miércoles, 12 de noviembre de 2014

POLITICA LIBERTAD Y SEGURIDAD

POLITICA LIBERTAD Y SEGURIDAD

Existe una evidencia lógica muy odiosa a todos, y confesarla me condena a ser políticamente incorrecto. Una verdad que nos somete cotidianamente a una tensión espiritual y emocional. Confesarlo,  nos permite sin embargo comprender los bemoles de la política contingente, y en cierto sentido a ser comprensivo con las contradicciones que tiene la política contemporánea, y creo yo, la de todos los tiempos. Da cuenta por qué razón, tirios y troyanos en política tienen conductas sinuosas y contradictorias que se expresan con un discurso que normalmente no va con la praxis.
Señores: los valores de la libertad y de la seguridad son opuestos, contradictorios y se restan mutuamente. Es decir, a mayor libertad menor seguridad y a mayor seguridad menor libertad.
¿Quién no aspira a la libertad? ¿Quién no aspira a la seguridad? No conozco a nadie. Ambos valores son intrínsecamente humanos.
Profesemos o no la fe cristiana, cuando Jesús nos dice “sed como los lirios del campo”, miramos al techo, cambiamos de tema, o tratamos de convencernos que está mal la traducción de lo que dijo El Maestro. Confesémoslo; en nuestro fuero interno nos decimos, “este señor no sabía lo que decía porque no tenía los problemas que yo tengo”. Sin embargo la verdad implícita que tiene esta implacable prescripción evangélica se nos impone cotidianamente: La libertad, es decir el reino de los cielos; no va de la mano con la seguridad que es el reino de este mundo.
Con angustia el Quijote de la Mancha le señala a Sancho: “¡Venturoso aquel  a quien el cielo dio un pedazo de pan, sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo!”. El caballero de la Triste Figura sabía que aquello es casi imposible y jamás permanente.
La tensión moral y existencial a que nos somete libertad versus seguridad se debe a que no podemos ser como los lirios del campo aunque quisiéramos. Necesitamos pagar la cuenta del colegio, tener el refrigerador lleno, vestirnos, perpetuar la especie etc. etc. Si bien el alma humana ama la libertad y aspira a ella; esa misma condición humana nos impide alcanzarla en plenitud ya que “con los pies en la tierra”, debemos cercenar nuestra libertad en aras de la seguridad.
En términos prácticos, este nudo gordiano existencial se manifiesta de la siguiente manera: 1) La riqueza material me brinda seguridad porque puedo enfrentar el día de mañana, sin la inseguridad con que lo hace un lirio del campo. 2) La riqueza material me brinda libertad porque me da acceso a lo que se me da la gana, sea esto bueno o malo para mi espíritu. 3) La riqueza material me quita libertad porque me hace dependiente de obtenerla. 4) La riqueza material me quita seguridad ya que me hace dependiente de conservarla.
¿Y saben cómo tratamos de solucionar esta contradicción de manera cotidiana?: A través del poder. Así es; a través de aquella definición clásica de poder “hacer que otros hagan lo que mi propia voluntad quiere”. De esa manera me sirvo de los demás para poder conservar en la medida de lo posible, libertad y seguridad. Eso desde que el mundo es mundo, o desde que los *#*# de Adán y Eva se “mandaron el numerito” de todos conocido.
En democracia, este deseo de ambos valores contradictorios que tiene el 99.99% de los ciudadanos, somete a quienes deben captar para sí las voluntades de los votantes, a un tremendo problema. Necesitan prometer libertad y a la vez seguridad. ¿Y qué hacen entonces “los señores políticos”? Mienten. O más bien obscurecer la verdad, que es parcialmente lo mismo. ¡Y no los condeno por eso! ¿Saben por qué? Porque son los ciudadanos, los votantes quienes no queremos escuchar de nadie que nos recuerde que no existe y no es posible, la libertad y la seguridad al mismo tiempo.
La modernidad se ha expresado a través de dos ideologías que tienen cientos de matices. Socialismo y liberalismo, envuelven un cuerpo de verdades casi todas discutibles, y que básicamente son el envoltorio para cobijar cada uno de estos dos valores aspiracionales: El socialismo a la seguridad; el liberalismo a la libertad.
Tenemos sin embargo una paradoja cotidiana en el discurso político: Los socialistas (la izquierda) ofrecen prioritariamente libertad pero mayormente la cercenan por el rol de leviatán que le asignan al Estado; y los liberales (la derecha) ofrecen prioritariamente seguridad, a través del bienestar y crecimiento económico, pero a consecuencia de aplicar sus valores libertarios (libertad de comercio) cercenan la seguridad cuando el socialismo la garantiza.

Y aquí viene mi tesis: El ambiente de demagogia perjudica a la derecha y beneficia a la izquierda. En efecto, a mayores grados de confusión, ocultamiento de la verdad, e ignorancia, falta de juicio y desconocimiento de sí mismo que tengan los votantes, esta batalla dialéctica la gana la izquierda y el socialismo. ¿Y saben porque? Por una razón muy trivial: La libertad es un valor que estamos más dispuestos a confesarnos a nosotros mismos que la seguridad. La libertad es un valor divino; la seguridad nos recuerda nuestra torpe naturaleza humana. En el imaginario popular los Izquierdistas terminan siendo los héroes. Los derechistas los materialistas avaros y codiciosos.

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