viernes, 24 de abril de 2015

MARCOS TEORICOS Y FENOMENOLOGIA SOCIAL REAL

MARCOS TEORICOS PARA INTERPRETAR
LA FENOMENOLOGIA SOCIAL
Y LOS PORFIADOS HECHOS



Algún analista por ahí por los años 70 teorizó sobre " el fin de las ideologías". En su obra que se constituyó en best seller, Gonzalo Fernández de la Mora denunció la beatería ideológica marxista, y creyó ver el derrumbe de aquella manera de analizar la realidad que se traduce en reducir los hechos reales a pre juicios sobre la fenomenología de la historia “descubierta” como la causa basal de todo lo que acontece.

Pero los porfiados hechos han desmentido a Fernandez de la Mora porque el mundo intelectual sigue 30 años después de su libro El Crepúsculo de las Ideologías, apegado a perspectivas de la realidad que nos presiona a "alinearnos" con algún modelo teórico para luego reducir todos los acontecimientos sociales a dicho modelo teórico. Paradojalmente además por importante que sea el fenómeno de relevancia social, si no se explica en el marco teórico, se le olvida.

El resultado es que cada vez la elite intelectual, incluida la de los cenáculos universitarios, es menos capaz de interpretar y dar a entender una realidad que se le escapa como jabón mojado, de sus formulaciones teóricas.

Se señala que esa actitud intelectual nació con el filósofo alemán Hegel. Fernandez de la Mora lo sindica como el culpable fundador del ideologismo, a Hegel. Yo creo que esta verdadera atrofia intelectual de Occidente, se enraíza mucho antes de Hegel. La propia filosofía escolástica nos somete implícitamente a aquello de que “si la realidad no se ajusta a la teoría pobre realidad". De modo que este afán de dar vuelta la espalda a la realidad evidente, para consultar primero al "modelo", es una conducta intelectual que nos acompaña desde hace varios siglos.

La metodología intelectual descrita, no solo induce a conclusiones equivocadas de los fenómenos analizados. También se produce como una ley del silencio, para abordar fenómenos que resultan inexplicables para el modelo. Así entonces esos fenómenos no se analizan.

Voy a poner un ejemplo de fenómenos sociales que por no “encajar” en los modelos teóricos de análisis de la realidad simplemente se soslayan o se les da una lectura que resulta a veces ridículamente falsa o desorientada:

Primer ejemplo: la píldora anticonceptiva. Me atrevo a afirmar, que es el descubrimiento científico, que ha provocado el cambio social más inédito e importante de la historia de la humanidad. Debemos reconocer que la Iglesia Católica identificó cabalmente que este invento era el gatillo que dispararía cambios profundos en la familia y en la sociedad toda; en todas las latitudes y longitudes del planeta. Trató en vano de neutralizar este invento, pero su capacidad de influencia en la sociedad había mermado entonces, arroyada por el progresismo imperante; en la práctica ha agiornado su posición de rechazo y se ha dejado llevar por la marea del cambio social implícito a este descubrimiento.

Las ideologías progresistas, no atinan con este cambio social. La izquierda revolucionaria según la entendió Luis Emilio Recabarren, pretendía proteger a la familia popular nuclear. Pero esta realidad social producida por la píldora se le ha venido encima, y para ponerse a tono ha querido entender en el cambio social que se manifiesta en la disolución del núcleo familiar que conocemos como consecuencia de este invento, una “evolución”. La lectura que el progresismo propone, sobre los cambios de hábitos de la mujer; es que aquello representa un quiebre de estructuras de dominación derivado de la dialéctica que se suscitaba en el hogar. Es este fenómeno u “progreso” de la pretérita supuestamente desmejorada condición de la mujer. Aquello simplemente choca con la realidad, tanto por sus causas como por sus efectos.

Sucede que la mentada liberación no se habría producido en la sociedad si la píldora anticonceptiva no hubiese existido. Y tampoco se ha generado la supuesta mejoría de la condición de la mujer ya que el 80% de la población femenina trabajadora del mundo occidental, se ha visto sometida a nuevas obligaciones cotidianas que antes no tenía, debiendo mantener empero sus antiguas responsabilidades y su calidad de vida objetivamente se ha deteriorado. Antes el hombre era el exclusivo proveedor. Hoy la mujer debe ser proveedora y dueña de casa. El resultado evidente: el núcleo familiar, base de la formación de los niños se ha deteriorado, se encuentra fracturada la familia, cuando no quebrada.

El liberalismo economicista aplaude la integración de la mujer al “mercado” laboral, fenómeno posible gracias a la píldora anticonceptiva. Mientras más manos, más producción y más productividad; más espacio para rentar los negocios. Se aplaude y se promueve la imagen de la mujer “liberada” del hogar. Cuando la evidencia señala que aquello es perfectamente y empíricamente falso: La mujer antes que liberarse del hogar se esclaviza en el trabajo externo al hogar porque debe hacer ambas cosas.

¿Se ha beneficiado o se ha perjudicado la sociedad con la píldora anticonceptiva y con la liberación sexual que ella produjo? La sola pregunta hace surgir voces que lo someten al que la hace al silencio o al abucheo masivo. La píldora y su consecuencia, la liberación sexual, hoy son un tabú. Cuestionar sus consecuencias, un pecado contra el progreso. Las elites intelectuales actúan como si el fenómeno no existiese. Es sorprendentemente estúpida su actitud. La raíz de una cantidad de fenómenos (buenos y malos) de cambio social está en este descubrimiento, y nadie habla de él.

Segundo Ejemplo: El aumento de la productividad económica. Cada vez menos personas y empresas producen más y mejores bienes y servicios. El almacén es reemplazado por el supermercado; la siembra tecnificada con insumos y semillas caras y sofisticadas, arrasa con la producción agrícola de pequeño agricultor; el artesano desaparece bajo la competencia de la mega industria. Nunca antes en el mundo se habían producido tantas proteínas y calorías y de tanta calidad; nunca antes la logística de distribución había sido tan eficiente para poner esos bienes y servicios masivos a disposición de los consumidores; como nunca antes hay a disposición de los consumidores bienes de capital y de consumo, baratos y eficientes. ¿La consecuencia? Muchas. Pero hay una que es hoy considerada una pandemia que hay que combatir: La desigualdad.

Se ha producido en todo el mundo una inédita brecha entre los que tienen más y los que tienen menos. Y digo los que tienen más y los que tienen menos porque hablar de pobreza y riqueza es equivoco. Ello porque son categorías evidentemente relativas. Yo conocí la pobreza en Chile de que hablaba el Padre Hurtado. Según los cánones de entonces hoy nadie es pobre si se compara con el nivel de supervivencia de esos años. Aquí en Chile, en América en el primer segundo y tercer mundo.

Entonces la Iglesia, la izquierda progresista y la derecha economicista hablan y hablan de la desigualdad y de la brecha económica, cada vez más aguda; la critican, se desesperan por ella. Se habla de atacarla a través de medidas absurdas y conocidamente ineficaces. Pero nadie se refiere a sus causas que están ahí; a la vista y paciencia de todos. Todos saludan el aumento de la eficiencia económica-productiva; todos alaban la acumulación de riquezas; pero nadie evalúa sus consecuencias reales sobre el hombre real; el de carne y hueso. Del mismo modo que el fenómeno de la píldora, el aumento cualitativo de la eficiencia económica es tabú.

En el medioevo la vida de un rey no se distinguía grandemente de la de un siervo de la gleba. Hoy el potentado se transporta en helicóptero y el menos dotado en el metro o microbús: Gran brecha social. La codicia desenfrenada que provoca la existencia de las comodidades al servicio de los poderosos ha desencadenado oleadas de corrupción sin precedentes: La nación de la honesty, Estados Unidos fue arrollada (y casi arroyó al mundo) con la llamada eufemísticamente “crisis sub prime” la cadena de corrupción más grande de la historia del país del honestísimo Lincoln. Hoy Brasil y Chile se encuentran vergonzosamente aprisionados por las denuncias de codicia y falta de probidad. Italia, Bélgica, Rusia, China, la India etc., son también presas de la fiebre de, “manotazos a la caja”.

Entonces ¿Cuánto se ha beneficiado o cuanto se ha perjudicado la sociedad con el aumento de la productividad exponencial y sus consecuencias, la riqueza y la brecha entre la condición de los seres humanos más y menos dotados? La pregunta también es tabú

Estos son los “porfiados” hechos que no se ajustan ni son explicados por los “modelos” o “marcos teóricos”. Y cuando los quieren explicar son de una puerilidad absurda que da vergüenza ajena.

Progreso es una palabra talismán. De manera irracional se hace una asociación de ideas radicalmente falsa: Es bueno el progreso (primera premisa falsa) El cambio es progreso (segunda premisa falsa). En consecuencia el cambio es bueno,(conclusión falsa)

Propongo ponderar las novedades del “progreso” poniendo en una balanza sus beneficios y sus costos.


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