El siglo XVIII, en occidente se
promociona como el siglo de las luces y de la razón. Entonces se dio
inicio a la llamada ilustración. Aquella corriente de pensamiento que embriagó
al hombre occidental inicialmente, y a todo el orbe hacia el siglo XX, bajo la
premisa que, las ideas cambiarían el mundo; era cuestión de seguir una
receta, una prescripción; y el hombre y su cultura progresarían. Abandonarían
las tinieblas a que nos había sometido la cultura oscurantista
tradicional, y bajo la luz de la razón daríamos inicio al progreso sin fin.
Todas las desgracias que nos acaecen
en los tiempos que corren, tienen por causa esta desafortunada impertinencia. ¿Dónde
está el error de esta premisa? Pues en lo siguiente:
La realidad que nos circunda -
nuestra circuns-tancia
-, está compuesta de hechos materiales; algunos que dependen del hombre y otros
que son dados por la naturaleza. Los más importantes que nos impone la
naturaleza, son el tiempo y el espacio. Pero hay muchos más como el clima, el
sexo, las emociones, la capacidades y limitaciones físicas de cada especie, etc.
Algunos, creemos que fuimos creados
por Dios a su imagen y semejanza y el hombre por tanto no es un animal más.
Pero incluso concediéndole a los ateos que somos animales, habremos de
coincidir que somos unos animales muy especiales. Y ello porque se le ocurrió al
hombre una conducta única en el universo: ideó y creó la técnica.
¿Qué es la técnica? Es una enorme
cantidad de cosas que van desde el idioma, la escritura, la música, el fuego,
el control de la fuerza motriz, el fluido eléctrico, la electrónica, los
vehículos físicos y un larguísimo etcétera. ¿Y para qué esta criatura
extravagante creó la técnica? Para darse la franquía en el tiempo, esto es,
para disponer de su tiempo, y que las cosas técnicas hicieren por él, lo
que sin la técnica él debía hacer por sí mismo, sea para sobrevivir o para su
bienestar. Vivir sin la técnica es vivir como lo hacen los animales
cotidianamente. El hombre quiere vivir, igual que los animales y las plantas.
Pero a diferencia de estos, quiere disponer del tiempo para sí. Quiere vivir
mejor. No solo quiere estar en el mundo, quiere su bienestar.
La técnica le permitió al hombre el tiempo para sí, en el cual se ensimisma,
y ese ensimismamiento le permite acumular inteligencia y mejorar el control de
la circunstancia.
Al aislar ese componente -la técnica-
de la vida humana y de su historia, podemos constatar que el progreso no le
acaece al hombre en sí. El hombre sigue siendo básicamente el mismo desde
tiempos inmemoriales. Lo único que ha progresado en nuestro mundo a través
de la historia humana, es el control de las circunstancia que el hombre ha
conquistado, a través de la técnica.
Pero volvamos a las ideas.
¿Qué son las ideas? Las ideas las crea el hombre a través del idioma, de la
palabra y del concepto, para poder ordenar abstractamente la realidad. Son una
construcción humana que pretende interpretar y reflejar la realidad,
componerla, ordenarla. ¿Qué interés tiene en ordenar y entender la realidad? Lo
hace con la intención no siempre cumplida, de gobernarla y dominarla.
Y he aquí el primer error del
idealismo que nos persigue históricamente desde Platón y del Patriarca Abraham,
que permearon la tradición cristiana y, por último, con la ilustración y sus
hijuelos
intelectuales: el materialismo dialéctico y las ideologías revolucionarias de
nuestra modernidad tardía. Desde entonces se han invertido el orden de los
factores. Se estima que son las ideas las que orientan al mundo, en
circunstancias que es el mundo bajo el prisma de la emocionalidad e
inteligencia humana, el que formula las ideas. Esto no es subjetivismo. Al
contrario; la realidad objetiva permanece y fluye allá afuera de la conciencia
humana, bajo la mano de Dios, y más o menos desconocida, por esa conciencia
construida esforzadamente a través de siglos.
De lo anterior, se deriva el
segundo error del idealismo: al creer que el mundo es gobernado por las
ideas, luciferinamente se ha creído capaz de cambiar el mundo, ideando utopías futuristas
y recetas para llegar a ellas. La realidad sería, según ellos, plástica, a la
voluntad de los ideólogos.
Y he aquí el núcleo de la
profundísima confusión que padece nuestra cultura occidental, donde se disputan
“ideales” o concepciones de lo que el mundo debe ser, conforme a recetas. El
bien estaría en la concreción de esas ideas transformadoras, donde reinaría un
futuro de paz, bondad, fraternidad. Esto, en un escenario caeteris paribus
no resulta ilógico. Yo intervengo sobre una realidad estática y la moldeo a mi
amaño. Pero es que la realidad no es así.
¿Se acuerdan del juego del luche, que
consistía en saltar sobre cuadrículas dibujadas en el suelo? Cada uno tenía una
fórmula distinta para llegar a la meta con los dos pies plantados al mismo
tiempo. En este juego del luche, el piso se nos va moviendo bajo nuestros pies.
No ganaremos jamás. Por eso las revoluciones, siempre fracasan. El cambio
social en la modernidad es permanente y vertiginoso y los cambios sociales no los
inducen nuevas ideas sobre el hombre. Las circunstancias cambian, impulsadas
por el progreso de la técnica y el hombre tiene que ajustar su representación
de la realidad periódicamente, lo que induce al cambio de las ideas dominantes.
De tal modo, la premisa utópica revolucionaria de “construir” una realidad
futura, se aplica siempre sobre un mundo que ya cambió, impulsado por el
vértigo caótico de la realidad social. Por eso siempre fracasa.
¿Con qué se encuentran los ilustrados
en el siglo XVIII? Con que las ideas que supuestamente hacían bueno al hombre,
no funcionaban: el hombre siguía siendo cruel, avaro, lujurioso, egoísta
etcétera. Siguiendo la tradición rabínica y platónica, ¿cuál sería la solución?:
reemplazar las ideas vigentes por otro cuerpo de ideas que asegurarían el
progreso.
Y en esta embriaguez idealista, Carlos Marx
expresa la frase que gatilla el nihilismo que consumirá a la ilustración y al
progresismo: Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos
modos el mundo, pero ahora de lo que se trata es de transformarlo.
No se trata pues de interpretar el mundo. El mundo no interesa. Deberá en
adelante discurrir a las prescripciones de las ideas. La realidad deberá
someterse obedientemente a las ideas. Nieto de rabino, seguía Marx, tal vez sin
imaginarlo, la tradición idealista rabínica llevándola a su paroxismo. ¿Dónde
está el bien? ¿Dónde está la virtud? ¿Dónde está el amor? ¿Dónde está la
muerte? ¿Cuál es nuestro propósito de vida? Nada de ello interesa. La misión
es, a través del pensamiento, cambiar al mundo. No es solo el comunismo, el mal
desencadenado por esa frase. Al cabo Marx solo formula algo que está en el
núcleo del pensamiento ilustrado, liberal y progresista.
Debido a esta confusión llevada al extremo
por Marx, el prestigio de la filosofía académica occidental y de las ciencias
sociales en general, se arrastra por los suelos. Las academias se llenan de
diletantes que deben inventar nuevas ideas para darle continuidad al progreso.
En el arte sucede algo similar. El progresismo obliga a producir ideas nuevas, estéticas
nuevas, cada cual más delirante que la anterior. Cambia todo cambia,
dice una canción progresista, que es el himno de los que pretenden hacer
avanzar a la humanidad por la tabla del pirata, en nombre del progreso, hacia
el abismo marino infestado de tiburones.
Siguiendo el razonamiento del título
de esta columna reflexiono, ¿y qué es la cultura? La cultura, es una
interpretación colectiva del mundo que inspira una manera de instalarse individualmente
en ese mundo, para discurrir en aquel corto período que es la vida humana. ¿Qué
se puede esperar de un mundo que sigue el apotegma marxista de olvidarse de
interpretar al mundo? ¿Qué se puede esperar de un mundo que además de renunciar
a interpretarse, se formatea masivamente
a través de los medios difusos y poderosos de formación de opinión? ¿Qué puede
esperarse de esta actitud de olvidarse del ser del mundo y del ser del hombre y
de su condición de creatura, en un narcisismo colectivo suicida?
Solo se puede esperar la no
cultura. No sabemos de dónde venimos y no nos interesa; no sabemos a dónde
vamos y no nos interesa; no nos interesa, no nos interesa, no nos interesa. Lo
importante es vivir rico, vivir bien, sin dolor, sonrientes, sin compromisos
personales, hacia un mundo más justo, más humano, mas cool, sin nadie que nos
cuestione y para eso somos canceladores de las opiniones distintas,
porque esas opiniones nos ofenden.
Todas las ideas tolerables para el mainstreem
, las que son promovidas y permitidas por los medios de comunicación de masas, deben
respetar el mundo de cada uno, sin relatos, sin estereotipos (menos si son de
héroes o de santos), sin esfuerzos, siempre en busca del placer individual. Los
promotores de esta actitud frente al mundo, la han bautizado con un nombre que
le confiere una dignidad que no merece: La cultura wok. Y no la
merece por partida doble porque no es una cultura sino la negación de toda
cultura y, sobre todo, no es un despertar,
ya que induce a una conducta opiácea, adormilada, laxa y floja.
La revolución que los progresistas
pretenden, no es la comunista proletaria. Honrando las desafortunadas premisas
idealistas, los poderosos del mundo financiero, de la alta tecnología, de la
industria alimentaria global, de las farmacéuticas y otros núcleos de
acumulación de capital, se aliaron con la burocracia de naciones unidas para dibujar
una sociedad futura wok. Es una colosal ingeniería social, que pretende
formatear una sociedad de pacíficos andróginos, que permitan que se materialice
la voluntad de los poderes financieros globales: queremos que todo siga como
está, y para eso es necesario que todo cambie.
Debemos reconocer su absoluta transparencia. La página web formula sus
fines y sus medios. Hay si, que leerla con prudencia y sagacidad. La agenda
2030 es un plan político que busca cambiar al mundo bajo la égida, batuta y
control del llamado Sistema de Naciones Unidas, prolíficamente financiado por
los poderosos del capitalismo global. Un pecado antiguo con nuevo rostro: idear
una sociedad futura en base a un plan prestablecido.
Todos quienes somos conscientemente
contra revolucionarios, lo somos porque bien sabemos los costos que la historia
ha cobrado a las víctimas de estos planes globales de reordenamiento de la
sociedad: violencia, caos, pobreza, hambre y muchos, muchos, muchos muertos, la
mayoría inocentes. ¿Ignorancia de los efectos devastadores de las ingenierías
sociales? ¿O, it doesn´t matter a los poderosos instalados en sus lejanas
cumbres alpinas de Davos? Los emperadores chinos eran así, les importaba un
pepino que murieran sus súbditos. Mao los copió en su manera de conducirse en El
Gran Salto Adelante.
Su razonamiento luciferino es, no reparar en detalles.
Para instalar la nueva sociedad wok
pretendida por la Agenda 2030 en Chile, la constitución política debe cambiarse,
para hacer mas plástica la sociedad a los cambios que se inducirán. Ese ha sido
la sentencia del Sistema de Naciones Unidas.
Lo intentó Michel Bachelet con su
proyecto ¿Se acuerdan de los conversatorios y cabildos donde se quemó una gran
cantidad de dinero de sus impuestos?; fracasó.
Lo intentaron por segunda vez a machamartillo a través del voceado estallido social, con la pistola en la
sien y por medio de un cuerpo colegiado que más parecía un circo del señor
Jurifa. También todo a costo de su bolsillo señor lector; fracasaron.
Con una pertinacia digna de objetivos
nobles que no tienen, la clase política, confabulada y servil a poderes
foráneos, manu militari, ideó un tercer proceso, ilegal,
inconstitucional, ilegítimo e inmoral. Nuevamente con cargo a su bolsillo señor
lector, por un nuevo intento de cambiar a Chile.
Preocupados estaban cuando se
eligieron mayoritariamente, a quienes se les excluyó: el partido republicano.
El pueblo chileno apoyó mayoritariamente a los republicanos quienes decían ser
los portaestandartes del sentido común y prometían abortar el proceso.
Yo al igual que muchos chilenos, confiamos
en ellos. Pero como el cuento de la rana y del alacrán, los políticos de
profesión que integran sus cerrados cuadros dirigentes y cuyo único interés es
la mantención de sus prebendas, cual alacranes montados sobre la rana, cedieron
a su naturaleza, le asestaron el veneno a la rana, y se hundirán en medio del
rio con la pobre rana.
Pero la rana es anfibia y es chilena,
porfiada de tomo y lomo. Creo que se salvará. Y el pueblo chileno, dotado de
sentido común, dará al traste con el nuevo intento revolucionario de los
idealistas de turno.
Noviembre de 2023