Siendo el hombre un animal político, esto es, un ser al que solo le es
posible vivir en comunidad, la forma de hacer posible la vida es aunar[1] voluntades. Y es preciso
que esas voluntades no apunten hacia cualquier fin. Deben apuntar al fin de
hacer posible la vida y la necesaria convivencia donde cada uno pueda apuntar
hacia su propio bien sin frustrar el bien del resto de la comunidad. Es una
ecuación compleja. Conducir el barco de la historia en ese sentido, exige el
cultivar las virtudes políticas: la prudencia, la justicia, la fortaleza y la
templanza. El extravío que sufrimos en el mundo contemporáneo se relaciona con
el olvido de esta idea.
El materialismo dialéctico es una doctrina cuyo nombre le adjudicó el
pensador ruso Gueorgui Plejanov y encierra en ella y desarrolla con mayor
amplitud, el pensamiento de Carlos Marx y Federico Engels. Nuestra compatriota
Marta Hanecker adquirió fama continental, al escribir un opúsculo bajo el
título Conceptos elementales de Materialismo Histórico, donde desarrolla
los conceptos de Plejanov. Leí a la Hanecker en mi lejana juventud y me
sedujo su contundente lógica. En la juventud domina la pasión por sobre la
racionalidad, y estas ideas, por su superficialidad son fácilmente digeribles
por los jóvenes ávidos de un sentido del mundo. La dinámica moderna demanda
ideas simples y cortas, a través de las cuales podamos ordenar en nuestra mente
el caos de la realidad contingente que cambia a gran velocidad. Estas ideas,
que parten de premisas muy simples e intelectualmente muy primitivas[2], cubren esa demanda
por claridad, y tienen para el joven la ventaja de no exigirle moderar sus
pasiones, lo que sí demanda la ética tradicional. El cultivo de las virtudes sería
así, un atavismo burgués disfuncional a esa arcadia que es la
revolución, palabra usada cual talismán mágico para justificar toda
conducta. Por el contrario de las virtudes, es el resentimiento, una pasión perversa,
la que esa ideología debe estimular porque es el combustible para hace rodar la
historia.
Los autores mencionados no son muy citados hoy por los “ismos en boga”:
feminismo, ideología de género, animalismo, LGBTQ+ etc. Hacerlo supone develar
la íntima raíz genealógica común con el comunismo y sus conocidos fracasos. Pero
basta escarbar un poco para darse cuenta que, es el materialismo dialéctico el sustento
teórico del progresismo contemporáneo. Así, estos ismos de nuevo cuño tiene en
común con las ideologías del siglo XX, la peregrina idea que es el conflicto
el partero de la historia, y que, gracias al conflicto y la discordia, las
sociedades “progresan”, sin señalarnos taxativa o aproximadamente siquiera,
hacia donde progresan.
Aparte de todas sus premisas refutables, la arcadia del comunismo
teórico según su propia ideología basal, el materialismo dialéctico, es
imposible. La ecualización de los conflictos, equilibrio o paz social, sería
imposible porque si el conflicto genera una nueva síntesis, aquella es la fuente
de un nuevo conflicto. En términos empíricos, el resultado práctico de esta
aberrante idea, campeona en el siglo XX y lo que va del actual, han sido al
menos, ciento cincuenta millones de muertos causados por su praxis sin contar
los millones de criaturas asesinadas antes de nacer a través del aborto
“civilizado”.
Mao Zedong fue un ejecutor riguroso hasta la náusea de esta receta y no
se compró aquello del fin de la historia con la conquista o síntesis
dialéctica. Su apuesta teórica es el conflicto permanente. Cuando se
consolidaba la revolución comunista en China, él quebró el jarrón chino
atacando y enseñando a los jóvenes a odiar aquella teórica síntesis y
ecualización social comunista. No contento con asesinar a 45 millones de
inocentes de hambre con su programa “El Gran Salto Adelante”, ideó la
satánica Revolución Cultural, fenómeno que aún no ha sido demasiado
estudiado por el bloqueo y manto de silencio con que el régimen comunista
actual lo cubre, seguramente para cubrirle las espaldas a miles de genocidas
que hoy se sientan en los curules del Partido Comunista chino.
¿Por qué es importante estudiar este satánico fenómeno social? Porque sí
se analiza en detalle, encontraremos en el ideario maoísta, un enorme parecido con
la ideología de género en boga: el Estado ya no debe estar interesado en
reformar las estructuras productivas. La nueva fase del conflicto se
materializa invadiendo las esferas más concéntricas: la ciencia y la familia. Se trata de introducir en esas esferas cuñas
verticales y horizontales. En el caso de la familia conflicto hombre/mujer y conflictos
padres/hijos. En el caso de la ciencia, transformar las evidencias científicas
fácticas en cuestiones susceptibles de deliberación como el sexo, para lo cual
se le ha cambiado el nombre por género, y así hacerlo un sustantivo maleable.
El aderezo con que se acompaña esta nueva aplicación práctica del
materialismo dialéctico que violenta los espíritus, es el pacifismo buenista. Una falacia que conculca como violación
a los derechos humanos la ira justa contra las aberraciones que nos
involucionan a niveles subhumanos y que echan por la borda las conquistas de la
civilización. Es el buenismo el que irrumpe en el horizonte sosteniendo
la enseña de los derechos humanos funcional a la revolución maoísta en curso.
Julio 2024
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