lunes, 26 de junio de 2023

EL PODER, LA POLITICA, LA TECNICA Y LOS BUROCRATAS QUE QUIEREN COOPTARLO

 


El hombre históricamente ha hecho lo que puede hacer. No más que eso. Como todos los mamíferos, busca, desde su emancipación de su condición de cachorro, expandir su influencia y poder. Para expandir su influencia y poder, amen de actuar por acción directa sobre la circunstancia, busca concertar voluntades de su entorno. Pretende hacer que otros hagan lo que su voluntad propia desea que hagan. Hasta aquí ninguna diferencia con el reino animal y en especial con los mamíferos que son nuestros primos hermanos.

Pero dispone de algo que nos distingue del reino animal: conciencia del tiempo y del espacio que nos trasciende. Disponiendo de esa perspectiva supra animal, busca disponer de ese tiempo para estar en el mundo, de una forma diferente. Busca estar mejor en el mundo. Aspira transformar su mundo para estar mejor instalado en él. A consecuencia de ello nace la técnica. El fuego, la rueda, navegar sobre un elemento que le es ajeno como el agua, o el aire; primero individualmente, luego asociativamente, busca mejorar su estadía en el espacio tiempo al que ha sido lanzado, sin que medie su voluntad.

El animal no tiene técnica. No la tiene porque carece de lo que nos entrega la conciencia humana: la certeza que hay un tiempo y un espacio, que nos trasciende. Un espacio tiempo que no es el aquí y el ahora. La vaca no tiene un antes y un después. No tiene historia. No la necesita. Por esa razón sus relaciones de poder, y en general las relaciones de poder de todos los animales, son relativamente simples comparadas con el hombre.

Dije que el hombre solo hace lo que puede hacer. Pero sucede que tiene conciencia que se pueden hacer mañana otras cosas que no puede hacer hoy, y si domina la circunstancia presente lo conseguirá. El hombre es futurizo nos dice Julián Marías. Y la dramática consecuencia de eso es que sus relaciones de poder son muy sumamente complejas, porque dentro de sus circunstancias, están los otros. Así, muchos hombres quieren dominar la voluntad de muchos hombres porque quieren hacer realidad una realidad que no existe. Esa es la naturaleza humana sin galas ni pormenores.

Por eso existe en nuestras relaciones humanas, lo que los griegos arcaicos bautizaron como el pólemos, y que hoy llamamos dialéctica; cuyas dos caras más evidentes son la política y la guerra. Entre los animales, existe la dialéctica, pero esta es simple. Y es más simple porque no está presente entre ellos, la técnica. Los bovinos overos rojos no van a organizar una guerra contra los bovinos overos negros, para disputar un territorio, porque no saben hacerlo. Los hombres si, porque tienen la técnica para hacerlo.

Por esta complejidad de las relaciones de poder, el hombre ha creado estructuras de poder y legitimidad que permitan administrar colectivamente las circunstancias. Si no existiesen esas estructuras su vida sería un caos. La familia, los señoríos medioevales, la monarquía, el burgo, las reglas del comercio, el estado moderno, la democracia representativa; son expresiones de esa voluntad de ordenar, y contener las voluntades desordenadas a reglas de conducta. La ética, la moral, las reglas del comercio, las normas jurídicas; son límites que importan controles para el ejercicio formal del poder. Son esas reglas, el fruto de arduos esfuerzos humanos por compatibilizar la vida de unos con la vida de los demás. Esos ordenes morales y jurídicos tienen como telón de fondo lo que el hombre es capaz de hacer, dada la evolución de la técnica. Julián Marías en sus libros Antropología Filosófica e Introducción a la Filosofía, ha denominado este fenómeno, la instalación del hombre en la circunstancia.

Pero cuando el hombre le imprime a la técnica saltos cualitativos, estas fórmulas de compromiso o estructuras de poder legítimo, se trastocan, se fracturan y aflora la conflictividad. Dos ejemplos: No es verdad que la revolución francesa tuvo por causa las ideas de la ilustración. La ilustración fue inspirada en los descubrimientos de la ciencia física y en los avances de la tecnología de entonces. Esa técnica fue la que generó las condiciones de posibilidad de la revolución francesa. Las ideas suceden a los hechos, no los preceden. No es verdad que la liberación femenina se produjo – o se está produciendo – gracias a que una señora se sentó con un lápiz en la mano y escribió ideas sobre la liberación femenina o el derecho a voto de las mujeres. Aquello simplemente no es verdad. La liberación femenina tiene como condición de posibilidad, la píldora anticonceptiva, que niveló la sexualidad entre hombres y mujeres y trastocó la estructura social que colocaba a la mujer en una posición determinada, dadas las fragilidades existenciales que imponía a ella la sexualidad y la maternidad.

El gran error del idealismo marxista ha sido pretender que las ideas preceden a los fenómenos, en el sentido que a través de un diagnóstico de una realidad estática en el espacio tiempo, se podría inferir una mecánica universal de la evolución social humana. Ese error impuso la necesidad de oprimir – hasta el día de hoy – a pueblos completos en aras de hacer efectiva esa realidad ideada en los textos doctrinarios, inexistente e irreplicable en la realidad, y de paso exterminar a más de ciento cincuenta millones de seres humanos. Un “pequeño” error como se ve…

¿Cuál es nuestra situación presente? Un caos contenido. ¿Por qué? Pues porque los avances de la medicina han cambiado la instalación del hombre en el mundo; la tecnología de las comunicaciones interpersonales ha cambiado la instalación del hombre en el mundo; la tecnología del transporte ha cambiado la instalación del hombre en el mundo; la píldora anticonceptiva -ya mencionada- ha cambiado la instalación del hombre en el mundo. Lo nombrado tiene implicancias que derivan en un largo etcétera.

Este mundo que ha irrumpido a causa de estos cambios tecnológicos y las relaciones interpersonales y con el poder que está inspirando, es tan distinto del de nuestros abuelos, como el mundo de nuestros abuelos se distinguía de la estructura social del año mil. ¿Exagero? Analícese la vida cotidiana de unos y otros y encontrareis sentido a lo que afirmo.

¿Cuál es a mi juicio el cambio más radical? El de la información. El famoso apotegma kantiano del Sapere Aude, digámoslo… era una pretensión absurda. Porque para saber no solo basta con atreverse a saber. Hay que tener la información para poder ilustrarse sobre los fenómenos del mundo. Y el hombre real y ordinario (el hombre de a pie como se dice hoy en día) en el siglo XIX y XX, no disponía de esa información. La democracia, erigida por la ilustración como una panacea, no ha sido más que una burla, un sarcasmo, frente a un demos casi analfabeto y casi siempre ignorante. Hoy sigue siéndolo, pero existe la posibilidad de superar esa condición y transmutarse en efectivamente ilustrado.

¿Qué nos espera? Pues creo yo, tiempos muy sumamente conflictivos, donde la democracia representativa, los estados nacionales, el comercio internacional, las guerras; tal como la conocimos hasta hace veinte años, sufrirán trastornos derivados de la tecnología de las comunicaciones, y de la capacidad de acumular y procesar datos sobre la realidad.

¿Cuál es el mayor peligro? Que el mayor poder que proporcionan los datos, solo los manejen las élites para someter a las masas. Muchos políticos, empresarios poderosos, autoridades religiosas y la prensa institucional (que aún quiere mantener el cartel internacional de la información sin que nadie los amague), creen que a las masas se les puede someter y conducir, al estilo que lo hacía Joseph Goebbels. Sospecho que aquello es una pretensión fallida. ¿Por qué? ¿Qué ha cambiado de la época del ministro nazi? Sencillo: así como la capacidad de dominación de las élites se ha incrementado gracias a la tecnología de las comunicaciones y del procesamiento de los datos, así también la capacidad de maniobra de los gobernados lo ha hecho por tener disponible casi la misma tecnología. He aquí un factor de altísima conflictividad.

Los aprendices de brujo revolucionarios, qué en estas circunstancias históricas, irrumpen con fórmulas ideológicas envasadas, diseñando estructuras sociales revolucionarias sin correlato con la realidad ni con la naturaleza humana, sembrarán discordia, pero no podrán cosechar “el nuevo orden” pretendido. Eso fue posible en el siglo XX. La propaganda política unifocal y gozando del monopolio de la emisión, podía formatear realidades a las prescripciones ideológicas que en el largo plazo fracasaban, pero en el corto y mediano imponían su hegemonía.

Actualmente tenemos una propuesta que se pretende imponer como hegemónica: La agenda 2030. Compuesta de principios inmaculados nos recuerda ese adagio que reza: el camino al infierno está plagado de buenas intenciones. En este momento burócratas poderosos se alían con, socialistas revolucionarios, empresarios locales neoliberales, cleptócratas de todas latitudes, turbocapitalistas transnacionales; todos unidos en busca de un mundo mejor. Todos ellos en una perspectiva bastante chata de lo que es el hombre, la religión, la familia, la nación y el arte. En un concepto: la naturaleza humana.

Aterrorizados por la supuesta sobrepoblación humana buscan diseñar una nueva realidad social global, poblada de andróginos alegres y despreocupados, impotentes para reproducirse, suprimiendo estructuras sociales basales como la familia y la nación. El bienestar que ellos propician en su agobiante listado de objetivos sustentables, es radicalmente mentiroso. No busca logros para las masas. Busca logros para las élites: un mundo sin sucios desarrapados que tengan familias de muchos hijos, que atiborran los balnearios y los viajes transoceánicos y locales, que llenan los centros de comercio, con sus hábitos despreciables para esas élites.

Recientemente estuvieron los inspectores, especie de curia burocrática globalista en nuestro país. Funcionarios de la comunidad económica europea. El Senador Chahuan los recibió y les prometió a sus patrones portarse a la altura y sacar adelante la Buena y Nueva Constitución después del traspiés del mamarracho 1.0 abrumadoramente rechazado por el electorado y patrocinado por esos mismos burócratas.

Luego fue el turno de la elegante y aristocrática, Úrsula Van del Leyen, quien oficia de burócrata máxima de la CEE. Vino a chequear que su mono del organillo, nuestro lamentable individuo que ostenta el cargo de presidente de la república, esté cumpliendo su misión orientada a este nuevo orden. Úrsula es madre de siete hijos, vuela en jet privado, pero es una propagadora de las energías verdes y del aborto, es decir, asesinato de los bebés de los desarrapados, indeseables para su orden oligárquico pretendido. Propone proyectos energéticos absurdos, económicamente inviables que provocarían, en caso de imperar, el colapso de las economías donde se cumplieran los objetivos de sustentabilidad.

Nunca imaginé un tal ramillete de cretinos manejando las relaciones entre estados. Ver al desarrapado e inestable adolescente crónico Boric, al lado de esta señora pituca, que con seguridad jamás ha hecho una cama o fabricado un plato de comida, pontificando de lo que no saben, sobre NUESTRO futuro, es un espectáculo grotesco asaz de irritante.

Curso de acción estimado lector: con un lápiz el próximo diciembre infrinjamos un nuevo trastazo a estos ingenieros sociales de pacotilla. En diciembre vote EN CONTRA.

junio de 2023

  

domingo, 4 de junio de 2023

CRITICA AL LIBRO; SALVADOR ALLENDE. LA IZQUIERDA CHILENA Y LA UNIDAD POPULAR; DE DANIEL MANSUY

Me prometí no involucrarme en el debate del cincuentenario del 11 de septiembre de 1973, por la extrema dificultad de llegar a conclusiones ecuanimes de la experiencia real de aquel evento, mientras los que lo vivimos estemos presentes. Etimológicamente digo que soy un experto en aquel fenómeno histórico. Es así, porque experto es quien tiene la experiencia. Viví los factores que le generaron, el desarrollo de los acontecimientos y sus consecuencias. No puedo referirme a ello sino como una experiencia biográfica. Y como la vida es una sola y los afectos y desafectos nos acompañan como la sombra al cuerpo, es difícil ser ecuánime.

Por lo anterior, esta crítica será muy breve. Aspiro sirva para que los lectores del libro de mi generación, a la mitad del libro no estén tentados en lanzarlo lejos, por no representar su perspectiva, en aquel tema tan candente aún. Les sugeriría que no lo hagan, porque es un buen libro. Yo no lo hice. Llegué al final de su lectura.

El esfuerzo de Mansuy es enorme, en el sentido de un intento muy difícil – diría casi imposible- de mantener un eclecticismo y ecuanimidad en el relato. Su intento es observar y enjuiciar el fenómeno desde un panóptico ascético de pasiones. Literariamente el libro es de buena calidad y representa un plausible esfuerzo académico, por la cantidad y lucidez de las experiencias personales descritas como pie de página.

Pero la obra adolece de una cojera, que a mi juicio grave. Y dice relación con el silencio de las conductas implícitas de los principales actores de la tragedia: la izquierda revolucionaria de la UP, y la democracia cristiana revolucionaria que gobernó sin contrapesos, en el período inmediatamente anterior al triunfo de la unidad popular.

Se arrastraba Chile desde el gobierno de Carlos Ibáñez y de Jorge Alessandri, en una situación de deterioro persistente y constante de las condiciones de vida de una parte muy importante de la población. No es el lugar para describir cuestiones económicas y sociales muy bien descritas por muchos autores. La modernización entendida como una mutación e incremento de las expectativas de la población, fue un parto doloroso en Chile. Se manifestó en un crecimiento exponencial e inorgánico de las poblaciones urbanas, un deterioro de las condiciones de vida en la población agraria y la pérdida del impulso nacional de otros tiempos pretéritos. Las razones de ese fenómeno son muchas, complejas y por su puesto exceden el sentido de estas letras.

Dicho aquello, una fracción dominante de la élite política fijo un diagnóstico: Chile se deterioraba a causa de la estructura social del país. Los problemas de Chile se solucionarían en la medida que se cambiasen esas estructuras sociales. Y como herramienta para ello, cambiar las estructuras económicas. El diagnóstico hegemónico era que Chile vivía una dualidad injusta que era urgente e imprescindible cambiar. Había en Chile según tal diagnóstico, víctimas y victimarios de aquel indeseable estado de cosas. El remedio pues, era purgar a Chile de los victimarios y reemplazar la estructura social y económica, por una que traería, paz y prosperidad. La antigua formula revolucionaria de cosificar y clasificar como lo hace un entomólogo, a los seres humanos. En la elección presidencial del año 1964 se enfrentaron, sin contradictores, dos posiciones ambas revolucionarias: quienes abogaban por una llamada revolución en libertad y quienes proponían una revolución proletaria, bajo las recetas e ideas que aportaba el marxismo escolástico.

Se vivía entonces con ferocidad la guerra fría, que enfrentaba a las potencias hegemónicas de entonces, EEUU y la URSS. Tal enfrentamiento se vivía, bajo el temor real y cotidiano de una demencial guerra nuclear que estuvo a punto de estallar en 1962 con la crisis de los misiles. Ambas hegemonías tenían sus corifeos en el frente local. 

Triunfó en 1964, la propuesta de la democracia cristiana, públicamente apoyada por Estados Unidos, y aplicó en su mandato, una drástica revolución a través de la reforma agraria, que prometía mejorar la producción y productividad agrícola, propiciaba la intensificación de la estrategia de desarrollo industrial, protegida a través de aranceles altos que impedían las importaciones y exportaciones, y planificación económica que imponía control de precios. La ley de reforma agraria y su patético diseño reglamentario, fue obra de un líder demócrata cristiano que sería un actor relevante en esta tragedia: Patricio Aylwin Azocar.

El resultado de aquel experimento fue un rotundo y dramático fracaso, del cual, hasta el día de hoy, nadie se ha hecho responsable. El país continuó su deterioro y los niveles de pobreza se incrementaron. El  gobierno demócrata cristiano, a pesar de disponer de un alto precio del cobre, única fuente de divisas; no pudo mejorar la situación económica y agudizó los odios ya existentes  a causa de los expolios causadas por la reforma agraria, cuyo único efecto, aparte de la ruina de los expropiados, fue mayor pobreza en el agro, y deterioro de la productividad de esa rama de la economía. La hacienda pública debió recurrir al consabido mecanismo de emisión inorgánica del peso para cuadrar las cuentas, incrementando la inflación y el deterioro de la capacidad adquisitiva de los que vivían de un sueldo, que entonces eran la gran mayoría.

La inestabilidad social derivada de la pobreza, falta de oportunidades y empobrecimiento de quienes, hasta antes de ese gobierno no eran pobres, intensificó la odiosa polarización del país. Las elecciones de 1970 se vivieron como una guerra de vida o muerte. Allende obtuvo una mayoría relativa por escaso margen sobre el candidato que reusaba a continuar con los experimentos revolucionarios. La democracia cristiana, reflejando su fracasado gobierno, llegó en tercer lugar en aquella triste disputa electoral.

Es aquí donde el libro de Mansuy no cumple con el objetivo de traer claridad sobre el fenómeno analizado, porque soslaya ese clima que nublaba el horizonte de Chile. Y que, probablemente, habría condenado al fracaso, a cualquiera que hubiese sido, quien asumiera la presidencia de la república.

Salvador Allende, desde el inicio de su carrera política, navegó en posiciones de izquierda, e integraba un partido, el socialista, fundado por su pariente Marmaduque Grove, que arrancó como un partido reformista bajo la inspiración de otros movimientos latinoamericanos, en particular del APRA del peruano Víctor Raúl Haya de la Torre. Disputaba en sus inicios, a horca y cuchillo, la preferencia de las clases populares, al Partido Comunista. Al poco andar y como consecuencia de la revolución cubana de 1959, adhirió al marxismo leninismo, como ideología para inspirar su praxis. En el Chile polarizado de 1967, aprobó en su tristemente célebre Congreso de Chillán, como método de praxis política, el leninismo Guevarista y proclamó su intención de superar, la democracia burguesa para imponer la sociedad socialista, si era necesario, por la fuerza de las armas, y aceptar la fórmula de la revolución violenta al estilo del asalto al palacio de invierno. Salvador Allende era parte de esa metamorfosis revolucionaria. Cuesta entonces compatibilizar aquel Allende republicano, demócrata y amable con las soluciones pacíficas que retrata el libro, lo que lleva al lector a una perplejidad sin explicaciones plausibles.

Y, creo yo, esa confusión se deriva del ocultamiento del Allende real. Aquel que indultó a los terroristas al iniciar su período, y que, en febrero de 1971, tenía entre sus guardaespaldas, a varios de aquellos terroristas indultados, dentro de los cuales estaban los hermanos Rivera Calderón[1]. Ambos hermanos Rivera Calderón, semanas después, siendo aun integrantes de la guardia pretoriana presidencial llamada GAP, asesinaron a sangre fría a Edmundo Pérez Zujovic, en una ejecución revolucionaria, supuestamente por su responsabilidad como ministro del Interior de Frei, en un incidente en Puerto Montt, en que fuerzas policiales dieron muerte a activistas revolucionarios en 1967. El amable y democrático Allende, envió entonces a Eduardo Coco Paredes, su amigo y director de la policía de investigaciones, a cazar a los Rivera Calderón, quien asesinó a ambos hermanos en un enfrentamiento, uno de los cuales se había rendido y tenía las manos alzadas cuando Paredes lo acribilló. Huelga decir por orden de quien.

Mansuy y los intelectuales de izquierda que el libro cita latamente, se preguntan y preguntan sin respuestas plausibles, como fue posible que aquel Allende empático con la tradición republicana, no haya sido capaz de detener la polarización suicida para la Unidad Popular, en los restantes dos años que duró su gobierno. Retrata el autor, a un Allende, como un barco de papel agitado por las enormes olas de odio y desquiciamiento revolucionario de sus partidarios.

El odio, dice Ortega y Gasset, es un cruel resorte de acero que impide al observador, aproximarse y conocer la realidad observada. En aquel Chile esquemáticamente ordenado entre víctimas y victimarios, ese odio, aquella pasión pútrida a la que tantos fuimos arrastrados, era la emoción dominante, tanto en el Allende candidato del Frente de Acción Popular en 1964, como en el Allende candidato de la Unidad Popular en 1970, y desde luego en el Allende presidente entre 1970 y 1973. Ese odio y resentimiento hacia sus hermanos chilenos, que en su esquema mental eran los victimarios de la época, es el que inspira su odiosidad expresada en sus discursos (casi todos disponibles en audios grabados). ¿Cómo es posible que el autor del libro, no los haya escuchado o los haya soslayado en su análisis? Son particularmente ilustrativos sus exhortaciones en contra de Agustín Edwards Eastman, quien debió autoexiliarse para protegerse a él y a su familia, de la escalada de odiosidad inspirada personalmente por Salvador Allende Gossens.

Efectivamente como señala el autor, era un histrión seductor. Yo personalmente lo presencié en acción en dos episodios domésticos, que no viene al caso relatar y que me inspiraron admiración y simpatía por su pachorra. Pero lo relevante de contestarse es, ¿quién era el Allende hombre de Estado? ¿Aquel que amenazó de muerte al director del diario El Clarín, cuando este desafiaba su narrativa? ¿Aquel que nombró a Eduardo Coco Paredes en la dirección de la policía de Investigaciones, un sicópata asesino y torturador, del que los apologistas y relatores de la UP, se olvidan y ocultan exprofeso?

Efectivamente, Allende tiene una condición de víctima en su viril decisión de suicidarse. Fue una víctima como muchos, del odio entre hermanos. Víctima de su propio odio, de mi odio, del odio que gran parte de los chilenos nos profesábamos de modo irreconciliable, del odio de los políticos y funcionarios demócratas cristianos profesaron contra los propietarios de los predios expropiados, del odio con que Radomiro Tomic se refería en sus discursos a Jorge Alessandri etc. Es cuestión de leer la prensa de la época para dar con esa evidencia. En otros tiempos y hemisferios, del odio que Alexis de Tocqueville vivió como niño, en los tiempos del terror jacobino, lo que le inspiró escribir un libro, para que nunca más hubiese revoluciones donde los seres humanos pasan a ser cosas.

Pacificar, restañar heridas, poner paños fríos a las pasiones; todas tareas literarias plausibles, debe haber estado en la mente del autor. Pero aquello solo se consigue desde la verdad. Cualquier intento de ser políticamente correctos y respetar una narrativa miope de la izquierda, perpetúa el desencuentro entre los que vivimos esos aciagos acontecimientos.

Los chinos, una cultura infinitamente más sabia que la nuestra, recuerdan a sus hombres de estado, sin enjuiciamientos morales. Es parte de su creencia que sus iniquidades, crueldades, errores, aciertos, justicias; son parte del Gran Ciclo del Cielo. La dialéctica de la historia los chinos no la enjuician porque cada fenómeno tiene su causa y la decadencia es el efecto de la prosperidad y la prosperidad es el efecto del orden y el orden es efecto de la justicia y legitimidad. La decadencia es reemplazada por los hombres fuertes que reconstruyen la convivencia con dureza.

Sería magnífico que lográsemos superar aquel enjuiciamiento de nuestra breve historia nacional, sin cánones de buenos y de malos. Categorías que impiden entenderla. Algo de esto padece el autor: proteger la imagen de quien se inmoló luego de un discurso que, para quienes lo conocimos, fue una suprema expresión narcisista, sin el valor moral que le adjudica reiteradamente el autor. Da la impresión que el autor estima qué,  por el hecho de haberse inmolado, sería parte de los buenos.

Respetar la memoria de nuestros estadistas, supone retratarlos de cuerpo entero y con sus luces y sus sombras, que en el caso de Allende son muchas.

Junio de 2023


[1] Con quienes se retrató con ellos, y con mi padre, a la sazón Gerente de Celulosa Constitución, en la FITAL, Feria Internacional de Talca.