miércoles, 12 de noviembre de 2014

PESIMISMO TRAGICO DE CHILE

MES DE LA PATRIA; CHILE Y EL LADO OBSCURO DE LA FUERZA

¿Han escuchado aquel chilenismo que señala que fulano anda pateando la perra? Nos ilustra al eterno pesimista que siempre ve todo mal. Hay en esa frase algo endógeno de la nacionalidad. Los chilenos somos en buena parte, trágicos y masoquista. Como que las malas noticias nos gustan. Enrique Mac-Iver, abogado y político del 1900, que hizo harto poco por el progreso y bienestar de sus prójimos, se hizo sin embargo célebre con un discurso sobre la crisis moral. Nos dice tristemente don Enrique: “Me parece que no somos felices; se nota un malestar que no es de cierta clase de personas ni de ciertas regiones del país, sino de todo el país y de la generalidad de los que lo habitan. La holgura antigua se ha trocado en estrechez, la energía para la lucha de la vida en laxitud, la confianza en temor, las expectativas en decepciones.”. Nos decía un humorista, que al encontrarse dos chilenos, se saludan con manos en bolsillos, en voz baja, por sus defectos “Hooola guatón”. Al encontrarse dos argentinos en cambio, se saludan abrazándose efusivamente y a gritos: “¡¡Hola querido!!”. Del arte chileno ni hablemos; después de leer el poema de Fernando Alegría (que ironía el apellido) “Viva Chile Mierda”; dan ganas de suicidarse.

Vivimos hoy una situación, a pesar de algún deterioro económico, nadie seriamente y con fundamentos puede calificar de negativo: crecimiento, empleo, ingreso, niveles de nutrición, escolaridad, capitalización de bienes públicos como caminos, mejoras urbanas etc. etc. Hemos edificado entre todos, un mecanismo de convivencia democrática que ha permitido convergencias inéditas en la historia de la República, y que es celebrada desde otras naciones. Habitamos un país maravilloso que se encuentra fuera de las tensiones bélicas que afectan al medio oriente y en general a Eurasia.

Pero la mayoría repara en lo malo “del sistema” económico. Y hastiados de la concordia presente ponemos el énfasis en las discordias pretéritas. El 11 de septiembre es tan importante para nuestra convivencia actual, como las disputas entre O´Higgins y Carrera; entre balmacedistas y anti balmacedistas; entre clericales y anticlericales. Probablemente si no hubiésemos tenido la discordia del 11 de septiembre y sus causas, hoy estaríamos tramados por alguna de aquellas disputas más antiguas aun. Y para peor, como está lleno de políticos sin liderazgo real, que tratan de estar siempre “en onda” con el people meter, buscan cada cual, amplificar esta caja de resonancia del pesimismo trágico de Chile.

Algún lector se dirá hoscamente asimismo, este que escribe así es de los privilegiados. Aquello es verdad. Lo soy. Mi privilegio es precisamente ser chileno y vivir libre, haberme ganado la vida, creer que la vida tiene un sentido y que Chile es un País de oportunidades.

El mal de ojo es una antigua tradición cultural que se remonta a la Roma antigua. La palabra envidia, viene justamente del latín haciendo mención implícita al mal de ojo, dado que se proyectaba la en-vidia por los ojos, deseando el mal a la persona envidiada. Recomendaban los sacerdotes de Vesta, un talismán fálico (si: un pequeño falo colgado en el cuello) para neutralizar el mal de ojo.  Quizá en esos hierofantes se inspiró sin saberlo nuestro célebre puntero derecho Patricio Yañez, cuando le hizo ese recordado gesto al público del Rimac que le expresaba poco cariño.

Propongo entonces celebrar el mes de la patria haciéndole  nuestro chilenísimo “Pato Yañez” a quienes infestan la convivencia con discordias pretéritas.  Propongo detenernos a valorar lo que tenemos. Propongo transmitir a niños y jóvenes que ser chilenos es honroso, que haber tenido diferencias en el pasado también lo es; recordarles que nuestros antepasados de la república y de la colonia, han hecho mucho por Chile; que la  generación contemporánea que está entregando el testimonio en la posta de la historia, también lucho por Chile. Y que la prueba de ello es el País que tenemos, disfrutamos y disfrutarán las generaciones venideras. Digamos, el “Viva Chile” sin la “Mierda”  del amargo Fernando Alegría, sino aquel Viva Chile sin ninguna excreción, que nace del genuino amor por lo que somos y nos ha regalado Dios.

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