sábado, 11 de febrero de 2023

¿DE QUE COLOR SON LOS BURROS QUE VUELAN?

 


La cultura moderna nos ha dado a mamar desde la infancia, la idea que, el abandono de la religiosidad es una evolución de la inteligencia humana.  Pongo en cuestión aquella verdad inconcusa de la modernidad.

El mito, el misterio, lo místico; a mi juicio, es una reacción del ser humano ante la impotencia de la inteligencia racional de explicarse los fenómenos del mundo. En la historia humana se abandonan los mitos y la religión, cuando se cree haber encontrado un sistema filosófico que explique esa realidad. Pero los sistemas filosóficos, y sus hijas más rústicas que son las ideologías, son autos de fe muchas veces menos respetuosos de la verdad, que la religión.

La religión, creo yo, contra la opinión culta moderna, es un destilado de la inteligencia humana, mucho más profundo y refinado que la filosofía y la ciencia. En otras palabras, se necesita mayor inteligencia para entender lo místico que lo filosófico.

Y en esa involución estamos. Un escalón descendente más en el uso de la inteligencia ha sido provocado por la omnipresencia de la técnica en la vida humana cotidiana. El hombre buscó certezas, en el mito o en la comprensión racional, para brindarse seguridades respecto del futuro desconocido. Y algunos superdotados, en el afán de comprensión racional de la realidad, inventaron la técnica sofisticada, que ha penetrado todos los entresijos de la vida humana en el mundo entero.

Esta invasión de la vida cotidiana tiene indeseados efectos sobre la siquis humana. Nos separa de la precariedad natural de lo desconocido. ¿Por qué habría de ser un problema tener mayores seguridades, vivir en un mundo más limpio, pulcro, predecible y cómodo? Que ya no necesita ni de la religión ni de la certeza racional para vivir de manera cómoda y predecible. Respondo que de esa manera el hombre ya no tiene necesidad de enfrentarse a la realidad desconocida. ¿Y cuál podría ser el problema de aquello? Qué su inteligencia ha involucionado.

El hombre social del siglo XXI ha perdido el hábito de dudar. El habito de investigar. El hábito de imaginar que hay tras la apariencia de las cosas. Lo pero de todo es que los poderosos, siempre ávidos de incrementar su poder, han descubierto este fenómeno en las masas, y lo explotan hasta la náusea.

El llamado marketing o publicidad inductiva usa un método universalmente presente en el mundo de las comunicaciones. Repetir. Repetir un absurdo, al punto que deje de serlo. Por ejemplo, la mujer fea usa un determinado perfume y pasa a imaginar que es la modelo de la foto del avisaje. El alfeñique ve a John Wayne fumando marlboro, e imagina que fumando ese cigarrillo compartirá la rutilante vida del héroe cinematográfico. Hitler convenció a los alemanes que los judíos eran una raza inferior. Y tamaño absurdo lo creyeron en base a la repetición constante y sistemática.

Si publicitariamente repites; los burros vuelan, los burros vuelan, los burros vuelan; fácilmente podrás imponer una disyuntiva para el debate público tal como: ¿De qué color son los burros que vuelan?

Pongo estas evidencias epistemológicas, para poder entender, hasta que punto estamos en Chile dentro de un barril que flota rumbo a las cataratas del Niágara.  

Nuestra casta política, la peor de la historia de Chile - incluso peor que la que gatilló la guerra civil de 1891 –, apanicada por una revuelta delictual creyó (porque en su limitación radical creen cualquier cosa) que esa revuelta los podría desalojar del poder y de sus privilegios. Para salir del paso, dándole el punto a revolucionarios ñoños que deseaban cambiar la sociedad con recetas de principios del siglo antepasado, impuso el siguiente silogismo: Primera premisa) Tenemos problemas sociales y políticos; Segunda premisa) Tenemos una constitución que redactaron cuatro generales entre cuatro paredes; Deducción) la causa de los problemas sociales y políticos se soluciona cambiando la constitución. El electorado se dio cuenta por que ya era demasiado, que los burros no volaban. La casta política se encontró de bruces con qué, en un intervalo lúcido el electorado decidió rechazar se cambiase la constitución, quedando al desnudo la pobreza intelectual y moral de los líderes políticos.

Ese electorado captó que el verdadero silogismo era; Primera Premisa) Tenemos problemas sociales y políticos; Segunda premisa) Tenemos la peor casta política de oligarcas que se autoasignan remuneraciones millonarias y no entienden de la realidad, no identifican los problemas porque la molicie del poder los corrompió, y lo único que buscan es mantener sus privilegios; Deducción) Debemos hacer tabula rasa con esa casta política, desalojarlos del poder y generar un gobierno de unidad nacional, que disminuya drásticamente el tamaño del estado y la influencia de los políticos.

Pero sucede que esa casta política (nuevamente aterrorizada con el desalojo) tiene la manija y han vuelto con la segunda intentona de convencer al país que los burros vuelan. Lo peor del caso es que quienes lúcidamente se opusieron desde el día uno a este descomunal despropósito, mientras el país se cae a pedazos, han dicho: Bueno; si total discutiendo del color del burro volador, podemos ilustrar a la ciudadanía que los burros no vuelan. ¡Pero qué error más garrafal!

En su libro, Diálogo; Trasbordo Ideológico Inadvertido, don Plinio Correa de Oliveira hace más de cincuenta años describió como la sumisión de los cuerdos a la estupidez de los estúpidos, a los únicos que hace ganar es a los estúpidos.

El Partido Republicano que originalmente fue un proyecto político para reaccionar a la estupidez que envuelve la totalidad del espectro político, ha decidido jugar con las armas de la mentira y del error. ¿Cuál será el resultado? Terminará siendo un equipito que estará peleando el descenso en una liga rasca que no convoca espectadores. Nadie los irá a ver al estadio.

Damas y caballeros: Nos hemos quedado sin referentes, sin representantes y sin nadie que pueda arreglar el espectro político desde dentro.  

Mis amigos me responderán: Es que no hay opciones. Hay que cambiar desde dentro a la política. No cambiarán nada, se mimetizarán con los imbéciles y acelerarán al avión en picada. ¿Solución? Desobediencia civil y desalojo total. NO A LA NUEVA CONSTITUCION SEA CUAL SEA. LOS BURROS NO VUELAN.

Febrero de 2023

miércoles, 1 de febrero de 2023

LOS INTELIGENTES Y LOS EXPERTOS

 


Inteligencia, es una palabra que en su raíz etimológica describe a quien sabe elegir. Encerrado entre el prefijo int, y el sufijo encia, se ubica la médula de esta palabra que es elegir. Curiosamente la palabra elegancia -destreza para elegir-, quiere decir etimológicamente lo mismo, pero ha derivado hacia un sentido más bien estético. Petronio, quien ofició de asistente artístico de Nerón, era considerado el arbiter elegantae, no solo por su buen vestir, sino por su inteligencia de saber discernir entre lo bello y lo feo.

Experto, según el diccionario de la Real Academia, refiérese a la persona con grandes conocimientos sobre una determinada materia. Como con la palabra conocimientos nos referimos a conceptos interpretativos de la realidad ya adquiridos, el experto es quien acumula un arcano de experiencias propias o -en su gran mayoría- de terceros. La experiencia es la madre de la ciencia dice el refrán y hay mucha lucides en ello.

Pero el filósofo Ortega y Gasset nos somete en este punto a una gravísima tensión (como siempre los filósofos complicándonos la vida). Sostiene que, siendo la vida un devenir en el tiempo, siempre las ideas van a nuestra espalda y la realidad frente a nuestros ojos. Con esa metáfora quiere señalar que siempre lo que se dice de las cosas será fruto de un pretérito, y jamás de la realidad sobreviniente. En síntesis, para enfrentar la realidad, para discernir sobre ella, nunca será suficiente la experiencia, y siempre la vida nos demandará elegir frente a lo desconocido ¿Con cuál herramienta? Con la inteligencia. La experiencia es una herramienta de la inteligencia. Pero no basta. Por eso los que marcan siempre el camino de la colectividad humana, son los inteligentes y jamás los expertos.

Grouchy, uno de los mariscales de Napoleón, era un experto en la guerra y muy leal a Napoleón. Lo había demostrado reiteradamente. En la batalla de Waterloo, recibió la orden de separarse del grueso de las fuerzas imperiales con el fin de dar caza a los prusianos. Pero sus conocimientos de experto no fueron capaces de discernir que los prusianos lo eludieron y fueron directo a Waterloo, y precisamente ellos inclinaron la batalla para infringirle la definitiva derrota a su venerado jefe. Bastaba que el experto Grouchy usara la inteligencia como le imploraron sus generales y volviera sobre sus pasos, y el triunfo de Napoleón habría sido total. La experiencia le nubló la inteligencia con fatales consecuencias.

La pandemia del Covid 19 es un evento que dejó al desnudo la gravísima falencia que sufre el mundo contemporáneo: Una sobrevaloración de la experiencia y una patética depresión en el uso de la inteligencia.

Para efectos de análisis, soslayo la mala fe que pudiere existir a causa del connubio entre OMS financiada en parte por la industria farmacéutica. Burócratas que detentan un enorme poder, usaron y abusaron de medias verdades, no se sabe si en cumplimiento de una agenda que beneficiara a sus patrones las farmacéuticas, o simplemente para cuidar la pega. Medias verdades que, como se sabe, son muchísimo más dañinas que las mentiras.

Solo me refiero a la estupefaciente aceptación y sumisión generalizada de las estructuras políticas del mundo, de enfrentar un fenómeno amparados exclusivamente en protocolos y reglamentos de reacción prestablecidos, sin un examen prudencial de costos y beneficios que las medidas causarían conforme a una deducción mínimamente lógica. Recién estamos dimensionando el daño que se le causó a la estructura social, sanitaria, política y económica del mundo.

Y como la inteligencia no está de moda, nuestros conductores del Estado y de la sociedad; presidente, parlamentarios, grandes empresarios, jueces y alta burocracia, parece que no la cultivan. Prefieren guiarse exclusivamente por protocolos, palabra mágica que esconde el total desinterés de encarar y solucionar los problemas. Hay que saber lo que se lleva, y aplicar esos protocolos.

Y donde es más dramático este divorcio entre inteligencia y acción, es entre nuestra clase política la cual se conduce cual perros de Pavlov, (aquellos que secretaban saliva cuando les tocaban una campana). Sin discernir el porqué del resultado del plebiscito, han procedido a mirarse el ombligo y diseñar la fórmula para un nuevo diseño institucional, violando las normas constitucionales que esa misma clase política se dio, para intentar se aprobara el delirante mamarracho constitucional rechazado masivamente por el pueblo de Chile.

¿Cuál es la solución? El comité de expertos. Fuera los inteligentes. Dentro los expertos. No miren para adelante. Solo por el espejo retrovisor.

Pero sucede que los problemas que le impone la realidad contemporánea son muy distintos a los problemas que teníamos hace 10, 20 y para que decir 30 años atrás. Sucede que la complejidad del mundo de hoy, la tecnología del mundo de hoy es indescifrable si no echamos mano al discernimiento.

Requisito del discernimiento, nos propone el filósofo Julián Marías, es instalarnos en la circunstancia. En la circunstancia de nuestra vida sus potencias y sus debilidades (el epítome del oráculo de Delfos: conócete a ti mismo); pero sobre todo cuando se quiere legislar sobre algo tan importante como una ley fundamental, estar instalado en la circunstancia que nos rodea. El sentido trágico de la realidad contemporánea.

No. No necesitamos expertos. Necesitamos Arbiter Elegantae. Necesitamos muchos Petronio que sepan discernir sobre la belleza. Necesitamos muchos Séneca que sepan discernir sobre la justicia. Necesitamos muchos Benedicto XVI que sepan discernir sobre la verdad. No necesitamos expertos que nos digan lo que se lleva. Necesitamos inteligentes que nos propongan donde debemos ir como sociedad. Y esa propuesta debe ser clara para que la soberanía popular resuelva.

Enero 2023