viernes, 14 de enero de 2022

ENSAYO DEL PROFESOR CARLOS PEÑA LA POLITICA DE IDENTIDAD. ¿ENSAYO O FABRICACION DE RELATOS?


Don Carlos Peña debe ser hoy por hoy uno de los ensayistas más prolíficos, ilustrados y creativos de nuestro medio nacional. En la obra citada, pretende él hacer una apretada síntesis de un fenómeno político muy amplio – quizá demasiado amplio y por ello difícil de conceptualizar – que son los relatos de identidad, fenómeno que él postula implícitamente como espontáneos y derivados de un estadio de la evolución de las colectividades modernas, a mí juicio, artificiales creaciones académicas cuya condición de posibilidad ha sido la auto demolición de las bases de nuestra cultura occidental, demolición causada en gran parte por fenómenos moralmente neutros como es la técnica contemporánea.

La cuestión abordada por el profesor Peña tendría solo una relevancia académica, si no fuese porque los conglomerados políticos que se apoderaron del proceso insurreccional chileno y de la Convención Constituyente, buscan a través de la instalación de nuevas reglas jurídicas de convivencia, provocar un cambio copernicano a la república de Chile. En este sentido el ensayo debería ser el evangelio de los constituyentes revolucionarios de la Convención, pese a que muchos de ellos desacrediten al autor de amarillismo anti revolucionario por su pausada seriedad intelectual.

Para empezar, debo honrar la potencia intelectual del autor que nos permite tanto a partidarios como a detractores, tomar partido fundamentado del fenómeno. En la historia literaria criolla, don Carlos creo yo, será el Valentín Letelier o el Barros Arana de fines del siglo XX y principios del XXI. Un hombre que ha marcado huella.

La obra se inscribe en el género del ensayo, pero a través de su amplia erudición, el autor efectúa un ejercicio algo abusivo de las síntesis de variada gama de autores para inscribirlos o argumentar en favor de la tesis central de la obra: Existe una generalizada demanda por identidades de variada especie, que el futuro orden jurídico debe recoger y reconocer. Tesis central que el autor empero, para salvar su neutralidad intelectual y conservar las reglas del género de ensayo, usa reiteradamente la forma verbal condicional (el fenómeno x estaría demostrando que etc. etc.). Evidentemente la obra carece de neutralidad como toda obra de hijo de mujer. Por debajo de todo razonamiento humano late una intencionalidad emocional. Y el autor es un hombre de izquierda, admirador, benevolente y acrítico, con las argumentaciones de las obras de Carlos Marx, de Antonio Gramsci y de Ernesto Laclau.

¿Cuál es la gigantesca debilidad de la obra? Su correlato histórico. Nada de lo que se argumenta como propio o como idea o tesis de los autores citados, tiene o pretende tener, fundamento histórico. La pueril pretensión de Marx de que su obra era la clave de todos los tiempos pretéritos y futuros ha sido ampliamente desacreditada por su ingenua ucronía y utopía. Por esa razón sus apologistas como el profesor Peña, evitan la argumentación y fundamentación histórica. Y aquí es donde se encuentra el flanco débil no solo del autor sino de todo el modernismo post marxista constructivista y post constructivista; su voluntarismo subjetivo que me induce a calificarlos de fabricantes de relatos. Se desprende de sus planteamientos que no existe un ser de las cosas, una entidad del mundo. La realidad colectiva e incluso algo tan duramente objetivo como el sexo, sería solo fruto de los relatos de los opresores; y el futuro que se construirá, será ahora el relato de los oprimidos y víctimas emancipadas. El mundo desde siempre (desde Caín, padre fundador de las tesis victimistas[1]) se habría ordenado en base a relatos para fundamentar las relaciones fácticas de dominación.

¿Es una caricatura abusiva la del párrafo precedente? No si se analiza con cautela la obra de Peña a fin de salvar los cazabobos dialécticos que, como huachis para cazar conejos, nos plantea en muchos párrafos de su libro.

¿Cuáles son los cazabobos? Primero; la manera de proponer las premisas. En su introducción se señala lo siguiente: La tarea de la política no consistiría en leer el guion de la historia o de la providencia sino en inventar uno que estabilice la vida social. Dos reflexiones. No resulta congruente con un razonamiento que pretende valor de verdad usar formas verbales condicionales. Lo honesto intelectualmente es decir; fulano sostiene que; o derechamente sostener la tesis en presente perfecto; la manzana es una fruta. La negación del ser de las cosas por la vía de someter las realidades a una existencia etérea a través de las formas verbales blandas, nos introduce en el mundo al cual el autor y la variada gama de post marxistas nos llevan: el que Milán Kundera definió en el título de su célebre novela como la insoportable levedad del ser. En este caso ¿Cómo vamos a avanzar en el razonamiento del tema tratado sino sostenemos que es la política? Porque si la forma verbal de esta introducción fuese La política consiste en inventar una realidad, saltan los tapones como cuando hacemos un cortocircuito eléctrico y se nos corta la luz. El lector es advertido hacia donde camina el razonamiento. Roger Scrutton citando a Edmund Burke sintetiza el problema al señalar que lo que nos separa del socialismo son las premisas básicas sobre lo que es la política. Para todos los autores qué sostienen el razonamiento del profesor Peña[2], la política es un instrumento para reinventar la realidad. Para toda visión ecléctica madura y que pondere la historicidad del hombre, la política es la herramienta de los individuos para mantener la paz; y el estado de derecho son las reglas previas a las conductas para que esta convivencia no se salga de control y aplaste al individuo -como el socialismo históricamente lo ha hecho-. La cuestión sería un diferendo trivial si no fuese por las consecuencias que esta manera de entender la política ha tenido a través de la historia. Los jacobinos en la revolución francesa quisieron dibujar una realidad nueva artificialmente creada (cambiaron hasta las estaciones del año y el calendario) y para ello estimaron legítimo provocar la matanza generalizada de los disidentes. La revolución bolchevique lo mismo. No tan lejos, la reforma agraria en Chile significó la ruina del agro y el destape de las reglas de convivencia que motivaron un baño de sangre al cabo de corto tiempo. Antonio Escohotado en su crítica al socialismo lo sintetiza señalando que las visiones constructivistas socialistas desprecian la realidad, y en concreto, las inconmensurables causas que los fenómenos sociales tienen, reduciendo la realidad a un número ficticiamente controlable de variables. El constructivista y utopista reduce la realidad para dar valor de verdad a sus propuestas y diseño futuro de esta sociedad inexistente. El resultado es y ha sido siempre el mismo; la destrucción del tejido social y su necesaria consecuencia: el imperio de la fuerza por sobre la razón.

Segundo caza bobo intelectual son las reiteradas falacias del hombre de paja, y de autoridad que introduce en el desarrollo de la obra. En el caso del hombre de paja que es asignarle a tu contendor intelectual conductas y reflexiones sacadas de contexto para desacreditarlo. En el caso de las falacias de autoridad, es citar filósofos contemporáneos de Marx en adelante, adjetivando sus virtudes e ilustración para inhibir las críticas y examen desapasionado de sus productos intelectuales, muchas veces una sopa de galimatías sin ningún valor para develar la realidad, sino que aportantes de piezas y partes para el constructo de la realidad utópica que se pretende.

Dicen que el camino al infierno está plagado de buenas intenciones. En este caso don Carlos Peña pavimenta, suaviza y legitima conductas políticas de la extrema izquierda presente en la Convención Constituyente. Su objetivo intelectual pareciera ser fundamentar intelectualmente posiciones políticas voluntaristas e irreflexivas en la praxis, de muchos indigenistas, LGTB, feministas radicales etc. proporcionándoles los insumos ideológicos que esa “primera línea” carece.

En el epílogo el autor aboga por la supervivencia del régimen de igualdad ante la ley y primacía de los derechos humanos, ambos principios que serían arrasadas a sangre y fuego, si las tesis de Ernesto Laclau sobre la primacía de las identidades se impusieran como pretenden la mayoría de los actuales miembros de la Convención Constituyente. Cuando hablamos en plural de los derechos humanos, o se respetan todos los derechos humanos o no existen como bases de convivencia.  Entonces ¿Qué ha pretendido el autor con su obra? ¿darle bencina a una máquina infernal que destruirá la convivencia? ¿quedar bien con dios y con el diablo? ¿O es como dicen los envases de productos o cláusulas de un contrato de seguros, sin ulterior responsabilidad para el fabricante?

Y entonces surge la cuestión a la responsabilidad de los intelectuales; los de Neruda y Sartre con sus apologías al carnicero Stalin; los de un Heidegger y su soporte y legitimación del nacionalsocialismo y sus monstruosidades.

La fabricación de relatos para que “todo cuadre” sin correlato histórico, no solo es un error. Legitimar a través de un razonamiento sesgado un proceso revolucionario que ha triunfado y pretende a través de una constitución a proponer, violentar la realidad y la convivencia, hace responsable al intelectual de los vasos y platos que se quebrarán. Quienes analizan con espíritu crítico a los hijos de mujer y sus conductas a través de la historia sabemos que el paraíso no existe en el mundo. Pero de ahí a promocionar intelectualmente el infierno, hay un paso que los intelectuales no deberían dar.

Enero de 2022

 

 

 

 

 

 

 



[2] cuando digo todos, estoy diciendo casi todos, porque de pronto cita a Arendt, Ortega o a Chesterton, y lo hace para dar una imagen ecléctica, pero sacando sus frases de contexto

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