Conforme al artículo 24 de la
Constitución, el 1 de junio Boric debía dar cuenta al país del estado
administrativo y político de la Nación ante el Congreso Pleno. Siguiendo la perseverante
y coherente política de su gobierno, quien ocupa el cargo de la primera
magistratura, incumplió dicha obligación. Su coherencia con lo que ha sido la
gestión de su gobierno es total: destruir todas y cada unas de las
instituciones jurídicas democráticas, destruir todos y cada uno de los
consensos morales, y jurídicos y paralizar a través del miedo a quienes se
opongan a este proceso de implosión[1]
de la sociedad. Para ello, cuando le cabía la obligación constitucional de
rendir cuentas, incumple dicha obligación y pronuncia un discurso
revolucionario moviendo nuevamente la ventana de Overtone[2]
más aun hacia su objetivo político declarado: destruir a la nación.
Por parte de los espíritus light
existía una relajada espera en la llamada “oposición” sobre, qué diablos va
a decir este prestidigitador de la palabra, si todos sus objetivos explícitos de
gobierno han sido incumplidos. Se repartían alegremente memes en las redes
sociales haciendo presente sus promesas de crecimiento económico y renovación
moral grotescamente incumplidas. Incluso los más obtusos de los opositores y de
esa “izquierda democrática” se figurarían que tendríamos a un Boric contrito,
haciendo un mea culpa del desastre jurídico-moral que ha sembrado de modo sistémico.
Obvio: no se refirió a ello. En
su lugar radicalizó sus propuestas: torturar a los ancianos presos políticos
militares, mezclándolos con delincuentes comunes peligrosos y asesinato de
niños con catorce meses de gestación bajo el epígrafe interrupción del
embarazo. Cuando la oposición se había ya tragado el tarro de tachuelas del
llamado “aborto en tres causales” y cuando de manera vergonzosa, esa oposición
toleró que inocentes ancianos que participaron directa o indirectamente en la
guerra interna para derrocar a la unidad popular hace más de cincuenta años, a
condición de que fuesen apresados en una cárcel especial, pues hay que romper
ese consenso. Mover la ventana de Overtone una vez más. Patear el avispero
cuando las avispas ya se habían sometido a la idea que su nido estuviese en el
suelo cortado de la rama. Es una guerra sicológica centrífuga. No hay violencia
física. Solo sicológica. Su mayor logro es la dispersión de las fuerzas
contendoras, es decir, la división por cuñas verticales y horizontales, del
enemigo político. De manual.
¿Quién ha entendido esta
mecánica? Solo Johannes Kaiser explicitó su abandono de la sala ante este
sarcasmo republicano. Algunos “indignados” diputados de la UDI no asistieron.
Algo así como combatir la pornografía como se hacía en los 90, poniendo una
bolsa negra sobre las desnudas retratadas en las revistas porno.
Es qué, lo que falta para
enderezar a la nación es inteligencia para comprender esta mecánica
revolucionaria. No basta con combatir al minúsculo terrorismo físico en la Araucanía.
No basta con combatir el narcoterrorismo que controla los barrios de todas las
ciudades. No basta con reducir el tamaño o de impedir la tendencia al
crecimiento desmesurado del estado y la estatización creciente de la vida
cotidiana a través de la burocracia. No basta con poner de pie a la economía para
que vuelva la prosperidad y la fe en el futuro para los jóvenes. No basta con reponer
las condiciones sociales para que las familias proliferen y nazcan más
chilenos. No basta con obligar a respetar a los creyentes en Dios para que
profesen sin miedo su fe. No basta con replicar la praxis de Bukele creando enormes
cárceles[3]
para encerrar a todos los delincuentes. No basta con indultar a los presos
políticos militares y perseguir a los jueces que prevaricaron en sus condenas. Todo
lo anterior estimado lector es más que necesario: imprescindible. Será una tarea
enorme, gigantesca, agotadora y patriótica. Pero no basta.
Para que todo eso sea posible en
un perfil de tiempo mucho mayor que cuatro años de un mandato presidencial, es
preciso dos cosas: Uno; destruir al enemigo político que busca la disolución de
manera explícita y declarada. Dos; hacer rendir cuentas a aquellos que ayudaron,
pactaron o se sometieron vergonzosamente a sus dictados pudiendo evitarlo.
Cuando digo “destruir al enemigo
político” lo digo en el léxico gramsciano de esta modernidad tardía. No a
través del exterminio físico de Boric y su mesnada ni de los comunistas y sus
cuadros, al estilo de la Doctrina de Seguridad Nacional que se enseñó en
los setenta en la Escuela de las Américas en Panamá. No. Hoy la guerra de
exterminio se hace a través de las ideas, al estilo gramsciano. Se trata de
coger la ventana de Overtone y moverla en un sentido inverso. Imponer las
ideas que hoy son impensables culturalmente en la búsqueda del bien, la
justicia y la belleza. Se trata de sembrar el miedo; sí, el miedo, a
quienes desean la disolución de la sociedad, la muerte de inocentes en el
vientre materno, la demolición de las tradiciones y símbolos de la nacionalidad;
el miedo de quienes, desde el gobierno, la judicatura, la legislatura han
propiciado esa tarea; el miedo a quienes han ejecutado la destrucción de las
ciudades y su sumisión a la fealdad sistémica. Propongo una guerra de
exterminio cultural contra las fuerzas centrífugas. Pero para ello hay que ir
más allá: buscar a los responsables por omisión de haber concedido por
comodidad y cobardía que esta destrucción haya sido posible.
Se trata estimado lector, de
combatir la guerra sicológica centrífuga de Boric con una guerra sicológica
centrípeta. No se trata solo de crear muros de contención, se trata de
construir gigantescos transatlánticos que derroten las corrientes que pretenden
contener esos muros, que cual línea de Maginot, siempre fracasan. Mover la
aguja de la historia. No contener solamente. No habrá espacio para la molicie
si no nos preparamos activamente para la guerra sicológica centrípeta para
devolver a lo colectivo a su eje de convivencia en paz y justicia. He ahí la
gran dificultad. Movilizar una sociedad cloroformada por el bienestar.
Me parece que Donald Trump,
chocante por su extravagancia, es un adelantado en esta doctrina de guerra
sicológica centrípeta. Símbolos como la ceniza en la frente de Marco Rubio luego
del miércoles de Ceniza o los discursos de J. D. Vance, hablan de guerreros del
espíritu.
Pero el título de estas letras va
más allá de lo arriba expresado. Creo que en el seudo mensaje presidencial de
Boric, se desliza implícita una amenaza derechamente terrorista. Me explico: He
escuchado una larga entrevista en el canal YouTube Aladetres[4],
a Jaime Mayor Oreja, ex ministro de interior del gobierno de José María Aznar que
recomiendo. El entrevistador le interrogó exhaustivamente sobre la campaña
terrorista de ETA que él sufrió en carne propia. La tesis de Mayor Orejas es
que ETA, no obstante estar sus secuaces en prisión, venció la guerra. España
cambió debido a la influencia nefasta del terror cuya manifestación más
reciente – no la última, que nadie se ilusione - fue el atentado de la Estación
de Atocha.
En síntesis: si las estructuras
culturales de un Estado Nación se resisten en la guerra sicológica, si se
resisten por el miedo, pues pasemos al terror. Pasemos pues a la fase
directamente terrorista, pero terrorista con mayúsculas. No una bombita de
pólvora negra dentro de un extintor o algo rasca parecido. No un grupo de
patipelados que envían por WhatsApp retratos, escondidos en un bosque de pinos
en medio de la cordillera, sosteniendo AK 47 facilitados por los comunistas de
barretines del desembarco de Carrizal. No. Me refiero a sofisticadas máquinas
de asesinar selectivamente al estilo ETA.
Para evitar aquello, la guerra
cultural debe ser implacable. Si no presentamos batalla en aquella guerra
cultural y jurídica o permitimos ser lánguidamente derrotados como hasta ahora
lo hemos sido (en un eventual gobierno de Matthei eso se da por descontado), la
revolución pasará a la fase ETA. ¿Por qué? Pues porque las estrategias de la
constitución indigenista propiciadas por revolucionarios de academia y la “nueva
y buena constitución” propiciada por quienes deseaban ceder y conceder para
no perder, han sido ampliamente derrotadas por la sociedad civil. Porque el
pueblo chileno está demasiado sano para tragarse sapos de cesiones de
soberanía, indigenismos de academia y sexismos depravados.
¿Qué hacer en tal caso? ¿qué
hacer cuando Boric y sus secuaces paguen (porque ellos no lo harán porque son
burguesitos cobardes) para que empiecen los asesinatos selectivos? ¿Habrá que desempolvar
en tal caso los manuales de contrainsurgencia de las Escuelas de las Américas
con la consiguiente secuela de dolores y karma que ella nos legó?
Hala pues sociedad civil. Si quedáis
cloroformados como lo habéis hecho hasta ahora con el bienestar económico, la
derrota está garantizada.
Junio 2025
[1]
Explosión hacia dentro.
[2]
Estrategia dialéctica consistente en no permitir el consenso político, jurídico
o moral, sobre lo que “debe ser” el mundo, combatiendo al contendor dialectico
cada vez que acepta lo que antes era inaceptable hacia posturas más y más
radicales. Si la derecha política aceptó que hubiese prisioneros políticos
militares, pues hay que ir por más: torturarlos privándolos del estatus que se
“concedió” para que esa idea fuese tolerable. Esto mezclado siempre con sembrar
el miedo a un mal mayor.
[3] De
lo que se mofaba sarcásticamente el director del museo de la “desmemoria” Carlos
Peña. Ver https://pabloerrazurizmontes.blogspot.com/2025/04/intelectuales-payasos-demagogos-y.html
[4] https://www.youtube.com/watch?v=eodIaPlUOXM
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