sábado, 11 de noviembre de 2023

LA MALA FE QUE RODEA LA PROPUESTA CONSTITUCIONAL

 La política es un arte de conducir voluntades de los gobernados hacia un objetivo que el político o líder proyecta. El recto político es el que trasparenta permanentemente y sin simulaciones, los objetivos a los que desea conducir a los gobernados, y sostiene esos objetivos a través del tiempo.

La vida individual es un complejo de dificultades y facilidades. La vida colectiva del mismo modo. La comunidad política siempre, enfrenta dificultades que hacen difícil la vida de los gobernados y posee fortalezas, hábitos y destrezas para hacer posible a vida en común. Muchas veces la solución de las dificultades comportan disyuntivas, es decir, solucionar una dificultad supone la no solución de otras. La más característica de estas disyuntivas las ofrece la seguridad plena para todos, versus la libertad plena para todos.

Todos quisiéramos tener el futuro asegurado en términos materiales, conforme a las expectativas de bienestar material de cada uno. Y todos quisiéramos disponer de el mayor margen posible de libertad sin que el poder público, la polis, la comunidad, nos restringiese o perturbase nuestras expectativas y por consecuencia, de nuestros objetivos individuales.

El político honesto es aquel capaz de comunicar con claridad este dilema y ofrecer una ecuación que suponga, un determinado margen de seguridad y un determinado margen de libertad, compatibles entre sí. Pero como la gente quiere escuchar soluciones y no dificultades, cuando de democracia representativa se trata, los políticos se mueven en un viscoso margen en que exageran las soluciones y minimizan las dificultades.

Y es cuestión de observar, el amplio énfasis, que esos políticos necesitados de la voluntad popular, confieren a los derechos, y el pequeño énfasis, cuando no, el más estricto silencio, a los deberes de los ciudadanos.

La conexión lógica entre un objetivo, con la fuerza de voluntad y el ejercicio de los talentos y recursos para obtenerlo, es la mayor conquista de la inteligencia humana. Prever el futuro con sus costos y consecuencias. La desconexión entre una expectativa y el costo para hacerla realidad, conlleva el combustible del conflicto social.

En la última década, en Chile se produjo una expansión descontrolada de las expectativas de logros individuales, sin una expansión correlativa de las capacidades y talentos para conseguirlas. El fenómeno entró en colapso en 2019: se acumularon expectativas por amplios sectores de la población que se percibieron impotentes, para satisfacerlas por sí. Entonces, acicateados por demagogos, creyeron encontrar culpables de esas frustraciones en la comunidad política. Alguien es culpable de la insatisfacción de mis expectativas, clamaban. El neoliberalismo, los privilegiados de siempre, los adultos, los policías, las normas, las restricciones sociales etc. A pesar del festival de imputaciones equívocas, a muy pocos se les ocurrió culpar a la constitución (según encuestas, a menos del 3%).

La grotesca comedia que ofrecieron, políticos, periodistas, opinólogos de alta y baja ralea aquellos meses de fines de 2019, quedará para la historia, como una conducta vergonzosa, donde una masa emocionada por la fuerza que da la muchedumbre, era dignificada como si se tratase de héroes de la libertad humana, y, a todos quienes diesen una opinión de cordura y sentido común, se les criticaba ferozmente y eran cancelados y denostados.

Las fuerzas revolucionarias disolventes, siempre preparadas y atentas para desencadenar la destrucción, se desplegaron coordinadamente para hacer colapsar la sociedad. Devastación urbana, incendios de bosques en el sur, violencia coordinada, tuvieron la virtud de sembrar el miedo en los espíritus debilitados por la abundancia económica y por años de paz aparente.

Y fue aquí donde la subcultura de los políticos que ocupan cargos de representación popular y privilegios descomedidos a su aporte a la sociedad, se transmutaron en una dañina casta y echaron mano a un chivo expiatorio para calmar a la chusma: la constitución. La constitución era la culpable de la cólera popular. Manejar ese descontento bajo esa falsa causa, les permitía, estimaron, controlar el fenómeno.

Con poco talento e improvisación diseñaron un desastroso proceso para que hubiese calma en las multitudes. Un circo pobre que terminó alineando al electorado en el sentido común, y rechazando la payasada que les ofrecían como constitución.

Pero ya los revolucionarios y utopistas le habían tomado el sabor a la sangre y se autosugestionaron que, a través de una nueva constitución, podían cambiar esta sociedad tan llena de egoísmos por una sociedad de derechos para todos, que, de paso, les permitiría tener cautivo al electorado en clientelismo electoral puro y duro.

Entonces, a lo bestia no más, diseñaron un segundo proceso que pisoteó las mismas normas que se habían dado para el primer proceso. Estimaron, como decía Nicanor Parra, que la derecha e izquierda unidas, jamás serán vencidas. Para su desazón, en la única manifestación de la voluntad popular que permitieron -la elección de los consejeros que debían poner el pulgar hacia arriba o hacia abajo del proyecto utopista-, sufrieron una nueva flagrante derrota: los nulos y blancos, más el único partido, el republicano, que se manifestaba en contra del proceso, obtuvieron la mayoría.

Pero como el líder de ese partido José Antonio Kast, pertenece a la subcultura de los políticos, decidió darle la espalda a su electorado e incorporarse a la casta. El proyecto era sueño dorado para los políticos: potenciaba el poder de los partidos políticos, y a las cúpulas clientelistas de cada partido les aseguraba una cuota de poder mayor que la que tendría incluso el Jefe de Estado.  Todos los principios contra los que el partido republicano se fundó para combatirlos y que hace suyo el proyecto (derechos sociales, hegemonía de los organismos internacionales, agendas climáticas absurdas, imposición de las teorías de género) se solucionará según Kast y su peón en el Consejo, Luis Silva, como dicen en Brasil: falando, falando.

¿Será posible que tamaña impostura, falsedad, falta de sentido patriótico pueda ser vendido a un electorado harto de este ejercicio inútil para el país? Kast, refiriéndose a las encuestas adversas, eufórico pronosticó: "daremos vuelta las encuestas". ¿Cómo? A través de una nueva impostura que Kast, como zorro correteado en estas lides, sabe que es una flagrante mentira: La seguridad que este es el fin del proceso y el miedo a la opción contraria.

Es verdad que las elecciones se ganan casi siempre con mentiras e imposturas. La pregunta es ¿con tamañas mentiras e imposturas? Mi impresión es que el nivel de mala fe de la casta política, ha rebalsado los límites de la tolerancia, y por frágil que sea el juicio del electorado, el próximo 17 de diciembre la casta sufrirá una nueva derrota.

noviembre de 2023

 

 

 

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