lunes, 7 de julio de 2025

LA MADRE DE TODAS LAS BATALLAS: LA NARRATIVA

 


El talentoso periodista Mosciatti ha movilizado la opinión pública al entrevistar al candidato don Johannes Kaiser. El periodista es un celoso conservador de la narrativa dominante en virtud de la cual la contra revolución del 11 de septiembre de 1973, fue un episodio arbitrario donde unos militares gorilas genocidas derribaron el gobierno del demócrata Salvador Allende y se hicieron del poder. Talentoso es el adjetivo que uso porque el periodismo es y será una mercadería de audiencias y es lo que busca el  periodista; no la verdad, sino la audiencia.

La respuesta honesta, responsable y orientadora para la opinión pública del candidato Kaiser, es que apoyaría la decisión de aquel movimiento contra revolucionario cuando las circunstancias fuesen idénticas. Ello ha causado revuelo y una ola de opiniones adversas que amenazan incluso con defenestrar al candidato de su calidad de diputado de la República, por el solo hecho de manifestar su opinión.

El candidato Kast, cuya opinión sobre el 11 de setiembre de 1973 es idéntica a la de Kaiser -me consta-, en entrevista al El Mercurio se ha apresurado a negarse a entrar en esta y otras polémicas declarando que: no vamos a hablar de temas que no sean hoy las urgencias sociales de la gente.

Quienes tienen la cabeza para pensar, y saben que el pronunciamiento militar fue lo que fue: un movimiento legítimo solicitado por amplisima mayoría ciudadanía y por todos los poderes públicos para evitar una guerra civil, que la izquierda revolucionaria habría ganado, pero no conocen la mecánica de los procesos revolucionarios a través de la historia dicen: bueno… ahí tienes la diferencia entre Kast y Kaiser. El primero es un político sagaz y responsable y Kaiser en cambio, impulsivo y visceral.

Cabe hacerse dos preguntas: ¿qué importancia tiene quedarse enredado en lo que sucedió hace más de 50 años, pero concita tanto interés en el día de hoy? ¿Cómo es posible que esta versión del episodio descrita en el primer párrafo sobreviva, en circunstancias que los datos reales dicen otra cosa? Pues toda la importancia del mundo. El sostener la verdad este punto es la madre de todas las batallas políticas en nuestro Chile. Me explicaré.

¿Qué es un proceso revolucionario? Consiste en desmontar un orden establecido, muchas veces que goza de perfecta legitimidad, para reemplazarlo por otro orden normalmente utópico e ineficaz, que los revolucionarios tienen en mente. Nada es más manipulado y falseado a través de la historia, que la narrativa de los procesos revolucionarios.

La primera falacia es que las revoluciones las lideran y las gatillan los carenciados, los pobres, el pueblo hambriento y harto de injusticias. Las revoluciones se desencadenarían cuando aquel pueblo “no aguanta más” esas injusticias. Lo real es exactamente lo contrario. Siempre las revoluciones se desencadenan cuando las sociedades gozan de bienestar económico y esto permite que se articulen las fuerzas que propician su destrucción. Jamás las revoluciones son impulsadas por los carenciados sino por burgueses que disponen de recursos para hacer la revolución.

Comprándose esa falacia, Kast y toda la derecha superficial y ignorante, lleva 35 años replegada en su castillo de privilegios económicos, entregando y claudicando en la batalla por la narrativa. Así sostiene en las contiendas electorales que: dedicará sus esfuerzos a las urgencias sociales, de los problemas reales de la gente, a bien gestionar el aparato del Estado para que esos carenciados que anhelan la revolución, cambien de parecer. Esa sería la actitud “prudente” demostrando con ello que nunca han leído la doctrina escolástica que describe la virtud de la prudencia ni saben lo que es una revolución.

Vivimos en Chile hace 35 años entregados a la narrativa abominablemente falsa de la izquierda revolucionaria. Los partidos de centro, que taxativa y expresamente apoyaron aquella contra revolución, a los dos años de acontecida, dándose cuenta lo difícil que era contradecirla, se dieron vuelta la chaqueta y se plegaron a la mentira. Pero, insisto, ¿tiene importancia aquello?

El único candidato en este torneo electoral que cultivando la virtud de la prudencia conoce cómo funciona la mecánica revolucionaria es Johannes Kaiser. La revolución nace y se sustenta sobre una narrativa. Si no eres capaz de desmontar es narrativa jamás derrotarás la revolución, y el país seguirá cuesta abajo en la rodada hasta conseguir lo que los leninistas denominan las condiciones objetivas propicias pare el caos y el asalto al poder. Por lo tanto, el único candidato capaz de derrotar el proceso revolucionario en curso que vivimos en Chile es Johannes Kaiser.

El país está en un estado de alteración no por carencias económicas que siempre las hay pero que no resultan suficientes como caldo de cultivo para lo que los comunistas quieren: el asalto al poder total para imponer, como lo reconoce a los cuatro vientos su líder Carmona[2], su utopía totalitaria. De hecho, basta salir un fin de semana a las calles y plazas de los barrios populares, para constatar que no están dadas las condiciones para una revolución. La gente en general vive en paz, aunque acosada por la delincuencia y al ocultarse el sol debe encerrarse en sus casas.

¿Qué hacen entonces los revolucionarios para obtener esas condiciones objetivas?

1.   Que la narrativa siga viva. Por ningún motivo que venga un Jaime Guzmán o un Johannes Kaiser a alterarla. Como en química, esa narrativa es el catalizador que permite deteriorar la vida práctica de la población pero por justicieros.

2.   Usar la novísima arma de destrucción masiva del siglo XXI orquestada por jesuitas, activistas de derechos humanos, y el régimen comunista de Venezuela: propiciar la entrada masiva al país de migrantes, que alteren la convivencia y aumenten la tensión social.

3.   Que sus activistas en el Ministerio Público y el Poder Judicial con sus decisiones, permitan que los delincuentes estén en la calle y que los que nos protejan o nos han protegido estén presos o imputados. Usar la fuerza legítima del Estado sería una violación “sistemática” de los derechos humanos.

4.   Llevar a cabo un plan económico suicida que propone la candidata Jara que creará pobres donde no los hay, evitando que en Chile haya trabajo, ahorro e inversión.


¿Pero, cómo cloroforman a las masas para que les den la preferencia? Pues a través de la narrativa seudo moralista de los derechos humanos, sembrando de excrementos verbales las murallas de todas las ciudades de Chile, cooptando y si es menester comprando al periodismo. Cuando todo esto no alcanza, asesinando a quienes se les resisten.


Julio 2025

 

 



[1] ¿Por qué razón el diario más importante de la nación donde supuestamente el comunismo era el gran enemigo propició esa narrativa? Esa es otra larga historia que prometo acometer en otra columna.

[2] Qué es bastante estúpido de su parte reconocerlo. Su estatura intelectual es harto inferior a la de sus predecesores. Por la boca morirá el pez afortunadamente. La incontinencia por gozar del paraíso socialista lo traiciona.

POR QUÉ EL PARTIDO COMUNISTA ES UNA OPCION HOY

 


Se ha dicho que los acuerdos Boeninger / Cáceres de 1989, hicieron posible la transición del gobierno militar a la democracia, sin accidentes ni conflictos. Aquellos acuerdos se tradujeron en la modificación constitucional aprobada el 30 de julio de 1989 por el 85,7% del padrón electoral, fueron el fruto de negociaciones entre el Ministro del Interior del gobierno militar y el delegado del líder de la Concertación para la Democracia.

Entre otras cosas, aquella modificación constitucional eliminó el famoso artículo 8 del texto original de la Constitución de 1980, norma existente en casi todas las constituciones europeas, por el cual se prohibía la existencia del Partido Comunista[1]. 

Yo discrepo de esa apreciación. A mi juicio, lo que hizo posible la transición, no fue ese acuerdo. Fue en realidad una circunstancia azarosa para Chile: en el período que medió entre el plebiscito de 1988 que ganó el NO a la continuidad del gobierno de Pinochet y la asunción al poder de la izquierda democrática en marzo de 1990, se desplomaron los socialismos reales. Esa fue la razón real de la paz y el consiguiente progreso de Chile durante 30 años.

Según los expertos negociadores de la derecha de entonces, el comunismo tambaleaba irremediablemente en todo el mundo y no era factor que comprometiera el orden institucional. Los hechos parecían darles la razón: en noviembre de ese año cayó el muro de Berlín y dos años después, el 23 de agosto de 1991 se ilegalizó el Partido Comunista nada menos que en Rusia.

Que existiese un artefacto surrealista llamado Partido Comunista en Chile, era algo así como que existiese un Partido Carlista en España[2]. Algo del pasado que no comprometería este orden unipolar que nacía, regido por EE. UU victorioso de la Guerra Fría. Se cerraba, de manera definitiva, se decía, un aciago episodio de la historia de la humanidad. Además, los países cultos de occidente en 1974 habían conocido la realidad y horrores del comunismo cuando se publicó Archipiélago Gulag. En Rusia, en 1990, un año antes de la ilegalización del comunismo en Rusia, se publicaba en su idioma nativo aquella trascendental obra literaria de Alexander Solhenitzyn. Las élites cultas y letradas de aquella enorme Nación no lo dudaron: proscribieron la existencia del PC como una forma de exorcizar sus crímenes.

Pero Chile es, qué duda cabe, un país muy especial: treinta y siete años y once meses después de la banalización constitucional del mal que el PC representa, la izquierda chilena le da el apoyo como su opción presidencial a la abanderada de aquella agencia criminal.

Las leyes, aunque sean de rango constitucional, no nos protegen de la banalidad intelectual, la vulgaridad de las costumbres y la insoportable levedad de la derecha chilena. Creo que, la prohibición del artículo 8 mencionado, de haberse conservado, habría servido al menos para que los jóvenes se preguntasen. Oye, ¿por qué el comunismo es inconstitucional y está proscrito?

Sostengo, sin temor a equivocarme, que la circunstancia que el PC sea una opción presidencial es principalmente responsabilidad de lo que sociológica, política y económicamente se identifica como La Derecha Chilena.

Que la izquierda apoye una opción presidencial del PC no resulta tan extraño. Desde la lamentable frase de Frei Montalva: “Peor que el Comunismo es el anticomunismo”, los que conocemos la historia, sabemos que el único móvil de la izquierda ha sido detentar el poder. ¿Para qué? Pues para sí mismos. No son solo culpables de acompañar una candidata comunista para alcanzar el poder. Son culpables de anhelar el poder no importa a que costo. Siempre. Por un azar, para bien de Chile, se transmutaron en lo que ellos califican de neoliberales. En el marco de una involución cultural global, le dieron al menos treinta años de prosperidad económica al país. Si ahora hay que plegarse al comunismo, propiciar que Chile tenga alianzas con Irán o Rusia, pues venga no más. La cosa es flotar como corcho. Si hay que estimular el resentimiento, vamos, si la ignorancia, vamos también. La cosa es estar en el poder.

Entonces, ¿cómo se derrota al comunismo en una sociedad donde casi un tercio padece del veneno del resentimiento y dos tercios, incluido el anterior, son ignorantes e irresponsables de la consecuencia de sus actos?

Hay tres opciones en la próxima papeleta presidencial:

La primera, es la de Chilevamos y la derecha económica partícipe del proyecto de someternos a un gobierno mundial. Aquello es lo más cómodo. Propio de su raigambre de comodidad burguesa, continuar el repliegue ideológico bajo el lema Ceder y Conceder Para No Perder. Ese ha sido la enseña de los Partidos de Chilevamos desde 1989. Leer la declaración de principios de la UDI escrita por Jaime Guzmán, debiese poner colorados a sus dirigentes. En Renovación Nacional fundada por aquel gigante patriota que fue Sergio Onofre Jarpa, al menos han sido más honestos y cambiaron sus principios al estilo Groucho Marx[3]. Evopoli es un micro partido sin historia ni futuro, fruto de un intento de ingeniería política que a estas alturas es intrascendente y que grosso modo es una cabeza de playa del progresismo dentro de la derecha política. Resumen: Chilevamos es más de lo mismo que nos ha conducido a donde nos encontramos donde la revolución ha hecho grandísimos avances en su tarea de zapa destructora de la chilenidad.

La segunda es la del Partido Republicano. Es un partido que nació como un partido de principios a reacción de la praxis manifestada por la derecha de Chilevamos. Su líder, José Antonio Kast, al administrarla de manera personalista dejó claro que no era un partido democrático en su ordenamiento interno. Eso pudiese ser tolerable en la medida que fuese un genio político. El problema es que, si sumas a tu personalismo una discreta capacidad para dar lectura atinada de los acontecimientos, tenemos un partido que por los errores de su líder ha perdido más de la mitad de los militantes y que al corto andar se manifestó como una continuación del lema Ceder y Conceder Para No Perder. ¿Cómo así? Triunfador de la primera vuelta presidencial, sin necesidad alguna, se manifestó como continuador de la obra de Sebastián Piñera lo que movilizó un millón setecientos mil votos a votar en contra de él. Ganancioso de las elecciones de entrada para el segundo fraudulento segundo proceso constitucional, su partido arrasó con el discurso de mantener el estatus quo constitucional y rechazar su reemplazo. Lo lógico era pues rechazar un proyecto constitucional envenenado por un discurso globalista y racista que aseguraba la fragmentación territorial ya rechazada por los chilenos. De manera increíble para un político talentoso, dinamitó ese holgado triunfo y presionó a sus electos representantes para aprobar como “mal menor”. Todo ello supuestamente, por evitar el conflicto y conquistar la paz, en circunstancias que el resultado práctico habría sido el mismo de la ley indígena: avivar el conflicto administrado nada menos que por el Partido Comunista

La tercera opción, la del Partido Nacional Libertario, es derrotar la opción revolucionaria liderada por el partido comunista de manera efectiva. ¿Cómo? Reconquistar el relato de la historia real de nuestro país y de occidente, recuperar la operatividad del Estado como administrador exclusivo y excluyente de la fuerza legítima para imponer la ley y el Estado de Derecho. No ceder un milímetro a las mentiras históricas. No ceder un milímetro a quienes quieran violar la constitución, la ley y el estado de derecho. ¿Quién es el que asegura esta opción? Don Johannes Kaiser y los candidatos al parlamento del Partido Nacional Libertario.

Si usted estimado lector no es resentido y está dispuesto a informarse, si usted cree que una sociedad se funda en deberes y no en derechos, en trabajo efectivo y no en pitutos públicos, en orden y no en caos, en libertad y no en servidumbre debe saber que, la oferta electoral de la derecha de Chilevamos y el Partido Republicano, representará un nuevo escalón descendente de nuestra república, tal como representó los gobiernos del finado Sebastián Piñera.

La izquierda democrática llegó con la primaria de la izquierda, al último escalón involutivo. En el evento improbable que su candidata comunista gane la presidencial serán sin lugar a duda ninguneados por un PC que como aquello perros de mandíbula inferior protuberante, cuando cogen la víctima, no hay quien le destrabe la mordida. ¿Por qué no tienen un intervalo lúcido y apoyan en el balotaje al candidato más sensato, responsable y respetuoso con las agendas democráticas como lo es Johannes Kaiser? Para ellos la reducción del Partido Comunista a los trastos de la historia de Chile es cuestión de vida o muerte. Kaiser asegura con una agenda responsable que sí se puede. Se puede convivir con diferencias y disensos respetando la verdad, verdad que es como la luz para los murciélagos: Los hace desaparecer.

Julio 2025

 

 



[1] Su texto era: Todo acto de persona o grupo destinado a propagar doctrinas que atenten contra la familia, propugnen la violencia o una concepción de la sociedad del Estado o del orden jurídico, de carácter totalitario o fundada en la lucha de clases, es ilícito y contrario al ordenamiento institucional de la República.  Las organizaciones y los movimientos o partidos políticos que por sus fines o por la actividad de sus adherentes tiendan a esos objetivos, son inconstitucionales.

 

[2] Los Carlistas españoles fueron una facción en las llamadas Guerras Carlistas, conflicto que enfrentó a españoles por la sucesión dinástica entre facciones de la dinastía borbónica en el siglo XIX.

[3] Cómico norteamericano que hizo su célebre chiste al decir: Yo soy un hombre de principios; pero si no os parecen, tengo otros.

sábado, 5 de julio de 2025

DEL ROMANTICISMO DEL FRENTE AMPLIO AL PRAGMATISMO DEL PARTIDO COMUNISTA

 


El romanticismo es un fenómeno intelectual que invita a romper con los cánones, reglas y normas que provienen de la tradición y, en el caso de la política, reemplazarlas por utopías. Tradición no es una ideología ni menos una utopía que nos invita a vestirnos de medioevales. No es más que un conjunto de datos que las generaciones se entregan a través de la historia. La palabra lo dice; viene del latín tradere que es entrega.

La historia conoce como la Revolución Burguesa o la Revolución Romántica, aquella serie de acontecimientos ocurridos en Europa en 1848 que intentaron destruir el orden monárquico, y que fracasaron en casi todas las plazas donde se manifestaron.

Modelo de romántico es nuestro compatriota Guillermo Matta Goyeneche quien escribió en 1854, precisamente inspirado por aquellos acontecimientos de 1848. Toda revolución es un nuevo desarrollo, una nueva manifestación de la verdad; es un mundo de ignorancia que cae y otro que se levanta; en una palabra, es la inauguración de una idea más grande y la exaltación de un principio más noble.[1] Matta, hijo de un riquísimo minero de Copiapó, era lo que Ortega identificaba como el señorito satisfecho; aquellos quienes el destino puso en una condición privilegiada y tienen una perspectiva del mundo desde esa condición privilegiada.

Los revolucionarios románticos por lo general fracasan al poner en práctica sus utopías. Así pasó con Matta. Así pasó con la revolución burguesa de 1848 en Europa. Ello por una razón bien simple: porque cuando la demolición propiciada comienza a hacerse efectiva, los románticos recienten la pérdida de sus privilegios que distorsionaban su visión de la realidad. Fatalmente, aserruchan la rama donde están sentados.

Boric y el Frente Amplio han sido de esta estirpe de revolucionarios. Criticaron lo que ellos llamaban el neoliberalismo y prometieron su destrucción, pero otra cosa era con guitarra, porque sin “neoliberales” que se levantan temprano para hacer mover el país, pronto la economía se resiente, cae la recaudación fiscal y se acaba la plata. Y lo que menos quieren los compañeres es perder sus privilegios de consumidores sofisticados de restoranes, smartphone o de viajes a EE.UU., Europa o el Caribe, para observar in situ cuan perverso es el neoliberalismo. Dentro de otras cosas, por eso capotó la candidatura de Gonzalo Winter y el Frente Amplio en las elecciones primarias de la izquierda.[2]

Hagamos un poco de historia: La izquierda socialdemócrata que sucedió al Gobierno Militar, suspiraba por un estado socialista. Pero con la caída del muro de Berlín tuvo que conformarse desde 1990 hasta 2010 con administrar el odiado neoliberalismo.

Pero cuando en 2006 aparecieron los pingüinos, aquellos jóvenes que con discursos románticos encendidos propios de la revolución de 1848 que encarnó en su tiempo Matta Goyeneche, les volvió “el alma al cuerpo”. Afloró nostálgicamente el romanticismo revolucionario de aquellas élites. Enjugando lágrimas de emoción, regaron la plantita de aquel grupo de impulsivos jóvenes que formarían lo que después fue el Frente Amplio.

Su madre protectora Michel Bachelet en 2014, se encargó que le “donaran” una diputación por Santiago al joven calvo de ojos lánguidos Giorgio Jackson, quien fungía hace 10 años de filántropo moralmente superior, y cuando fue gobierno, se reveló como un experto en latrocinios de la plata de todos los chilenos, quien mediante sofisticados auto robos de pruebas que le inculpaban, tendió una red de impunidad escandalosa.

¿Qué le va quedando a la izquierda democrática para cumplir su sueño romántico? Nada… Absolutamente nada, excepto el pragmatismo del incombustible Partido Comunista de Chile. Así lo han demostrado las elecciones primarias de esta izquierda agónica.

Pero sucede que el espíritu revolucionario del PC, nada tiene que ver con romanticismos. Su praxis se alimenta de aquella energía volcánica que es el resentimiento social, que proviene del pecado de la envidia, que nació con Caín y acompaña a la humanidad desde siempre. Resentimiento que es el peor veneno que atenaza a nuestra raza[3].

Esa es la primera razón por qué en Chile existe un Partido Comunista, verdadera pieza de arqueología política, homónimo y heredero de la ideología que ha asesinado a 150 millones de seres humanos a lo ancho del mundo, como consecuencia directa de su praxis criminal. Lo que no es un decir discursivo sino una realidad empírica.

La segunda razón por la cual existe el PC en Chile, es la parálisis intelectual y analfabetismo práctico de nuestra población y especialmente de nuestra élite, que por desidia o incapacidad de relacionar ideas, no conoce las “proezas” del comunismo a través de la historia. Recomendaría como jarabe para superar esta parálisis, la lectura de, Archipiélago Gulag de Solzhenitsin, El Libro Negro del Comunismo de varios autores franceses de izquierda, incluidos excomunistas, y Memoria del Comunismo de Federico Jimenez Losantos, solo para empezar.

No. Los comunistas cuando tienen poder no comen guaguas como caricaturizan para inhibir las evidencias de los crímenes que los sindican como lo que son. Los comunistas cuando tienen poder, matan. Y matan mucha, mucha gente. Cuanta sea necesaria y cuánto les permita el poder que tengan para hacerlo. En los años recientes lo han hecho en Chile, a través de sus brazos armados en la Araucanía o a través del Frente Manuel Rodríguez.

Los románticos pasan. Jackson desaparecerá de la historia como Matta Goyeneche desapareció. Pero los comunistas no desaparecen aun de la historia de Chile, mientras siga envenenada nuestra alma nacional por esas dos lancetas con rebarba que son el resentimiento y la ignorancia.

Julio de 2025



[1] Citado por Claudio Véliz Rojas y Sebastián Gutierrez Lillo en, https://www.scielo.cl/pdf/alpha/n52/0718-2201-alpha-52-31.pdf.

[2] Bastante cooperó también la discreta inteligencia de su candidato.

[3] En sus vertientes españolas y aborígenes especialmente.

lunes, 9 de junio de 2025

LOS PRESOS POLITICOS MILITARES, LA CONDENA “MORAL” A CRISTIAN CAMPOS Y EL RELATO DEL CONFLICTO PERMANENTE

 


Hemos sido testigos a través de los medios, que un juez ha dictado una sentencia que declara suficientemente acreditado un supuesto delito cometido por una conocida figura del teatro y cine del ámbito nacional. En su sentencia dicho juez declara la imposibilidad de aplicar las consecuencias de este supuesto delito acreditado, por estar este beneficiado por la prescripción de la acción penal.

Esta es otra manifestación de la monstruosidad de la doctrina Aylwin inoculada a la judicatura. A don Patricio le cabe por sus obras -redacción de la ley de reforma agraria, de la ley indígena y de esta malhadada doctrina- el epitafio que dice la leyenda adornó la tumba del Cardenal Richelieu: Aquí yace un hombre que hizo el bien e hizo el mal; el mal que hizo lo hizo bien, y el bien que hizo lo hizo mal. Aquella seudo doctrina dice grosso modo que, no obstante, un delito se encuentre prescrito o amnistiado, el juez debe investigar antes de aplicar la prescripción o la amnistía, porque de otra manera no estaría haciendo justicia.

El derecho y la tarea jurisdiccional en una república es para ADMINISTRAR JUSTICIA. No para HACER JUSTICIA. Aquella degeneración, digo inoculada a nuestros jueces por Patricio Aylwin, transforma la tarea jurisdiccional en tarea política para imponer relatos de sumisión y poder. A las masas ignorantes de lo que ha sido el derecho a través de la historia humana, se les oculta el potencial destructor de este criterio, a través de un envoltorio de papel brillante: el juez transformado en un especie de superhéroe hacedor de justicia.

La función de la judicatura en una república sometida a un estado de derecho, es mucho más modesta: recuperar un equilibrio que la sociedad ha perdido por una conducta ilícita y de tal forma recuperar la paz social alterada por esa conducta ilícita.

Cuando la paz social ha sido recuperada, - imperfectamente como todo lo que rodea al ser humano-, por el paso del tiempo o por una decisión del legislador que en busca un bien mayor o un mal menor, amnistiando a los eventuales delincuentes, se cierra un capítulo de ilicitudes o iniquidades cometidas en el pasado. La función jurisdiccional que enjuicia pasando por alto estas instituciones, no solo es inútil, sino que, en vez de cumplir su función pacificadora de los espíritus, transforma la convivencia social en un perpetuo conflicto degenerando su razón de existir.

La inteligencia humana es limitada y los jueces son humanos. Los medios de convicción que puede tener de buena fe para enjuiciar hechos ocurridos muchos años atrás, por regla general son difusos e imposibles para formarse una honesta convicción. El derecho positivo reconoce estas limitaciones y es por ello hay normas positivas, doctrina y jurisprudencia que obliga regladamente a ponderar los medios de prueba.

 Reconociendo que ello es imposible después de tiempos remotos, existe la institución de la prescripción y de la cosa juzgada. Nadie puede juzgar adecuadamente hechos ocurridos cuando el tiempo ha borrado los medios posibles de convicción y cuando la sociedad los ha olvidado. Menos cuando ya han sido juzgados. En el caso de Campos, un juez condena moralmente a un individuo reconociendo que no puede hacer lo que el mandato de la constitución o la ley le obliga: respetar la ley y aplicarla para la pacificación de los espíritus.

¿Se preguntará el lector: que tienen que ver los presos políticos militares con el caso de Cristián Campos? Pues el relato del conflicto permanente propio de la ideología gramsciana post marxista. En ambos casos la judicatura obra para imponer relatos político-revolucionarios. En el caso de los militares, la seudo memoria que tuerce lo que efectivamente sucedió en nuestro quiebre institucional y el estado de guerra interna a que dio lugar. La de Cristián Campos, el relato del macho heteropatriarcal abusador, depredador sexual y abusador en el núcleo familiar.

¡Cuanto más grave es el caso de los presos políticos militares! Donde personas como el afectado en la situación reciente y miles de ciudadanos decentes, han mirado para otro lado, pensando que a ellos no les afectaría. El pastor luterano Martin Niemöller en un sermón en 1946 lo sintetizó en una oración[1] universalmente conocida:

Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio ya que no era comunista.

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio ya que no era socialdemócrata.

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté ya que no era sindicalista.

Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté ya que no era judío.

Cuando vinieron a buscarme a mí, no había nadie más que pudiera protestar.

En efecto, la monstruosa injusticia cometida contra los presos políticos militares, no solo se ha tolerado que se investiguen presuntas conductas ilícitas prescritas y amnistiadas. En el caso de ellos, no se han respetado otras instituciones del derecho procesal civilizado: No hay crimen sin ley que le sancione, es decir no se pueden aplicar delitos inexistentes a la fecha de las conductas enjuiciadas por muy vigentes que estén a la fecha del enjuiciamiento, reglas reguladoras de la prueba, presunción de inocencia. Y lo peor de todo: han sido condenados a penas efectivas sin derecho alguno que tienen todos los presos rematados, transgrediendo todos aquellos principios. Es decir, una inquina propia de una nación pre civilizada. Todo ello a vista y paciencia no solo de quienes los mueve el odio y la venganza, sino también, como nos enseñan Hanna Arendt por personas moralmente neutras.

Es imprescindible que la judicatura retome el cauce republicano y se centre en su tarea sin transformarse en voceros como si estuviesen en un foro político, de supuestas injusticias sociales o individuales para imponer un relato de sumisión política. La única tarea de la función jurisdiccional en una república civilizada es aplicar la ley. Las instituciones deben retomar el cauce legal y constitucional y es tarea del próximo gobierno contra revolucionario, investigar, perseguir y sancionar a los agentes del Estado infractores, que han sembrado el conflicto vía exorbitar su función.

Junio 2026




[1] Se le atribuyó falsamente por razones políticas al dramaturgo comunista Bertol Brecht, como un supuesto poema escrito por él.

miércoles, 4 de junio de 2025

EL MENSAJE TERRORISTA DE BORIC A LA NACION

 


Conforme al artículo 24 de la Constitución, el 1 de junio Boric debía dar cuenta al país del estado administrativo y político de la Nación ante el Congreso Pleno. Siguiendo la perseverante y coherente política de su gobierno, quien ocupa el cargo de la primera magistratura, incumplió dicha obligación. Su coherencia con lo que ha sido la gestión de su gobierno es total: destruir todas y cada unas de las instituciones jurídicas democráticas, destruir todos y cada uno de los consensos morales, y jurídicos y paralizar a través del miedo a quienes se opongan a este proceso de implosión[1] de la sociedad. Para ello, cuando le cabía la obligación constitucional de rendir cuentas, incumple dicha obligación y pronuncia un discurso revolucionario moviendo nuevamente la ventana de Overtone[2] más aun hacia su objetivo político declarado: destruir a la nación.

Por parte de los espíritus light existía una relajada espera en la llamada “oposición” sobre, qué diablos va a decir este prestidigitador de la palabra, si todos sus objetivos explícitos de gobierno han sido incumplidos. Se repartían alegremente memes en las redes sociales haciendo presente sus promesas de crecimiento económico y renovación moral grotescamente incumplidas. Incluso los más obtusos de los opositores y de esa “izquierda democrática” se figurarían que tendríamos a un Boric contrito, haciendo un mea culpa del desastre jurídico-moral que ha sembrado de modo sistémico.

Obvio: no se refirió a ello. En su lugar radicalizó sus propuestas: torturar a los ancianos presos políticos militares, mezclándolos con delincuentes comunes peligrosos y asesinato de niños con catorce meses de gestación bajo el epígrafe interrupción del embarazo. Cuando la oposición se había ya tragado el tarro de tachuelas del llamado “aborto en tres causales” y cuando de manera vergonzosa, esa oposición toleró que inocentes ancianos que participaron directa o indirectamente en la guerra interna para derrocar a la unidad popular hace más de cincuenta años, a condición de que fuesen apresados en una cárcel especial, pues hay que romper ese consenso. Mover la ventana de Overtone una vez más. Patear el avispero cuando las avispas ya se habían sometido a la idea que su nido estuviese en el suelo cortado de la rama. Es una guerra sicológica centrífuga. No hay violencia física. Solo sicológica. Su mayor logro es la dispersión de las fuerzas contendoras, es decir, la división por cuñas verticales y horizontales, del enemigo político. De manual.

¿Quién ha entendido esta mecánica? Solo Johannes Kaiser explicitó su abandono de la sala ante este sarcasmo republicano. Algunos “indignados” diputados de la UDI no asistieron. Algo así como combatir la pornografía como se hacía en los 90, poniendo una bolsa negra sobre las desnudas retratadas en las revistas porno.

Es qué, lo que falta para enderezar a la nación es inteligencia para comprender esta mecánica revolucionaria. No basta con combatir al minúsculo terrorismo físico en la Araucanía. No basta con combatir el narcoterrorismo que controla los barrios de todas las ciudades. No basta con reducir el tamaño o de impedir la tendencia al crecimiento desmesurado del estado y la estatización creciente de la vida cotidiana a través de la burocracia. No basta con poner de pie a la economía para que vuelva la prosperidad y la fe en el futuro para los jóvenes. No basta con reponer las condiciones sociales para que las familias proliferen y nazcan más chilenos. No basta con obligar a respetar a los creyentes en Dios para que profesen sin miedo su fe. No basta con replicar la praxis de Bukele creando enormes cárceles[3] para encerrar a todos los delincuentes. No basta con indultar a los presos políticos militares y perseguir a los jueces que prevaricaron en sus condenas. Todo lo anterior estimado lector es más que necesario: imprescindible. Será una tarea enorme, gigantesca, agotadora y patriótica. Pero no basta.

Para que todo eso sea posible en un perfil de tiempo mucho mayor que cuatro años de un mandato presidencial, es preciso dos cosas: Uno; destruir al enemigo político que busca la disolución de manera explícita y declarada. Dos; hacer rendir cuentas a aquellos que ayudaron, pactaron o se sometieron vergonzosamente a sus dictados pudiendo evitarlo.

Cuando digo “destruir al enemigo político” lo digo en el léxico gramsciano de esta modernidad tardía. No a través del exterminio físico de Boric y su mesnada ni de los comunistas y sus cuadros, al estilo de la Doctrina de Seguridad Nacional que se enseñó en los setenta en la Escuela de las Américas en Panamá. No. Hoy la guerra de exterminio se hace a través de las ideas, al estilo gramsciano. Se trata de coger la ventana de Overtone y moverla en un sentido inverso. Imponer las ideas que hoy son impensables culturalmente en la búsqueda del bien, la justicia y la belleza. Se trata de sembrar el miedo; sí, el miedo, a quienes desean la disolución de la sociedad, la muerte de inocentes en el vientre materno, la demolición de las tradiciones y símbolos de la nacionalidad; el miedo de quienes, desde el gobierno, la judicatura, la legislatura han propiciado esa tarea; el miedo a quienes han ejecutado la destrucción de las ciudades y su sumisión a la fealdad sistémica. Propongo una guerra de exterminio cultural contra las fuerzas centrífugas. Pero para ello hay que ir más allá: buscar a los responsables por omisión de haber concedido por comodidad y cobardía que esta destrucción haya sido posible.

Se trata estimado lector, de combatir la guerra sicológica centrífuga de Boric con una guerra sicológica centrípeta. No se trata solo de crear muros de contención, se trata de construir gigantescos transatlánticos que derroten las corrientes que pretenden contener esos muros, que cual línea de Maginot, siempre fracasan. Mover la aguja de la historia. No contener solamente. No habrá espacio para la molicie si no nos preparamos activamente para la guerra sicológica centrípeta para devolver a lo colectivo a su eje de convivencia en paz y justicia. He ahí la gran dificultad. Movilizar una sociedad cloroformada por el bienestar.

Me parece que Donald Trump, chocante por su extravagancia, es un adelantado en esta doctrina de guerra sicológica centrípeta. Símbolos como la ceniza en la frente de Marco Rubio luego del miércoles de Ceniza o los discursos de J. D. Vance, hablan de guerreros del espíritu.

Pero el título de estas letras va más allá de lo arriba expresado. Creo que en el seudo mensaje presidencial de Boric, se desliza implícita una amenaza derechamente terrorista. Me explico: He escuchado una larga entrevista en el canal YouTube Aladetres[4], a Jaime Mayor Oreja, ex ministro de interior del gobierno de José María Aznar que recomiendo. El entrevistador le interrogó exhaustivamente sobre la campaña terrorista de ETA que él sufrió en carne propia. La tesis de Mayor Orejas es que ETA, no obstante estar sus secuaces en prisión, venció la guerra. España cambió debido a la influencia nefasta del terror cuya manifestación más reciente – no la última, que nadie se ilusione - fue el atentado de la Estación de Atocha.

En síntesis: si las estructuras culturales de un Estado Nación se resisten en la guerra sicológica, si se resisten por el miedo, pues pasemos al terror. Pasemos pues a la fase directamente terrorista, pero terrorista con mayúsculas. No una bombita de pólvora negra dentro de un extintor o algo rasca parecido. No un grupo de patipelados que envían por WhatsApp retratos, escondidos en un bosque de pinos en medio de la cordillera, sosteniendo AK 47 facilitados por los comunistas de barretines del desembarco de Carrizal. No. Me refiero a sofisticadas máquinas de asesinar selectivamente al estilo ETA.

Para evitar aquello, la guerra cultural debe ser implacable. Si no presentamos batalla en aquella guerra cultural y jurídica o permitimos ser lánguidamente derrotados como hasta ahora lo hemos sido (en un eventual gobierno de Matthei eso se da por descontado), la revolución pasará a la fase ETA. ¿Por qué? Pues porque las estrategias de la constitución indigenista propiciadas por revolucionarios de academia y la “nueva y buena constitución” propiciada por quienes deseaban ceder y conceder para no perder, han sido ampliamente derrotadas por la sociedad civil. Porque el pueblo chileno está demasiado sano para tragarse sapos de cesiones de soberanía, indigenismos de academia y sexismos depravados.

¿Qué hacer en tal caso? ¿qué hacer cuando Boric y sus secuaces paguen (porque ellos no lo harán porque son burguesitos cobardes) para que empiecen los asesinatos selectivos? ¿Habrá que desempolvar en tal caso los manuales de contrainsurgencia de las Escuelas de las Américas con la consiguiente secuela de dolores y karma que ella nos legó?

Hala pues sociedad civil. Si quedáis cloroformados como lo habéis hecho hasta ahora con el bienestar económico, la derrota está garantizada.

Junio 2025



[1] Explosión hacia dentro.

[2] Estrategia dialéctica consistente en no permitir el consenso político, jurídico o moral, sobre lo que “debe ser” el mundo, combatiendo al contendor dialectico cada vez que acepta lo que antes era inaceptable hacia posturas más y más radicales. Si la derecha política aceptó que hubiese prisioneros políticos militares, pues hay que ir por más: torturarlos privándolos del estatus que se “concedió” para que esa idea fuese tolerable. Esto mezclado siempre con sembrar el miedo a un mal mayor.

[3] De lo que se mofaba sarcásticamente el director del museo de la “desmemoria” Carlos Peña. Ver https://pabloerrazurizmontes.blogspot.com/2025/04/intelectuales-payasos-demagogos-y.html

[4] https://www.youtube.com/watch?v=eodIaPlUOXM

lunes, 5 de mayo de 2025

LA SUBCULTURA NARCO O NUESTRO SENTIDO PATETICO DE LA EXISTENCIA

 


Aristóteles en su obra Retórica refiérese a los modos de persuasión, clasificándolos en el Pathos, el Logos y el Ethos. El discurso basado en el pathos según el estagirita es aquel que invoca a los sentimientos como medio de convicción de una audiencia. El pathos griego da vida al adjetivo castellano, patético, el cual ha tenido un viaje desafortunado hacia el inglés, y nos ha retornado desde ese idioma -quizá menos profundo que el nuestro- en un sentido completamente equívoco. Actualmente nos referimos a un individuo patético como alguien ridículo cuya conducta carece de sentido. Alguna culpa de esta confusión la tiene precisamente la cultura anglosajona dominante, cuya carencia se encuentra precisamente en dar cabida al pathos de la existencia humana. A fin de cuentas, los anglosajones en particular y los seres humanos en general ridiculizan lo que no son capaces de entender.

Elvira Roca, ensayista, historiadora y novelista española contemporánea (españolísima diría yo), nos recomienda perseguir los vocablos como el mastín de caza al conejo que escapa. Las palabras, si no se les tiene bien asidas de los colmillos, pierden significado y se evaporan en la nada. Y la nada, lo único que puede engendrar entre nosotros las creaturas, es nada; y en el caso de las palabras, incomprensión y caos.

Nuestro tiempo es opaco de sentido. Para interpretar lo que sucede a nuestro rededor y por qué sucede, el mainstream o inteligencia hegemónica recurre a las ideologías. Son las ideologías embudos a través de los cuales se pretende emboquillar la realidad para entenderla y el resultado es, lugares comunes que descartan las variables de los fenómenos que son incapaces de explicar, a través del tamiz ideológico. En nuestro tiempo dejan intactas e inexplicadas las taras profundas que padece Iberoamérica.

Por eso, siguiendo a Elvira Roca, para comprender de mejor manera la fenomenología de nuestra sociedad, es preciso rejuvenecer algunas palabras. Cogerlas con fuerza y estrujarlas de sentido. Pretendo hacer aquello con el adjetivo patético, purificarlo de las deformaciones anglófonas y usarla para explicar buena parte de nuestra idiosincrasia cultural.

Bajo ahora a nuestra realidad contingente: El sustrato de nuestra cultura chilena e iberoamericana es categórica y definitivamente hispana. La sangre aborigen ha influido, pero en muy menor medida, al igual que lo han hecho emigrantes anglosajones, franceses, árabes, croatas y judíos de procedencia septentrional. El resultado de este barniz, no alcanza a borrar aquel ancestro ibérico que, como es sabido, se formó tras la fusión del Al Andaluz con godos romanizados.

George Simmel, filósofo judío alemán que influyera en gran medida en el pensamiento de nuestro José Ortega y Gasset, nos develó un equívoco nacido con la ilustración: las ideas no son más que una representación ordenadora de la realidad que él identifica como “la vida”. Ésta, la vida, es la realidad radical. El principal daño a la comprensión del alma humana que ha generado el racionalismo positivista, es entender que las ideas son capaces de formar realidad. El “relato”, como se le suele llamar hoy. Las ideas no forman realidad, es la realidad la que forma las ideas. En esta lógica, el mundo occidental positivista y progresista nos ha convencido que nuestra cultura iberoamericana, conformada por esos ancestros tan lejanos y a veces divorciados de la ilustración kantiana, podría formatearse al comme il faut (como se debe ser según la elegancia francesa) del siglo XIX o a la american way of life (modo de ser norteamericano anglosajón) del siglo XX. Usted estimado lector lo escucha cotidianamente; los políticos nos prometen progreso y desarrollo, dos conceptos abstractos preconcebidos idealmente – normalmente indexados a resultados económicos- carentes de realidad.

La cultura española representó para la Europa septentrional ilustrada, un atavismo curioso que servía para narraciones románticas de óperas y novelas. Esa misma Europa culta septentrional, menos aún, tuvo una representación ni conocimiento de lo que era Iberoamérica. Prueba palmaria de esta ignorancia fue el ridículo experimento imperialista frustrado en México con el seudo Emperador Maximiliano. En dos palabras: Iberoamérica no existió y aun no existe para la cultura occidental. No hay una representación de ella, como tampoco hay una representación de la cultura africana.

El ethos[1] iberoamericano en la academia y en la prensa dominante, es invisibilizado por las hegemonías occidentales, excepto como dije para narraciones novelescas románticas. Se sumó a esta supresión intelectual, el imperialismo norteamericano fundado en los valores anglosajones y protestantes, cuya generosidad y filantropía, consistió en exportar, no el capitalismo[2] como ha sostenido la narrativa marxista, sino el American Way of Life. Una hegemonía que, hay que reconocerlo, ha sido menos violenta que otras imposiciones culturales a través de la historia, pero que culturalmente, ha causado más mal que bien a nuestra Iberoamérica, al imponer un materialismo medio rastrero que mistifica el tener antes que el ser.

Pero atención: lo anterior no es la causa suficiente de nuestra mediocridad social, cultural y económica. El cojo no le puede echar la culpa al empedrado de su cojera. La causa de nuestra fatalidad es porque las élites, desde el Rio Grande hasta Tierra del Fuego han hecho suyos los ideales del progresismo anglosajón, negando de manera casi grotesca nuestro ancestro hispano, esto es, nuestra cultura romana meridional y mediterránea. Elites académicas con honrosas excepciones, han creído cual cavernarios deslumbrados con collares de vidrios, la leyenda negra montada por anglosajones sobre la hispanidad. La hispanidad tiene una historia con miserias como las historias de todos los pueblos, pero repleta de santos y héroes, que corre por nuestras venas -inconsciente colectivo diría Carl Jung-, y que representa una forma de comprender el mundo distinta y divorciada de la ilustración y progresismo anglosajón.

Ser culto en Iberoamérica en el siglo XIX, fue ser comme il faut del ideal romántico francés o británico -o más bien parisino y londinense-. Y en el siglo XX ser culto, ha sido, o abrazar la cultura del trabajo duro norteamericano para pasar a engrosar el american way of life, o comprarse la narrativa revolucionaria marxista en sus diversas vertientes. Los talentos iberoamericanos, viajan al norte para aprender de Europa septentrional y de Estados Unidos, no solo las ciencias y las artes, sino especialmente, como hay que ser. Retornando esas élites a sus terruños, arrastran como una pesada carga un desprecio, más que por la pobreza, por la manera de ser criolla. Y si esa way of life que nos traen del norte deriva en una existencia colectiva rastrera y sin horizontes, pues bien, así habrá que ser no más porque es lo que se lleva.

¿Dónde están nuestros ancestros? ¿Dónde esta nuestra herencia de grandeza que cruzó mares para evangelizar, para sacar a millones de seres humanos de una existencia cavernaria enseñando e integrando como sus iguales hijos de Dios a los aborígenes? ¿cuál es el la causa virtuosa que el imperialismo hispano promovió el mestizaje al contrario del imperialismo anglosajón que despreció y exterminó al aborigen? ¿Dónde está en la conciencia iberoamericana, la historia de nuestros héroes navegantes, vencedores de obstáculos titánicos?

Con tales preguntas no me refiero puramente al olvido intelectual que se subsana con mayor educación de la historia de la hispanidad. No. Me estoy refiriendo al olvido de nuestro ethos a la hora de diseñar la arquitectura para nuestra sociedad, a la hora de diseñar e imponer los deseos y deber ser de lo que consideramos progreso y desarrollo. ¿Y saben por qué? Porque en realidad no somos lo que son los septentrionales europeos o las elites de la costa este de los EE. UU. Y porque no somos aquello, cuando somos compelidos a comportarnos con la disciplina orientada a fines que nuestra voluntad ancestral considera ramplona y sin sentido, surge la rebelión y el nihilismo social. Y como el hemofílico se desangra ante el primer rasmillón en su piel, entre nuestros pueblos al enfrentar dificultades y crisis sociales, aflora el Tánatos o espíritu de muerte que pareciera animar a todas las creaturas, y que describe Sigmund Freud. Aquella energía que genera la entropía, tendencia pareciera fatal en la naturaleza que tiende al desorden y dispersión de los elementos cohesionados de un sistema.

Nuestra cultura ancestral tiene un sentido patético de la vida. Patético ya dije, no en el sentido anglosajón de la palabra. Demanda de la vida un sentido vertiginoso. Una razón por la cual vivir y por la cual morir. Tengamos o no conciencia, late en nuestras venas, que la misiones vitales no pueden ser cambiar de auto cada dos años, pagar la hipoteca para comprar una vivienda más grande o poder pertenecer a círculos sociales concéntricos más y más sofisticados, hasta concluir en el desiderátum de la mujer bonita, el club de golf etc. etc. Sometidos a la disciplina progresista que hoy envuelve nuestra existencia, aflora en todas los estratos sociales y especialmente los más carenciados, lo que en culturas septentrionales hoy es un virus larvado: el tedio. Y ese tedio ¿cómo revienta en Iberoamérica? A través de la rebelión, a través de la violencia, a través de órdenes sociales aberrantes como son los que busca imponer el crimen organizado en nuestras megalópolis. El arquetipo de este fenómeno entrópico es Pablo Escobar Gaviria, el Patrón del Mal, quien encarna una especie de antinobleza que promete ahogar en sangre, caos, injusticia y disolución a nuestra cultura contemporánea.

Porque, ¿de que otro modo se explica la cultura narco, las barras bravas o la de los piños que protestan violentamente, pintarrajean y destruyen las calles de nuestras megalópolis?: Rosario en Argentina, Santiago de Chile, Buenos Aires, Guadalajara, Ciudad de México, etc. ¿Se puede explicar como una subversión planeada por Putín o por algún sátrapa caribeño ignorante y corrupto? ¿o como el pueblo proletario buscando cambiar los modos de producción para alcanzar la sociedad socialista cómo quisieran creer nostálgicos comunistas?

Obvio que la rebelión está apoyada por la subversión ideológica y otros demagogos se cuelgan de ella como de un clavo ardiendo. Obvio que los niños bien del Frente Amplio brindan con piscola (ahora lo hacen con destilados de 12 años), cada vez que es acosada apaleada y derrotada la fuerza pública en Santiago; o que “educadores sociales” kirshneristas pagan a los cabecillas del lumpen para que organicen la joda en Buenos Aires. Pero eso no explica el sustrato del fenómeno.

Lo que sostengo es que la condición de posibilidad de la rebelión en Iberoamérica, no se agota en las carencias económicas, sino en las carencias de sentido colectivo. Puede parecer conceptualmente resbaloso, pero intentaré darme a entender.

La sociedad de masas es consustancial a la sociedad ultra tecnológica. La división y especialización del trabajo tiene por fruto esa sociedad ultra tecnológica y esta es una de las causas de la disolución de las individualidades. La disciplina rígida de trabajo, cumplimiento de deberes enajenados de sí mismo, para un fin de bienestar económico, pareciera que satisface a los individuos en naciones occidentales septentrionales. El sueco, el norteamericano de origen anglosajón, el escoces, holandés etc. se satisface con una vida ordenada de trabajo duro. En Iberoamérica al más mínimo traspiés, fluye la rebelión violenta como un torrente.

Perseguir como un fin de Estado el bienestar económico, pareciera ser en nuestra cultura como el suministro de un narcótico para hacer olvidar un sentido trascendente de la existencia. Para un judío anglosajón como Marx, decir que la religión es el opio del pueblo, quizá tuviese sentido. En nuestra cultura hispana en cambio, la religión rutilante y churrigueresca, interpreta nuestro ethos y es el bienestar económico en cambio, el opio del pueblo. A la inversa de lo que señala Marx, es ese el opio que narcotiza los espíritus, y con ello pretenden los gobernantes racionalistas ilustrados invisibilizar la carencia de sentido que tiene nuestra existencia en el contexto de nuestra cultura meridional.

La Iglesia post conciliar, luego de destruir el rito de la misa y reemplazarla por reuniones y rutinas estéticas que más parecen sesiones de autoayuda emocional; luego de abandonar la arquitectura de los templos churriguerescos, barrocos, góticos y reemplazarlos por galpones que más parecen frigoríficos; se queja de la falta de sentido de la sociedad moderna. ¡Pero si ha sido ella misma la que ha cooperado a ese vaciamiento de sentido! ¿Es que no se dan cuenta, o es que también los domina la entropía expresada en aquel espíritu de muerte que habla Freud?

En una proporción muy relevante de la población el individuo no ejerce su libertad plenamente. Ante esta evidencia, ¿podemos administrar una sociedad compleja con la receta hippie de David Thoureau[3] o del buenismo de la iglesia post conciliar? De seguro que no. Nuestra sociedad, aunque nos pese, es una sociedad de masas. El dilema no es, si debe serlo, o no debe serlo. La tecnología y la división del trabajo está ahí, y no depende de nosotros enteramente erradicarla porque quizá no es bueno ejecutar ingenierías sociales que siempre salen mal. Es nuestra circunstancia, nuestra vida, la realidad radical en que se desenvuelve nuestro vivir. La cuestión es pues, no idear una Arcadia imposible cómo pretenden los jesuitas post conciliares y los buenistas; el dilema real es cómo administrar la sociedad de masas, desde el punto de vista del ethos de nuestra verdadera cultura ancestral, motivando con ello a las masas que hoy se dejan seducir por un materialismo ramplón o por una épica heroica diabólica al estilo del narco.  

Se impuso a nuestra genuina y aplastada cultura hispánica, un sentido Bismarkiano del Estado. Aquella estructura burocrática que educa, cobra impuestos, auxilia a los más pobres eficientemente, cuida los bienes comunes como buen padre de familia, planifica nuestras vidas y asegura nuestro bienestar desde la cuna hasta la tumba. Todo sometido a una estricta racionalidad de costos y beneficios, modelado al estilo Suizo, Danés, Sueco etc. Aquella jaula dorada a la que se refiere brillantemente Max Weber[4]. ¿Es posible que algo así funcione en México, Bolivia, Chile, Argentina, Colombia etc.? ¿Funciona acaso en España e Italia meridional? Ah… suspiran los ilustrados levantando los ojos; debemos replicar la educación de Finlandia, Suecia, Suiza etc. Aquello es perfectamente falso. Eso no ha sucedido desde que José Miguel Carrera, O´Higgins, Portales, Vicuña Mackenna etc. lo plantearon como urgente necesidad. Para educarse como un soldado de la racionalidad, hay que ser lo que son los europeos septentrionales.

Hoy se discute si el Estado debe ser pequeño y libertario o grande y socialista. Aquel dilema es falso en lo que a nuestra cultura se refiere. El verdadero dilema es un Estado para qué. Habiendo sido pulverizado por implosión el rol misional de la Iglesia Católica, por ende, el pilar histórico misional que tuvo la hispanidad, debemos rascarnos con nuestras propias uñas en el ámbito político. En otras palabras, lo misional colectivo debe estar radicado en el Estado.

El Estado que las naciones ibéricas necesitan es el Estado Misión. En sus discursos lo describió someramente José Antonio Primo de Rivera. Un ejemplo de misión virtuosa es la que inspiró a la monarquía temprana de los Austrias, cuya inercia duró hasta que la ilustración borbónica las degradó y se fue divorciando del ethos de sus súbditos. Al imponer desde la burocracia borbónica el racionalismo ilustrado, la cultura ibérica, en la península y en las posesiones de ultramar, comienza su viaje hacia la entropía, su divorcio con el Estado, su rebeldía larvada y omnipresente.

El buen gobernante es el hombre prudente, justo, templado y fuerte. Ese es un mínimo común. Pero para arrebatar a las masas de la patética épica diabólica del caos, narco, barras bravas etc. es preciso ofrecerles una misión colectiva. Si la tarea del Estado se agota en alcanzar los cincuenta mil dólares per cápita con una distribución equitativa de ese ingreso, ello no erradicará este cáncer que demuele familias, barrios, ciudades y sociedades completas. A esa definición el flaite narco contestará:  Shis, ¿pa´eso? Déjeme así no ma´hermano…

Mayo 2025



[1] Conjunto de rasgos y modos de comportamiento que conforman el carácter o la identidad de una persona o comunidad.

[2] Nunca EE. UU. le ha interesado el desarrollo capitalista de Iberoamérica. Por eso financió la CEPAL, vehículo para sembrar la mediocridad económica y dependencia creciente de su hegemonía. El proteccionismo arancelario propiciado por la CEPAL desde 1950 en Iberoamérica generó medio siglo de enclaustramiento y de mediocridad económica, social y cultural.

[3] Norteamericano cuasi filósofo ácrata, inspirador del hipismo libertario

[4] La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo

lunes, 14 de abril de 2025

INTELECTUALES PAYASOS, DEMAGOGOS Y MATONES

 


En una colectividad humana hay personas que les toca en suerte cosechar en vida los frutos de su esfuerzo en la circunstancia que les ha tocado vivir. Carlos Peña, rector de la Universidad Diego Portales y columnista de El Mercurio, es uno de ellos. Hombre esforzado, estudioso, poseedor de innegables talentos intelectuales, disfruta de un prestigio y una posición social que muchos aspirarían tener. Esa calma y mesura es muy atractiva para una burguesía acomodada y bastante perezosa intelectualmente para discernir por sí misma. En ellos, los silogismos que urde el señor Peña pasan a ser algo así como un oráculo.

Es él, como se estila reseñar, una persona de izquierdas. En su vastísima bibliografía nos ha hecho saber una perspectiva antropológica que representa a la izquierda moderada, de ideología liberal, donde la sociedad liberal diversa, como él la nombra, sería un ideal a conseguir.

Pero flaquea Peña en honestidad intelectual. Y prueba de ello es su columna de 16/3/25 en el diario El Mercurio.

Comprendo que en una breve columna no puede dar completa y cabal razón de por qué estima que estamos equivocados quienes propiciamos, mesurada y reflexivamente, la liberalización de la tenencia de armas, la pena de muerte para crímenes atroces cada vez más comunes, el control de fronteras que impida la masiva migración ilegal (que él encierra bajo el epígrafe de zanjas), plazas carcelarias suficiente que le permitan al Estado cumplir con su tarea de represión del delito (que él adjetiva como cárceles gigantescas), el control y reclusión de todos los extranjeros ilegales (que él define como definición de peligrosidad por nacionalidad o raza), creación de centros de reclusión en vísperas de repatriación a quienes hayan ingresado ilegalmente al País (que él encierra bajo el epígrafe de campos de reclusión) y dotar a los guardias municipales de armas para la obviamente necesaria, cooperación con Carabineros en la función represiva del delito.

Señala el señor Peña, que estaríamos viviendo en un país donde imperan los derechos individuales y donde existen reglas más o menos imparciales y árbitros independientes y serenos a la hora de aplicarlas. Es aquella una percepción que se puede gozar desde el sancto sanctorum de una rectoría universitaria, pero resulta público y notorio que aquello no existe en el País que se llama Chile. Tampoco tienen el privilegio que él y sus lectores dominicales de El Mercurio probablemente tienen, de disfrutar de bienes que hacen posible una vida diversa y compartida y que, si no estuvieran, los echaríamos rápidamente en falta. No. El 97% de los chilenos hace mucho rato que echan en falta esos bienes. Particularmente aquellos que no viven en las comunas guetos donde probablemente vive el rector Peña y sus lectores. Esos que en su columna pareciera tildar de posesos de una emoción infantil e insustancial, en verdad tienen miedo y angustia. Miedo que nace racional y reflexivamente. Angustia de que sus hijos puedan retornar diariamente a casa sin haber sido víctimas de la delincuencia. Son adultos que ponderan la realidad sin deseos – como él lo hace- de que una idea prime sobre el crudo principio de realidad.

En efecto; es deshonestidad intelectual no someter a escrutinio precisamente aquellas creencias, las suyas, que vulneran el principio de realidad que han hecho por décadas una casta académica que él lidera, que le ha dado la papilla en la boca a otra casta de políticos inútiles, en un buen porcentaje corruptos, y a jueces prevaricadores. Aquellas creencias que llevaron a cambiar el nombre de los tribunales de represión penal por Juzgados de Garantía, donde el sujeto a proteger son para nuestra desgracia, los delincuentes.

Es deshonestidad intelectual no someter a escrutinio aquel hábito de diseñar ficticiamente una sociedad como quien juega con trenes eléctricos que cuando se descarrilan, simplemente se vuelven a poner en el riel. Una sociedad de derechos sin deberes y después quejarse de la “anomia” -léase sentarse en los derechos del prójimo- como si fuese un fenómeno sin causa.

Es deshonestidad intelectual no poner en cuestión esa falsa moralidad que oculta una desordenada avidez por el poder, que se manifiesta al condenar con un ojo tapado y bajo una falsa historicidad, a los enemigos políticos tildándolos de violadores de derechos humanos, sin jamás considerar y ponderar en qué circunstancias se confrontaron para salvar la convivencia pacífica y civilizada.

Hoy lo descarrilado no es un tren de juguete; es un tren de verdad. Toda una superestructura de engaños y autoengaños superados por la realidad. ¡Calma, racionalidad, ponderación!, clama el señor Peña a sus cómodos lectores, mientras el espacio público es cooptado por los perversos.

Y lo que definitivamente es deshonestidad intelectual, hacer uso del viejo hombre de paja para calificar de payasos, demagogos y matones, a los líderes que mesurada y reflexivamente quieren recuperar la convivencia y los espacios públicos perdidos para los ciudadanos cumplidores de sus deberes.

Abril 2025

P.S. Dejo a pie de página su artículo.[1]



[1] El peligro del miedo (Carlos Peña). En la actual situación en Chile está ocurriendo algo extremadamente peligroso. No se trata solo de los crímenes y los asaltos, sino sobre todo de la actitud que se principia a generalizar frente a ellos. Los políticos en competencia sospechan que, si el miedo se agudiza y se enseñorea, como está ocurriendo, las personas estarán dispuestas a pagar cualquier precio para acabar con él. Comienzan entonces las propuestas. Cada una tratando de estar a la altura del temor y la inseguridad que siente la población. Y como para apagar el miedo ningún precio parece demasiado alto, principia la desmesura y se abandona la reflexión. Armas, pena de muerte, zanjas, cárceles gigantescas, identificación del sujeto peligroso en base a la nacionalidad o a la etnia, campos de reclusión, cuerpos armados municipales, principian a integrar las propuestas de quienes aspiran a tomar las riendas del Estado. Se ha visto estos días a propósito de los crímenes ocurridos en Graneros. Todo eso es, por supuesto, comprensible; pero es muy peligroso. Y lo es porque las sociedades abiertas, allí donde imperan los derechos individuales y donde existen reglas más o menos imparciales y árbitros independientes y serenos a la hora de aplicarlas, no descansan en las emociones de las personas, ni siquiera si se trata de emociones tan poderosas como el miedo, sino que, por el contrario, se construyen luego de un largo proceso de racionalización de esas emociones y de esos sentimientos espontáneos, hasta conducirlos y transformarlos en arreglos que evitan sacrificar los bienes que hacen posible una vida diversa y compartida y que, si no estuvieran, los echaríamos rápidamente en falta.  Si se comete un crimen, la reacción emocional espontánea es la de castigar a quien se supone culpable; pero la razón indica que es necesario averiguar primero si lo es y entregar esa decisión a un tercero imparcial. Si alguien emite opiniones estúpidas o incómodas, la reacción inmediata es hacerlo callar; pero la razón indica que es mejor oírlo porque en la diversidad de opiniones, incluso las que parecen tontas pueden ayudarnos a discernir mejor. Si alguien no tiene donde vivir, la reacción emocional es permitirle que ocupe la propiedad ajena; pero la razón indica que si hiciéramos eso la propiedad desaparecería y el resultado sería peor.  Y así, Lo que se llaman instituciones (y que hacen posible la cooperación y la vida compartida) no se construyen agitando las emociones de las personas, esas que de pronto nos invaden cuando nos enteramos o padecemos un delito, sino haciendo el esfuerzo de contenerlas, conducirlas y racionalizarlas. Por eso es un problema cuando una campaña política se transforma en una carrera por sugerir soluciones o reacciones que en vez de moderar la reacción emocional espontánea que los delitos y los crímenes causan, simplemente tratan de reproducir a esta última, con el pretexto de empatizar con las emociones de la ciudadanía y ganarse así su favor a la hora del voto. En esto los políticos tienen una responsabilidad que podría ser llamada ética. En su sentido más profundo el obrar ético es la disposición a resistir los impulsos y los deseos empujados por nuestras emociones, para, reflexionando sobre ellas, domeñarlas y conducirlas. Nadie enseña a sus hijos a ser simplemente fieles a sus deseos o a sus emociones inmediatas: en vez de eso se les enseña a reflexionar sobre ellas y a la luz de esa reflexión decidir qué hacer. Nadie enseña a sus hijos a obedecer sin más sus emociones o sus miedos y nadie les aconseja dejarse orientar por ellos. Y si eso es así, ¿por qué entonces aplaudir a un político que se dedica a reproducir y hacer suyas las reacciones espontáneas de la gente? Un político, por supuesto, tiene que intentar satisfacer a la ciudadanía, oír sus demandas e intentar apagar sus temores; pero eso no significa que deba simplemente ser fiel a las reacciones espontáneas, puesto que, si todos se comportaran así, si todos simplemente se esforzaran por ser fieles al miedo o a esas otras emociones igualmente intensas que la ciudadanía experimenta, entonces a poco andar las instituciones -las reglas. los jueces imparciales. las autoridades racionales gracias a los cuales es posible la cooperación social y la libertad- comenzarán a parecer un estorbo, y las bases de una democracia liberal se estropearán muy rápidamente y el autoritarismo iliberal comenzará a parecer una ideología sensata y protectora y a su sombra comenzarán a campear, como ya se ha visto, el payaso, el demagogo y el matón.