lunes, 4 de marzo de 2024

ALGUNOS ASPECTOS DEL LIBRO DE JORGE PEÑA VIAL; “LA CONJUNCION: UNA CLAVE ANTROPOLÓGICA”. “Unidualidad de la condición humana”

 

Don Jorge Peña Vial ha de ser en nuestro país, una de las más excelsas inteligencias humanistas, no solo por la enseñanza de una vastísima bibliografía de autores modernos y clásicos, sino por aportar él mismo, tesis y síntesis que agregan valor a la tradición académica. Con su libro, según el autor refiere en su prólogo, ha querido reunir el compendio de más de tres décadas enseñando Antropología Filosófica. Más de 600 páginas que, a pesar de la viscosidad de los temas abordados, se leen de forma ardua, pero amena y comprensible para el lector ordinario no especialista. Cita autores interesantísimos, que están ordinariamente fuera del radar del mainstreem académico global, que hoy, bien podría compararse con los celadores de la Inquisición, por su imperativa tendencia a la clausura, de los que no acaten las verdades oficiales.

Había intitulado estas letras pretendiendo una crítica global a la obra. Pero al avanzar comprendí que era un exceso, porque el libro contiene muchos temas, de modo que solo me resumo a una fracción de la obra, basta e íntegramente interesante y provocadora.

El autor se fija una tarea: derrotar la diáspora de conocimientos que padece la academia en particular y la ciencia en general, debido a la super especialización, un fenómeno evidentemente perverso del racionalismo tardío de nuestra época, que nos aproxima peligrosamente a un primitivismo y masificación de las élites intelectuales, económicas y gobernantes. Para hacerlo, desempolva la palabra conjunción, en relativo desuso, pero atinente a lo que el autor pretende: sintetizar las conclusiones de las especialidades de las ciencias de variada índole.

Siguiendo el anhelo ya expresado en el siglo anterior por Husserl, por Ortega, por Juan Pablo II y por tantos otros, propone Peña repotenciar a la Universidad como institución que provoque esta síntesis, que cierre los múltiples dilemas morales que el avance de la ciencia ha enfrentado los últimos casi cien años: límites de la ingeniería militar, energía atómica, bio ética etc. La propuesta adolece a mi juicio de realismo, toda vez que, la Universidad hoy por hoy, es parte del vicio crematístico que inunda a la sociedad toda. En efecto, son las universidades contemporáneas en Chile y el mundo, más bien terminales del poder crematístico, donde solo interesa imponer relatos, verdades, preferencias, visiones del mundo etc. no por amor a la verdad, sino como piezas y partes de maquinas políticas y económicas. Pero es el autor un académico universitario y el peso de la nostalgia por lo “que no fue”, tiñe su juicio.

La conjunción propuesta por el autor, se construye en supuestos basales: una dignidad consubstancial al ser humano, y una finalidad de la vida humana, en base a una teleología aristotélico tomista[1]. No obstante que, para quienes ponemos en cuestión ambos supuestos -sin negarlos a priori- el tejido lógico por el que discurre el autor, permite ordenar e incrementar apreciaciones sobre la realidad.

No es Peña un teólogo que habla de filosofía. Es un filósofo que, como todo hijo de mujer, funda sus ideas en creencias basales que están más allá de la experiencia. Digo esto tan trivial porque el positivismo racionalista y kantiano ha querido por más de dos siglos imponer el dogma de la pureza del conocimiento racionalista, sin premisas a priori, y la tendencia a descartar quienes revelan explícitamente esas premisas, supuesto radicalmente falaz ya que toda ciencia se sienta en una creencia.

Volviendo a la propuesta de la conjunción, el autor refiérela a la dualidad cultura-naturaleza. Podría traducirse desde una perspectiva más amplia en el viejo dilema filosófico entre sujeto-objeto del conocimiento. Y es aquí donde, a mí juicio, se percibe la ausencia de una llave maestra que permita salir del laberinto y seguir, como la mosca que golpea el cristal, batallando en una aporía sin fin.

Digo esto porque al hombre moderno, lo que nos circunda de modo omnipresente y esculpe nuestra vida, dentro de otras circunstancias, es la técnica. Me refiero a técnica en un sentido amplísimo, como toda creación histórica humana que abarca desde el idioma y la escritura hasta la mal llamada inteligencia artificial. Cosas que nos formatean radicalmente como entes. Surge entonces la pregunta ¿es la técnica parte de la cultura o de la naturaleza humana? El autor no formula este dilema. Y cabe preguntarse por qué no lo hace. ¿Por qué pone en cuestión su premisa teleológica? ¿Por qué le parece un dilema trivial y da por supuesto que la técnica es parte de la cultura?

A mi juicio, arroja alguna mayor claridad sobre este dilema cultura-naturaleza, la perspectiva epistemológica de pensar el mundo a través de la tríada, sujeto-objeto-circunstancia. Las circunstancias más enormes para la vida humana son el espacio y el tiempo. Desde tal perspectiva concebir entes (Dios y la conciencia humana) en ausencia de espacio y de tiempo es legítimo y útil especulación metafísica. Ahora bien, sustrayendo ambas circunstancias (espacio y tiempo), la teleología es problemática, por cuanto no habiendo espacio-tiempo, no hay finalidad posible, porque toda finalidad importa un principio y ambos conceptos se relacionan con el tiempo que está amarrado a los entes inmanentes. Cualquier concepto que tengamos de Dios, deberíamos concluir que es una entidad que no tiene tiempo ni espacio; y, si concebimos la vida de la conciencia humana después de la muerte, aquella tampoco lo tiene. Deseo, finalidad, tránsito; son conceptos válidos en categorías temporales y espaciales.

Es relevante cuestionarse aquello, porque a mi juicio la teleología introduce en filosofía una frontera difusa entre la ontología y la ética; esto es, entre lo que el mundo es y lo que la conducta humana debe hacer para que el mundo sea lo que debe ser. Porque si “todo tiende a su perfección” ¿Cuál sería el sentido del quehacer humano? Bastaría dejarse llevar por esta tendencia virtuosa y alcanzaríamos aquel desiderátum. En alguna teología contemporánea jesuítica, esto -que parece aberrante- se ha formulado como plausible. Un especie de doctrina hippie[2], que por cierto no comparte el autor.

Y lo dicho en el párrafo anterior se relaciona con otra premisa problemática del autor: la dignidad ontológica intrínseca de la persona humana, según él, como aporte histórico de la revelación del Verbo Cristiano. La palabra dignidad tiene una etimología latina y viene significando, merecedor de. A mi juicio la dignidad humana es un aporte histórico de la revelación, pero ético; no ontológico. La dignidad humana se adquiere. Es un imperativo relacional. Me explico: ¿La pecadora que es llevada a la presencia de Jesús para que Él dictamine si merece o no la lapidación, es digna o indigna? El mensaje de Jesús dibujando en el suelo, no está dirigido a la pecadora. Jesús oblicuamente les hace saber a sus acusadores, no que ella es digna, sino que es tan indigna como quienes la juzgan. La dignidad humana, es el resultado -una conquista- del obrar humano y no del toque de una varita mágica divina que le confiere a la creatura per se.

La cuestión se plantea a propósito del aborto. Algunos defensores antiaborto fundan su posición en la dignidad per se del nonato.  A mi juicio, el aborto es un crimen y un pecado, no porque la criatura sea digna, si no porque, proteger la vida de un nonato es un imperativo para hacerse merecedor de la dignidad humana de quienes están en la potestad de quitarle la vida. Con el equívoco de impugnar el aborto en la dignidad del nonato, quienes cometen aborto, estarían en la misma condición del soldado que mata en batalla al enemigo, lo que resulta aberrante. La frágil moralina de los derechos humanos está contaminada por esta confusión. El laissez faire moral hoy en boga, donde cualquier conducta es lícita porque es el fruto de mi conciencia, se basa en este error de la dignidad intrínseca del ser humano.

Es muy lúcida a mi juicio, la crítica del autor a la llamada por la doctrina liberal roussoniana y kantiana, de la autonomía de la voluntad como fundamento de la libertad, cuando los ilustrados dicen que, solo es libre aquel que obedece las leyes que el mismo se ha dado. Igualmente, lúcida es aquella definición de calidad moral de la persona como, su disposición para rebasar la propia centralidad, poner en paréntesis sus propios intereses y no concebir todo lo que le rodea exclusivamente como medio para su propia realización o conservación. Aquello representa un batatazo en las rodillas al credo liberal, y es la radical condición de posibilidad, de la humanidad del hombre.

Sobre la concepción teleológica, citando a Alejandro Llanos, sostiene que no es una teoría para proporcionar explicaciones físicas concretas, según la cual la realidad es inteligible y está dotada de sentido, aunque no siempre sepamos concretamente en qué consiste esa naturaleza que confiere a cada cosa su fin. Robert Spaemann, sostuvo qué: si el ser humano desteleologiza completamente el mundo, entonces se cumple lo que dijo Pascal acerca del silencio de los espacios infinitos, que aterra profundamente al hombre: Se ve a sí mismo como un solitario vagabundo en un universo sin sentido. De ambas frases se desprende que, la teleología sería un deseo para darle un sentido a la realidad, lo que es una honesta confesión de aquel principio epistemológico postulado por Ortega en virtud del cual, el deseo es el fundamento de toda teoría.

Citando al mismo Spaemann, el autor señala que, el extravío de la ciencia moderna provendría de la desteleologización de las concepciones de la naturaleza. El hombre habría inventado artilugios técnicos que han sido capaces de tronchar su naturaleza humana (en lo que coincido absolutamente) debido a un extravío de la idea de sentido de finalidad del mundo. Esta genealogía de la comprensión del mundo, donde el hombre tuvo una comprensión de la obra de Dios que luego perdió, me parece algo naif. La experiencia nos indica que la naturaleza humana ha sido la misma a través de la historia, y lo que hace, es porque puede hacerlo. Así como el gato se acicala el cuerpo entero con su lengua, el hombre hace lo que es capaz de hacer. Eso determina a mi juicio, que la batalla por el recto proceder, es decir la ética, es un dilema eterno en el ser humano. La perspectiva que el autor hace de R. Spaemann, tiene algo de ucrónico[3].

Propongo alguna idea para salir de esta aporía: A mi juicio, la creación de Dios tiene complejidades y dimensiones que, el enanismo intelectual de la ilustración y del positivismo, pretendieron reducir a una envergadura de causas y efectos comprensibles y controlables. El hombre no entiende las cosas, porque piense en ellas. El proceso epistemológico es más complejo que aquello: el hombre capta el mundo, desea transformarlo, luego piensa como fundamentar esa transformación y finalmente genera un relato abarcativo de la realidad tal como la desea. Tomando prestado un concepto de la física, los ordenes de magnitud de la realidad son tales, que resultan inabarcables para la inteligencia humana. La ciencia no es más que un fragmento ínfimo de inferencias y relaciones causales sobre esa realidad.  No hay tal edad aurea en que el hombre comprendía el mundo y luego, porque surgió la ilustración, dejó de hacerlo.

La referencia de Spaemann a Pascal representa un reconocimiento que en las weltanschauung o cosmovisiones (dentro de las cuales está la teleología aristotélico-tomista) flota un deseo de no encarar el terror vacui provocado por el silencio de los espacios infinitos Pascaliano. El idioma es una herramienta para ubicarse en el mundo, pero una herramienta imperfecta, y las referencias de la teleología de que el mundo tiende, al bien, a la belleza y a la verdad, a mi juicio, nos deja donde mismo. Mejor resistir el terror vacui y descansar en la perfección presente de la obra y creación (permanente como se dirá) de Dios.

El autor describe la creación, como una noción no solo religiosa, sino metafísica. Respecto de la hipótesis del big bang, sostiene que la creación es algo mucho más profundo que un hecho circunscrito como lo sería aquel evento. Es el origen, no el comienzo; y condiciona la estable y eterna dependencia de las criaturas respecto su hacedor. Trae a colación la abrumadora evidencia de la puerilidad del evolucionismo radical. Tampoco es la creación un golpe de taco a una bola de billar. Según el autor, la creación es contemporánea con todas las fases del proceso evolutivo. En otras palabras, el creador está permanentemente creando el mundo, idea que me parece a mí esclarecedora y luminosa para encarar una crítica efectiva a la técnica moderna.

Me explico: ordinariamente, en filosofía de la ciencia, se habla del principio de responsabilidad para referirse críticamente a invenciones que manifiestan un peligro demasiado evidente, tal como la energía atómica. Pero cuando se concibe la creación como un proceso permanente, se debe cautelar que ella siga su curso, y prevenir que cualquier artilugio humano la altere. Cuando el hombre inventa normas, procesos, cosas; que potencialmente alteran la naturaleza humana, se deben ponderar prudentemente todos sus efectos. Porque los efectos pueden ser, y de hecho han sido algunos, devastadores.

Y no me refiero solo a grandes inventos tecnológicos. Ivan Ilich, antropólogo social hacía ver el efecto devastador que sobre los escolares tenía la presencia de un guardia que les indicaba a los escolares cuando cruzar la calle y cuando no hacerlo. Aquello era potencialmente capaz de generar monstruos carentes de toda responsabilidad social y personal[4]. ¿No es acaso la omnipresente anomia contemporánea el fenómeno más devastador de la sociedad de masas? Con mayor razón cabe preguntarse pues, ¿Cuántos y cuáles son los efectos negativos de la píldora anticonceptiva, del automóvil moderno, del smartphone etc.? Muy probablemente se levantarían airadas voces para rechazar hasta la pregunta, por quienes estiman que los cambios se legitiman conforme a la ley de la oferta y la demanda.  Pero el dedo no tapa el sol, y los efectos de cada uno de esos artilugios están ahí, reformateando la naturaleza humana; a veces mejorándola, a veces deteriorándola. Estas preguntas, que son tan antiguas como el hombre, el progresismo moral y tecnológico las invisibiliza bajo la premisa que todo cambio es progreso y todo progreso es bueno.

Masticar intelectualmente este aspecto de la conjunción propuesta por el autor, no solo es muy importante para no errar en el futuro, sino también para salir del brete en que el progresismo nos tiene prisioneros.

Marzo 2024



[1] El concepto teleología tiene variado género de acepciones y es polémico. En el concepto tomista sería la ciencia del fin de las cosas del mundo atendida la verdades aportadas por la revelación divina.

[2] En la película de “El Rey Leon” el jabalí y la suricata representan este ideal: Hakuna Matata.

[3] Reconstrucción de la historia sobre datos hipotéticos.

[4] La sociedad desescolarizada; Iván Ilich

martes, 23 de enero de 2024

EL DHARMA, EL KARMA, LA ACCOUNTABILITY EN LA REALIDAD CONTEMPORANEA

 

El cruce de culturas que nos abre la información que circula por la red -esta magnífica biblioteca disponible a quien posea un dispositivo conectado-, permite relacionar conceptos provenientes de muy diverso origen, en el afán de comprender la realidad contingente. Intitulo estas letras con tres palabras, dos de ellas provenientes de la cultura ancestral védica[1] y una de ellas de la cultura anglosajona y más concretamente norteamericana. Las tres palabras son difícilmente clasificables en categorías gramáticas de sustantivo-adjetivo-adverbio.

La palabra Dharma es de origen sánscrito, el idioma primitivo ancestral de la India remota. Puede entenderse como una realidad ontológica: el orden universal; o una realidad ética, que nos impone un deber de rectitud conforme a aquel orden universal. Así, el dharma sería la misión individual que tenemos en nuestras vidas que permita que el mundo mantenga el correcto orden y balance.

El karma es también una palabra proveniente del sánscrito y de la tradición védica. Aplicada a la vida humana social e individual representa un principio causal en virtud del cual, todo fenómeno y específicamente, toda conducta, tiene consecuencias. Toda acción impone una reacción. Nuestras conductas verbales, físicas y mentales son la causa de nuestras experiencias, independiente de nuestros deseos o nuestras representaciones mentales ilusorias.

Accontability es una palabra inglesa que es usada para reflejar aquella magnífica ética práctica norteamericana que prescribe, que todo individuo debe rendir cuentas, ante sí mismo y ante la sociedad, por sus conductas personales y, por ende, de la consecuencia que ellas tienen en sí mismo y en la comunidad. Una ética de la responsabilidad, desafortunadamente poco habitual en nuestra ética latina o mediterránea, originada en el paternalismo jesuítico que prescribe obedecer los preceptos de la autoridad y descansar en la providencia divina. También, desafortunadamente en Estados Unidos y en el mundo occidental de raiz protestante, este concepto está bastante olvidado.

El materialismo dialéctico, doctrina que inspira las obras de Hegel, Marx, Engel, Gramsci, Sartre y Foucauld, (por nombrar los más importantes) representa un contrapunto a estos conceptos cuando postula que la historia discurriría en una eterna dialéctica donde ideas y expresiones de la cultura contradictorias y conflictivas entre sí, encontrarían bajo el influjo de una especie de ley universal, una síntesis que daría a su vez lugar a contradicciones y así continuaría este ciclo eternamente dialéctico. Digo que representa un contrapunto porque conforme a esta especie ley universal, la conducta de cada individuo en nada influiría en el devenir dialéctico de la historia. Las voluntades individuales serían conforme a tal doctrina como hojas secas en un curso de agua, gobernadas por fuerzas que les trascienden y las superan. Además, en el caso del materialismo dialéctico, esta fatalidad importaría una relación conflictiva entre opresores y oprimidos. Idea que nace de una emoción, ya percibida en el libro de El Génesis, que identificó tal sentimiento en la persona de Caín, el homicida ancestral; alguien que no soy yo, es el culpable de mis frustraciones y fracasos mundanos. Aquello induce a una actitud y conducta de impotencia ética. De nada sirve mejorar el mundo desde el cultivo de las virtudes personales, cuando el mundo se mueve con una dinámica que soy impotente para detener o rencauzar.  

Este prisma dialéctico-victimista, en nuestra cultura mediterránea, ha caído en tierra fértil dada nuestra idiosincrasia permeada por los conceptos de pecado/penitencia y perdón/redención. Es evidente que aquellos conceptos religiosos en el pasado, e ideológicos en nuestro tiempo, no estimulan la ética de la responsabilidad. La cultura nor europea permeada por la reforma, al identificar la salvación como una tarea individual, ha resistido de mejor manera la contaminación de la cultura tradicional por esta doctrina victimista. Desafortunadamente hoy en gran medida esa ética que describe Max Weber[2] se ha diluido en victimismos de nuevo cuño, como lo es la ideología de género desarrollada en Los Estados Unidos especialmente.

Vivimos un extravío crónico por cuanto la elite formal e informal, la élite política, religiosa, económica y judicial y la gran mayoría de la masa del pueblo, no tienen conciencia de la existencia de un Dharma; esto es, de un orden universal. Obran y se conducen sin medir ni tener cabal conciencia de la reacción y consecuencia de sus conductas, y no se sienten obligadas por una ética de la responsabilidad. Nuestra cultura occidental se debate entre un narcisismo suicida y una especie de abandono ético de “todo da lo mismo”. Los medios tecnológicos (el dinero, el ahorro, el transporte, los medios de comunicación etc.) inducen a una vida premunida de una ilusoria seguridad y control del espacio y del tiempo. Resulta amanerado y ridículo que políticos y líderes de opinión se manifiesten escandalizados por la promoción y expansión de una antiética y seudo arte que mistifica el robo, el tráfico de drogas y otras conductas antisociales, en circunstancias que, los que ocupan los espacios de liderazgo se conducen con los mismos valores de los rateros y de los narcotraficantes. Y no es un decir. En nuestro país, ministros y altos empresarios participan de sórdidas reuniones, donde con certeza casi absoluta se transan sobornos explícitos o implícitos. La clase política está ocupada casi exclusivamente en batallas campales impúdicas para conservar prebendas, sinecuras y beneficios, ilegítimos a todas luces. Y desde todos los sectores políticos, empresariales y religiosos, se manifiestan defensas de autoridades sorprendidas en flagrantes latrocinios, solo porque son “de los nuestros”. ¿Por qué la conducta del bajo pueblo debería ser distinta? No se puede sembrar maleza esperando que crezca el trigo.

También resulta grotesco manifestar escándalo y rasgar vestiduras por parte de políticos y líderes en general, por el lamentable estado de la educación escolar. Algunos en el paroxismo de la imbecilidad, se quejan de que los educandos no administran destrezas para el logro del aumento de la productividad económica. Como si aquello tuviese alguna importancia en una sociedad conformada por individuos sin carácter, que no respetan la ley ni al prójimo, donde la institución de la familia ha dejado de tener relevancia social simplemente porque hacer familia es muy costoso y los priva de la gozadera de los bienes de consumo. La perspectiva crítica de la educación, enfocada a que los educandos sean piezas y partes de una máquina productiva, da cuenta con total precisión de la completa ignorancia de la naturaleza humana que expresan esos críticos. Además, aquellos que se manifiestan conturbados por esta realidad deprimente, en la tarde sintonizan Netflix para ver las producciones cinematográficas que sistemáticamente transforman a delincuentes, narcisistas y depravados, en héroes.

Chile, al igual de lo que alguna vez denominó occidente cristiano, es una colectividad conformada por individuos que no se sienten obligados por lo colectivo y que no saben de donde vienen, hacia donde van; y que peor aún, no manifiestan ansiedad por aquellas carencias. Solo expresiones superficiales de conturbación por las consecuencias manifiestas de este mal.

¿Dónde está el remedio? Un retorno a la ética de la responsabilidad que se puede resumir en tres puntos: 1) Retomar el Dharma, es decir la conciencia que la creación de Dios es un orden complejo susceptible de ser desordenado por el demiurgo humano, y por ello es preciso retomar la conciencia del Dharma en la vida individual y obrar a fin de conservar ese orden y promoverlo. 2) Obrar ejercitando la prudencia a fin de que, las consecuencias de nuestros actos -nuestro karma- sean virtuosos y no viciosos. Las cuatro virtudes cardinales de nuestra tradición occidental son una buena herramienta para ello. Por último, 3) obrar respondiendo cotidiana y permanentemente de la consecuencia de nuestros actos ante nosotros mismos y ante la comunidad.

Pero este remedio no es gratis. Importa ejercitar el derecho a rebelión contra una plutocracia corrupta que hoy nos gobierna. El sopor espiritual al que han sido sometido el hombre masa contemporáneo, lo hace muy difícil. Pero la humanidad tiene acceso a una energía misteriosa que nuestra tradición occidental denomina la Gracia Divina. A ella debemos invocar en estos tiempos de obscuridad.

Enero 2024



[1] Cultura védica es aquella que inspiraron los Vedas, conjunto de libros de sabiduría y mitología ancestral india. Vedas quiere decir en sánscrito, sabiduría.

[2] En su obra La Ética Protestante y El Espíritu del Capitalismo

viernes, 22 de diciembre de 2023

EL MAL MENOR; ANTIDOTO DEL MIEDO

 El miedo es una emoción primaria provocada por la percepción de un peligro real o supuesto, presente, futuro e incluso pasado. Desde un punto de vista de la conservación de la especie, es un mecanismo que nos protege de la adversidad y de la muerte. Surge nativamente en el individuo y fisiológicamente gatilla mecanismos hormonales de defensa. En nuestra vida social, en nuestra relación con nuestros prójimos, usamos del miedo para inducir conductas. Desde que existe la colectividad humana – que es desde que existe el hombre-, se ha usado el miedo en la pedagogía, en la religión, en la milicia y en la política. Es una fórmula básica, elemental y de bajo costo, para obtener resultados rápidos, normalmente no reflexivos, en las conductas ajenas que pretendemos inducir y controlar. Como impulso instintivo básico, el miedo bloquea el juicio, lo que en determinadas circunstancias es positivo, pero que, cuando el miedo es inducido por un peligro supuesto e irreal, ese bloqueo nos hace más bestias y menos humanos sin ningún beneficio. Su consecuencia es negativa desde todo punto de vista.

Cuando estaba próximo a egresar del colegio, un profesor que oficiaba de orientador, exasperado de no obtener conductas disciplinadas para inducirnos a superarnos en el estudio, nos advertía: el que no obtiene un puntaje adecuado en la Prueba de Aptitud Académica, no entrará a la Universidad, y el que no entra a la Universidad, está sonado. Claramente no era una actitud muy orientadora ni pedagógica, pero el pobre hombre quería obtener resultados prácticos rápidos: que aquellos energúmenos repletos de desordenada hiperactividad hormonal, a través de miedo, reprimieran sus impulsos frontalizados y se abocaran de una vez por todas a estudiar y aprender las materias de estudio.

Mel Gibson, a mi juicio el más grande genio del cine contemporáneo, dirigió una película titulada Apocalypto. Retrata la precaria vida cotidiana de tribus de Mesoamérica precolombina. Al inicio de la película, un padre de una tribu primitiva alecciona y recrimina a su hijo por dejarse arrastrar por el miedo[1]. Grosso modo la trama del filme consiste en las peripecias de ese mismo joven para salvar su vida y la de su familia, del acoso de la tribu hegemónica, lo que consigue gracias a derrotar en su corazón el miedo y ejercer el luminoso coraje.

En su proceso adaptativo al medio, el hombre desarrolla conductas tendientes a su conservación u obtención de un estado deseado de bienestar futuro. La existencia humana desde sus orígenes ha estado ligada a la técnica como medio para mitigar la precariedad y los peligros que nos impone el medio. El hombre, a diferencia de sus hermanos del reino animal, colectivamente inventa, descubre, desarrolla y usa de la técnica para hacer de su existencia más cómoda, segura y disponer de mejor manera de su tiempo en el corto período que es su vida. La explosiva evolución de la técnica ha determinado en la modernidad un cambio significativo de la circunstancia que nos rodea; la proporción de esa circunstancia determinada por la naturaleza, ha disminuido en favor de aquellas circunstancias artificiales que nos proporciona la técnica. Nuestros mecanismos adaptativos se encuentran en transición y aun no asumen esta enorme mutación. Este hecho insuficientemente advertido por la antropología, tiene sus efectos positivos y otros negativos.

El más nefasto de estos efectos, es que, comparados con nuestros antepasados, los habitantes desde mediados del siglo XX hasta la fecha, somos más proclives a bloquear nuestro juicio a causa del miedo. La técnica nos ha hecho más dependientes de cosas cuya carencia nos angustia. Y el poder político ha descubierto que esta es la gran llave de la dominación total. En la medida que los individuos no tomemos conciencia de este hecho, el plato está servido para la hegemonía política totalitaria.

A raíz del patético y aun no reconocido fraude de la pandemia del Covid 19, Fernando del Pino Calvo-Sotelo[2], postula que el nivel de sumisión y autoengaño que ese experimento social provocó, se hizo posible al haberse asentado previamente lo que él denomina La Cultura del Miedo. Siguiendo aquel adagio de, quien puede lo más, puede lo menos, los agentes del poder, de la manipulación de la opinión y de la publicidad de masas, que convencieron a la población a inocularse vacunas génicas eventualmente dañinas para su salud, y someterse al científicamente comprobadamente inútil, encierro que alteró y deterioró sus vidas, se han cebado con este mecanismo de dominación, que no conoce límites.  El miedo ha sido la llave maestra que quiebra las voluntades y las somete.

En esta modernidad tardía, la política ha devenido en una tramoya de soberanía popular que consiste en someter periódicamente a la comunidad al ritual de elecciones por sufragio universal. Adicionalmente, en las últimas décadas, se ha agregado el ritual de encuestas supuestamente de opinión, con las cuales se pretende inducir a las masas al concepto de El Mal Menor.

Cuál es la llave maestra para que las masas acepten un mal como algo aceptable: el miedo. El mal menor sería aquel antídoto a un hecho futuro y angustioso. En el plebiscito del 17 de diciembre, tuvimos un resultado electoral que es imposible de explicar sin la presencia de este mecanismo de cazamariposas electoral. Me explicaré, pero previamente debemos hacer una síntesis del significado del proyecto.

Existe diversos interesados en reformular institucionalmente la república con distintas propuestas utopistas. Unos porque quieren abrir los espacios para un proceso revolucionario socialista de viejo cuño, otros porque quieren alinear a Chile como provincia de un gobierno mundial, pensado desde los centros de poder financiero mundial y articulado a través de la agenda 20-30 de la burocracia de Naciones Unidas, y otros simples comparsas interesados en mantener e incrementar sus privilegios como administradores del sistema.

Intentaron un proyecto con el tejo pasado y atribuyeron la derrota de aquel proyecto, a la rústica grosería de su formulación. Intentaron un segundo, pero esta vez sin correr el riesgo que el voto popular le diera en las narices, violaron impunemente la constitución y la ley para proponer una estructura institucional que tenía doce bases intocables. La docilidad de las masas demostrada para la pandemia, y el apoyo de toda la máquina comunicacional de diarios, radios canales de TV, auguraban esta vez, éxito. Expertos nacionales, expertos importados[3], alineamiento de todas las universidades, ávidas de financiamientos a través de Foundation, se dispusieron a poner término al proceso. Incluso alinearon a un partido díscolo como el Partido Republicano que acaparó la mayoría electoral de quienes rechazaban el proceso, a través de fichar a su líder a Foundation Conservadoras.[4] Como voceaban los antiguos organilleros, por plata baila el mono. Total, hay Foundations para todos los gustos y colores: para homosexuales, heterosexuales, de derechas, de izquierdas, ecologistas etc. etc.

Parecía que esta vez tendrían éxito a pesar de la pertinacia de las encuestas que demostraban que el soberano vomitaba el proceso. Y finalmente fracasaron, pero de una manera inesperada. ¿Cómo se cuajó la derrota?: Mayoritariamente por el voto miedo.

Del 56% de votos en contra de la constitución solo entre un 17 a 25% de la llamada ultraderecha, votó sin miedo y por convicción. No quería la derogación de la constitución de 1980. El saldo, que representaría a la izquierda, lo hizo para que no triunfara el Partido Republicano[5]. Seamos generosos y desagreguemos a los comunistas, que votan disciplinadamente de manera táctica y no por miedo.

Del 44% que votó a favor de una constitución que era un evidente proyecto institucional de la revolución globalista, sectores de amarillos y democratacristianos descolgados, lo hicieron por genuina convicción de que esa constitución feminista, indigenista y colectivista, se ajustaba a su ideario político. Podríamos estimar que es un 10%. El saldo, lo hizo por miedo, salvo evidentemente un ínfima proporción de los articuladores de ese miedo cuyo único interés es detentar el poder. Algo sumamente preocupante fue, que muchos miembros de las FFAA en retiro – que pueden deliberar- se manifestaron a favor bajo los mismos argumentos de quienes articulaban el miedo como factor de cohesión. Si eso se replica en los miembros en servicio activo, quiere decir que tenemos FFAA poseídas por el miedo. Bien preocupante, ¿no?

El suscriptor de estas letras desde hace cuatro años viene sosteniendo los mismos argumentos y debería por consecuencia estar muy conforme con el resultado electoral. Sin embargo, la motivación de esta elección en particular, me deja anonadado y francamente pesimista de que, a través de la democracia electoral representativa, Chile recupere la senda de la justicia y la prosperidad.

Esa senda solo se obtiene cuando, al menos una élite, se conduzca bajo los cánones de la virtud de la prudencia, es decir racionalmente en función del bien común general. Esta elección ha demostrado que esa élite no existe institucionalmente organizada. Es verdad que con el 20% del electorado y algunos líderes que se perfilan en el horizonte, se puede constituir no uno sino dos o tres partidos políticos que obtengan representación popular. Pero aquello demandará un esfuerzo titánico porque el poder del dinero internacional, que es enorme, ocupará toda la batería de medios para hostilizarlo, denostarlos y destruirlos.

Invocaremos pues, para sacar Chile de este atolladero, la ayuda de quien hasta aquí no nos ha fallado: la voluntad del altísimo.

Diciembre de 2023



[1] Se te ha metido un miedo profundo y podrido. El miedo es una enfermedad. Se mete en el alma a cualquiera que lidia con él. Ha contaminado tu paz. No te crie para vivir con miedo. Sácalo de tu corazón. No lo lleves a nuestra aldea. https://www.youtube.com/watch?v=DSfTk_FzOOQ&t=1s

[2] https://www.fpcs.es/el-covid-y-la-cultura-del-miedo/

[3] La Comisión Venecia ¿De donde salió? ¿Quién le dio autoridad? ¿Quién la convocó? Solo se nos advirtió que eran superexpertos. Algo así como los expertos de los expertos.

[4] Al fin resultó que convencer a su líder era más fácil que la tabla del uno

[5] Es tan evidente aquello, que rechazaron en la convención el texto, a pesar que Luis Silva, vocero del Partido Republicano en la convención, retiró todas las mociones que contravenían la voluntad de la izquierda, en un afán de que la izquierda aprobara el texto que de suyo era la derogación de un régimen de libertades política y económicas, subsidiariedad estatal y control monetario por parte del Banco Central. Es decir: no hay una decisión racional de la izquierda que no fuese el miedo a que los republicanos aparecieran como los ganadores del proceso.

lunes, 4 de diciembre de 2023

LA CONDUCTA DEL ABC1 ANTE LA PROPUESTA CONSTITUCIONAL Y LA SOCIEDAD DEL CANSANCIO

 Siempre he desconfiado de los sistemas filosóficos que pretenciosamente intentan explicar la totalidad de la realidad. Con mucho mayor razón de las ideologías, que son la expresión práctica de algún sistema filosófico. Ambas creaciones conceptuales, se les engloba hoy sintéticamente bajo el rótulo de, relatos. Viviríamos en el mundo contemporáneo, según los analistas de moda, la era del fin de los relatos, explicación que me parece bastante amanerada para reconocer derechamente, que las ideologías y sistemas filosóficos que parió la ilustración, están y han estado siempre equivocados, lo que la evidencia histórica contemporánea ha delatado.

Descartadas las ideologías, los analistas tientan con lo que se denominan, los principios explicativos. Con ellos abordan un fenómeno social complejo, bajo el análisis de una explicación conceptual. Lo que, en lenguaje epistemológico clásico, deberían denominarse simplemente, tesis. Pero hay que estar a la moda y sostener, que los principios explicativos son el intento conceptual de relatar un fenómeno social, ordenando causalidades de estas, sin pretensiones prescriptivas sobre lo que se debe ser o hacer. Por eso, los principios explicativos no son muy populares, porque el hombre masa que abandonó la fe viva en la religión, lo que busca en una ideología, sistema filosófico o relato, es un camino al cielo mullido y sin espinas, en contradicción a la cualidad que nuestros profesores de catequesis nos enseñaron que tenía ese camino.

En un mundo perplejo, donde los relatos, se dice, han muerto, se hacen populares analistas que ofrecen algunos principios explicativos que parecen plausibles. Uno de ellos es Byung-Chul Han, filósofo coreano alemán, muy leído en los tiempos que corren. Una de sus tesis es que, como subproducto del capitalismo tardío, que pone su foco en la maximización de las utilidades y rendimientos crecientes de las personas, la explotación del hombre por el hombre que animara ese capitalismo[1], ha mudado en una explotación del hombre hacia si mismo. Este fenómeno determinaría que vivimos en una sociedad permanentemente cansada. No hay energía disponible para que los individuos se relacionen entre sí en su comunidad política. Incluso en las relaciones de pareja existiría según el autor, el colapso de lo erótico por causa de este fatal ensimismamiento que nos impondría el sistema.  

Frente a la decisión a que la ciudadanía ha sido sometida imperativamente y contra su voluntad por la clase política, de pronunciarnos por una nueva y buena constitución[2], la respuesta del espectro político ha sido sorprendente, y diría yo, demencial. Frente a un proyecto, cuya exégesis elemental no puede sino llevarnos a la conclusión que el régimen propuesto es colectivista, indigenista, feminista, socialista y estatista; la izquierda que propicia ese tipo de regímenes, votaría en contra, y la derecha supuestamente partidaria del individualismo, del capitalismo y de la disminución del tamaño del Estado, votaría a favor. Independiente de si lo señalado es verdad o no, y si en el secreto de la urna, cada uno vote reflexivamente, cabe preguntarse, ¿cómo es posible tamaño desaguisado?

La primera explicación es evidente: la clase política que hoy nos gobierna es inmoral y proclama principios en los que no cree. Lo hace para quedarse con el botín de incautos votantes que sí profesan los principios de conducta invocados. La diferencia entre derechas e izquierdas, sería meramente una pintura del rostro como el de los payasos del circo, que se pintan alegres o tristes para provocar emociones de esa índole. Si fue “la derecha” la que sacó adelante el proyecto en la convención, la izquierda se debe oponer a ello para quedarse con el triunfo de el rechazo a la propuesta. La derecha a su vez, quiere “adueñarse” de la nueva y buena constitución, por razones electorales de corto plazo, sin importarle su contenido. Total – es su reflexión – ¡quien respeta la constitución en los tiempos que corren! Me parece plausible esta explicación, pero solo de la clase política. Lo azorante es que el llamado ABC1, los ricos, los adinerados, los de derecha, a los que habitualmente se les adjudica la mayor capacidad reflexiva; les crean a sus políticos y caminen como corderos al matadero, a proclamar de forma vehemente, que están por aprobar la constitución, colectivista, socialista, ecologista, feminista y estatista; todos principios que rechazan. ¿Cuál es la razón que se esgrime con insistencia?: Que se acabe la pelea, la discusión. Que se cierre el proceso. Que volvamos a tener tranquilidad para trabajar, para producir; que vuelva el anhelado crecimiento económico. Que volvamos a la normalidad.

La explicación de esta conducta nos la ofrece la tesis de Byung-Chul Han: En Chile, el llamado ABC1[3] está dominado por el cansancio. Representan a la sociedad del cansancio relatada por el coreano. Son aquel segmento de la sociedad chilena que se encuentra involucrado en la sociedad del rendimiento[4]. Lo peor que les puede suceder, es que alguien los distraiga de discurrir en esta gigantesca rueda de hamster en que se ha transformado el capitalismo tardío. ¿Oponerse al colectivismo que destruye la libertad, al feminismo que destruye a la familia, al estatismo que expropia el esfuerzo individual? Aquello representa un afán insalvable para quienes todo su esfuerzo está concentrado que las cosas sigan igual y volvamos a la normalidad. Normalidad que importa una persistente decadencia de la sociedad en que vivimos.  ¿Cómo hacer para salvar a la familia de su degradación gracias a ideologías disolventes, a la destrucción sistemática que el terrorismo urbano ha provocado en sus ciudades, a la expansión sin freno de la violencia delictual? No sé cómo hacerlo. No puedo. No tengo tiempo. No me interesa. No es mi especialidad; pareciera ser la respuesta de nuestro ABC1.

La historia humana no la mueve el cansancio. La mueve la voluntad. Nada en el mundo de las creaturas se detiene. Todo fluye, todo corre, solo el imperecedero ser permanece, dijo Heráclito hace dos mil quinientos años atrás.

Invito pues a la gente económicamente más acomodada pero pensante, a superar ese cansancio que los agobia, a leer el texto propuesto y a formarse un juicio, no permeado por una casta política, que ha dado muestras suficientes de su decaimiento moral y la corrupción de sus motivaciones. Su conclusión será a no dudar, votar en contra si profesa la fe en la libertad humana y en el libre albedrío de las creaturas.

diciembre de 2023

 

 



[1] Según él; no según mi parecer.

[2] Así reza el majadero marketing de pasta dentífrica con que se promueve.

[3] Nomenclatura de economistas y publicistas, que, a pesar de su superficialidad, identifica una subcultura

[4] Byung-Chul Han generaliza su tesis, porque en Corea del Sur el fenómeno abarca a todas las clases sociales. En Chile a mi juicio la disciplina capitalista solo abarca a la clase social económicamente más exitosa.

lunes, 20 de noviembre de 2023

EL OPTIMISMO INESCRUPULOSO EN LA PROPUESTA CONSTITUCIONAL

 

Uno de los más brillantes filósofos contemporáneos, recientemente fallecido, es el británico Sir Roger Scruton. Con fina pluma y usando aquel refinado sarcasmo de los británicos elegantes, que no trasgrede los límites del respeto al prójimo, escribió un breve opúsculo denominado, Las Bondades del Pesimismo o los Peligros de la Falsa Esperanza. Desarrolla en esa amena obra, siete falacias y cuatro tesis.

Es tal el nivel de nuestras élites, que el debate sobre la fisonomía que debería ordenar nuestra nacionalidad futura y la vida de nuestros hijos y nietos, mayormente se ha centrado en, si se puede votar la misma opción de los comunistas, o quien es verdaderamente derechista, o quien es traidor de quien. Por allá anda el texto de la propuesta, al cual pocos se refieren y menos leen, por ilustrados que pretendan ser. En estos brillantes análisis de coyuntura, un ex “catedrático” tilda de sonsos a sus detractores que no se pliegan a sus opciones “tácticas”, y, cual si fuese un excelso Erwin Rommel, se vanagloria en negarse a debatir, porque su luminosa inteligencia no está para ser derrochada en nimiedades, tales como el contenido de la propuesta constitucional. Como no tengo los talentos tácticos de aquel excelso catedrático, me referiré al contenido de la propuesta al amparo de mis apuntes sobre la referida obra de Scruton.

La palabra escrúpulo, según el diccionario de la Real Academia, es la duda o recelo inquietantes para la conciencia, sobre si algo es bueno o se debe hacer desde un punto de vista moral; o bien, exactitud o rigor en el cumplimiento del deber o en la realización de algo. Al respecto transcribo literalmente fragmentos de la obra mencionada, porque el razonamiento de autor no demanda comentarios: Ser de derecha se refería antaño, a mirar con recelo toda novedad y muestra de entusiasmo, y a ser respetuoso con la jerarquía, la tradición y las leyes establecidas. Cuando atañe a nuestras propias vidas, a las cosas que conocemos y que hemos conseguido gracias a nuestra capacidad y comprensión, adoptamos un punto de vista mesurado”. Continúa Scruton desarrollando sus ideas, a través de la descripción de falacias que confunden al hombre contemporáneo. La “falacia del mejor caso posible (que mejor traducida sería la falacia del mejor escenario posible), ha incitado a elegir bajo condiciones inciertas, se imagina el mejor resultado y asume que no necesita considerar otros. Hay un tipo de adicción a lo irreal que alimenta a las formas más destructivas del optimismo: un deseo de suprimir la realidad como premisa desde la cual debe partir la racionalidad práctica, para ser reemplazarla por un sistema de ilusiones serviciales. Es una especie de adicción a la irrealidad[1].

Cuando escucho a gente que reunía las cualidades descritas por Roger Scruton como, de “derecha”, argumentar a favor de una propuesta constitucional que consagra un régimen socialista de asistencialismo estatal, y propone la sumisión de la soberanía nacional a núcleos de poder hostiles, a toda visión de “derechas”, cuando los escucho esgrimiendo todo género de razones tácticas, para aprobarla; me resisto a estimar que es puramente falta de juicio crítico. Es una razón más compleja y opaca. No los tildo de sonsos, como aquel luminoso catedrático. Me pregunto ¿por qué toleran lo que será, sin duda razonable, un peor país para sus hijos?. Cuando escucho a exmilitares que han sufrido en carne propia o  en las de sus camaradas, las torcidas interpretaciones jurisprudenciales, que hasta ahora están al borde del prevaricato, y que conforme al texto constitucional se harán perfectamente legítimas, me pregunto igualmente ¿cómo es posible aquello?

La respuesta nos la ofrece Scruton: hay un optimismo inescrupuloso. Optimismo que nada tiene de positivo ni nada que ver con la virtud teologal de la esperanza. Optimismo que nace de un vicio: Eludir la realidad. ¿Por pereza? ¿por falta de entereza moral? ¿por desinterés hacia lo público, es decir, por egoísmo individualista?

Es verdad que en política hay razones tácticas. Pero cuando se trata de diseñar el futuro del país, ¿no será demasiado? Mucha gente de derecha votó dos veces (yo no) por Sebastián Piñera, sabiendo que era un agiotista con un currículo de latrocinios por todos conocidos. Entonces la "razón táctica" la comprendí e incluso me consideré casi en falta cuando en la urna voté en blanco. Lo confesé solo a mis cercanos, la mayoría de los cuales me vapulearon por tal conducta. Pero votar en favor de la instalación de un régimen que nos condenará a la mediocridad y decadencia como nación, es muy distinto, y por eso, voceo a los cuatro vientos que la opción de votar apruebo patrocinada por esta llamada “derecha”, es un gigantesco error de la élite.

El clasismo tradicional de las opciones políticas (los ricos por la derecha, la clase media por el centro y los pobres por la izquierda) se ha disuelto. El pueblo llano es ahora el portaestandarte del sentido común. Y es razonable: sufren en carne propia las políticas socialistas. Los ricos viven en un fanal que confiere el dinero. De nada les servirá a la izquierda (esa si que sabe de táctica, no como el catedrático devenido en general de división) apropiarse de la voluntad de la clase más pobre. Ese pueblo llano, del que la izquierda quiere colgarse, votará en contra de la opción socialista, y según las encuestas será difícil doblegarlo.

La opción socialista y globalista seguramente vencerá en La Dehesa, Vitacura y Las Condes, pero Dios mediante no se impondrá, gracias a los fachos pobres. ¿Raro, no…?

noviembre de 2023

 

 

 

 



[1] Obra citada

sábado, 11 de noviembre de 2023

LA MALA FE QUE RODEA LA PROPUESTA CONSTITUCIONAL

 La política es un arte de conducir voluntades de los gobernados hacia un objetivo que el político o líder proyecta. El recto político es el que trasparenta permanentemente y sin simulaciones, los objetivos a los que desea conducir a los gobernados, y sostiene esos objetivos a través del tiempo.

La vida individual es un complejo de dificultades y facilidades. La vida colectiva del mismo modo. La comunidad política siempre, enfrenta dificultades que hacen difícil la vida de los gobernados y posee fortalezas, hábitos y destrezas para hacer posible a vida en común. Muchas veces la solución de las dificultades comportan disyuntivas, es decir, solucionar una dificultad supone la no solución de otras. La más característica de estas disyuntivas las ofrece la seguridad plena para todos, versus la libertad plena para todos.

Todos quisiéramos tener el futuro asegurado en términos materiales, conforme a las expectativas de bienestar material de cada uno. Y todos quisiéramos disponer de el mayor margen posible de libertad sin que el poder público, la polis, la comunidad, nos restringiese o perturbase nuestras expectativas y por consecuencia, de nuestros objetivos individuales.

El político honesto es aquel capaz de comunicar con claridad este dilema y ofrecer una ecuación que suponga, un determinado margen de seguridad y un determinado margen de libertad, compatibles entre sí. Pero como la gente quiere escuchar soluciones y no dificultades, cuando de democracia representativa se trata, los políticos se mueven en un viscoso margen en que exageran las soluciones y minimizan las dificultades.

Y es cuestión de observar, el amplio énfasis, que esos políticos necesitados de la voluntad popular, confieren a los derechos, y el pequeño énfasis, cuando no, el más estricto silencio, a los deberes de los ciudadanos.

La conexión lógica entre un objetivo, con la fuerza de voluntad y el ejercicio de los talentos y recursos para obtenerlo, es la mayor conquista de la inteligencia humana. Prever el futuro con sus costos y consecuencias. La desconexión entre una expectativa y el costo para hacerla realidad, conlleva el combustible del conflicto social.

En la última década, en Chile se produjo una expansión descontrolada de las expectativas de logros individuales, sin una expansión correlativa de las capacidades y talentos para conseguirlas. El fenómeno entró en colapso en 2019: se acumularon expectativas por amplios sectores de la población que se percibieron impotentes, para satisfacerlas por sí. Entonces, acicateados por demagogos, creyeron encontrar culpables de esas frustraciones en la comunidad política. Alguien es culpable de la insatisfacción de mis expectativas, clamaban. El neoliberalismo, los privilegiados de siempre, los adultos, los policías, las normas, las restricciones sociales etc. A pesar del festival de imputaciones equívocas, a muy pocos se les ocurrió culpar a la constitución (según encuestas, a menos del 3%).

La grotesca comedia que ofrecieron, políticos, periodistas, opinólogos de alta y baja ralea aquellos meses de fines de 2019, quedará para la historia, como una conducta vergonzosa, donde una masa emocionada por la fuerza que da la muchedumbre, era dignificada como si se tratase de héroes de la libertad humana, y, a todos quienes diesen una opinión de cordura y sentido común, se les criticaba ferozmente y eran cancelados y denostados.

Las fuerzas revolucionarias disolventes, siempre preparadas y atentas para desencadenar la destrucción, se desplegaron coordinadamente para hacer colapsar la sociedad. Devastación urbana, incendios de bosques en el sur, violencia coordinada, tuvieron la virtud de sembrar el miedo en los espíritus debilitados por la abundancia económica y por años de paz aparente.

Y fue aquí donde la subcultura de los políticos que ocupan cargos de representación popular y privilegios descomedidos a su aporte a la sociedad, se transmutaron en una dañina casta y echaron mano a un chivo expiatorio para calmar a la chusma: la constitución. La constitución era la culpable de la cólera popular. Manejar ese descontento bajo esa falsa causa, les permitía, estimaron, controlar el fenómeno.

Con poco talento e improvisación diseñaron un desastroso proceso para que hubiese calma en las multitudes. Un circo pobre que terminó alineando al electorado en el sentido común, y rechazando la payasada que les ofrecían como constitución.

Pero ya los revolucionarios y utopistas le habían tomado el sabor a la sangre y se autosugestionaron que, a través de una nueva constitución, podían cambiar esta sociedad tan llena de egoísmos por una sociedad de derechos para todos, que, de paso, les permitiría tener cautivo al electorado en clientelismo electoral puro y duro.

Entonces, a lo bestia no más, diseñaron un segundo proceso que pisoteó las mismas normas que se habían dado para el primer proceso. Estimaron, como decía Nicanor Parra, que la derecha e izquierda unidas, jamás serán vencidas. Para su desazón, en la única manifestación de la voluntad popular que permitieron -la elección de los consejeros que debían poner el pulgar hacia arriba o hacia abajo del proyecto utopista-, sufrieron una nueva flagrante derrota: los nulos y blancos, más el único partido, el republicano, que se manifestaba en contra del proceso, obtuvieron la mayoría.

Pero como el líder de ese partido José Antonio Kast, pertenece a la subcultura de los políticos, decidió darle la espalda a su electorado e incorporarse a la casta. El proyecto era sueño dorado para los políticos: potenciaba el poder de los partidos políticos, y a las cúpulas clientelistas de cada partido les aseguraba una cuota de poder mayor que la que tendría incluso el Jefe de Estado.  Todos los principios contra los que el partido republicano se fundó para combatirlos y que hace suyo el proyecto (derechos sociales, hegemonía de los organismos internacionales, agendas climáticas absurdas, imposición de las teorías de género) se solucionará según Kast y su peón en el Consejo, Luis Silva, como dicen en Brasil: falando, falando.

¿Será posible que tamaña impostura, falsedad, falta de sentido patriótico pueda ser vendido a un electorado harto de este ejercicio inútil para el país? Kast, refiriéndose a las encuestas adversas, eufórico pronosticó: "daremos vuelta las encuestas". ¿Cómo? A través de una nueva impostura que Kast, como zorro correteado en estas lides, sabe que es una flagrante mentira: La seguridad que este es el fin del proceso y el miedo a la opción contraria.

Es verdad que las elecciones se ganan casi siempre con mentiras e imposturas. La pregunta es ¿con tamañas mentiras e imposturas? Mi impresión es que el nivel de mala fe de la casta política, ha rebalsado los límites de la tolerancia, y por frágil que sea el juicio del electorado, el próximo 17 de diciembre la casta sufrirá una nueva derrota.

noviembre de 2023

 

 

 

sábado, 4 de noviembre de 2023

LA REALIDAD, LA TECNICA, LA CULTURA WOK Y LA CUESTION CONSTITUCIONAL

 

El siglo XVIII, en occidente se promociona como el siglo de las luces y de la razón. Entonces se dio inicio a la llamada ilustración. Aquella corriente de pensamiento que embriagó al hombre occidental inicialmente, y a todo el orbe hacia el siglo XX, bajo la premisa que, las ideas cambiarían el mundo; era cuestión de seguir una receta, una prescripción; y el hombre y su cultura progresarían. Abandonarían las tinieblas a que nos había sometido la cultura oscurantista tradicional, y bajo la luz de la razón daríamos inicio al progreso sin fin.

Todas las desgracias que nos acaecen en los tiempos que corren, tienen por causa esta desafortunada impertinencia. ¿Dónde está el error de esta premisa? Pues en lo siguiente:

La realidad que nos circunda - nuestra circuns-tancia[1] -, está compuesta de hechos materiales; algunos que dependen del hombre y otros que son dados por la naturaleza. Los más importantes que nos impone la naturaleza, son el tiempo y el espacio. Pero hay muchos más como el clima, el sexo, las emociones, la capacidades y limitaciones físicas de cada especie, etc.

Algunos, creemos que fuimos creados por Dios a su imagen y semejanza y el hombre por tanto no es un animal más. Pero incluso concediéndole a los ateos que somos animales, habremos de coincidir que somos unos animales muy especiales. Y ello porque se le ocurrió al hombre una conducta única en el universo: ideó y creó la técnica.

¿Qué es la técnica? Es una enorme cantidad de cosas que van desde el idioma, la escritura, la música, el fuego, el control de la fuerza motriz, el fluido eléctrico, la electrónica, los vehículos físicos y un larguísimo etcétera. ¿Y para qué esta criatura extravagante creó la técnica? Para darse la franquía en el tiempo, esto es, para disponer de su tiempo, y que las cosas técnicas hicieren por él, lo que sin la técnica él debía hacer por sí mismo, sea para sobrevivir o para su bienestar. Vivir sin la técnica es vivir como lo hacen los animales cotidianamente. El hombre quiere vivir, igual que los animales y las plantas. Pero a diferencia de estos, quiere disponer del tiempo para sí. Quiere vivir mejor. No solo quiere estar en el mundo, quiere su bienestar[2]. La técnica le permitió al hombre el tiempo para sí, en el cual se ensimisma, y ese ensimismamiento le permite acumular inteligencia y mejorar el control de la circunstancia.

Al aislar ese componente -la técnica- de la vida humana y de su historia, podemos constatar que el progreso no le acaece al hombre en sí. El hombre sigue siendo básicamente el mismo desde tiempos inmemoriales. Lo único que ha progresado en nuestro mundo a través de la historia humana, es el control de las circunstancia que el hombre ha conquistado, a través de la técnica.[3]

Pero volvamos a las ideas. ¿Qué son las ideas? Las ideas las crea el hombre a través del idioma, de la palabra y del concepto, para poder ordenar abstractamente la realidad. Son una construcción humana que pretende interpretar y reflejar la realidad, componerla, ordenarla. ¿Qué interés tiene en ordenar y entender la realidad? Lo hace con la intención no siempre cumplida, de gobernarla y dominarla.

Y he aquí el primer error del idealismo que nos persigue históricamente desde Platón y del Patriarca Abraham, que permearon la tradición cristiana y, por último, con la ilustración y sus hijuelos[4] intelectuales: el materialismo dialéctico y las ideologías revolucionarias de nuestra modernidad tardía. Desde entonces se han invertido el orden de los factores. Se estima que son las ideas las que orientan al mundo, en circunstancias que es el mundo bajo el prisma de la emocionalidad e inteligencia humana, el que formula las ideas. Esto no es subjetivismo. Al contrario; la realidad objetiva permanece y fluye allá afuera de la conciencia humana, bajo la mano de Dios, y más o menos desconocida, por esa conciencia construida esforzadamente a través de siglos.

De lo anterior, se deriva el segundo error del idealismo: al creer que el mundo es gobernado por las ideas, luciferinamente se ha creído capaz de cambiar el mundo, ideando utopías futuristas y recetas para llegar a ellas. La realidad sería, según ellos, plástica, a la voluntad de los ideólogos.

Y he aquí el núcleo de la profundísima confusión que padece nuestra cultura occidental, donde se disputan “ideales” o concepciones de lo que el mundo debe ser, conforme a recetas. El bien estaría en la concreción de esas ideas transformadoras, donde reinaría un futuro de paz, bondad, fraternidad. Esto, en un escenario caeteris paribus[5] no resulta ilógico. Yo intervengo sobre una realidad estática y la moldeo a mi amaño. Pero es que la realidad no es así.

¿Se acuerdan del juego del luche, que consistía en saltar sobre cuadrículas dibujadas en el suelo? Cada uno tenía una fórmula distinta para llegar a la meta con los dos pies plantados al mismo tiempo. En este juego del luche, el piso se nos va moviendo bajo nuestros pies. No ganaremos jamás. Por eso las revoluciones, siempre fracasan. El cambio social en la modernidad es permanente y vertiginoso y los cambios sociales no los inducen nuevas ideas sobre el hombre. Las circunstancias cambian, impulsadas por el progreso de la técnica y el hombre tiene que ajustar su representación de la realidad periódicamente, lo que induce al cambio de las ideas dominantes. De tal modo, la premisa utópica revolucionaria de “construir” una realidad futura, se aplica siempre sobre un mundo que ya cambió, impulsado por el vértigo caótico de la realidad social. Por eso siempre fracasa.

¿Con qué se encuentran los ilustrados en el siglo XVIII? Con que las ideas que supuestamente hacían bueno al hombre, no funcionaban: el hombre siguía siendo cruel, avaro, lujurioso, egoísta etcétera. Siguiendo la tradición rabínica y platónica, ¿cuál sería la solución?: reemplazar las ideas vigentes por otro cuerpo de ideas que asegurarían el progreso.

 Y en esta embriaguez idealista, Carlos Marx expresa la frase que gatilla el nihilismo que consumirá a la ilustración y al progresismo: Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero ahora de lo que se trata es de transformarlo[6]. No se trata pues de interpretar el mundo. El mundo no interesa. Deberá en adelante discurrir a las prescripciones de las ideas. La realidad deberá someterse obedientemente a las ideas. Nieto de rabino, seguía Marx, tal vez sin imaginarlo, la tradición idealista rabínica llevándola a su paroxismo. ¿Dónde está el bien? ¿Dónde está la virtud? ¿Dónde está el amor? ¿Dónde está la muerte? ¿Cuál es nuestro propósito de vida? Nada de ello interesa. La misión es, a través del pensamiento, cambiar al mundo. No es solo el comunismo, el mal desencadenado por esa frase. Al cabo Marx solo formula algo que está en el núcleo del pensamiento ilustrado, liberal y progresista.

Debido a esta confusión llevada al extremo por Marx, el prestigio de la filosofía académica occidental y de las ciencias sociales en general, se arrastra por los suelos. Las academias se llenan de diletantes que deben inventar nuevas ideas para darle continuidad al progreso. En el arte sucede algo similar. El progresismo obliga a producir ideas nuevas, estéticas nuevas, cada cual más delirante que la anterior. Cambia todo cambia, dice una canción progresista, que es el himno de los que pretenden hacer avanzar a la humanidad por la tabla del pirata, en nombre del progreso, hacia el abismo marino infestado de tiburones.

Siguiendo el razonamiento del título de esta columna reflexiono, ¿y qué es la cultura? La cultura, es una interpretación colectiva del mundo que inspira una manera de instalarse individualmente en ese mundo, para discurrir en aquel corto período que es la vida humana. ¿Qué se puede esperar de un mundo que sigue el apotegma marxista de olvidarse de interpretar al mundo? ¿Qué se puede esperar de un mundo que además de renunciar a interpretarse, se formatea masivamente[7] a través de los medios difusos y poderosos de formación de opinión? ¿Qué puede esperarse de esta actitud de olvidarse del ser del mundo y del ser del hombre y de su condición de creatura, en un narcisismo colectivo suicida?

Solo se puede esperar la no cultura. No sabemos de dónde venimos y no nos interesa; no sabemos a dónde vamos y no nos interesa; no nos interesa, no nos interesa, no nos interesa. Lo importante es vivir rico, vivir bien, sin dolor, sonrientes, sin compromisos personales, hacia un mundo más justo, más humano, mas cool, sin nadie que nos cuestione y para eso somos canceladores de las opiniones distintas, porque esas opiniones nos ofenden[8]. Todas las ideas tolerables para el mainstreem[9] , las que son promovidas y permitidas por los medios de comunicación de masas, deben respetar el mundo de cada uno, sin relatos, sin estereotipos (menos si son de héroes o de santos), sin esfuerzos, siempre en busca del placer individual. Los promotores de esta actitud frente al mundo, la han bautizado con un nombre que le confiere una dignidad que no merece: La cultura wok. Y no la merece por partida doble porque no es una cultura sino la negación de toda cultura y, sobre todo, no es un despertar[10], ya que induce a una conducta opiácea, adormilada, laxa y floja.

La revolución que los progresistas pretenden, no es la comunista proletaria. Honrando las desafortunadas premisas idealistas, los poderosos del mundo financiero, de la alta tecnología, de la industria alimentaria global, de las farmacéuticas y otros núcleos de acumulación de capital, se aliaron con la burocracia de naciones unidas para dibujar una sociedad futura wok. Es una colosal ingeniería social, que pretende formatear una sociedad de pacíficos andróginos, que permitan que se materialice la voluntad de los poderes financieros globales: queremos que todo siga como está, y para eso es necesario que todo cambie[11]. Debemos reconocer su absoluta transparencia. La página web formula sus fines y sus medios. Hay si, que leerla con prudencia y sagacidad. La agenda 2030 es un plan político que busca cambiar al mundo bajo la égida, batuta y control del llamado Sistema de Naciones Unidas, prolíficamente financiado por los poderosos del capitalismo global. Un pecado antiguo con nuevo rostro: idear una sociedad futura en base a un plan prestablecido.

Todos quienes somos conscientemente contra revolucionarios, lo somos porque bien sabemos los costos que la historia ha cobrado a las víctimas de estos planes globales de reordenamiento de la sociedad: violencia, caos, pobreza, hambre y muchos, muchos, muchos muertos, la mayoría inocentes. ¿Ignorancia de los efectos devastadores de las ingenierías sociales? ¿O, it doesn´t matter a los poderosos instalados en sus lejanas cumbres alpinas de Davos? Los emperadores chinos eran así, les importaba un pepino que murieran sus súbditos. Mao los copió en su manera de conducirse en El Gran Salto Adelante[12]. Su razonamiento luciferino es, no reparar en detalles.

Para instalar la nueva sociedad wok pretendida por la Agenda 2030 en Chile, la constitución política debe cambiarse, para hacer mas plástica la sociedad a los cambios que se inducirán. Ese ha sido la sentencia del Sistema de Naciones Unidas.

Lo intentó Michel Bachelet con su proyecto ¿Se acuerdan de los conversatorios y cabildos donde se quemó una gran cantidad de dinero de sus impuestos?; fracasó.

Lo intentaron por segunda vez a machamartillo a través del voceado estallido social, con la pistola en la sien y por medio de un cuerpo colegiado que más parecía un circo del señor Jurifa. También todo a costo de su bolsillo señor lector; fracasaron.

Con una pertinacia digna de objetivos nobles que no tienen, la clase política, confabulada y servil a poderes foráneos, manu militari, ideó un tercer proceso, ilegal, inconstitucional, ilegítimo e inmoral. Nuevamente con cargo a su bolsillo señor lector, por un nuevo intento de cambiar a Chile.

Preocupados estaban cuando se eligieron mayoritariamente, a quienes se les excluyó: el partido republicano. El pueblo chileno apoyó mayoritariamente a los republicanos quienes decían ser los portaestandartes del sentido común y prometían abortar el proceso.

Yo al igual que muchos chilenos, confiamos en ellos. Pero como el cuento de la rana y del alacrán, los políticos de profesión que integran sus cerrados cuadros dirigentes y cuyo único interés es la mantención de sus prebendas, cual alacranes montados sobre la rana, cedieron a su naturaleza, le asestaron el veneno a la rana, y se hundirán en medio del rio con la pobre rana.

Pero la rana es anfibia y es chilena, porfiada de tomo y lomo. Creo que se salvará. Y el pueblo chileno, dotado de sentido común, dará al traste con el nuevo intento revolucionario de los idealistas de turno.

Noviembre de 2023

 

 

 



[1] Etimología: Del prefijo latino circum (al rededor); del verbo stare (estar estaciona, colocado o parado) y la raíz sta (estar de pie); del sufijo nt (que indica agente); y del sufijo ia que indica cualidad. (https://etimologias.dechile.net/?circunstancia)

[2] Palabra compuesta de dos deseos copulativos que nos regala nuestro maravilloso idioma

[3] Que es la Técnica. José Ortega y Gasset

[4] Retoño de planta. (DRAE)

[5] En ciencias se llama así al método en el que se mantienen constantes todas las variables de una situación, menos aquella cuya influencia se desea estudiar. (Wikipedia)

[6] Tesis sobre Feuerbach

[7] Masivamente, entendido no numeroso sino sin conciencia individual

[8] Hace 140 años, Federico Nietzsche profetizó el surgimiento de este tipo humano en el discurso del último hombre en Así Hablaba Zaratustra.

[9] Tendencia mayoritaria. Conforme a los parámetros de la sociedad de masas, tendencia dominante.

[10] Woke se traduce como “desperté”

[11] La frase, es del Príncipe de Salina, en la novela de El Gatopardo en el contexto de la caída del mundo tradicional en ascenso de la sociedad liberal promovida por los revolucionarios

[12] Delirante plan económico que mató a millones de chinos de hambre.