lunes, 21 de marzo de 2022

LAS OPCIONES DEL PLEBISCITO DE SALIDA; UN CUENTO DE TERROR

 


A mi edad no me compro mesianismos, fatalismos ni brujerías para mejorar el estado de cosas. No creo en las soluciones totales. La política desde esta perspectiva añosa consiste en administrar el poder para urdir la convivencia social. Las voluntades humanas se cruzan, traslapan y se oponen entre sí. Dejadas esas voluntades a su solo albedrío normalmente colisionan, se expanden las emociones, surgen las pasiones y finalmente desembocan en conflictos. Mayoritariamente quienes integran una colectividad humana, desean cosas impulsadas por sus emociones. Y las emociones no dialogan con otras emociones; solo la razón puede dialogar. De ahí nace la necesidad que quienes conducen las colectividades humanas, deben administrar esas emociones y orientarlas racionalmente hacia el bien común general. Eso se llama liderazgo.

Chile llegó a la circunstancia que desembocó en el 11 de septiembre de 1973, donde se enfrentaron opciones que representaban más o menos nítidamente los enemigos de la guerra fría, habiéndose agotado las posibilidades racionales de un acuerdo. Allende no fue un líder capaz de administrar las pasiones de su bando y la guerra fue la única vía. Don Augusto Pinochet pisando sobre una cubierta de cristal, conociendo en detalle la experiencia de la guerra civil española, urdió cuidadosa y prudentemente que el ejército se alineara en una sola opción: la del recambio lo más incruento posible del gobierno marxista de Allende. La historia aun no reconoce el enorme talento desplegado por Pinochet que hizo posible que la guerra civil no se desencadenara con un ejército dividido como sucedió en la España del 36. En las antípodas está don José Manuel Balmaceda, que no solo no administró adecuadamente las pasiones de sus gobernados, sino que regó los incendios con bencina provocando una guerra civil que causó más de 4.000 compatriotas muertos en aquella guerra fratricida, en un país de 4 millones de habitantes. Comparados con las 2.298 víctimas fatales que informó la comisión Valech, en un país de más de 10 millones de habitantes, dan cuenta de un manejo mayormente prudencial en 1973, al menos comparado con el conflicto de 1891.

Nos encontramos en aquellas encrucijadas de la historia en que los chilenos nos dividimos en bandos bastante difíciles de conciliar. Luego del llamado estallido social en el cual, desde mi perspectiva fue una asonada de violencia política organizada y articulada por fuerzas políticas subversivas; el 15 de noviembre de 2019 se llegó al intitulado por sus suscriptores, “Acuerdo por la paz y la nueva constitución”. Dicho acuerdo mal parido y peor implementado, recibió el reconocimiento de tal por el gobierno de Piñera y por una mayoría del Congreso que acordó la modificación de la constitución vigente para hacer posible una convención constituyente que redactaría la nueva carta fundamental.

La arquitectura del proceso no pudo ser peor. El liderazgo en esas iniciativas brilló por su ausencia. Pequeños grupos metieron cuñas y transformaron ese cuerpo colegiado en la jaula de todos los demonios latentes en el alma nacional; al punto que nos encontramos ad portas de un texto constitucional, que de ser aprobado por simple mayoría electoral, podría significar el fin de la república de Chile, dolorosa y costosamente construida en más de 400 años por la sangre sudor y lágrimas de nuestros antepasados.

El texto de la constitución que se perfila carecerá sin ningún género de dudas, de la mínima legitimidad para tener imperio. Ilegitimidad tanto por su origen, pero fundamentalmente por la integración y la carencia de técnica legislativa. Personas sin formación histórica, jurídica y política aprobarán una melcocha de disposiciones que pretenden cambiar el carácter de la nación sin orden ni correspondencia ni armonía con la tradición jurídica de cualquier nación mínimamente civilizada, pretendiendo crear a través de un cuerpo legal, un ente que no existe. Tarea que es imposible hacer ni por buenos legisladores en un cuerpo colegiado de calidad; menos aún redactado por esta caterva de aventureros. Resumen: Si la constitución es aprobada el caos social estará garantizado.

Entonces ¿Qué sucede si gana el rechazo? El país queda sumido en una tierra de nadie, que, dadas las expectativas sembradas, generará una enorme frustración y posiblemente inestabilidad y caos.

¿Qué idiota nos metió en esto? ¿Quién diseñó este mamarracho? ¿Cómo puede ser que un país con una severa crisis de expectativas, pero cuya gobernabilidad estaba relativamente asegurada, nos hayan involucrado en este despropósito?

Creo que la causa basal de la crisis de Chile no han sido las expectativas sino los liderazgos. Los que han ocupado cargos parlamentarios, liderado los partidos políticos y en la presidencia de la república en los últimos 16 años; han carecido de los talentos mínimos para el desempeño de esos cargos. Mentes brillantes criollas, que son pocas, han derivado a otras actividades, y el ágora política ha quedado a cargo de personas de poco vuelo intelectual y espiritual. ¿Dónde está el relevo de los Jaime Guzmán, de los Carlos Cáceres, de los Onofre Jarpa, de los Patricio Aylwin, de los Edgardo Boeninger, de los Gabriel Valdés Subercaseaux, de los Ricardo Lagos Escobar; por nombrar algunos que hicieron posible la convivencia y mejoras durante 20 años? Las inteligencias superiores fueron sistemáticamente desplazadas de los altos cargos de los partidos políticos y de la política en general, por legiones de enanos. Con esos enanos al timón, la zozobra es un peligro inminente.

Lo que el país necesita es dejar atrás el fanatismo obtuso de los aprendices de brujo, el buenismo y los lugares comunes, el catastrofismo y las campañas aterradoras. Convengamos que ambas opciones planteadas nos condenan a sumir a la Nación en un hoyo profundo. Urgen negociadores prudentes para alumbrar una tercera opción que nos saque de este sancocho. Purgar las instituciones de todos aquellos que nos condujeron a esta calle sin salida, no sería mala idea también.

marzo de 2022

martes, 15 de marzo de 2022

LA CONVENCION CONSTITUYENTE Y LA VERDAD

 


Ha llegado a mi dispositivo de video, un mensaje creado en la plataforma Instagram en el que habla un individuo que fue creado en base a inteligencia artificial del retrato de una persona real. Los conceptos que expresa, las ideas, las expresiones; todo es creación en base a algoritmos. Nada es real. Así lo revela el hombre del cual se extrajo la cara y el tono de la voz.  El fenómeno es azorante y causa perplejidad. ¿Nos aproximamos al fin de la realidad y el inicio de la ficción permanente? Algunos responden entusiasmados que sí.

La Convención Constituyente que debería ser nuestra ágora, esto es, el espacio físico y virtual de diálogo donde los chilenos se encuentran para ponderar sus diferencias y así hacer posible la vida en común, fue cooptado por una mayoría que, como el humanoide del video, viven en una ficción alejada de la realidad.

Una conferencia de Julián Marías Aguilera[1] que circula en internet intitulada La Verdad, nos ofrece luces sobre el particular. En los ámbitos de las comunicaciones, de la política y de los intercambios comerciales, la técnica moderna tiene un efecto sorprendente si se reflexiona un poco en ello: las cosas han sido sustituidas por símbolos. ¿Qué problema tendría aquello? Pues que la verdad o falsedad solo se puede inquirir sobre las cosas reales; sobre los entes. Los símbolos son símbolos de cosas y por ende no tienen valor de verdad o falsedad. Lo que dice el androide del video, no tiene valor de verdad porque no lo dice un hombre con conciencia de sí mismo. Lo mismo pasa con los relatos que esgrime la mayoría constituyente. ¿Qué pasa con la verdad cuando las cosas no son de verdad?

Un viejo adagio jurídico dice; las cosas son lo que son; no lo que se dice de ellas. Pero aquello no impera en el reino de la post verdad. Julián Marías nos advertía la existencia de este hábito moderno, de vivir al margen de la verdad. Eso es lo que vivimos desde hace 30 años en nuestro país. Cuando se levantaron acuerdos de poner un cepo a la verdad, encarcelando soldados por delitos inexistentes, la mayor parte de los casos, por sentencias que desprecian los hechos reales, basándose en un relato ficticio de lo acontecido; sentencias que están a disposición de toda persona que sepa leer y discernir y corroborar lo que estoy dicuendo. Hemos durante 30 años tolerado un relato mentiroso sobre nuestra historia reciente, que levantó odiosa y vengativamente la izquierda que incluso erigió museos para consagrar la mentira, y la gente decente no hizo nada. Mutis por el foro como reza el adagio. Los relatos son símbolos de la realidad; no son la realidad. Entonces el que ha tenido conciencia de verdad estima que no tiene por qué enjuiciar los relatos que son meros símbolos de la realidad.

Colosal error fue abandonar por comodidad el ágora y no combatir aquellos relatos. Fuimos cobardemente silenciosos, y entonces operó una segunda degradación que nos relata Marías: en Chile pasamos de vivir al margen de la verdad, a vivir contra la verdad. Por haber vivido cómodamente en nuestras casitas disfrutando del bienestar económico, sustraídos de este fenómeno, quienes odian la verdad porque los somete al escrutinio de sus pobres vidas, pretenden acorralarnos ahora con la anti verdad. Esa es la postura de la mayoría en la Convención Constituyente.

¿Cómo hemos llegado a esto? Si a los miembros de esa mayoría los tendiéramos en un diván de psicoanálisis, el resultado sería el siguiente: Mi vida es un bodrio, no se afrontar mi realidad; la culpa de todo ello no se encuentra en mi mismo. ¿Quién es el culpable?: la realidad. Por tanto, vamos a crear un orden jurídico contra la realidad; vamos a legislar fundados en un relato, inexistente fáctica e históricamente; saldremos de nuestro hoyo existencial, superando la realidad. ¿Cómo?; negándola. ¡Qué importa la historia! ¡qué importa la ciencia! ¡Viva la irrealidad!

Todos los actores políticos que hicieron posible que el país viviese al margen de la verdad, están perplejos con las “realidades” inventadas contra la verdad por la mayoría de la convención constituyente. Esa casta de políticos de derecha e izquierda parpadeará y dirá; han ido demasiado lejos. Hicimos posible hacer que Chile viviese al margen de la verdad, pero esto es ya demasiado.

Pocos reparan que todas esas seudo realidades inventadas por la convención no son posibles en un contexto de paz social. En efecto; si el mamarracho jurídico que preparan fuese aprobado su legitimidad será nula. No existe la nación mapuche o kahueskar. No puedes inventar una realidad por el solo hecho de desearlo. Se trata de realidades prescriptivas imposibles de cumplirse por la voluntad espontánea de las personas. Es como ordenarles a los ciudadanos que caminen en las manos. Y todos sabemos cómo se imponen los órdenes jurídicos que van contra la naturaleza humana: El viejo método estilo Stalin y Mao. Por la fuerza de las armas.

Me pregunto ¿Tienen los revolucionarios de la irrealidad, que conforman la mayoría de la convención, las armas para imponer su orden jurídico esperpéntico? Es la pregunta que deberemos hacernos tarde o temprano.

marzo de 2022



[1] Filósofo español (1914 – 2005) prolífico escritor, integrante de la escuela de Madrid fundada por José Ortega y Gasset