miércoles, 12 de noviembre de 2014

LIDERAZGO Y CAMBIOS DE OPINION

LIDERAZGO Y CAMBIOS DE OPINION

“El camaleón mamá/ El Camaleón … / Cambia de colores según la ocasión”. Así decía una cumbia de la Sonora Palacios en los años 60.

El cambiar de opinión es un evento que a todos nos puede afectar en el transcurso de nuestras vidas. Las experiencias, las impresiones, las pasiones que nos sobrevengan, pueden motivarnos a decir blanco, lo que hasta entonces decíamos negro. La legitimidad moral de cambiar de opinión, es discutible, pero casi todos están por valorar el derecho de formarse una nueva opinión fundada en una mejor razón.

Pareciera que esa legitimidad de conducta, resulta mucho más discutible cuando proviene de un líder político o un líder de opinión.

Alexander Dubček, secretario general del partido comunista checo y Jefe de Gobierno de la Checoeslovaquia comunista, haciéndose eco del descontento popular, lideró en 1968 el levantamiento del pueblo Checoeslovaco que pretendía liberarse del poder soviético que asfixiaba a esa nación. Lamentablemente la famosa Primavera de Praga, terminó con una invasión militar del ejército Rojo, que aplastó con las orugas de sus tanques las pretensiones de libertad de los Checos. Millones de espectadores en el mundo, observamos con consternada impotencia esa demostración del poder imperialista soviético. (Fui testigo presencial de la celebración de la invasión soviética por las Juventudes Comunistas de Chile, grupo que integraban algunos líderes actuales de ese partido). Consolidada la invasión y derrotada la resistencia, entonces sucedió un milagro: Alexander Dubček, cambió de opinión … Y expresó a todo el mundo el “agradecimiento” del pueblo checoslovaco por la “liberación” que había sido objeto por parte del ejército soviético.

Es este un ejemplo clásico (y dramático) de los “cambios de opinión” de los líderes políticos. Cualquier persona con un mínimo de inteligencia y criterio, tiende a sospechar que esos cambios no son honestos, ni con su primera opinión, ni con la segunda. Y ello porque los cambios de opinión denotan con toda evidencia un interés primordial de conquistar o conservar el poder para sí y no para una misión. Siendo capitán del buque, no le importa si el derrotero va a babor o a estribor. Lo que le interesa es estar al mando del timón. Un líder verdadero quiere conquistar el poder, no para sí, sino para los demás; para liderar un camino, una idea que se estime como conveniente para el bien común de la nación.

Doña Michelle Bachelet hizo un primer mandato presidencial que se encuentra detalladamente documentado en programas y en cuentas públicas de gestión de su gobierno. ¿Resulta legítimo y confiable que hoy, en su segundo mandato como Presidenta de la República opine distinto de lo que opinó y ejecutó en su gobierno en materias de políticas fundamentales?

No parece convincente justificarse con que han cambiado las condiciones, menos en un lapso tan corto de tiempo. Cuando una persona se dedica a la política al fin de liderar la Nación, lo mínimo que se le pide es que tenga una apreciación completa de la situación de esa Nación. Lo que era bueno para el País cinco años atrás no puede hoy ser malo y viceversa. Es más, si yo hubiera liderado un curso de acción en política de cuya conveniencia años después me formo la opinión que fue equivocado, no me presento a la reelección.

Y lo expresado no es “nada personal” contra doña Michelle. El fenómeno del camaleonismo la trasciende a ella. Creo que nos hemos acostumbrado a que el people meter gobierne la política nacional. Los partidos ya no proponen líderes; proponen “figuras” de líderes que estén bien en las encuestas. Eso espanta a los verdaderos líderes y obliga a las figuras, a un travestismo permanente que daña a la nación porque nos priva de lo que resulta de la esencia de la política, y que la hace funcional al bien común: El que sabe, debe conducir al que no sabe. No a la inversa como hoy pareciera suceder.

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