miércoles, 22 de julio de 2020

LA ESTRELLA DE LA MAÑANA


Algo pasó en Chile – y al parecer en el mundo entero- que vivimos en una permanente alteración emocional e intelectual. Lo que parecía indiscutible, hoy lo es. Lo que parecía convenido, ya no lo es. Crisis, es un cambio profundo y de consecuencias importantes en un proceso o en una situación; o en la manera que estos procesos son apreciados. En tal sentido, existen crisis objetivas y crisis subjetivas.

No es fácil identificar “la causa” de esta alteración. Haciendo una comparación, al contrario de lo que sucedió en nuestras crisis 1929-1932 y 1970-1973, aquellas fueron causadas por urgentes carencias que afectaron a gran parte de la población. La crisis actual, carece de causas objetivas indiscutibles. Hoy, la pobreza extrema es casi un objeto de arqueología en nuestro Chile. Nadie racionalmente lo puede negar. Los que conocimos la pobreza en Chile, sabemos de lo que estamos hablando. Sin embargo, nadie racionalmente puede sostener que el malestar no existe y que es una simple triquiñuela de conspiradores para mover a las masas tras sus aviesos objetivos.

Si las crisis del 1929-32 y 1970-73 tenían un sustrato objetivo en la cual se fundaban, la solución, aunque difícil, era previsible. Las partes que se disputaban el liderazgo creían tener recetas para su solución y confrontaban esas recetas. La pregunta era; que hacer, para que las necesidades básicas de la población fuesen satisfechas. Por el contrario, el sustrato de la actual crisis, es fundamentalmente subjetivo. Por tal razón, difícil de precisar de manera univoca.

El hombre es una excepcional creatura que se pre-ocupa. Los restantes seres vivos viven el presente. El hombre se imagina lo futuro, tiene expectativas. Quiere “fabricarse” una realidad futura. Desea, mas allá de lo puramente animal que es comer, sobrevivir y reproducirse.

Pero el arte de desear no es cosa tan simple. En nuestra sociedad compleja inaugurada en la segunda mitad del siglo XIX y cuya magnitud de complejidad, hoy supera nuestra capacidad de comprensión; se manifestó el fenómeno de la masificación del individuo. Las personas cada vez menos desearon por si mismas. Respondieron al síndrome del nuevo rico; desearon lo que alguien externo a ellos mismos les propuso desear. Dicho esquemáticamente, han sido las élites las que desean cosas y las masas solo les ha cabido optar por una u otra alternativa ofertada.

Dicho esto, cabe preguntarse entonces, qué desean las élites. Y para ello es menester distinguir en el arte de desear las opciones que te ofrece el mundo presente, y las opciones de un mundo futuro. Porque desear lo que aún no existe, desear lo futuro, es exclusiva y excluyentemente humano. Y en la calidad de ese futurismo se manifiesta el genio o el demagogo. En un bloque de mármol, Miguel Angel Buonarotti, vió dentro de él, al David.

Entonces ¿Qué desean las élites? ¿Qué mundo nos ofrecen como opciones para el futuro nuestro y de nuestros hijos? Concretamente en Chile, ¿Cuáles son las opciones que se nos ofrecen para el Chile futuro?

Hasta hace veinte o quince años atrás, nos encontrábamos alineados entre colectivismo o individualismo; opciones que, aproximadamente coincidían con lo que se llama derecha e izquierda. La derecha individualista, la izquierda colectivista. Hoy derecha e izquierda – al menos las representadas en el parlamento – se alinean con el colectivismo. Hay consenso entre los actores políticos vigentes que más de un tercio de nuestro trabajo individual debe ir al papá fisco, para que este resuelva que hacer con nuestro esfuerzo acumulado[1]. Hay consenso entre nuestros honorables, que el Estado crezca y crezca para “proteger” mejor a la población. Algo que le fascina a la izquierda y que los que votábamos a la derecha nos repugna. Pero la solapada verdad en la degradada política contemporánea no manifiesta un afán por el bien común, sino una lucrativa carrera de demagogos, cuya “prosperidad” depende del crecimiento del Estado protector.

Antaño, la derecha era defensora de los valores tradicionales; patria, familia, honor, responsabilidad personal con la consecuencia de sus actos. La izquierda se manifestaba propicia a la plasticidad de esos valores, pero respetándolos a grandes rasgos[2].

Hoy, somos testigos como un gobierno elegido por la “derecha” -contra lo que explicitó en un programa de gobierno, ejecuta una política global de despotenciamiento de la familia a través de la confusa agenda de género. Agenda que tiene dos pilares: propiciar la discordia por sobre la concordia entre los sexos y en particular en el matrimonio; y promover las aberraciones sexuales, dándole una supremacía moral a la homosexualidad. La misma derecha política ve con “apertura de mente” planes educativos que hace 20 años llevarían a sus autores a la cárcel por corrupción de menores. En efecto, se propone un plan que prescribe “educar” a nuestros hijos y nietos en la tolerancia y promoción de diversas especies de aberraciones sexuales. Todo esto en un gobierno de “derecha”.

Antaño, la izquierda era protectora de la llamada clase trabajadora, y de la participación creciente de esta en la distribución de la riqueza. Fuimos testigos empero, en el último gobierno de izquierda liderado por la líder global Michelle Bachelet, como a espaldas de sindicatos, trabajadores y clases populares, se ejecutó entre gallos y medianoche, una mega operación de ingeniería social para “instalar” ciudadanos extranjeros incalificados, pulverizando el mercado laboral en perjuicio de esa clase trabajadora. Todo ello trasgrediendo de manera sórdida, las normas legales y constitucionales que regían la materia.

El gobierno de “derecha” del actual mandatario, se hace eco de una agenda global sanitaria, que literalmente pulverizará la prosperidad económica adquirida tras largos años de esfuerzo, basada en un virus que existe como existe cualquier gripe, pero que no es enfermedad porque no mata a las personas por sí mismo, sino que mata a los que morirían sin la concurrencia del virus. En otras palabras, se hace eco de una tramoya destinada al control de la población global, a costo de la pobreza y ruina de la población local.

Los fenómenos descritos se resumen como sigue: Todo lo relevante que hacen los gobiernos en Chile los últimos diez años, todas las decisiones gubernamentales que nos cambian la vida y afectan radicalmente nuestro futuro y el de nuestros hijos, se debe a decisiones tomadas en sordina, a espaldas del pueblo, legitimadas por el voceo de los medios de comunicación de masas, pero sin consulta previa a los ciudadanos. Vivimos un totalitarismo de facto, y lo que deseamos los ciudadanos no tiene ninguna relevancia. Peor aún; si observamos lo que sucede en otros países a lo largo y a lo ancho del mundo, resulta de una asombrosa y escalofriante identidad. Sucede exactamente lo mismo.

Las masas deseaban las cosas que deseaban las élites. Pero ¿Qué desean hoy por sí mismas las élites? A riego de ser “atropellado” con calificativos por parte de la nomenclatura comunicacional leal al globalismo[3], mi apreciación es que las élites han sido cooptadas por un poder global. Es verdad que siempre existió influencia imperialista en naciones pequeñas como la nuestra. Los actores de la segunda guerra mundial y después de la guerra fría, se disputaban influencias sobre diversos sectores políticos locales. Pero en un orden de magnitud muy inferior al que hoy día se observa.

Hoy el imperialismo como lo conocimos en el siglo XX no es el que se manifiesta. Los llamados imperios también son sujetos pasivos del fenómeno. Existe hoy un poder global para-estatal, que concertado, concentra miles de billones de dólares, superando el gasto fiscal de las potencias más ricas de la tierra. Con una fracción menor de esos billones, financian y “premian” (con la técnica zanahoria y garrote) a universidades, medios de comunicación de masas, agencias de publicidad y de medición (encuestas), partidos políticos, políticos individualmente y sus familias, artistas, líderes de opinión, programas de post grado, P.h.d, doctorados, post doctorados, campañas de protección de los pobres, de la ecología, de los pájaros,  de los mamíferos, de los dinosaurios, oenegés de homosexuales, travestis y un larguísimo listado de etcéteras.

¿Cuál es el origen de su poder? ¿Acaso el contenido de su agenda? ¿Acaso la visión explícita y transparente de su “ideales” respecto de la humanidad?  Porque todos los seudo ideales globalistas; lucha entre sexos, gay frendly, ecología verde etc., son de una superficialidad tal, que no resisten el escrutinio racional. El origen de su poder y enorme capacidad de penetración e influencia es el dinero. El dinero gastado a raudales que “compra amistosamente” voluntades.

Nuestras élites de derecha y de izquierda entonces, no solo no tienen ningún “ideal” indiscutido que mostrar, sino que deben ocultar sus agendas por impresentables. Por ejemplo, Bachelet no salió en cadena nacional para explicarle al País por qué y con que objetivo haría la operación de migración de haitianos. El tráfico humano más numeroso de nuestra historia, y con un impacto negativo para los jóvenes cesantes chilenos, por la cual, personas de otra raza y que hablan otro idioma, ocuparían sus potenciales puestos de trabajo. El diputado de la UDI Bellolio no explicó de cara a sus votantes, por qué razón vota a favor de la educación llamada ambiguamente “de género” contra los principios de su partido. Todo en las grandes esferas se hace en sordina; pa´callao. También En el ámbito extra estatal, universidades católicas pontificias (así se presentan) tienen una formación doctrinaria (no descriptiva sino prescriptiva) contraria a los mandatos de la iglesia de Roma. También en sordina. Podría nombrar un larguísimo listado de ejemplo lo que excede el relato de este artículo.

Se suma a esta orquesta la televisión y la radio pública, cooptada por los grandes referentes mundiales de comunicación social, quienes han dejado su tarea informativa para ser aleccionadora de la fracción más dócil de la población. Goebels es un niño de pecho comparado con el martilleo cerebral que desarrollan donde “comunicadores” con ínfulas de intelectuales, dan cuenta de una irritante superficialidad y carencia de elementos de juicio, en la tarea de imponer verdades y combatir la disidencia a esas verdades oficiales. En Chile, las radios FM y canales de TV pública se encuentran en poder de 4 o 5 manos controladas en gran parte de ellas por referentes comunicacionales transnacionales, obsecuentes cuando no partes mismas del concierto globalista. También los medios de información participan en estrategias de desinformación, ocultando los fenómenos más impresentables del globalismo. Cualquier referente de la comunicación social que se quiera “pasar de listo” es inmediatamente “reeducado” expulsado o anatemizado.

Como señalé, en el siglo XX el sustrato de este orden de cosas, fue la docilidad de las masas, acostumbradas a desear lo que les digan que deben desear. En nuestro siglo se ha llevado al extremo esta dinámica de masas. Pero lo novedoso es que ahora son las élites los “ositos de feria” que saltan las argollas que pone el domador.

Este malestar difuso pero intenso, ha servido para que comunistas y otros revolucionarios de segunda hornada, que aun beatamente creen en la revolución al estilo asalto del palacio de invierno, canalicen mediante un narco lumpen su sueño afiebrado de edificar la nueva sociedad socialista. Mala noticia para ellos es que el malestar camina por otro lado. Tiene su origen en la carencia de objetivos y de claridades de vida sobre los cuales las nuevas generaciones puedan caminar sobre suelo firme. Estamos, creo yo, próximos a una fractura de la sociedad de masas que ordenó al mundo post 1945.

Este escenario lejos de ser apocalíptico representa un regalo del cielo; una gran oportunidad para quebrar la dinámica de la sociedad de masas. Se respira una saturación entre las personas que buscan ser dueñas de sus destinos, y observar el mundo y formarse juicios sobre él, desde su perspectiva personal. Kant estaría fascinado, porque esta situación nos ha abierto las puertas para el sapere aude.  No hay posibilidad alguna de colgarse de los deseos de las élites porque estas no existen como tales, o no tienen deseos en absoluto. De la aristofobia colectivista de los años 1960, deberíamos migrar a la aristofilia. En vez de odiar a los elegantes y distinguidos en el profundo sentido de esas palabras, la juventud incómoda de la tutela del Big Brother, buscará la distinción. Nos aproximamos a la disyuntiva donde no habrán medias tintas. O te resignas a ser un cordero obtuso y obediente de los matinales de la TV, o te dedicas a observar el mundo, fijar tus objetivos personales y familiares por ti mismo y conducirte genuinamente como un individuo (alguien no dividido sino uno mismo). Se prestigiarán solo aquellos que aporten verdad y claridad. En la única comunidad humana existente de verdad: la que comparte experiencias vitales reales, quienes aportan claridad (la aletheia filosófica) con su palabra, su pensamiento y su perspectiva del mundo, serán los nuevos referentes. Aquella sociedad humana de ayer y de siempre, que valora la experiencia de la comunidad hombre mujer, la que respeta, acoge y protege, la experiencia de sus antepasados para proyectarlas en sus hijos hacia el futuro, la que estudia para saber y no solo para trepar socialmente, la que respeta las creencias en un Dios creador y ordenador del caos.

La coyuntura nos ofrece la posibilidad inédita de quebrar el huevo de la masificación social y salir a la luz de las verdades vistas por nuestros propios ojos físicos y espirituales. Jóvenes: no crean la visión apocalíptica de que estamos condenados al “progreso” y que prontamente máquinas, drones, y computadores cuánticos gobernarán vuestras vidas. No será así en la medida que salgamos del letargo masificador. La libertad humana tiene un orden de magnitud que los soldados del globalismo y de la corrección política no prevén. Tiene tantos y tantos matices y pormenores que las máquinas no la doblegarán.

La estrella de la mañana alumbra en plena oscuridad. Hoy soy optimista. Quiero gritar en medio de la mayor obscuridad, el que le escuché a Mieli, economista argentino: ¡Viva la libertad carajo!!



[1] Distribuyéndolo en una “agenda social”, que todos sospechamos (los que votan a la izquierda y a la derecha) que las más de las veces es más una agenda de consolidación del dominio de las élites. Pero esa es otra historia que la que anima estas letras

 [2] Luis Emilio Recabarren fundador del Partido Comunista y posteriormente asesinado por el PC, tiene escritos que lo destacan como fervoroso defensor de la familia obrera, su protección y promoción al margen de toda otra autoridad.

[3] Nacionalista, racista, machista, homofóbico, alucinado con las teorías de la conspiración etc. etc. etc.


domingo, 19 de julio de 2020

CARTA AL PRESIDENTE

Señor

Sebastián Piñera Echenique

Presidente de la República

Presente

Exmo. Señor Presidente:

Ad portas del fin del confinamiento provocado por la pandemia, ha de preguntarse V.E. de día y de noche, en vigilia y en sueño; si el desconfinamiento reactivará la asonada subversiva que ha acosado al País. Los hechos y las informaciones que dispone deben abrumarlo con la presunción que está todo “listo y dispuesto” a forzar el quiebre del Estado por la violencia subversiva, a fin de derribar el régimen y derrocarlo. Todo ello infortunadamente alentado, por la forma con que V.E. se condujo en la pre pandemia, cuando renunció al uso de la fuerza mediante decreto de su ministro Sr. Espina por orden suya, que prescribió un nuevo “protocolo” de uso de la fuerza letal. Protocolo que en la práctica hace imposible su ejercicio para la defensa del orden público[1].

Como V.E. sabe, el uso de la fuerza letal disponible en manos de las fuerzas armadas y de orden, podría en cosa de minutos o cuando mucho de horas, y con una mínima pérdida de vidas del contingente de las fuerzas del estado, neutralizar las asonadas proyectadas en el País, por cuanto -cualquiera lo sabe- la correlación de fuerzas entre la subversión y las fuerzas de orden, es radicalmente dispar. También debe saber V.E., que la decisión de proceder con fuerza letal, disuadirá a los facciosos tibios -que son la mayoría- a abstenerse de su procedimiento violento.

Pero si leyera estas letras V.E. pensaría que el que las escribe no está en sus zapatos. En efecto, es terrible la disyuntiva en la que V.E. se encuentra. Disponer del uso de la fuerza letal contra chilenos, tendrá consecuencias negativas para la convivencia: En primer lugar, la muerte de compatriotas, principalmente jóvenes que se resistan al restablecimiento del orden. En segundo lugar, la activación de una campaña política nacional e internacional en contra de su persona por la supuesta trasgresión que ese mandato comportaría a los derechos humanos, lo que lo haría objeto de un juicio de reproche que pudiera incluso, in extremis, privarlo de su libertad personal.

Respecto lo primero, lamento que V.E. y cualquier agente del Estado se encuentre en esta indeseada disyuntiva. Pero como todas las cuestiones trágicas de la vida, la única opción es afrontarla con fortaleza y con fe en el justo juicio de Dios, a quien V.E. respeta y venera. Al eludirla y no afrontarla, será V.E. juzgado más duramente por sus compatriotas y por Aquel que nos creó; por hacer posible se desarrolle lo que podría derivar en una guerra civil, tragedia indudablemente peor.

Lo segundo, la activación de una campaña nacional e internacional destinada a destruir su imagen y su persona, me parece que dista de ser, como la oposición y la prensa quisiera creer, “pan comido”. En efecto, la clase política que ha gobernado los últimos treinta años en nuestro país y de la que usted forma parte, ha vivido en un perverso aislamiento; sobre informado por las propias élites y sub informado de la genuina opinión pública. Pareciera usted en particular y la clase política en general, solo visualiza lo que las élites opinan (encuestas de agencias de poder, prensa, ONGs internacionales, transnacionales etc.). Elites que padecen de una confusión respecto de lo que es la ética, el derecho y la guerra, y concretamente la naturaleza que los denominados derechos humanos tienen. Confrontar los conceptos señalados precedentemente ayudará a despejar esta confusión, que le aseguro V.E., no comparten los chilenos comunes y corrientes.

Como V.E. sabe por haber probablemente leído a Von Clausevitz, la guerra es un acto de fuerza que se lleva a cabo para obligar al adversario a acatar nuestra voluntad. Así lo sostuvo atinadamente cuando estalló la subversión en octubre pasado: estamos en guerra dijo V.E., al constatar que un grupo de personas, por la vía de la fuerza, buscaban destruir bienes y personas para imponer su voluntad[2].

Sabe V.E. también que el derecho, es la prescripción de conducta, que tiene fuerza coactiva, es decir que legítimamente puede someter por la fuerza al transgresor. La ética es exactamente lo mismo que el derecho, pero sin el elemento coactivo; siendo el obligado libre de fuerza, para cumplir o no la norma ética.

Los derechos humanos han sido una creación doctrinaria que ha sido usada con objetivos de bien común, que es su fin propio. Pero su doctrina es incompleta e imperfecta. Es incompleta porque en su descripción no especifican con total claridad quienes están sometidos a respetar sus prescripciones, esto es, quienes son los obligados a ellas. Y de esa imprecisión surge una fatal confusión, que permite su uso de mala fe, para fines políticos y de guerra; esto es, como medio para someter al contendor o al enemigo. Me explico; al no determinar claramente quienes están obligados, quienes aspiran al poder sea por vía lícita o por medio de la violencia, inducen a la opinión pública a pensar que el único obligado al respeto de los derechos humanos es el Estado, y que las personas que no son el Estado soberano, no se encuentran obligados por ellos. Eso es una verdad a medias, y como toda verdad a medias, es una mentira en el contexto.

Los derechos humanos son una doctrina que se encuentra en la frontera entre la ética y el derecho. Deben ser respetados por el Estado y por todos y cada uno de los ciudadanos. Su respeto es la condición de normalidad. La palabra normalidad contiene el concepto de norma. El Estado debe conducirse ordinariamente con respeto a los derechos humanos, en un contexto de normalidad, pero no puede someterse el soberano a su respeto, cuando un grupo y -como en el caso de nuestro país- un partido político con nombre y apellido, tiene por objeto explícito subvertir el orden público, torcer la voluntad soberana expresada en elecciones libres y democráticas, sembrar el terror en la población mediante la destrucción de la propiedad pública y privada y a través de la destrucción de la dignidad e integridad física de las personas, especialmente de los agentes del orden a quienes V.E. les debe la lealtad. Y lo que es más grave aun; inducir a jóvenes sin juicio propio – carácter que se desprende de su conducta- a ser aniquilados por la respuesta normal de las fuerzas armadas y de orden. Ante esta flagrante y maléfica transgresión de los derechos humanos de todos los chilenos, el Estado no puede someterse. Debe combatir y protegernos.

Al adoptar V.E. la decisión dolorosa e indeseada, de ordenar taxativamente y bajo su responsabilidad personal, usar la fuerza letal del Estado para doblegar la subversión y sedición en curso; no solo no estará violando los derechos humanos, sino estará permitiendo que se recupere su respeto en el contexto de la convivencia pacífica. ¿Qué tiene a la mayoría parlamentaria en su contra que buscará derrocarlo a través de la acusación constitucional? Evidentemente es un riesgo, pero desafortunadamente para V.E., en la disyuntiva a que debe optar, es por el orden antes que el caos; por lealtad a la mayoría que lo eligió, antes que por las élites facciosas.

Respecto al juicio sobre su persona, la mayoría ciudadana que ama la paz y el orden como medio insustituible para deliberar sobre el bien del país, apoyará su decisión en la medida que sea rápida, certera y sin titubeos. Del mismo modo la comunidad internacional de las naciones, que comparten sus valores, tendrá la certeza que usted agotó todos los medios a su disposición para las soluciones pacíficas, y que fue sometido por un enemigo tenaz, a esta indeseada decisión. Además, es razonable estimar que el intento por someterlo a un juicio político por parte de una confusa y perpleja oposición política, se verá frustrado cuando constaten que la mayoría de la ciudadanía que lo ha abandonado ahora por sus indecisiones y ambigüedad, lo acompañe cuando sus decisiones sean certeras y asertivas.

Respecto de los facciosos enquistados en otros poderes del Estado, como el ministerio público y el poder judicial, que pretenden pasar por sobre la ley como coadyuvantes de la subversión, debe usted activamente disponer su sometimiento a la Constitución y la ley a través de los mecanismos que la misma ley le franquea.

En su emotivo mensaje, cuando asumiera la presidencia por segunda vez, invocó usted las palabras de Ercilla para referirse a los chilenos. Sea usted presidente, digno de los hijos de esta tierra, sálvenos usted de la conflagración entre hermanos. El caos que pretende la subversión no nos someterá pacíficamente a los hombres libres de esta tierra. Si no procede, la guerra civil se hará posible; y usted será el culpable de ella, por cuanto pudiendo evitarla, no lo hizo.

Dios guarde a V.E.



[1] A mi juicio su proceder en este caso, degrada su valía moral y la de su ministro. El contenido de ese documento es una deslealtad cometida en contra cada uno de los miembros de las fuerzas armadas y de orden. Cualquier persona expuesta al fuego enemigo, requiere del apoyo de sus superiores. V.E. ha dicho implícitamente a través de ese documento, que cualquier consecuencia adversa que sufran los facciosos, no es de su responsabilidad sino del que dispara. Los que diariamente exponen su integridad física y moral a merced de quienes explícitamente los quieren exterminar, aunque callen, tienen juicio V.E. Este instructivo lo hará pasar a la historia a usted y a su ministro, como hombres sin honor. Enmiende ese error presidente, antes que sea tarde.

[2] Me permito emitir otro juicio al respecto: Debió V.E. haber destituido en el acto, al comandante de la Guarnición de Santiago General Iturriaga, quién le enmendó deslealmente la plana, expresando una falacia que lo condena en su honor militar. “Yo no estoy en guerra con nadie”. ¿Acaso cree el señor General que lo han nombrado y remunerado el Estado, como un método de autoayuda sicológico? El es un oficial de estado mayor, y sabe muy bien que los luctuosos actos cometidos en Santiago el 18/8 fueron técnicamente un acto de guerra. Entonces a través de una falacia mintió y le quitó el piso a su mando, que es V.E. El Estado lo puso en su cargo no para “que fuera feliz con su familia” como expresó él, sino para que cumpliera con su deber. Se equivocó V.E. al mantenerlo en su puesto y someterse a su falacia.


martes, 14 de julio de 2020

GLOBALIZACION, GLOBALISMO Y PANDEMIA

Se confunden los conceptos de Globalización y Globalismo. [1]

La globalización existe hace siglos. La conquista de América por parte de las potencias europeas tuvo por consecuencia la incorporación de esta parte del mundo, a una interdependencia casi global. El proceso continuó en toda la época moderna, y actualmente es muy difícil que exista comunidad humana en el planeta, que esté sustraída de la suerte que corra el resto del mundo.

Globalismo es otra cosa. Es un corpus de ideas que pretenden el aseguramiento de trayectorias de todas las colectividades humanas en el planeta, en un sentido coherente. La globalización es un hecho[2]. El globalismo es una ideología, una agenda y una estructura de ejercicio del mando y del poder. Ideología que desde 1945 ha ido evolucionando hasta conformar un código normativo, cada vez más imperativo y complejo.

La capacidad de imperar del orden mundial globalista es un sofisticado logro de la inteligencia humana. El globalismo no opera como su tatarabuelo, el Estado Nacional, bajo amenaza del uso (y uso efectivo) de la fuerza coercitiva. Impera bajo el formato de los perros de Pavlov; estímulo y respuesta. Las transgresiones no se pagan con sangre, pero se pagan con algo peor; deprivaciones.

La Guerra Fría fue la primera de la era del globalismo; un poker terrorífico, pero innegablemente genial. Infinitamente más inteligente que las napoleónicas, la blitzkrieg y que los bombardeos sobre Tokio o Dresde. Fue una guerra quirúrgica. Hubo bluf, alarde de uso de fuerza letal global, zapatos en la mesa, un poco de napalm también; y al final, una de las partes amablemente, como lo hacen dos viejos amigos, volteó su rey y reconoció la victoria del otro. El premio del torneo fuimos todos nosotros; el resto del mundo. Prueba palmaria que fue torneo entre colegas, es que no hubo tribunales de Nuremberg, ni genocidas presos. Desde que impera el globalismo, solo van presos los que pretenden hegemonías nacionales o autarquías y que por lo demás, no forman parte de este torneo.

Cae el muro de Berlín y se intensifica lo que se encontraba esbozado desde 1945. El vencedor impone algunas de sus ideas y concede otras, y en base a unas y otras se van cerrando las tenazas de una normativa que nos abraza cariñosa, pero ferreamente.

Los elementos identitarios de esta ideología son básicamente tres. El primero, la zanahoria de la prosperidad que conlleva el comercio mundial. En esta fase se crean algo así como dos divisiones del futbol: La A es el OCDE, la de los chicos buenos; La B el resto, que debe hacer mérito para ascender. El segundo elemento es, el garrote a los pecadores: ¿quienes? A los nacionalismos, los afanes hegemónicos o autárquicos y a quienes se desmarquen de los roles en la orquesta[3]. Por nacionalismo entiéndase solo aquellos de escala mayor, que hagan peligrar la hegemonía global. Se toleran los nacionalismos de baja gama como localismos, regionalismos y se promueven incluso secesiones de naciones que antaño fueron fuertes y que podrían volver a serlo en el futuro. Los derechos humanos y el decálogo de pecados (racistas, ultraderechistas etc.) son el cilicio para los transgresores. El tercer elemento es la parte amable: El Buenismo. La ideología globalista nos “enseña” que hay una sociedad mundial unitaria, y esta humanidad cosmopolita y festiva debe ser el objeto de nuestro amor y protección[4]. Ecología y conservacionismo donde se formalizan iniciativas acientíficas, a veces contradictorias y contraproducentes con el medioambiente[5]. Ideología de género que promueva toda especie de aberraciones sexuales[6]. Y la más importante de esta cruzada buenista; la salud mundial. Ayudas alimentarias que revientan los mercados internos de los países receptores, pero que proporcionan bienestar moral a los opulentos. Y, en el combate a la enfermedad y a la muerte, se concibe el método de control del siglo XXI: La pandemia. En un genial ejercicio de prueba y error, se fueron año tras año, pandemia tras pandemia[7], probando reacciones de personas y gobiernos nacionales, para refinar un método de control total y… bingo: en 2020 por primera vez en la historia de la humanidad, la burocracia global, sin disparar un solo tiro, somete la voluntad de 6 mil millones de seres humanos, privándolos del bien mas preciado que nos han legado los cielos[8]: la libertad, y lo que es más sorprendente, con un resfrío que solo mata a los que se morirían de todos modos.

Aquí señores, nadie se manda solo. No manda un hombre, no manda un grupo de hombres. Manda el globalismo, una ideología, una estructura, un protocolo[9]. La sanción a los desobedientes será dolorosa e impredecible[10]. ¿Qué acaso esto significará trastornos y pobreza? Que va. Primero están los protocolos y la obediencia. El control es lo que vale.

¿Cómo es posible que gente inteligente a lo largo y ancho del mundo haya pisado el palito?; ¿Cómo es posible que hayamos llegado a tal aberración sin voces disidentes políticamente relevantes?; ¿Como se ha seguido una directriz global sin ningún discernimiento prudencial?; ¿Cómo nadie ha sido capaz de decir que el rey va desnudo? Creo que el globalismo llegó a su cenit y topó fondo, ambas cosas a la vez.

El poder es una pasión constructiva y destructiva a la vez: Pretende mitigar los riesgos de una amenaza futura, pero lleva el germen de su destrucción porque es una exigencia uniformemente creciente. No puede detenerse. No conoce el equilibrio. La burocracia global ha superado todo límite prudencial. Y lo ha hecho en aras de manifestarse, sin conmiseración ni responsabilidad por el bien común general. Es el pecado de Napoleón al invadir Rusia. No tenía razón plausible, pero en política rige el principio, show must go on.

Pero, aparte de la pasión por el poder, ¿por qué ha errado tan groseramente causando un desastre económico y social de magnitudes imprevisibles sin haber tenido justificación plausible, siendo evidentemente el remedio peor que la enfermedad? Pues porque han pasado por alto la regla de oro del ejercicio de la política: Las sociedades humanas son sistemas dinámicos y complejos, que solo se pueden gobernar prudencialmente y jamás por burócratas que obedecen a un protocolo.

Por esta misma razón el Globalismo está intrínsecamente condenado al fracaso. No podrá imperar, por la misma razón que ha fracasado el socialismo. Sucede que la unidad básica de la política es la voluntad humana, y esta por culpa de Adán y Eva, es capaz de torcer el destino en infinitos pormenores y matices. Pormenores que la burocracia internacional jamás podrá prever ni observar. Aunque se apoyen en mega computadores cuánticos capaces de procesar millones y millones de datos y variables, la voluntad humana siempre se desmarcará de manera imprevisible.

La pregunta final es: ¿Quién pagará la cuenta de este caos provocado por el mismo “orden”? En el derecho indiano existía la institución del Juicio de Residencia al final del mandato del Gobernador. Se concebía que no obstante protocolos, cédulas reales, mandatos imperiales, decretos de la casa de contratación o del concejo de indias; la responsabilidad siempre recaía en la persona del Gobernador que era enjuiciado por los gobernados. Por eso el gobernador, cuando recibía una orden que era contraria a la prudencia, apoyaba la cédula real sobre su cabeza, y expresaba la fórmula ancestral: Se acata, pero no se cumple.

Creo que la pagarán los que acataron.

 

Julio 2020



[1] Rüdiger Safranski. ¿Cuánta Globalización Podemos Soportar?

[2] A mi juicio, un hecho positivo y promotor del crecimiento del individuo y su señorío.

[3] Pinochet y Trump son dos ejemplos de “enemigos públicos”.

[4] Quien dice “humanidad” miente: Carl Schmitt

[5] Campañas para impedir las centrales hidroeléctricas que promueven la autarquía energética, son contradictorias con la defensa del medioambiente, pero pecaminosas para la dependencia energética.

[6] Obviamente para reventar a la institución de la familia -peligro intrínseco del globalismo- e inducir el control poblacional de manera festiva y “alegre” “in good spirit” “gay”

[7] Peste porcina y otras gripes promovidas con aspaviento, que resultaron ser un bluff.

[8] Don Quijote dixit

[9]  ¿De qué se mueren los que se mueren?: de la pandemia pues. Así ordenan los protocolos reconoció el Ministro de Salud.

[10] ¿Vieron lo que le paso a Mirosevic o a los militares chilenos? Cualquier intento de hegemonía o desmarcarse dará lugar a un relato tenebroso y se pagará con escarnio. Mucho cuidado señores gobernantes. Si no han cometido ninguna falta o delito, este lo pondrá el relato y terminará siendo verdad.