El poder a través de la historia tiene buena prensa. Nos emocionamos y
tendemos a admirar a los poderosos históricos. Julio Cesar tenía su Twitter propio.
Gustaba de decir frases para el bronce; Vini vidi vinci; Alea Jacta Est;
Vade Vinci; etc. Napoleón algo parecido. Pero el fenómeno del poder está
también lleno de contradicciones no suficientemente estudiadas por los
historiadores y filósofos de la historia. Alejandro murió en una borrachera sin
sentido. Hernando de Magallanes ahogado por hacerse el valiente frente a sus
inferiores y después de un almuerzo regado. Hegel – a mi juicio mayormente un
charlatán – sostenía que había una inteligencia histórica que conducía al mundo
del espíritu. Yo desde mi humilde punto de vista creo lo contrario que Hegel;
hay una estupidez que guía la historia de los poderosos. Ojo que digo de los
poderosos, no de la humanidad. En la administración del poder la necedad es la
regla; la excepción es la inteligencia. La humanidad está compuesta de pequeños
grandes hombres que construyen: el que inventó las herraduras de los caballos,
el agua corriente y el escusado, la rueda, los microchips, el derecho romano,
etc.; y grandes hombres que se aprovechan de lo que construyen los pequeños y
normalmente (hay excepciones) con su ambición lo deterioran o en el extremo lo
destruyen.
El hombre necio del evangelio es calificado de tal solo por llenar sus
graneros. Pregunto al lector: ¿De qué
sirve poseer un patrimonio superior a los 100 millones de dólares después de
los 60 años de edad? Si razonamos correctamente llegaremos a la respuesta: De absolutamente
nada. La pregunta está formulada en el título de estas letras: ¿El poder causa
estupidez, o la estupidez es fuente de poder con su avidez insana?
Su Excelencia el presidente de la República, parece darnos una pista para
su caso; el poder sería la causa de su estupidez. Piñera da una conferencia de
prensa, entero, vigilante, asertivo, despierto, sagaz; para explicarnos según
él, la evidente cuadratura del círculo. El no tienen nada que ver ni ninguna
relación, con el hecho que de un acto de gobierno que él preside se derivaría
una ganancia para su familia – es decir para él mismo- de 157 millones de
dólares. No lo habíamos visto así hace muchos meses. Para referirse a los actos
del gobierno del Estado se le notaba afectado, dubitativo, deteriorado físicamente
y casi siempre con mascarilla. Aquí, a rostro descubierto nos da su “verdad”
categórico y rejuvenecido.
¿Puede ser fruto de la inteligencia querer ganar 157 millones de dólares
más, cuando se tienen entre dos mil y tres mil millones, y aquella ganancia le
reporte necesariamente su ruina moral? No. No lo es. Como abogado he asistido a
cierres de negocios donde las partes disputan minucias hasta altas horas de la
madrugada, solo para sentirse ganadores. Mi profesor de derecho procesal don
Juan Pomés contaba que, oficiando de juez partidor de una herencia, una
comunera hereditaria cogió a la fuerza el anillo de brillante de su madre, y le
amenazó con lanzarse por la ventana de su oficina si él, como juez partidor, no
se lo adjudicaba.
La avidez de dinero y el poder por sobre las capacidades humanas, genera estupidez.
No hay duda. En el caso de Piñera, su estupidez no solamente lo daña a él mismo.
Daña a todo el país; al Estado del que es jefe; a la juventud de Chile; a sus
parciales y a sus contendores.
Las óperas wagnerianas nos emocionan con la caída de los héroes. Sigfrido
muere como héroe y la música de su funeral nos conmueve. La caída de Piñera será
como una cumbia villera: rasca, fea, de mal gusto. No nos dejará ninguna
enseñanza y mucho daño.
Que pena por Chile.
Octubre de 2021
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