Mi representación del mundo que
formé en la niñez, se fijó en mis largas estadías veraniegas en la zona de Graneros
en pleno campo de la zona central. Los huasos y vaqueros de los cerros,
contaban fascinantes cuentos de bandidos, donde ellos eran los buenos y los portadores
de la justicia. Al ladrón de ganado decían había que apalearlo; pero el
hombre lo hacía por necesidad de modo que lo entregaban a los Carabineros. Pero
había un tipo de delincuente que no tenía perdón de Dios: El colero. ¿Quién era
el colero? Aquel que cortaba la cola a los caballos. ¿Para qué? Pues para robarse
y vender la crin de caballo, que se mezclaba con lana y era la materia prima de
los colchones y las almohadas de entonces. ¿Y por qué era tan grave su crimen?
Pues porque el daño que causaba al dueño del caballo era muy superior al
beneficio que le reportaba su delito. Por la crin de un caballo le pagaban en
Rancagua menos que lo que costaba una coliza de pan. Pero el daño era la
infamia y el deshonor para el jinete de montar un caballo chileno sin cola.
Después de muchos años le crecía al pobre bruto, una cola hirsuta y nunca como
la del original caballo chileno. ¿Qué hacían con el delincuente? Desaparecía el
infeliz en los cerros de la cordillera de la costa en los altos del Cantillana.
Algo similar leí en alguna novela costumbrista no me acuerdo si de Luis Durand
o de Oscar Castro. Entonces no me hizo sentido ni de justicia ni de lógica. Adicionalmente,
cuando estudié derecho penal en la universidad, no me parece haber escuchado
ese criterio como política criminal.
Pero después de muchos años, de
haber visto tantos pecados y pecadores en mi vida profesional de abogado, el
criterio de gravedad de una conducta, medido por el cociente entre beneficio y
daño me hace algún sentido. La historia del “cuarto retiro”, es un ejemplo
palmario de este desequilibrio.
Leo en el diario la discusión en
el Senado sobre el “cuarto retiro” o cuarto fraude constitucional
perpetrado por los honorables violando el artículo 7 de nuestra vilipendiada
carta magna. No tengo que explicar a los lectores el detalle de lo que se ha discutido hasta
la náusea. Todos los honorables saben de economía. Todos saben lo que está en juego. Todos
saben que el desequilibrio macroeconómico que han causado a través de este
fraude constitucional, no tiene grado de comparación con el beneficio que le ha
reportado a algunos disponer de una liquidez que no les correspondía legalmente
disponer. Todos los honorables entienden de ahorro interno, inversión,
crecimiento económico, ingreso per cápita etc. etc. etc. Todos saben que, sin
equilibrio y solidez macroeconómica, no hay microeconomía. Todos saben el daño
que le están causando en el mediano plazo a la familias y persona de menores
recursos del país. Eso no se discute porque eso lo saben TODOS.
¿Qué están en juego entonces? ¿Cuál
es la disyuntiva de los honorables? Pues su beneficio personal. ¿Cuál? Ser reelegidos
y seguir disfrutando de su dieta de 9 millones de pesos mensuales que ninguno
de ellos se puede ganar fuera de la burocracia parlamentaria.
La sumatoria de los daños que la
medida causará a la sociedad toda, sin ninguna posibilidad de error, es
infinitamente superior a los beneficios que le reportará. La cuestión está en
que los beneficiados más seguros son los diputados y los senadores que hayan
votado a su favor. ¿Cómo puede ser así? A través del viejo vicio de la
demagogia. Mintiendo, escondiendo la verdad, torciendo la realidad al punto de
verla distorsionada.
Cuando todos seamos más pobres, cuando
esa joven pareja no acceda al crédito hipotecario y a la casa propia que
accedieron sus mayores, cuando los pobres se conviertan en miserables; cuando
ese joven de vueltas y vueltas buscando un empleo y no lo encuentre, cuando ese
jefe de hogar llegue a la casa sin el puchero diario, cuando veamos destruida
esa débil urdiembre social que son los despreciados equilibrios económicos;
entonces nos recordaremos de los chascarros de los senadores Urresti, Juan
Pablo Letelier, Yasna Provoste,
Huenchumilla; que con guasa frivolidad explicaron la cuadratura del círculo y
para entonces estarán disfrutando de su riqueza acumulada en base a su astucia.
De seguro no tendrán la misma suerte que los huasos cuenteros le asignaban a
los pobres coleros.
octubre de 2021
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