viernes, 15 de abril de 2022

EXCURSIONES AL SUBSUELO DEL FEMINISMO

 


José Antonio Kast ganó la primera vuelta presidencial. Asesores de su campaña le hicieron presente que, una de sus bases programáticas de campaña; suprimir el ministerio de la mujer, era una traba insalvable para ganar el balotaje. Pidió entonces pública y humildemente perdón a “las mujeres” de Chile, por este error. Se comprometió en la campaña del balotaje a mantener este ministerio que según la inteligentzia electoral, era una sentida aspiración de las mujeres chilenas.

Armado de un mínimo eclecticismo, no es necesario ser un genio para concluir racionalmente que el mentado ministerio de la mujer es un artefacto estatal completamente inútil, oneroso, que solo sirve para dar empleos a apitutados, que no está en el radar de la mayoría electoral, cuyas pocas funciones útiles las cumplían antes otros ministerios que sin problemas podrían a futuro volver a cumplirlas, y que ha servido a agendas globalistas y revolucionarias, contrarias a los principios que encarnaba Kast y sus partidarios. Un prudente administrador del estado entonces debería pues eliminarlo, y eso pretendía inicialmente el candidato lo que objetivamente beneficiaba al bien común general.

Como sabemos, de nada sirvieron sus disculpas para ganar el balotaje, pero si para demostrar que, para la clase política oponerse a los mandamientos de la ideología feminista es un pecado grave. Y, entendida la supresión de este inútil artefacto burocrático -el ministerio de la mujer- como una agresión al feminismo, suponía Kast echarse encima a las feministas y sus simpatizantes (hombres y mujeres). Así lo advirtió, el otro candidato de la “derecha” - Sichel- quien, para medrar de los votantes favorables a Kast, hizo un spot rodeado de mujeres, como un macho alfa, haciendo saber que disolver el ministerio de la mujer era atentar contra la dignidad de la mujer chilena.

Es posible que Kast no haya perdido por su fallida intención de suprimir el ministerio de la mujer. Pero es posible conjeturar que podría no haber concitado más apoyo, por su implícita hostilidad a la ideología feminista, de la que esa medida puntual era solo una expresión menor.

Siendo el feminismo pues algo tan importante como para resolver una elección presidencial, era necesario para mí, conocerlo con más detalle y profundidad que el que conocía por su estética y ética explícita, tan hostil a mi forma de ver el mundo. Y para conocerlo realmente habría de hacerlo con buen ánimo. José Ortega nos decía que el odio es como un fiero resorte de acero que impide aproximarse a la cosa odiada. Para aprender lo que dicen las feministas, debía hacerlo con ánimo ecléctico y compasivo. Por ecléctico quiero decir ponderar templadamente sus razones y el razonamiento implícito en la ideología feminista y por compasivo quiero decir entender las emociones implícitas que inducen a esos razonamientos.

Equívocamente se entiende la palabra compasión como la conmiseración. La conmiseración es la compasión que se tiene del mal de alguien. Compadecer en cambio, es genéricamente padecer- con; meterse dentro de las emociones del otro; comprenderlas y en lo posible, hacerlas propias.

El resultado que he podido constatar de mis lecturas[1], es que en el ámbito racional el feminismo es un producto de segunda selección, de una ideología que le sirve de sustento, que es la dialéctica hegeliana, marxista y post marxista. Por post marxista envuelvo las obras de Gramsci y los estructuralistas y post estructuralistas franceses. En esquema, las mujeres serían unas víctimas de un opresor llamado el patriarca, del que ya se ha liberado y cambiará el mundo esta “toma de conciencia” que, como lo hicieron también los jacobinos, parte por cambiar el idioma.

No encontré una sola letra referida a una genealogía de esta “liberación”. Simplemente alguien habría descubierto esta sumisión perversa a la que se sometía a las mujeres del mundo, y estaríamos en curso de liberación de esas opresiones para lo cual -dicen las radicales- debemos eliminar la sociedad actual y reemplazarla por otra de ribetes harto imprecisos. Siendo su estructura lógica extremadamente simple, aquello es causa de su adhesión irreflexiva por las masas que no quieren entrar en honduras lógicas.

El feminismo es una cosa. Para responder a la pregunta: ¿Qué es tal cosa?, lo que hacemos es deshacerla; descomponerla. Una cosa es, ante todo, la serie de condiciones que la hacen posible. Kant decía «condiciones de su posibilidad». Y es curioso observar que de ordinario esos más auténticos ingredientes o requisitos de una cosa son los que nos pasan inadvertidos, los que dejamos a nuestra espalda, como si no fueran lo que son: el ser más profundo de la cosa[2].

El evidente cambio en el rol de la mujer en la sociedad, de hace cien o cincuenta años atrás se debe a dos causas basales invisibilizadas por la ideología feminista: las condiciones sanitarias de la mujer y de la cría humana, derivadas de descubrimientos técnico-científicos; y en segundo lugar, un artilugio que ha sido sin duda el más importante: la píldora anticonceptiva.

Por milenios los órdenes sociales de diversas culturas a lo largo y ancho del mundo prescribieron para la mujer, pautas de conductas que tenían presente la fragilidad biológica y social a que la sometía la maternidad y/o la posibilidad de maternidad. Para mayor complicación, las crías eran extremadamente frágiles y precarios y la maternidad, por tanto, no solo era genitalmente compleja sino también socialmente. El cachorro humano, para sobrevivir requería a la madre una cantidad de tiempo muchísimo mayor que los demás mamíferos. Hembras y madres cuadrúpedas eran dependientes, pero sensiblemente más autovalentes que la hembra de homo sapiens, tanto en el sexo, como en la maternidad. En nuestro tan versátil idioma castellano, decir que una mujer está preñada, es decir, está embarazada. La palabra lo dice todo. Está en una condición de precariedad que demanda ciertas ayudas de sus congéneres. Las vacas y las perras nunca están embarazadas.

Una de nuestras circunstancias con que debemos lidiar en nuestras vidas, es nuestra carga genética. Nuestra genética es un complejo de facilidades y dificultades con las cuales debemos habérnosla cotidianamente. El ser humano tiene una carga genética que ha entrado en colisión con ciertos inventos técnico-científicos que son de uso generalizado en nuestro mundo contemporáneo. Y dentro del género humano, el sexo femenino se ha visto impactado en mayor grado.   

La mujer se liberó de la maternidad no deseada. Por consecuencia tiene la posibilidad de administrar su sexualidad de una manera diferente a como lo hacían sus abuelas o bisabuelas. Lo prescriptivo en el ámbito sexual era hasta antes de la píldora anticonceptiva algo tan prístino, que no se discutía. No se puede tener sexo fuera del matrimonio. Entre santo y santa; pared de calicanto, repetían nuestras abuelas. Decir que aquellas estructuras normativas eran fruto de una estructura de dominación masculina, es el absurdo más completo. Una llave como las de lucha libre que retuerce al contendor, así esta ideología retuerce la realidad histórica, que queda tan deformada o más que las explicaciones históricas del marxismo decimonónico. Cero correlatos empíricos. Cero correlatos históricos. Solo un relato útil a una visión sesgada para que “todo cuadre” con la ideología.

Hoy el mainstreem induce a la mujer a administrar su sexualidad de la manera que lo hacen los hombres. ¿por qué? Pues simplemente porque lo puede hacer. El placer y la experiencia sexual está disponible. No hay reglas opresoras como cuando imperaba el patriarcado, responden las feministas.

Por su vínculo con la maternidad, la mujer normalmente no le cabía rol de proveedora del hogar sino solamente de protectora de la prole. Y al hombre le cabía esta responsabilidad en exclusiva. Hoy la educación y todos los insumos culturales obligan a la mujer a tener una carrera laboral tal como la tienen los hombres. En el caso de las clases menos dotadas, esta seudo “liberación” femenina ha sido causa de una liberación fáctica de los hombres. Existen en esos segmentos sociales más jefas de hogar que jefes de hogar.  Seguramente la cajera del supermercado que debe mantener a tres hijos y que llega después de dos horas en el Transantiago a su casa en la noche, debe suspirar para que vuelva la sociedad hetero patriarcal y tenga ella y sus hijos un marido proveedor. Probablemente ella no es solidaria con el feminismo.

El constructo racional-ideológico revolucionario que importa el feminismo radical y el más moderado feminismo burgués o de “derecha”, suponen la vieja visión binaria opresor, oprimido; víctima, victimario; Caín y Abel. Su superficialidad, azas de irritante demuestra una total desconexión con una antropología rigurosa. Al leer “ensayos” de feministas radicales, más parece estar leyendo prosa poética. No existe la intención de dar razón de sus tesis ni correlaciones con la realidad fáctica; la mescolanza entre feminismo, neoliberalismo, victimismo sexual; es inconexa e infundada. Al feminismo no le alcanza para ideología. Gramsci habría puesto el grito en el cielo.

Mi tesis es que el feminismo, más que una ideología, es un grito como el del lienzo de Edvard Munch, en busca de un sentido extraviado en la vida colectiva de las mujeres en la modernidad contemporánea. Es verdad como dice Byung Chul Han filósofo coreano, que aquella crisis de sentido afecta a toda la sociedad. Pero a mi juicio afecta con mayor intensidad al género femenino.

Es bastante más útil para aproximarnos de verdad a las causas del feminismo comprender sus factores emocionales. Es más fácil entender esta ideología com-padeciendo la realidad del género femenino desde dos perspectivas:

La primera es en el caso de una burguesía pudiente y bulliciosa que encarna toda esta estética chocante del feminismo publicitada hasta la náusea por los medios de comunicación social. Ese feminismo de rango universitario cuyo padecer se funda en la dificultad para encontrar un sentido de vida que cuadre con las circunstancias genéticas de la mujer. Vivimos un cambio social violento. Cambio que es hostil con los deseos atávicos femeninos (y que mi juicio es el sentido trascendente de “lo femenino” y el derecho natural a ser mujer). La mujer símbolo propuesta por esta sociedad de consumo sofisticado enarbola una neo ética que difunde el mainstrem y apunta a un sentido de femineidad que prescribe: No atarse a la maternidad, no atarse al compromiso matrimonial, usar del sexo para su placer personal, “realizarse” como recurso económico[3] para que la rueda siga girando.

La segunda es la de la mujer liberada del matrimonio, pero administradora de los hijos en solitario. La mujer padre-madre; subproducto de esta guerra contra el orden familiar pretérito donde había un padre proveedor. No encontré e los textos feministas, ninguna referencia a esta realidad empírica. La familia en el credo feminista es cualquier vínculo; y ese cualquier vínculo no funciona en términos prácticos para la mujer proveedora en solitario.

La vida individual es un complejo de facilidades y dificultades con que nos enfrentamos cotidianamente. Para enfrentar las dificultades debemos proveernos de un arsenal de destrezas y representaciones del mundo que permitan darle sentido y dimensión a lo que vivimos. El mundo contemporáneo se encuentra bajo presión de enormes cambios sociales, tan bruscos que un padre es impotente de transmitir a un hijo cómo funciona ese mundo, por la sencilla razón que el mundo que él conoció ha mutado de fisonomía. Sucede entonces que el arsenal de recursos racionales y emocionales que dispone ese hijo para enfrentar las dificultades del devenir, son insuficientes. Cuando el mundo no lo comprendemos sobreviene una emoción tal como si se hundiera el suelo bajo nuestros pies y aflora entonces la angustia y la disposición a la rabia. En este ambiente el resentimiento surge como hongo en la humedad cuando se siembra aquel viejo grito de Caín: ¡alguien que no soy yo, es culpable de mis angustias! Así el marxismo cultural, el evangelio de los resentidos, cae como bocatto di cardinale para bocas hambrientas de sentido.

La situación descrita es la que explica una buena parte – no en toda su dimensión- las emociones que están en el subsuelo de la ideología feminista, que, como otros desvaríos identitarios en boga, daña a los individuos y los aleja de un camino de genuina misión en el mundo, y daña a la sociedad cuando se propone que todo arda por los cuatro costados para reemplazarlo por algo impreciso; o quizá por la nada; el nihilismo absoluto.

¿Cuál es la salida a esta dificultad? Es el liderazgo social y político quien tiene la tarea de dotar de sentido real a la vida colectiva. Quien se considere con el mérito para liderar debe tener las destrezas y talentos para guiar en un mundo que ha cambiado. Tiene que comprender la mecánica del cambio y las nuevas tareas y misiones a ofrecer, defendiendo siempre y de modo inclaudicable, la libertad, la misión trascendente del género humano y la sabiduría del creador de habernos puesto en el mundo. Hacer ver a carne viva, las contradicciones y superficialidades de las nuevas versiones de la ideología de los resentidos y jamás ser condescendiente con el error para parecer buenito frente a la masa. La hartura de las masas es con el error y el engaño. Afectar lo que no se es, demuele el liderazgo.  

Es necesario que un futuro liderazgo de derecha dimensione que vivimos en un orden social que debemos transformar. Que no es el nuestro ni el que queremos legar a los chilenos del mañana. La derecha hoy debe ser la posición revolucionaria. Debemos transformar esta realidad fea, tosca, sin horizontes que ha instalado la izquierda a través del marxismo cultural. Debemos hacerlo porque hay mucha inconformidad que nace desde la desnaturalización del orden social en una economía de mercado sofisticada, que ha perdido buena parte del sentido de trascendencia de la vida humana. Es menester entonces no hacerle “verónicas” como el torero al error cuando nos ataca. Es menester pararse de frente y con la espada para clavarla en la cruz de la bestia. No se puede ser complacientes con la ideología del feminismo. Es menester desmantelarla y en paralelo proponer un orden social renovado que libere a la mujer que hoy está oprimida por este orden social que violenta los valores de su femineidad.

abril de 2022

 

 



[1] Las bibliotecas y anaqueles de librerías están repletas de tratadistas, ensayistas, novelistas, cronistas, periodistas, poetisas etc. etc. de esta ideología. Mis lecturas fueron pocas, apenas dos, para poder concluir que su lógica es común, disputándose cada quien, ser la que es capaz de epatar al burgués con mayor agudeza. Los relatos son de una a veces sorprendente y otras, irritantemente superficiales.

[2] José Ortega y Gasset; Que es la Técnica.

[3] Hasta la náusea nos tiene bombardeados el mainstreem de, encuestas, premiaciones, destacados del mes sobre las mujeres líderes a que apunta con todo su poder comunicacional, a perfilar una condición deseada de la mujer competidora del hombre en los ámbitos laborales productivos.  

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