Se han hecho virales, sendas declaraciones de la Conferencia Episcopal y del Senador Manuel José Ossandon que abogan por la “regularización” de los migrantes ilegales. La propuesta es vagarosa porque no se precisa, qué quieren decir con aquello de regularizar.
El fenómeno de la migración a
nuestro país en los últimos años, no ha sido espontáneo. El gobierno de la
presidenta Bachelet, sottovoce, sin hacer pública una política al respecto,
ocultando la medida hacia los que forman la soberanía popular de Chile,
organizó de manera coordinada y sistemática una migración larvadamente ilegal
de ciudadanos haitianos, financiada hasta ahora no se sabe muy bien por quién. A
cambio de esta generosa conducta, la señora Bachelet obtuvo un jugoso botín:
pasó a integrarse como Alteza Serenísima, a la burocracia de las
naciones unidas, como generalísima de su campaña de, dinamitar las soberanías
nacionales y el concepto de Estado-Nación, estructura que desde el siglo XVII,
ha sido pilar de la realpolitik mundial y ha soportado con alguna eficacia la
convivencia pacífica.
Como es habitual en la conductas
de los revolucionarios, entran como bueyes en la cristalería, sin tener muy
claro que resultará de su experimento con seres humanos. Muchos de esos haitianos
menores de edad habrán muerto ahogados cruzando el rio grande rumbo a los EE.
UU. con su visa waiver chilena en el bolsillo. Vi a esos pobres compartiendo masivamente
el avión en que me dirigía a ciudad de México donde los esperaban probablemente
los coyotes para cruzarlos al cielo norteamericano. Todos eran padres adultos
haitianos acompañados de sus hijos chilenos.
El experimento “haitianos en
Chile” sirvió para demostrar que nuestra fértil provincia señalada,
era capaz de acoger a personas de otra raza que vivían la mayoría en condición
de extrema pobreza en su país, que, dicho sea de paso, Haití es un modelo y ejemplo
de Estado Fallido, dinamitado por el buenismo de la burocracia mundialista de
la ONU.
Como señala el viejo adagio que
esgrimen economistas, los agentes económicos responden a los estímulos, y
fue así como los pobres de los países del norte de Sudamérica, vieron en el
ejemplo haitiano la oportunidad de radicarse en Chile y gozar de los beneficios
sociales gratuitos, proveídos por los esforzados contribuyentes chilenos.
En aquello de, migrantes
ilegales, hay que hacer una distinción: 1) los que entraron de manera
formalmente legal a Chile con visado de turista y luego permanecieron violando
los plazos de permanencia. Estos a su vez deben dividirse entre aquellos que
abogan ante una burocracia lenta e ineficaz por su radicación legal y quienes
están al margen de toda intención de legalizarse; y 2) aquellos que ingresaron
ilegalmente al país por pasos no habilitados y que obviamente no tienen los
medios formales para regularizar su permanencia, a menudo ni siquiera tienen identificación
de sus naciones de origen.
¿Cómo llegaron hasta la frontera
de Chile los segundos? Las conjeturas son variadas: 1) la satrapía venezolana
los estimuló y financió para deshacerse del bulto de pobres y de delincuentes, que
podían desestabilizar la perla de la corona neoliberal que era Chile. 2) Foundation
que articula la ONU que enviando como bovinos a aquellos infelices, mataban dos
pájaros de un tiro: minaban al Estado-Nación chileno abogando por el derecho
humano a migrar, y quitaban presión a la migración hacia EEUU.
En el frente interno el fenómeno
que ha minado gravemente la convivencia y la paz social, ha tenido distintas
reacciones. Es estimulado y financiado por la asociación ilícita de tráfico de
personas que mantiene impunemente la orden religiosa de la Compañía de Jesus (¡ay
Jesús que compañía…!). Es apoyado por la izquierda radical que vio en el
fenómeno un regalo del cielo porque le permitía desestabilizar la estructura
social y el odiado sistema neoliberal. Y el resto de la élite judicial,
política, burocrática y militar, lo observa con parálisis mental y obsecuencia,
por el temor de ser acusada de violadora de derechos humanos. Algunos
sectores empresariales cegados por su tacañería y estulticia, lo han visto como
una “inyección al mercado laboral” que les permite sostener bajos costos
salariales.
Entre tanto, el soberano, el
pueblo de Chile, observa con estupor como les han expropiado su país frente a
sus ojos, sin que la orgánica del Estado que con su esfuerzo financia, no hace absolutamente
nada.
Es en este escenario en el cual, el
honorable y “generoso” senador Ossandon aboga por la regularización de los
migrantes sin mayor precisión de lo que está diciendo y sin medir en absoluto
la consecuencia que ello tendría para la institucionalidad. Su opinión puede
estar fundada en la estulticia crónica que le afecta, o en la demagógica pretensión
de concitar el favor de los extranjeros favorecidos, que podrían ser clientes
políticos a futuro, o, en darle pega a su hijo que se anuncia en la web con su
oficina de abogados especializada en “regularizar” migrantes. Lo de Ossandón es
de un tal patetismo, que nos obliga a meditar urgentemente sobre la necesidad
de purgar las instituciones republicanas de este tipo de personas que, con su
proceder bobo, demagógico o corrupto, afectan gravemente el bien común general,
operando para su beneficio personal. Advierto: no es comparable su motivación a
la de los obispos que paso a analizar en seguida.
La jerarquía de la iglesia
católica chilena se encuentra formalmente representada por un colegio de
obispos diocesanos que se denomina Conferencia Episcopal. Este consorcio elige,
al parecer por votación del cuerpo colegiado, un Comité Permanente que
es lo que pudiera llamarse la vocería de los obispos chilenos. Ha sido
ese Comité Permanente el que, involucrado en prescribir y opinar sobre
políticas de Estado desde hace ya cuarenta años, opta por propuestas
generalmente desconectadas con la realidad, sin una genuina medición de la
consecuencia de dichas propuestas. Estas propuestas, como es la de marras,
buscan una justicia y provocan una gravísima injusticia que nos hace recordar
la lápida mortuoria del Cardenal Richelieu: Aquí yace un hombre que hizo el
bien e hizo el mal. El mal que hizo lo hizo bien, y el bien que hizo lo hizo
mal.
¿Qué quieren decir los obispos
cuando hablan de regularizar? Ni ellos lo tienen claro. ¿Por qué? Porque no
saben ni conocen y por consecuencia no miden, la consecuencia que tendría materializar
su propuesta. ¿Qué provocaría? Pues una expropiación masiva de derechos a los
chilenos menos autovalentes que demandan prestaciones sociales que son intrínsecamente
limitadas. ¿Qué más provocaría? Una oleada incontenible de nuevos migrantes que
conforman a los desamparados de redes sociales en toda la “América Morena”. Es
decir, la medida propuesta por los prelados, causaría con certeza absoluta, caos
e injusticia.
¿Por qué hombre supuestamente
ilustrados cometen tamaña equivocación? Conjeturo que es por un error común de
toda la iglesia post conciliar: Ponen la justicia como virtud, antes que la
virtud de la prudencia, desoyendo en tal sentido, las enseñanzas de su Doctor
Angélico, Santo Tomás de Aquino, que les enseñó que la prudencia es la
madre de las virtudes, y que, sin cultivar la prudencia, la justicia no es más
que una parodia de tal. Porque justicia señores prelados, no es dar a
los migrantes lo que les es propio; es dar a cada cual lo que le es propio,
y en política eso supone discernir prudentemente sobre lo que se puede y sobre
lo que no se puede hacer. Porque a la política no le es aplicable la parábola
del buen Samaritano, la cual está referida a la conciencia individual pero no
colectiva. En política, si el Samaritano llevaba los valores del erario público
y distrayendo esos valores financió el bienestar del pobre herido del camino, no
sería un buen samaritano sino un delincuente sustractor de los bienes de
terceros. Es una parábola y como tal, no nos hacemos cuestión de dónde sacó las
monedas el buen samaritano. Pero que quede claro: es una enseñanza para los
individuos, no una enseñanza política.
¿O es que hay en la declaración
de los obispos un atisbo de demagogia para hacerse amables frente a una feligresía
de desamparados? No lo quisiera ni pensar porque los haría acreedores de un
grave pecado (todo esto te daré sí postrado me adorares; Mateo 4-9-11).
Prefiero creer que desordenaron el orden de aplicación de las virtudes
cardinales y que están mal asesorados.
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