El hombre se forma una
representación del mundo conforme a la experiencia que le ha tocado vivir que
impacta en su ser íntimo. Ese ser íntimo es un complejísimo universo conformado
de fortalezas y debilidades nativas, sean estas físicas, afectivas,
intelectuales e incluso endocrinas. Para quienes creemos ser criaturas del Dios
creador del universo, existe, una especie de código de barras divino
que nos inscribe una misión en el mundo y una especie de combo divino u oferta de fin de temporada: el
cultivo de las llamadas virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) reservado
para quienes obtienen suficientes puntos en la prueba de aptitud humana,
que consiste en el cultivo perseverante y consciente de las virtudes cardinales:
justicia, prudencia, fortaleza y templanza.
No hay duda de que el individuo
es libre de abrirse o cerrarse a estímulos diversos. – El conductismo es hoy una
doctrina ñoña y pasada de moda-. Libre de abrirse o cerrarse, a lo que, por
antonomasia, es el máximo misterio de la existencia humana: el bien y el mal. El
Génesis nos relata a través de Caín y Abel, los primeros hijos de mujer, aquella
disyuntiva eterna del género humano.
Y en este complejo proceso que es
el vivir, nuestro tiempo histórico nos va nivelando con características
singulares. Tenemos un sesgo o sello histórico conforme a la circunstancia o
entorno que nos ha tocado vivir. Es lo que algunos filósofos o ensayistas han
llamado las generaciones. Reaccionamos de forma relativamente similar
con nuestros pares generacionales, cuando iguales son nuestras circunstancias.
Hoy, vivimos en un mundo ultra
tecnológico que nos priva de algunas vivencias, que otras generaciones tuvieron
al verse sometidas a resistencias y dificultades, que para nosotros resultan pueriles
o inexistentes. Ejemplo evidente; la sexualidad: Nuestras abuelas repetían un
mantra moralista muy criollo a los jóvenes y jovencitas, impetuosos por ceder a
los encantos del amor erótico: Entre santo y santa, pared de calicanto. Muchos
encontrarán hoy ridícula aquella prescripción, en un mundo liberado de
ataduras sobre el sexo y otras prescripciones de moderación moral. Pero en
verdad esa liberación de las costumbres sexuales no viene, como repite el
relato modernista, de haber entrado en razón que dichas prescripciones
eran ataduras sin sentido. Lo real es que el individuo de hoy, especialmente la
mujer, no percibe en las relaciones sexuales algo que tenga consecuencias
fatales en la construcción de la personalidad; equivocadamente desde luego, porque
precisamente así sucede. Y ello por la circunstancia que existen métodos
anticonceptivos que ofrece el mundo tecnológico. Este ejemplo, es extrapolable
a muchos otros que sería largo enumerar.
Y de este modo es como se ha
deteriorado la percepción de la realidad, cuando la tecnología nos ofrece la
ilusión que somos de una naturaleza superior a lo genuinamente humano, despreciando
modos, usos, costumbres y normas de nuestros antepasados. Algunos más audaces ya
suscriben el credo que Dios está obsoleto porque somos pequeños dioses. Es lo
que Roger Scrutton bautizó como la falacia del mejor escenario posible.[1]
Pero la poética de Calderón refuta aquello cuando dice, En el mundo en
conclusión/ todos sueñan lo que son/ aunque ninguno lo entiende[2].
La actitud sabia para vivir
humanamente es la vigilia prudente. La vida de los santos y de los héroes es la
historia de esa vigilia prudente y permanente. Estar con las luces encendidas
para enjuiciar las circunstancias que la vida nos ofrece. Lo recomienda Krishna
al príncipe Arjuna en el dialogo inicial del Baghavad-Gita, texto que es el
pilar fundamental de la sabiduría hindú. El daño colateral que causa en el
alma humana el llamado por los economistas, pleno desarrollo, es que se
baja la guardia frente a las circunstancias de la vida y te tragas sapos que,
de seguro, te caerán muy mal.
Tuve de visita un compañero de
curso del colegio, que migró hace muchos años a los Estados Unidos y es hoy un
pudiente ciudadano norteamericano. Profesional exitoso ha hecho su américa en
California, donde goza de una calidad de vida de “país desarrollado”. Él, como
muchos californianos adinerados votó por Kamala Harris, fundamentalmente para
que un energúmeno como Trump no llegase al poder. No ponderó que la candidata demócrata
afectaría directamente sus intereses económicos al punto de trastornar su
cómoda existencia. Tampoco ponderó que afectaría sus convicciones morales sobre
la intangibilidad de la familia como base de la estructura social
norteamericana. Simplemente quería impedir que un hombre safio que despreciaba
explícitamente la manera de ser del rico norteamericano sofisticado, accediera
al poder. Para él, Trump había ganado porque la mayoría de sus ahora
compatriotas norteamericanos, son como él, grotescamente rústicos y no piensan
más allá de sus narices. ¿No será acaso que representan la sabiduría ancestral
del pueblo norteamericano, de la familia, el trabajo, el sacrificio, la
religión como guía de vida; sin la cual esa nación se precipitaría a la
disolución y el caos?
Pero no veamos la paja en el ojo
ajeno. Nuestras élites que han alcanzado el pleno desarrollo las de los
guetos del bienestar, marcan preferencia para las próximas presidenciales por
la señora Evelyn Matthei, quien siendo senadora, presentó junto a Fulvio Rossi
un proyecto de ley para liberalizar el aborto, que suscribe la ideología de
género e iza la bandera LGBT junto a la que sirvió de mortaja a nuestros héroes;
una señora que dice ser de la UDI solo porque la expulsaron de Renovación
Nacional, que se dedicó al espionaje político y para trepar en su partido, y
que en entrevista televisada sostuvo que en realidad, su pensamiento es de
izquierda; una gobernante de la ex comuna estrella de la capital, Providencia,
que mientras se cae a pedazos, ella circula entre programas de farándula y entrevistas
con La Fiera, Pamela Díaz. Más sobre su prontuario relatado por Francisco Cancino,
en el link al pie de página[3]
.
¿Qué moviliza esa preferencia por
quien a todas luces es una lápida sobre el ataúd de la República? Alguien que
ha sido incapaz de gobernar adecuadamente la comuna de Chile más fácil de
gobernar, ¿podrá gobernar un país devastado por la izquierda revolucionaria?
Estas letras no son para
enjuiciar a la Matthei, sino para enjuiciar a quienes la prefieren para ocupar
el cargo de Presidente de Chile. Más específicamente de aquellas personas que por
cultura formal tienen elementos de juicio, pero, como mi amigo californiano, se
niegan a ejercer el juicio. Mi hipótesis es que será difícil que cambien de
opinión porque han adoptado ya una decisión: no quieren tener juicio.
Quienes por aversiones a otros o para
que nadie los mueva de sus espacios de comodidad y poder, votan por Kamala
Harris o lo harán por Evelyn Matthei, representan una subcultura: la de los
bien pensantes. Aquellos a quienes las bondades del bienestar les obnubilan y
bloquean el juicio. Aquellos que no se quieren hacer responsables de la
consecuencia adversas de sus actos, no solo respecto de sus prójimos, sino, he
aquí lo más azorante, tampoco de la consecuencias adversas respecto de ellos
mismos, de sus hijos, de sus nietos, de sus pares en los guetos de bienestar.
Con Matthei seguirán las persecuciones
judiciales de la izquierda a Carabineros -pieza fundamental de la revolución
legal en curso- que es la causa suficiente y necesaria del caos del orden
público y criminalidad que campea en las calles. Eso es evidente porque para
girar el timón de la revolución por avante y dirigirse en sentido inverso, se
necesitan convicciones y talentos que evidente y manifiestamente carece la Matthei.
Pero a los bien pensantes no les preocupa: volveremos al crecimiento económico
y todo seguirá funcionando, porque siempre funciona.
Afortunadamente son minoría, como
en Estados Unidos, y conforme surjan liderazgos reales, esas figuras serán desplazadas
haciendo trizas, una vez más, las encuestas de opinión.
noviembre de 2024