El miedo es una emoción primaria provocada por la percepción de un peligro real o supuesto, presente, futuro e incluso pasado. Desde un punto de vista de la conservación de la especie, es un mecanismo que nos protege de la adversidad y de la muerte. Surge nativamente en el individuo y fisiológicamente gatilla mecanismos hormonales de defensa. En nuestra vida social, en nuestra relación con nuestros prójimos, usamos del miedo para inducir conductas. Desde que existe la colectividad humana – que es desde que existe el hombre-, se ha usado el miedo en la pedagogía, en la religión, en la milicia y en la política. Es una fórmula básica, elemental y de bajo costo, para obtener resultados rápidos, normalmente no reflexivos, en las conductas ajenas que pretendemos inducir y controlar. Como impulso instintivo básico, el miedo bloquea el juicio, lo que en determinadas circunstancias es positivo, pero que, cuando el miedo es inducido por un peligro supuesto e irreal, ese bloqueo nos hace más bestias y menos humanos sin ningún beneficio. Su consecuencia es negativa desde todo punto de vista.
Cuando estaba próximo a egresar
del colegio, un profesor que oficiaba de orientador, exasperado de no
obtener conductas disciplinadas para inducirnos a superarnos en el estudio, nos
advertía: el que no obtiene un puntaje adecuado en la Prueba de Aptitud
Académica, no entrará a la Universidad, y el que no entra a la Universidad,
está sonado. Claramente no era una actitud muy orientadora ni pedagógica,
pero el pobre hombre quería obtener resultados prácticos rápidos: que aquellos
energúmenos repletos de desordenada hiperactividad hormonal, a través de miedo,
reprimieran sus impulsos frontalizados y se abocaran de una vez por todas a
estudiar y aprender las materias de estudio.
Mel Gibson, a mi juicio el más
grande genio del cine contemporáneo, dirigió una película titulada Apocalypto. Retrata
la precaria vida cotidiana de tribus de Mesoamérica precolombina. Al inicio de la
película, un padre de una tribu primitiva alecciona y recrimina a su hijo por
dejarse arrastrar por el miedo[1].
Grosso modo la trama del filme consiste en las peripecias de ese mismo joven para
salvar su vida y la de su familia, del acoso de la tribu hegemónica, lo que
consigue gracias a derrotar en su corazón el miedo y ejercer el luminoso coraje.
En su proceso adaptativo al
medio, el hombre desarrolla conductas tendientes a su conservación u obtención
de un estado deseado de bienestar futuro. La existencia humana desde sus
orígenes ha estado ligada a la técnica como medio para mitigar la precariedad y
los peligros que nos impone el medio. El hombre, a diferencia de sus hermanos
del reino animal, colectivamente inventa, descubre, desarrolla y usa de la
técnica para hacer de su existencia más cómoda, segura y disponer de mejor
manera de su tiempo en el corto período que es su vida. La explosiva evolución
de la técnica ha determinado en la modernidad un cambio significativo de la circunstancia
que nos rodea; la proporción de esa circunstancia determinada por la
naturaleza, ha disminuido en favor de aquellas circunstancias artificiales que
nos proporciona la técnica. Nuestros mecanismos adaptativos se encuentran en transición
y aun no asumen esta enorme mutación. Este hecho insuficientemente advertido por
la antropología, tiene sus efectos positivos y otros negativos.
El más nefasto de estos efectos, es
que, comparados con nuestros antepasados, los habitantes desde mediados del
siglo XX hasta la fecha, somos más proclives a bloquear nuestro juicio a causa
del miedo. La técnica nos ha hecho más dependientes de cosas cuya carencia nos
angustia. Y el poder político ha descubierto que esta es la gran llave de la
dominación total. En la medida que los individuos no tomemos conciencia de
este hecho, el plato está servido para la hegemonía política totalitaria.
A raíz del patético y aun no
reconocido fraude de la pandemia del Covid 19, Fernando del Pino Calvo-Sotelo[2],
postula que el nivel de sumisión y autoengaño que ese experimento social
provocó, se hizo posible al haberse asentado previamente lo que él denomina La
Cultura del Miedo. Siguiendo aquel adagio de, quien puede lo
más, puede lo menos, los agentes del poder, de la manipulación de la
opinión y de la publicidad de masas, que convencieron a la población a
inocularse vacunas génicas eventualmente dañinas para su salud, y someterse al científicamente
comprobadamente inútil, encierro que alteró y deterioró sus vidas, se han
cebado con este mecanismo de dominación, que no conoce límites. El miedo ha sido la llave maestra que quiebra
las voluntades y las somete.
En esta modernidad tardía, la
política ha devenido en una tramoya de soberanía popular que consiste en someter
periódicamente a la comunidad al ritual de elecciones por sufragio universal.
Adicionalmente, en las últimas décadas, se ha agregado el ritual de encuestas supuestamente
de opinión, con las cuales se pretende inducir a las masas al concepto de El
Mal Menor.
Cuál es la llave maestra
para que las masas acepten un mal como algo aceptable: el miedo. El mal
menor sería aquel antídoto a un hecho futuro y angustioso. En el plebiscito del
17 de diciembre, tuvimos un resultado electoral que es imposible de explicar
sin la presencia de este mecanismo de cazamariposas electoral. Me explicaré,
pero previamente debemos hacer una síntesis del significado del proyecto.
Existe diversos interesados en
reformular institucionalmente la república con distintas propuestas utopistas.
Unos porque quieren abrir los espacios para un proceso revolucionario socialista
de viejo cuño, otros porque quieren alinear a Chile como provincia de un
gobierno mundial, pensado desde los centros de poder financiero mundial y articulado
a través de la agenda 20-30 de la burocracia de Naciones Unidas, y otros simples
comparsas interesados en mantener e incrementar sus privilegios como
administradores del sistema.
Intentaron un proyecto con el
tejo pasado y atribuyeron la derrota de aquel proyecto, a la rústica grosería
de su formulación. Intentaron un segundo, pero esta vez sin correr el riesgo
que el voto popular le diera en las narices, violaron impunemente la
constitución y la ley para proponer una estructura institucional que tenía doce
bases intocables. La docilidad de las masas demostrada para la pandemia, y el
apoyo de toda la máquina comunicacional de diarios, radios canales de TV,
auguraban esta vez, éxito. Expertos nacionales, expertos importados[3],
alineamiento de todas las universidades, ávidas de financiamientos a través de
Foundation, se dispusieron a poner término al proceso. Incluso alinearon
a un partido díscolo como el Partido Republicano que acaparó la mayoría
electoral de quienes rechazaban el proceso, a través de fichar a su líder a
Foundation Conservadoras.[4]
Como voceaban los antiguos organilleros, por plata baila el mono. Total,
hay Foundations para todos los gustos y colores: para homosexuales,
heterosexuales, de derechas, de izquierdas, ecologistas etc. etc.
Parecía que esta vez tendrían
éxito a pesar de la pertinacia de las encuestas que demostraban que el soberano
vomitaba el proceso. Y finalmente fracasaron, pero de una manera inesperada. ¿Cómo
se cuajó la derrota?: Mayoritariamente por el voto miedo.
Del 56% de votos en contra de la
constitución solo entre un 17 a 25% de la llamada ultraderecha, votó sin
miedo y por convicción. No quería la derogación de la constitución de 1980. El saldo,
que representaría a la izquierda, lo hizo para que no triunfara el Partido
Republicano[5]. Seamos
generosos y desagreguemos a los comunistas, que votan disciplinadamente de
manera táctica y no por miedo.
Del 44% que votó a favor de una
constitución que era un evidente proyecto institucional de la revolución
globalista, sectores de amarillos y democratacristianos descolgados, lo
hicieron por genuina convicción de que esa constitución feminista, indigenista
y colectivista, se ajustaba a su ideario político. Podríamos estimar que es un
10%. El saldo, lo hizo por miedo, salvo evidentemente un ínfima proporción de
los articuladores de ese miedo cuyo único interés es detentar el poder. Algo
sumamente preocupante fue, que muchos miembros de las FFAA en retiro – que pueden
deliberar- se manifestaron a favor bajo los mismos argumentos de quienes
articulaban el miedo como factor de cohesión. Si eso se replica en los miembros
en servicio activo, quiere decir que tenemos FFAA poseídas por el miedo. Bien
preocupante, ¿no?
El suscriptor de estas letras
desde hace cuatro años viene sosteniendo los mismos argumentos y debería por
consecuencia estar muy conforme con el resultado electoral. Sin embargo, la
motivación de esta elección en particular, me deja anonadado y francamente
pesimista de que, a través de la democracia electoral representativa, Chile recupere
la senda de la justicia y la prosperidad.
Esa senda solo se obtiene cuando,
al menos una élite, se conduzca bajo los cánones de la virtud de la prudencia,
es decir racionalmente en función del bien común general. Esta elección ha
demostrado que esa élite no existe institucionalmente organizada. Es verdad que
con el 20% del electorado y algunos líderes que se perfilan en el horizonte, se
puede constituir no uno sino dos o tres partidos políticos que obtengan
representación popular. Pero aquello demandará un esfuerzo titánico porque el
poder del dinero internacional, que es enorme, ocupará toda la batería de
medios para hostilizarlo, denostarlos y destruirlos.
Invocaremos pues, para sacar
Chile de este atolladero, la ayuda de quien hasta aquí no nos ha fallado: la
voluntad del altísimo.
Diciembre de 2023
[1] Se te ha metido un miedo profundo y podrido. El
miedo es una enfermedad. Se mete en el alma a cualquiera que lidia con él. Ha
contaminado tu paz. No te crie para vivir con miedo. Sácalo de tu corazón. No
lo lleves a nuestra aldea. https://www.youtube.com/watch?v=DSfTk_FzOOQ&t=1s
[2] https://www.fpcs.es/el-covid-y-la-cultura-del-miedo/
[3] La Comisión Venecia ¿De donde salió? ¿Quién le dio
autoridad? ¿Quién la convocó? Solo se nos advirtió que eran superexpertos. Algo
así como los expertos de los expertos.
[4] Al fin resultó que convencer a su líder era más fácil
que la tabla del uno
[5] Es tan evidente aquello, que rechazaron en la
convención el texto, a pesar que Luis Silva, vocero del Partido Republicano en
la convención, retiró todas las mociones que contravenían la voluntad de la
izquierda, en un afán de que la izquierda aprobara el texto que de suyo era la
derogación de un régimen de libertades política y económicas, subsidiariedad
estatal y control monetario por parte del Banco Central. Es decir: no hay una
decisión racional de la izquierda que no fuese el miedo a que los republicanos
aparecieran como los ganadores del proceso.