Existe una antigua y popular obra de teatro y opera china intitulada “Mulián Rescata a su Madre del Infierno”. Esta obra dio lugar a la imagen del inframundo que tiene la cultura china. Aquella se ve reflejada en ilustraciones en jarrones y múltiples expresiones gráficas del gran país de oriente. Así como la Divina Comedia de Dante generó en el imaginario occidental nuestra visión el infierno; el igualmente indeseable infierno de los chinos, se lo imaginaron plagado de burócratas custodios privilegiados de ese averno. Mulián en el relato, podrá rescatar finalmente a su madre, pero luego de cumplir un sinfín de trámites burocráticos; hacer filas, rellenar formularios y ganarse la voluntad de los hostiles burócratas chinos, que le ponen todo tipo de trabas. Es muy posible que la cultura china, amante del equilibrio y la armonía, reconozca en la burocracia la antípoda de aquello.
Cuando estudiaba mi primer año de derecho en la Universidad de Chile, en
las tardes trabajaba de procurador-suche en un estudio de abogados. Mientras
los estudiantes de segundo y tercer año a quienes consideraba privilegiados e
importantes, tramitaban causas judiciales en los tribunales, el suche de primer
año – que era yo-, tramitaba la obtención de pasaportes haciendo cola en las
oficinas de General Mackenna al costado de Investigaciones, revisaba los libros
de marcas comerciales en el húmedo y fétido subsuelo del Ministerio de Economía,
y efectuaba otras tareas oscuras y despreciadas por mis importantes colegas
mayores. Había que sonreír empáticamente a hostiles funcionarios, obsequiar
chocolates a señoras mayores, adherir ruidosamente a las preferencias
futbolísticas de algunos funcionarios; todo en aras de que; “saliera el trámite”.
Era mi infierno chino que lo soportaba estoicamente para hacer méritos y
ser considerado en el bufete, para ejercer roles forenses más dignos
de mi futura profesión de abogado.
Si me hiciera un sicoanálisis con toda seguridad esa experiencia explicaría
la aversión que profeso por la burocracia, entendiendo por tal, aquellos
ritualismos oficinescos cuya causa y cuyo objeto nunca están del todo claros.
La declaración de impuestos de abril de cada año, aparte de ser un agravio a mi
pobre patrimonio, tiene ese componente amargo de llenar formularios y más
formularios, los que ante cualquiera pequeña equivocación, se deja caer la guillotina:
Multa en unidades tributarias mensuales. ¿Por qué? ¿A quién lesioné? A nadie.
Simplemente el recuadro está mal llenado.
El surgimiento de la electrónica, se suponía que dejaría en el pasado este
infierno chino. Pero los candidatos a cargos de elección popular han constatado
que ese infierno está plenamente vigente. La democracia representativa, la voluntad
popular y hasta la soberanía; pueden verse trastocadas porque el recuadro XX
del formulario YY no ha sido completado adecuadamente. El Servel, órgano
público compuesto por funcionarios formalmente inteligentes, con estudios universitarios
y de post grado, son incapaces de razonar. Para ellos los “protocolos” son los “protocolos”.
Cuando en nuestro País se legislaba con la recta razón, se dictó la ley 18.575
(que ahora luego de sucesivas y desordenadas modificaciones parece queso suizo),
norma de rango constitucional que se denomina, “Bases de la Administración del Estado”. En ella se prescribe: La
Administración del Estado está al servicio de la persona humana; su finalidad
es promover el bien común atendiendo las necesidades públicas en forma continua
y permanente. Del mismo modo cuando aún el legislador se apegaba a
la razón y a la adecuada sintaxis, se dictó la ley 19.880 sobre la formalidad
de los actos de la administración que manda lo siguiente: El procedimiento
debe desarrollarse con sencillez y eficacia, de modo que las formalidades que
se exijan sean aquéllas indispensables para dejar constancia indubitada de lo actuado,
y evitar perjuicios a los particulares.
El Estado de Chile ha perdido la
brújula hace rato. Vivimos prisioneros de protocolos sin sentido exigidos
perentoriamente por burócratas cada vez más numerosos, más alejados de la
realidad fáctica y menos eficaces para el logro de los fines para lo que se les
paga. El País dilapida toneladas de energía creativa en montañas de trámites inútiles
como el que tiene rechazadas las candidaturas por el Servel. Para presentar una
candidatura, abrir un kiosco para vender empanadas, cruzar con una cañería una
calle, levantar un edificio, etc. estamos tapizados de exigencias inútiles.
Salvemos a Chile de este Gulag de la
burocracia.
Septiembre de 2021