miércoles, 12 de noviembre de 2014

LA EFICACIA DEL ESTADO

LA EFICACIA DEL ESTADO

En su magistral obra “La Rebelión de las Masa”, varias veces citado por este redactor, José Ortega y Gasset advierte a los lectores sobre la sorprendente eficacia del Estado moderno. Nos hemos acostumbrado en el día a día a críticas respecto la gestión del Estado, pero damos como hecho y en consecuencia no valoramos la capacidad de este órgano para ordenar y gestionar, una enorme cantidad de problemas y recursos. Quizá no se pueda hacer la observación de manera genérica respecto de todas las naciones del orbe, pero hay en el mundo muchas  naciones que poseen un Estado Nacional de gran eficacia y efectividad (incluyo a Chile). El poder del Estado deviene de su potestad para obtener recursos de las personas, administrar la fuerza coercitiva de manera exclusiva, y en los días que corren –la era de la informática-, administrar una enorme cantidad de datos sobre los individuos que integran la nación.

Hemos constatado una enfermedad recurrente del modelo de mercado, que se caracteriza por el abuso que algunos poderosos han hecho de su posición negociadora dominante en la sociedad. La labor del Sernac es aplaudida desde la izquierda a la derecha, y básicamente consiste en proteger a los débiles de la economía de mercado y moderar el poder de los poderosos. Hasta ahí todo bien.

Sin embargo, a riesgo de ser políticamente incorrecto quiero poner una nota discordante en el amplio consenso que despierta la acción de Sernac. Creo que en términos estrictos, la labor de Sernac no es una acción propia del  Estado. Creo que los abusos de los agentes económicos enormes y concentrados, son posibles gracias a la total ineficacia de los consumidores en defender sus derechos. Creo que la racionalidad de los consumidores es escasa y que ello hace posible los abusos. Los grandes negocios funcionan en la medida que existen enormes cantidades de consumidores que responden a conductas típicas. Si esos consumidores son de mejor manera racionales, el poder de las grandes empresas de consumo se modera y su capacidad para abusar de ese poder por consecuencia disminuye o se elimina.

¿Por qué hago presente esto? Por cuanto el poder enorme del Estado, en la medida que se legitima para desarrollar actividades que no son propiamente acciones del rol propio del Estado, permitirá que vaya creciendo hasta el límite que la libertad de los individuos se vea comprometida. El fenómeno del incremento exhorbitante del poder del Estado compromete la libertad del “hombre de la calle”. Y contra lo que creen muchos socialistas teóricos, un Estado enorme no perturba el poder de los poderosos porque el dinero es poder y quien lo tiene en grandes cantidades, elude la acción del Estado. Los que viven de su trabajo diario, como dice el Código Civil, esos si sufren el abuso del poder estatal.

Vuelvo al tema de Sernac. Los consumidores cuando sus derechos se ven conculcados por las mega-empresas de retail, bancos, servicios básicos etc., tienen capacidad de maniobra (menor es cierto) para neutralizar el poder de esos agentes económicos. Respecto al poder del Estado, no tiene el individuo la capacidad de neutralizarlo.

Creo que la democracia se potencia con mayor poder real para los individuos y sociedades intermedias. No con un Estado semi totalitario. Digo semi totalitario porque el Estado nacional, aunque se autoimponga límites, dados los medios de que dispone en la práctica tiene capacidad para influir en todo, particularmente en la vida cotidiana de los individuos.
Reconozco que el tema no es pacífico, pero es urgente que los individuos y organizaciones básicas ejerzan sus derechos con mayor eficacia, sin necesidad que las potestades del Estado se incrementen.

La eficacia del Estado moderno, deviene en poder y el poder en poder absoluto. Y como reza la famosa frase de Lord Acton “El poder tiende a corromper y el poder absoluto a corromper absolutamente”.

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