esas circunstancias. Cuando
percibimos que las necesidades económicas son ilimitadas, es porque no estamos
ejerciendo el gobierno sobre nuestras vidas y no estamos viviendo humanamente
en sentido radical de la palabra.
Lo que ha
cambiado el sistema económico de mercado, acompañado de la explosión
tecnológica que más adelante referiré, son las cosas a disposición de las
personas (paradojalmente denominadas por la economía política genéricamente
“bienes” sin discernir si lo son o no), y la circunstancia que es posible
conseguirlas si logras adquirirlas especialmente con dinero y secundariamente
con cortar algunas ataduras sociales tales como, la maternidad, la paternidad, el
uso del ocio etc. Si analizamos historiográficamente nuestro país, los deseos de
la gente del siglo XIX, y de la primera mitad del XX, era abisalmente diferente
al del Chile contemporáneo. Este soporte teórico que nos provee la ciencia
económica en boga, de la infinitud de las necesidades económicas,
implícitamente estimula el desgobierno personal, gobierno que, como señalé en
el apartado precedente, es muy deficiente y frágil en Chile.
Los chilenos nos
tomamos a pecho, aquello de las “necesidades ilimitadas”. Las ventas de
automóviles, celulares, viajes al extranjero; reventaron todos los precedentes
el año pasado. El compromiso con el sistema como ya señalé va por el lado del
consumo y la distancia entre la realidad fáctica y nuestro deseo de poseer,
genera angustia, hastío, rebeldía y violencia. Pareciera ser que esa misma
clase media la que sale a la calle a protestar contra “los abusos” se ve en la
disyuntiva subjetiva descrita.
Los economistas
teóricos señalan “Chile es el País latinoamericano que ha salido de la
pobreza”. Pero, así como los sociólogos no definen lo que es sociedad, los
economistas solo entienden por pobreza estadísticas indexadas. Las estadísticas
son importantes para explicarse una serie de fenómenos, pero no para explicarse
lo que ontológica y políticamente es, la pobreza/riqueza. Y la definición ontológica
y política es sorprendentemente sencilla y a la vez importa un torpedo a la
línea de flotación de cierta economía teórica. Pobreza es presencia de
necesidades y riqueza es ausencia de necesidades. Llámase a las necesidades
económicas en el ámbito político para eludir la cuestión de fondo,
“expectativas”. Aquello le da un tinte de subjetividad infinito al problema que
permite eludir la definición objetiva de que estamos hablando cuando decimos
necesidades económicas.
Nadie se forma
juicio por los datos estadísticos. Los juicios (o fragmentos de juicio) que
tienen quienes protestan por el estado de cosas se fundan en emociones que
surgen de enfrentar las circunstancias que los rodean y sentirse subjetivamente
superados por ellas. Si el “sistema” ha prometido bien-estar (obsérvese como se
compone esa ilustrativa palabra) a quien posea cosas, aquella “promesa” será
siempre de aire, por cuanto la relación necesitar y poseer da forma a una curva
exponencial (esto es, cada vez más alta a medida que avanzamos en la curva) y
por definición, fuera de las oportunidades fácticas de todo el que se deje
gobernar por la ansiedad del consumo. Así las cosas, la sensación de malestar
florece como un torrente, por cuanto el chileno no está adiestrado en la
autocontención de su vida personal, autocontención que los individuos de
naciones con una tradición cultural diferente a la nuestra ejercen en mayor
grado.
c. Disolución de las limitaciones normativas de los deseos
Acompañó a la sociedad chilena
desde su nacimiento, la Iglesia Católica. La Santa Madre normó, ordenó y
controló las vidas de una proporción importante de los chilenos, desde la cuna
a la tumba. Padece la milenaria institución una crisis global que todos conocen.
Esta crisis inédita la ha llevado a perder casi por completo el liderazgo
espiritual y la confianza en sus prescripciones. La Iglesia Católica hoy no
tiene autoridad normativa. Antes predicaba mandamientos; hoy derechos. Otras
iglesias cristianas mantienen un círculo de control normativo sobre la feligresía,
pero su capacidad de socializar las normas de autocontención para los
individuos es frágil. Otros sistemas de creencias de autoayuda o de religiones
no cristianas, tienen una difusión menor y no entran en conflicto con la
normativa dominante.
El principal agente socializador en
el Chile contemporáneo es el poder económico. Este a través de la publicidad
comercial, y a través de cooptar la casi totalidad de los medios de radio y
televisión en nuestro país, imponen una agenda valórica funcional a que el
sistema económico siga funcionando. Campañas de “liberación” en distintos
ámbitos potencian un concepto de libertad personal que se podría definir como, Hacer
lo que te venga en gana, son funcionales a objetivos de maximización de
utilidades y gobernanza global. Aquel superficial concepto de lo que es la
libertad, soslaya todo análisis ontológico del concepto verdadero que es, aquel
ordenamiento de la conducta a un deber ser sobre tu destino personal definido
por ti mismo.
La anomia[5]
que vive occidente completo (que bautizó Zygmund Bauman como la sociedad
líquida)[6],
a las culturas meridionales que fueron paternalmente conducidas por la Iglesia
y sus restricciones, las golpea doblemente y es promesa de caos; porque no
poseemos la fortaleza personal que culturas como las nórdicas o japonesas (por
poner dos ejemplos) poseen, fruto de una tradición cultural que imponía el
autogobierno personal.
d.
Los medios tecnológicos y la comunicación social
Por milenios el hombre se
comunicó verbalmente de punto a punto como diría un radio telegrafista. Solo en
el siglo XVII se inventó la imprenta con lo cual muchos (los lectores) pudieron
incorporarse a la recepción de información despachada por muy pocos emisores
(escritores). La tecnología de comunicación del siglo XX (radio y televisión),
masifica y amplifica el universo de receptores, pero los emisores siguen siendo
las élites. El Tsunami tecnológico de los Smartphones y de las llamadas redes
sociales ha cambiado radicalmente esta proporción entre emisores y receptores
que acompañaba al hombre desde hace siglos. Se han amplificado exponencialmente
los emisores. Esto, que pudiere considerarse funcional a la promoción de la libertad
personal, solo lo es cuando quienes ejercen la tarea de emisores manejan
conceptos complejos y un discurso racional. Conceptos complejos tales como, libertad,
empatía, cooperación, y consecuencias de los conflictos; cuando son usados
adecuadamente en un discurso racional, permiten a los seres humanos ejercer en
común el gobierno de su comunidad (democracia). Cuando los emisores solo
pretender con palabras expresar pulsiones, se produce como un Babel de
desconexión entre las personas, y el conflicto se expande como el fuego sobre
la hierba seca. Adicionalmente el problema se agrava por cuanto, la sola posibilidad
de expresarse y tener audiencias a veces de miles y hasta millones de
receptores, genera una falsa autopercepción de la legitimidad de los juicios emitidos
en las redes sociales, por absurdos que estos sean. La conflictividad que
generan emociones desbocadas por las tensiones de personas sin un gobierno
personal mínimo, cuando tienes miles de receptores, es enorme.
Pero no solo la tecnología de las
comunicaciones deshumaniza. También los medios de transporte y su sofisticación
contemporánea generan una falsa autoimagen de potestad, que, si no va
acompañado de prudencia, también es causa de conflictividad. Igualmente, la tecnología
alimentaria, ha permitido la revolución y masividad en la disposición de los
alimentos como nunca en la historia de la humanidad. Nunca antes las personas habían tenido a su disposición la
cantidad y calidad de alimentos que hoy disponen. De tal modo que, una
precariedad tan trivial y universal como el pan nuestro de cada día, hoy
ha perdido relevancia subjetiva en las conciencias personales por su masiva y universal
disponibilidad.
Un párrafo especial es el que
merece la tecnología médica. Enfermedades que no tenían cura ni tratamiento de
mitigación, hace treinta, veinte o diez años; hoy lo tienen. El problema es que
hay que pagarlos y generalmente corresponden a tecnologías onerosas. Eso genera
un sentimiento de ansiedad enorme cuando está fuera del alcance financiero del
paciente. Y la sensación de desigualdad se manifiesta con los pacientes que si
tienen los medios para pagar. Legitimo o ilegítimo, justo o injusto, aquello
genera intensas pasiones y malestar.
e.
La deformación de la percepción subjetiva de los límites personales
Los fenómenos de la tecnología
moderna que he mencionado en el apartado anterior tienen un impacto global que
aún no se ha dimensionado, pero que ya se ha manifestado en la conflictividad
social. Indignados de España, Chalecos amarillos de Francia y el conflicto
gatillado el 18/10/19 en nuestro país.
La consecuencia del facilismo
tecnológico expresado precedentemente es una autopercepción deformada de los
límites personales. Había una publicidad de un Banco comercial que decía “Lo
quieres; Lo tienes”. Es aquella una utopía presente. De modo que si yo pienso y
digo; “Chile tiene que cambiar para que mis deseos se hagan realidad” eso debe
ser realidad si o si; sin discurso, sin reflexión, sin dialogo, sin conexión
con los medios ni sus consecuencias. Es quizá lo más grave de esta crisis: su
completa irracionalidad y voluntarismo en el discurso (o seudo discurso).
f.
La convergencia de deseos y expectativas desbocadas, en un contexto de
tecnología que las hace posibles
Este último apartado de la
“crisis de los deseos” es un fenómeno que afecta a las élites: Las élites
políticas y sociales reciben las “demandas sociales” y reaccionan demagógicamente
con la misma irracionalidad de las
masas. Existe una confianza casi mítica en que las cosas se arreglarán en el
camino, porque la tecnología financiera o de otro ámbito, no tendría límites.
Es cuestión de “echarle para adelante”.
Es oportuno en esta parte
recordar los discursos del ex presidente de la Fed norteamericana Allan
Greespan antes de la debacle de la crisis sub prime. Cuando le presentaban las
evidencias de que existía una total irracionalidad en la administración
financiera de la banca, con expectativas desbocadas, su reacción era, “se
solucionará solo porque siempre se soluciona”.
A mi juicio hoy el gobierno y las
élites políticas apuesta a lo mismo que Greespan: basta crear prosperidad y las
cosas se solucionarán solas (“es la economía, estúpido” Clinton dixit)
Pero basta una reflexión racional
para darse cuenta qué la zanahoria colgada en la frente del borrico, no calmará
al borrico. Por el contrario, débil de autocontención el chileno, a mayor
prosperidad, mayores deseos, angustias, rabia y rebeldía.
2.
2. LA DEMOLICION DEL ROL REPRESOR DEL ESTADO
a. Que es el Estado moderno
Sociedad, es una palabra equivoca
para identificar a la colectividad humana. Palabra de connotación jurídica que
se deriva de una concepción ideológica teórica de dudoso fundamento, nacida en
los orígenes del liberalismo. Según Rousseau existió en el origen de los
tiempos un contrato social, que ha hecho nacer a la “sociedad”. Pero en verdad,
en los colectivos humanos existe desde siempre, tanta sociedad como disociedad;
es decir, individuos que respetan los derechos de los otros que comparten esa
colectividad, y personas que no lo hacen. Los humanos nos relacionamos
colectivamente desde tiempos inmemoriales no por un pacto teórico que nunca
existió. Hemos aprendido con muchos accidentes, a convivir para hacernos el
menor daño posible y maximizar nuestras vidas. El derecho es una creación
humana destinada a hacer posible la vida en común. El surgimiento de la
modernidad ha hecho que los colectivos humanos sean progresivamente más
complejos y el Estado moderno, es una herramienta jurídica donde los individuos
se desprenden de la potestad de usar la fuerza unos contra otros, entregándole
esa potestad en exclusiva a este ente impersonal que es el Estado. El Estado puede
y debe ejercer el uso de la fuerza coercitiva de manera monopólica y excluyente.
En términos más explícitos, el Estado ejerce una acción que impide que todos
hagan su voluntad, pero debe hacerlo a través exclusivamente del derecho. El
derecho es entonces la potestad coercitiva del Estado que debe someter la
voluntad de los individuos, quiéranlo estos o no lo quieran, a las
prescripciones de conducta que el colectivo se ha dado. ¿Cómo llegaron a
instalarse esas prescripciones de conducta? La respuesta a esa pregunta
dependerá del tipo de gobierno que esa sociedad se ha dado, o se le ha dado. En
el caso de Chile existe un consenso unánime (al menos exteriorizados) que esa
forma de gobierno debe ser una república democrática. ¿Qué queremos decir con
que sea una república? Pues que está regida por leyes y normas derivadas de las
leyes, que existen para el caso general y no particular, normas que rigen para
todos y con anterioridad a la ocurrencia de las conductas que rigen. ¿Qué
queremos decir que sea democrática? Que esas leyes y normas derivadas coercitivas
fueron establecidas y controladas en cuanto a su vigencia, por un cuerpo de
delegados y representantes de la colectividad donde imperan. El Estado moderno,
creación relativamente reciente de no más de tres siglos, se ha ido
complejizando a medida que la sociedad se ha ido complejizando. Su historia
corre desde que la humanidad tenía 500 millones de habitantes hasta los tiempos
que corren que somos 7500 millones de habitantes. La técnica moderna, que en
otros aspectos ha facilitado la vida de los humanos en el planeta, ha
complejizado más aun la vida cotidiana; y esta creación jurídica que es el
Estado, ha debido irse ajustando a los nuevos escenarios. Una tercera dificultad,
ha sido la velocidad vertiginosa que ha ocurrido el cambio, lo que hace
particularmente inestable los equilibrios que el Estado pretende imponer. Más
aun como pasaré a describir, cuando es afectada por los sofisticados
procedimientos de guerra psicológica.
b. b. La doctrina de los Derechos Humanos
Los derechos humanos, no son solamente, como pudiera pensarse inicialmente, un cuerpo de leyes o normas
codificadas, tal como se encuentran jurídicamente sancionada por cuerpos
colegiados internacionales de gobernanza global (NU, “Declaración Universal
de los Derechos del Hombre” y OEA “Convención Interamericana de Derechos
Humanos”). Es más que eso; es una doctrina. Y más que una doctrina; una
doctrina intangible. Una doctrina es un cuerpo de ideas. Que se asuman como
verdad intangible, quiere decir que no pueden tocarse, ni ser sometidos a
cuestionamiento. Tienen, en el colectivo especialmente en las elites, una
condición sacrosanta amparada básicamente en su génesis. En efecto, esta
doctrina ha nacido a reacción de episodios históricos pretéritos entendidos
como caóticos y/o injustos que ha sufrido la humanidad, y que a través de esta
doctrina se han pretendido dejar atrás, evitar y prohibir para siempre. Me
refiero a la revolución francesa que ideológicamente construyó la idea que
dejaba atrás tiempos oscuros, injustos y por ende proscritos; y los acuerdos
posteriores a la segunda guerra mundial, donde los vencidos fueron definidos
como el mal en la tierra, mal erradicable a través de someter a la comunidad
internacional a un código de conducta global, que los derechos humanos, con sus
prohibiciones implícitas, harían posible.
En los tiempos que corren, revelar
la fragilidad conceptual de los derechos humanos que pasaré a relacionar, es
como poner en cuestión que el sol giraba alrededor de la tierra en épocas de
Copérnico. Su condición de verdad incuestionable nos hace, a los que impugnamos
esta doctrina, herejes y parias intelectuales. Aun así, procedo.
Mi primera cuestión sobre los
derechos humanos o del hombre y del ciudadano, es de carácter
semántico: es una tautología. No existen derechos no humanos ni que afectan a
un ente que no sea hombre. Hacer presente esta cuestión, no es baladí ni un
recurso retórico para epatar al burgués. Cualquiera puede darse cuenta
de aquello: los animales, las plantas y las piedras del camino no tienen
derechos. No porque tengan una condición existencial inferior al hombre, sino
esencialmente porque no pueden ejercerlos. No son capaces de alegar su
titularidad. Esta inicial confusión tiene consecuencias como señalaré más
adelante.
Los derechos humanos codificados
en las convenciones señaladas no son nuevos. Quiero decir no nacieron con la
Declaración Universal de la NU ni en la Convención republicana francesa.
Existían antes, en muchas sociedades, tan sofisticadas y complejas como la
contemporánea. Esta pretendida autoridad fundacional se sostiene en una utopía
que es el soporte de la modernidad: La utopía del progreso universal, que a su
vez la soporta otra creencia: Nosotros los contemporáneos estamos en el bien
y dejamos el oscuro mal atrás y todo cambio es progreso, es decir mayor bien.
Los derechos humanos son
conceptualmente una entelequia incompleta. Todo derecho supone dos personas: un
sujeto activo; el que ostenta el derecho, y un sujeto pasivo; el que soporta el
derecho o tiene el deber correlativo. Un código jurídico serio y destinado a
imperar eficazmente tal como el Código Civil chileno redactado por Andrés
Bello, define claramente las conductas y define claramente los titulares de los
derechos y quienes deben soportar los deberes que implican esos derechos. Ni la
Declaración Universal acordada por las Naciones Unidas ni la Convención
interamericana de Derechos Humanos acordada en la sede de la OEA, codifican
claramente las conductas, ni identifican a los sujetos pasivos de cada uno de
los derechos. Más grave aún, ordenan a los Estados miembros que penalicen – y
lo hacen con penas gravísimas- conductas que son tipos penales abiertos, esto
es, conductas cuya identidad con la norma es materia de juicio absolutamente
subjetivo. Un solo ejemplo: se proscribe el “trato degradante a los
detenidos”. Ser detenido es de suyo degradante. Me pregunto, ¿Cómo lo hace
un agente de orden y seguridad para detener a un delincuente -medida
esencialmente de fuerza- sin que el trato sea degradante?
La cuestión no es trivial porque
esta misma vaguedad, indefinición y carencia de identidad de los obligados a
los derechos codificados, impone una parálisis al sistema punitivo de los
estados miembros. Por esta razón, de la Convención Interamericana de Derechos
Humanos, no forman parte Estados nacionales serios y que tienen claro por qué y
para qué gobiernan. Me refiero a Estados Unidos, Canadá, Cuba y Venezuela.
Estados Unidos incluso, después de usar y abusar de las condenas por
violaciones de derechos humanos en el seno de las Naciones Unidas contra sus
enemigos políticos, recientemente y después de la designación de Bachelet como
Alta Comisionada ha denunciado y ha dejado de ser parte, de esa comisaría,
declarando unilateralmente que no se someterá a sus dictados.
Es tal la subjetividad y los
criterios no jurídicos que animan la praxis de la burocracia elítica que coopta
estos organismos, que hay derechos humanos codificados en las convenciones
vigentes, que por no ser funcionales a las agendas políticas en curso,
patrocinadas por los mismos organismos dependientes de Naciones Unidas,
simplemente no se aplican como si no existiesen. Por ejemplo, prescribe la CIDH
que toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho estará
protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la concepción. Sin embargo los mismos burócratas de las
NU en la convención de derechos sexuales y reproductivos promueven con carácter
coercitivo el aborto, que viola el derecho a la vida del que está por nacer,
aplicando graves sanciones a estados africanos que se ha resistido a legalizar
el aborto. Además, ha
proporcionado el soporte ideológico para corromper nuestro derecho penal
interno, al hacer posible que se apliquen penas gravísimas a personas a quienes
se les han imputado conductas que no han sido acreditadas en juicio justo,
violando principios fundantes del derecho penal como son, la prescriptibilidad
de los delitos y de las penas, las leyes reguladoras de la prueba, el principio
de inocencia, el principio no puede existir condena si a la fecha de la
conducta esa conducta no era delito etc. etc. Todos ellos principios jurídicos
fundantes de la paz social existentes desde el derecho romano.
Nuestra ex presidenta Michel
Bachelet, para pavimentar una agenda personal que la llevaría a presidir el
Alto Comisionado de Derechos Humanos con sede en Ginebra, promovió el año 2009 la
creación del Instituto Nacional de Derechos Humanos, como persona jurídica de
derecho público con personalidad jurídica y patrimonio propio, financiada con
los impuestos de los chilenos pero también con financiamiento internacional (es
decir una cabeza de playa de las influencias foráneas al régimen político
interno). Este INDH cooptado por burócratas generosamente remunerados, que
nadie ha elegido democráticamente, desembozadamente y sin ningún argumento
jurídico válido, solo consideran sujeto pasivo de los derechos humanos al
Estado. Pero además solo atienden las transgresiones del Estado que afectan a
quienes les son políticamente afectos, proyectando en su proceder un talante profesional,
a un quehacer totalmente discrecional, arbitrario y que viola el artículo 7 de
la Constitución, negando su intervención cuando las trasgresiones, por
evidentes que sean, afectan a víctimas que no comparten su agenda política.
Este organismo dotado de enormes medios económicos y al albedrio de poderes foráneos
a la república, ha demostrado que es capaz de neutralizar el rol de las fuerzas
de orden haciéndolas completamente estériles para controlar el orden público.
He aquí la causa del descontrol absoluto que ha destruido la convivencia en
Chile desde los inicios de la crisis.
Hemos visto por la televisión
funcionarios remunerados por el Estado, observando reventones de violencia
criminal en la calle, ocupados en verificar las conductas de los policías que
resisten la violencia criminal y protegen la paz social. Los delincuentes transgresores
atacan violentamente a la policía buscando destruir la integridad física de los
agentes de orden, pero esas violaciones de derechos humanos no son objeto de
denuncias ni de interés por estos burócratas del INDH. Completa este sainete los
periodistas que martillan el cerebro de los telespectadores repitiendo (los
contabilicé) más de sesenta veces una escena donde policías se defienden de la
turba. Una escena surrealista que
insulta la racionalidad de los ciudadanos y es promesa de caos.
En resumen: Los derechos humanos
elevados a las alturas de dogma sacrosanto, no son más que un código jurídico
deliberadamente impreciso y vago, destinado a ser usado por las potencias y por
burócratas para desarrollar agendas políticas antidemocráticas, satanizando a
quienes se opongan a esa praxis. Los criterios para poner el pulgar hacia arriba
o hacia abajo en materia de los llamados derechos humanos, está
discrecionalmente en manos de burócratas que nadie ha elegido democráticamente
y que tienen la mayor disposición a enjuiciar y a condenar a naciones pequeñas
y sin poder global como la nuestra, estando presionados por el cabildeo opaco
que supone este tipo de organizaciones generosamente financiadas por poderes
que ningún chileno controla. La adhesión a estas convenciones internacionales
supone una enajenación del poder soberano de la República de Chile a niveles que
comprometen la libertad personal de todos sus habitantes.
c. c. La guerra, continuación de la política por otros medios
El título de este capítulo es, como se sabe, un apotegma formulado
por el teórico de la Guerra Carl Von Clausewitz. La guerra consiste – Von Clausewitz
dixit- en imponer la voluntad al enemigo usando como medio, la máxima
fuerza disponible, privando al enemigo de su poder. La política en cambio
debería ser, imponer la voluntad al contendor, usando como medio la persuasión
racional. Es esa la diferencia de medios a que se refiere Von Clausewitz.
Cabe preguntarse si es posible sostener o creer, luego de 22
días de violencia organizada, que el fenómeno que analizamos es un mero estallido
de malestar de un porcentaje de la población carenciado al límite de lo
tolerable. No hay ningún dato serio que avale esa creencia. Es más, nunca en la
historia de la república había estado menos carenciado de lo esencial para la
vida humana. Lo que hay en curso es una sedición más o menos organizada, por
causas y con agendas difusas que pretende interrumpir el mandato del gobierno
constituido.
La andanada de críticas -desde la extrema izquierda hasta del
Comandante de la Guarnición de Santiago- que recibió el Presidente de la República cuando
señaló que estábamos en guerra luego de que el lumpen azolara Santiago,
demuestra la mala fe o la incultura semántica de toda nuestra clase política; y
en el caso del general de ejército mencionado, su deslealtad para con el primer mandatario,
porque resulta imposible que un militar no sepa lo que es la guerra. Dicho eso,
el estado en que se encuentra hoy el País es el siguiente: Se trata de imponer por
parte de los sediciosos, un cambio político al gobierno elegido
democráticamente que recibió un mandato constitucional, a través del uso de la
mayor fuerza disponible, privando al enemigo (el gobierno) de su poder (la
fuerza pública y los estados de excepción constitucional).
El gobierno recibió un apoyo electoral en base a una
declaración de principios y objetivos expresados en un programa, pero el
Presidente en el afán de congraciarse con los sediciosos, ha optado a lo
Groucho Marx, por manifestar su total disposición a cambiar esos principios por
los que los sediciosos o la oposición crean conveniente.
Quienes encabezan esta sedición, no pretenden imponer la
voluntad al contendor, usando como medio la persuasión racional, sea porque no
tienen razones, o sea porque las razones que tienen han de ser impresentables
por impopulares ya que no las explicitan. Los sediciosos usan recursos
semánticos fragmentarios para poner énfasis en los errores y contradicciones
del actual estado de cosas, pero eluden sistemáticamente proponer el curso de
acción que ellos creen debe imponerse, conforme al ideario que los motiva.
El actual estado de cosas se sustenta en un ordenamiento
jurídico expresado en la Constitución vigente. Obviamente la Constitución es
pública, se puede leer y entender lo que dice. Si yo digo “Nueva constitución”;
estoy diciendo que rechazo la vigencia del actual texto, pero no expreso que es
lo que quiero en su reemplazo. Esto, sumado a la sumisión que el Presidente ha manifestado
para con los sediciosos, auguran una debacle de la República. Esta transgresión
que la mayoría electoral y la ciudadanía pacífica es víctima, sumado a la
inexistencia de liderazgo, propicia el aumento de violencia, del caos, de la
pobreza y la destrucción de una obra de progreso inédita en la historia de
nuestro país.
3.
3. EL CAOS COMO MEDIO DE DESCOMPRESION DE EMOCIONES AUTODESTRUCTIVAS
a. El instinto de muerte
En un libro del filósofo y
pensador alemán Ernst Jünger que intituló “Tormentas de Acero”, me impresionó
el relato del primer capítulo, donde el autor describe el día exacto en que el
Imperio alemán declaró la guerra, que el mundo conocería como, la Primera
Guerra Mundial. La escena descrita se me ha quedado grabada. El autor era
apenas un muchacho en edad de ingresar a la universidad. Disfruta del corto
verano prusiano. Estaba ocupado en observar a un obrero que reparaba un tejado.
La noticia llegaba de boca a boca dado que la radiotelefonía era entonces
limitada. Retrata el momento en que la civilización occidental, cuyo centro era
Europa, y uno de los núcleos de inteligencia de aquella Europa era precisamente
Prusia; había alcanzado su cenit. La reacción colectiva que describe no puede
ser más desconcertante. Aquellos hombres y mujeres, teniéndolo todo en el
sentido humano – prosperidad, cultura, arte, ciencia, pacífica convivencia
nacional-, hombres cultos y prósperos; a la voz de guerra y destrucción, masivamente
salen a las calles exultantes de alegría. La guerra: Promesa de destrucción,
muerte y desolación, los torna eufóricos. El obrero deja el martillo en el
tejado y sonríe al ver la alegría de los jóvenes que pronto serían guiñapos de
sangre y barro en medio de las trincheras. Hago mención esta anécdota lejana
del tema central, para ilustrar lo que muchos políticos contemporáneos por
estulticia no toman en cuenta. La paz no es eterna y no es siempre deseada por
la colectividad humana. El buenismo nacido con la post segunda guerra nos ha
inculcado la falsa idea de la paz y progreso perpetuos y gratuitos.
Esta emoción que hace presa
de las personas de toda época y de toda cultura, los antiguos griegos ya la habían
bautizado: El tánatos. Sigmund Freud en un esclarecedor ensayo, recupera este
concepto para la ciencia social contemporánea; El instinto de muerte[7].
Un apetito hacia un estado de tranquilidad total, que propicia retornar al
estado inorgánico previo a la existencia. El supremo hastío con la vida
cotidiana. “Paren que yo me bajo”, pareciera ser la descripción de esa emoción,
que con su contrapunto; el eros, el instinto de vida; conformarían los dos
instintos básicos de la humanidad y de la naturaleza toda. En el estallido de
violencia iniciado el 18/10/19 hay algo de esto. El caos que gatillan las
personas es la expresión de un espíritu autodestructivo. Uno de los pocos
formalizados por la destrucción del metro es un profesor universitario, culto y
amante de la música clásica. El supremo hastío parece ser su motivación.
b. El liderazgo maternal
Podemos conjeturar las
características del hombre ideal de la democracia; racional, empático,
previsor, responsable de la consecuencia de sus actos, respetuoso de los
derechos de las minorías, cultor del orden y armonía familiar, trabajador y
amante de la paz. Este modelo no comporta ese espíritu obscuro que nos depara
el tánatos. Pero la realidad a menudo nos demuestra que este maniquí
democrático no coincide con el hombre real. Novelistas de la talla de Flaubert,
Wilde, Thomas Mann, David Foster Wallace, Hollebeck; describen el colapso del
espíritu de sus personajes, cuando el orden, la normalidad, y el aburrimiento
los rodean como un enemigo pone sitio a una ciudad amurallada. Ambiente
espiritual que los impulsa a conductas destructivas o auto destructivas.
En un mundo domesticado, que
quiere instituir cárceles que sean centros de “reinserción” de los
delincuentes; mundo donde los transgresores sociales son considerados enfermos
que deben ser sanados; donde la pena de muerte se le considera un crimen
social; los conductores de la sociedad, pasan a ser algo así como una autoridad
materna que impide explotemos nuestras potencias destructivas.
¿Cuáles han sido los
“remedios” a las conductas transgresoras de las élites maternales?:
·
Una buena educación. Cuando algún patético
violentista de la barra brava del colo colo o de boca juniors, reciba una buena
educación, mutará en un buen ciudadano.
·
Al explicar con buenas razones que
educación gratuita para universitarios es objetivamente injusta para los
desamparados, los indignados que lo demandan desistirán.
·
Desincentivar al trasgresor violentista
con leyes penales severas, actuará como inhibidor de aquellas conductas en sus
seguidores.
Si ejercemos el juicio
racional, en el fondo insobornable de nuestra conciencia, sabemos que aquello
no sucederá. El violentista lo es por libre convicción; el indignado que demanda gratuidad, le importan un bledo los pobres;
el que demanda el fin de las AFP no le interesa saber cómo solucionarle la vida
a los demás; quiere para él una pensión satisfactoria.
Entonces; ¿los hombres
racionales que conducimos y gobernamos nuestras vidas, conforme a pautas de
conducta empáticas, estamos condenados a ser avasallados por los trasgresores?
Debemos asumir lo que la
sociedad es – el ethos social-, desechando la visión mirífica de lo que
desearía que fuese. Ortega y Gasset[8]
señala que la sociedad es tan constitutivamente el
lugar de la sociabilidad como el lugar de la más atroz insociabilidad, y no es
en ella menos normal que la beneficencia, la criminalidad. El Estado es siempre
y por esencia presión de la sociedad sobre los individuos que la integran.
Consiste en imperio, mando; por tanto, en coacción, y es un «quieras o no».
¿Qué tiene que ver esto con
nuestro dilema? Pues todo. Son los trasgresores sociales, el elemento masculino
del colectivo, que desafía al conservadurismo femenino de las instituciones
políticas miríficas que hoy nos rigen o pretenden regirnos. Esto porque los
trasgresores administran el tánatos social. Y por ello son los dueños del espacio
público.
En mi opinión, la clave es
invertir esta cuestión para evitar que la insociabilidad sea la dueña de la
calle. El poder jurídico del Estado debe ser dueño y administrador del tánatos.
Los llamados “movimientos
sociales”, la mayor parte de las veces son grupos de presión que abogan por
prebendas que por regla general conculcan o afectan los derechos del resto de
la sociedad. Existen y están en proceso de expansión, por mera tolerancia del
aparato jurídico estatal. Incluso, los gobernantes “maternales” saludan estas
“expresiones del sentir de las calles” como una mamá que permite al niño jugar
con barro para que libere su energía. Demagogos incentivan a inadaptados
patéticos en reventones de violencia callejera, proponiendo a masas ignorantes
e irresponsables con la consecuencia de sus actos, decenas y después centenas
de iniciativas de destrucción del tejido social.
Creo que no podemos suprimir
el “espíritu de muerte y destrucción” latente en la sociedad porque está en la
íntima y profunda naturaleza humana. La cuestión consiste en quien administra
el tánatos de la sociedad. Las disyuntivas no son por ideas. Desde luego los
demagogos se niegan a dar razón sobre sus propuestas. La cuestión es, quien se
erige en el perro alfa de la
sociedad: Si es el orden o es el caos.
El Estado, el poder
jurídicamente constituido, debe recuperar su rol de “papá” de la sociedad. Esta
actitud meliflua y mirífica del poder político formal, nos tiene de cabeza. ¿Mi
propuesta? La PAX republicana. Resucitar el respeto sagrado por la ley escrita.
Disuadir, pero también castigar a los transgresores. Desempolvar instituciones
en desuso como la prevaricación. Penalizar a jueces y funcionarios públicos que
han sido parte de este espíritu tanático de la sociedad, que han dejado de
aplicar la ley coercitiva. Recuperar para el Estado el monopolio del uso de la
fuerza. Deshacernos de tratados internacionales que condenen al Estado chileno
a la inanidad. Convencer a las masas, que ese monopolio es su salvación. De
hecho, es la única salvación de los débiles.
Esta “receta” no es nada
nuevo. Los romanos la aplicaron durante 500 años que duró su civilización. Los
chinos la aplican hoy. Japón y Singapur del mismo modo. Es cuestión de tiempo.
Cuando el Karma del caos se acumule, la sociedad retomará violentamente su orden.
Mi propuesta apunta a racionalizar la reacción y hacerla precisamente menos
violenta.
Pablo Errázuriz Montes
Noviembre de 2019
[1] Grosso modo: Ante una decisión de autoridad de
subir el precio del pasaje del transporte público, alguien -no se identifica
aún quién-, a través de las redes sociales de intercomunicación, convoca a
rebelarse a esta alza, evadiendo masivamente los torniquetes de acceso. La
masiva respuesta de los receptores de esta convocatoria es acoger lo propuesto,
generando un caos en el sistema de transporte.
La autoridad responde cerrando el acceso a las estaciones del metro. Con
las estaciones sin público, en una acción coordinada – no se identifica aun por
quienes – se atenta contra la casi totalidad de las estaciones del metro con
aparentemente sofisticados medios incendiarios de destrucción, y los autores
logran destruir completamente más de dos decenas de ellas, dañando otras en
grado menor. Paralelamente se generan disturbios callejeros, marchas de
peatones, afectaciones a la propiedad pública y privada por parte de
muchedumbres, principalmente anónimas y sin un liderazgo explícito. Estos
disturbios tienen una afectación en grado heterogéneo. Van desde incendios
provocados a centros de distribución por delincuentes presuntamente coordinados
y enfocados a paralizar la distribución de insumos básicos, pasando saqueos de
rapiña motivados por el caos que se vive, destrucción irracional (sin un
propósito deducible) de propiedad pública y privada, paralización del desplazamiento
dentro de la ciudad, y muchos, muchos, muchos, mensajes pintados sobre muros de
la propiedad pública y privada, alusivas a la rebelión, de carácter irracional
(no sostenibles por un discurso racional) solicitando bienes y servicios
gratuitos y afectando la dignidad de la autoridad legalmente establecida,
cuestionando su legitimidad. Ante los hechos la estructura formal del Estado
reacciona con perplejidad, ineficacia y sentido de culpa.
[2] Digo modelo entre comillas por cuanto, como señalaré más
adelante me parece una fórmula de explicación de la realidad política y social,
que es equívoca.
[3] La Ética
Protestante y el Espíritu del Capitalismo
[4] Aporte
de la Corona a los habitantes del Reino de Chile para sufragar la Guerra de
Arauco
[5] Ausencia
de normas
[6] Así se
llama el título de una de sus obras
[7] Mas
Allá del Principio del Placer; Sigmund Freud
[8] La Historia como Sistema