miércoles, 12 de noviembre de 2014

VULNERABLES E INVULNERABLES

VULNERABLES E INVULNERABLES

Mi plácido fin de semana de invierno es interrumpido por un llamado por teléfono en que un amigo me comunica la tragedia de una familia conocida de ambos, que han perdido a una hija en un accidente del tránsito. Familia campesina ejemplar; hija aprovechada en sus talentos. Recién egresada de la universidad. Tragedia que no resiste consuelo alguno.

Mi reflexión divaga entre la compasión con los afectados, y la angustia de no encontrar palabras de consuelo a una desgracia semejante. El sinsentido del evento nos impone un bloqueo emocional; pero fundamentalmente intelectual. Sencillamente no entendemos el por qué y no sabemos que decir. El evento está fuera de nuestro software mental.

Discurro que, nosotros los hombres de la modernidad, no estamos familiarizados con la palabra resignación, porque perdimos la noción de la precariedad de la existencia humana. Vivimos en un mundo en que las noches las hacemos día; en donde lo normal es la disponibilidad de cosas y voluntades. Lo normal es que los deseos se hagan realidad y que la realidad se amolde a nuestros deseos. Subjetivamente para nosotros quedaron atrás los tiempos de las tinieblas, en que desde un púlpito, algún sacerdote nos recomendaba la resignación.

No estoy haciendo un juicio de valor con aquello de que “todo tiempo pasado fue mejor”. Solo quiero recordar, que hasta la primera cuarta parte del siglo XX, la existencia humana; al menos en todo occidente, era esclava de situaciones que cotidianamente sometían a los seres humanos a cuestiones contrarias a sus deseos; el hambre, las enfermedades, las carencias materiales ordinarias. Y naturalmente esos hombres sometidos de manera habitual a condiciones adversas que violentaban sus deseos, estaban familiarizados con la precariedad humana. Eran resignados, en un grado que nosotros no lo somos. Y lo digo respecto de todos los rangos sociales de la sociedad de entonces y la nuestra.

Aquello es algo que está condicionando, tanto a la sociedad en que vivimos, como a las familias que integramos y especialmente a los individuos personalmente; a una suerte de neurosis colectiva en que nos creemos capacitados para todo. El dinero y los bienes materiales a que ese dinero da acceso, nos hacen conducirnos a nosotros mismos y como miembros de la sociedad, como si fuésemos o tuviésemos la posibilidad de ser, invulnerables.

La sociología moderna ha creado un concepto, recogido por los trabajadores y organismos de asistencia social; las personas vulnerables. Generalmente se refieren al grupo social que carece de bienes para satisfacer sus necesidades básicas. Pero el solo llamar a ese grupo social “vulnerables”  da cuenta que estiman (haciéndose eco de la cultura dominante) a todo el resto de la sociedad integrada por personas invulnerables. Y no es chiste. Es que inconscientemente aspiramos e incluso creemos ser invulnerables.

El justo medio, es el que el viejo Aristóteles recomendaba a sus alumnos. La sociedad debe recuperar un equilibrio que nos lleve a ser eficientes pero no inconscientes de nuestra vulnerabilidad humana; de la precariedad de la existencia humana. Creo que este bloqueo mental a que nos somete un materialismo medio obtuso que nos ilusiona con el poder del dinero, nos está haciendo más neuróticos y menos sabios. Re-tomar consciencia de las limitaciones humanas, creo que nos haría más solidarios y más empáticos.

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