miércoles, 12 de noviembre de 2014

EMOCION Y RAZONAMIENTO

LIDERAZGO POLITICO; EMOCION Y RAZONAMIENTO

La democracia doctrinariamente es el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo.  En consecuencia y en teoría, quien postula a un cargo debe poner a disposición del pueblo (los que votan) las disyuntivas que existen respecto del futuro, y proponer cursos de acción para enfrentar esas disyuntivas.

La razón es el medio más sofisticado que las personas individual y colectivamente tienen para escoger correctamente. La emoción también es un medio para decidir; pero gobernarse y resolver disyuntivas a través de la emoción, por regla casi general, nos lleva a soluciones menos eficaces.

Diremos algo que por sabido se calla y por callado se olvida. La democracia falla crónicamente, por cuanto la percepción generalizada de las audiencias masivas surge de la emoción o del acto reflejo más que de la razón, porque el proceso de la comunicación social (o masiva), a diferencia de cómo la asume la mayoría de las personas, implica en éste los conceptos de ética (verdad) y epistemología (conocer). Pero como decía Winston Churchill “La democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre, con excepción de todos los demás”.

Se ha popularizado en la industria, en la agricultura y las relaciones laborales en general, el concepto de “las buenas prácticas”. Son indicaciones o pautas de conducta que van más allá de lo legal imperativo, pero que se consideran buenas porque ponen de manifiesto lo importante que es en esas áreas del desarrollo social, la empatía. Esto es; ponerse en el lugar del vecino al resolver como se encara una conducta propia.

De esta manera pudiéramos describir “las buenas prácticas” en la competición democrática enumerando un código de conductas que pudieran estimarse condiciones éticas mínimas que un “buen” líder político debería aplicar al exponerse a la mayormente razonable decisión de los electores. Buenas prácticas que obligan éticamente al candidato a invitar a las audiencias masivas, más a la reflexión que a la emoción:

1.    Formular cuales son las disyuntivas de gobierno de la Nación. Todos los matemáticos dicen que la parte más complicada de un problema matemático, es formularlo. Resolverlo cuando está bien formulado es cuestión de tiempo. En política pareciera ser igual.

2.   Tener una opción y decisión clara sobre esas disyuntivas de gobierno. Desterrar aquellas frases tales como “si bien es cierto, no es menos cierto”. Si se toma la decisión de postular a un cargo existe la obligación ética de saber que voy a hacer en el cargo.

3.   Decir clara y taxativamente lo que se piensa sobre los tópicos de gobierno, en especial aquellos en que existe una disyuntiva actual o futura. No eludir el bulto de las decisiones dolorosas. Las naciones son igual que las personas. A nadie le gusta privarse de las comidas y bebidas que nos agradan para bajar de peso. Pero cuando bajar de peso es un imperativo de salud, se debe abordar esa acción desagradable. Propiciar la subida de la tasa de interés cuando medio mundo está endeudado, no resulta agradable. Pero si es lo conveniente al bien común, hay que decirlo clara y taxativamente.

4.     Dar razón de lo que se piensa y de lo que se quiere respecto del Chile actual y futuro. Aquí está lo que comúnmente se llama ideales o deber ser del hombre y de la comunidad que conforma la Nación. Nadie puede pretender gobernar si no tiene en su mente un ideal o un óptimo.

5.    No evitar ni eludir la contienda de las ideas con los contendores. Aquella conducta es cobardía moral. Nadie que manifieste cobardía moral debería gobernar.

6.       Evitar las convocatorias puramente basadas en la emoción de los electores. Es esto a mi juicio lo que tiene corrompida la democracia chilena: las figuras, más que las personas. Hay un candidato que tiene un montaje cinematográfico sobre su persona. A mí me parece que aquello es coger una picota y demoler las bases del sistema democrático. La democracia es efectiva y justa, cuando los delegados del pueblo lo son en cuanto tales y no son meramente imágenes, contenedores emocionales de pasiones del pueblo.

Ojalá los lideres políticos a la hora de sostener su liderazgo y los ciudadanos a la hora de votar o adherir a los líderes, tuviesen presente aquello. Ojalá los partidos políticos honran sus idearios a la hora de formular soluciones a los problemas de la Nación y de la Región. Ojalá los líderes honraran su pertenencia a los partidos políticos e ideales que dicen representar.
La democracia de los maniquíes, y de las figuras, es un sistema de gobierno débil y precario. La democracia de los delegados del pueblo que formulan, optan, expresan y dan razón de los tópicos de gobierno, es un sistema de gobierno que perdurará y que no degenerará en populismos y tiranías.

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