Chile en el siglo XX, ha sido protagonista de sucesivas vanguardias o experimentos socio-políticos a los problemas sociales derivados del avance de la modernidad. Me explico: fue en Chile donde se pretendió imponer la utopía socialista por la vía democrática; fue en Chile donde se reinstaló (antes que la Sra. Tatcher y R. Reagan lo hicieran en naciones del primer mundo) un sistema que hoy se identifica como neoliberal, en que se liberaron los mercados de controles y proteccionismos para superar un empobrecimiento crónico que afectaba a occidente, pobreza que golpeaba con mayor rigor a las naciones más pobres.
Los experimentos como tales son azarosos; a veces tienen éxito, algún
éxito, o ninguno. El experimento de la revolución con empanadas y vino tinto de
Salvador Allende, terminó en tragedia. Obviamente no por culpa de unos
militares perversos y caprichosos como nos pretende enseñar el Museo de la Memoria,
sino por el frívolo utopismo de pretender destruir una de las bases de toda
convivencia social; el derecho de propiedad, y de un modo absurdamente
voluntarista; con las patas y con el buche. El experimento del gobierno militar,
fue el que sus detractores llaman neoliberal, tuvo éxitos evidentes y palpables:
el camino a la superación de la pobreza. Tanto fue su éxito que sus detractores
y enemigos iniciales lo adoptaron a rajatabla[1]
y Chile pasó a ser la joya de la corona de latino américa. Pero ese experimento
generó también patologías como la precarización social, que los actores
observan desde diferentes perspectivas y ofrecen soluciones diversas y opuestas
para superarlas.
¿En qué consiste esa precarización de la vida social? Si bien no sufrimos
hambrunas ni guerras, una parte de la población presumiblemente mayoritaria, adquiere
expectativas de progreso personal que antes no existían, pero que ahora están
formalmente a su disposición, tales como la educación superior formal, el
consumo de bienes que hacen más grata la vida cotidiana, la conservación de la
salud con procedimientos sofisticados; pero carecen de las suficientes
herramientas para proveérselas lo que genera ansiedad y angustia. Y en parte también
carecen de las aptitudes para lidiar con el sistema de mercado y proveérselas
por su cuenta. Esto último – y aquí lo yo denomino patología de la modernidad- paradojalmente
los avances tecnológicos y sus facilidades han deteriorado ciertas aptitudes
para que cada uno asuma su vida y encare sus caminos. Recordando esa vieja
metáfora del escultor, donde el cincel es la inteligencia y el martillo es la voluntad;
la modernidad ha mejorado y sofisticado el cincel, pero ha deteriorado el
martillo. Cuando el piloto de un barco se enfrenta a la borrasca, si solo le
acompañan sus conocimientos náuticos teóricos, pero flaquea en la disposición
para ponerlos en práctica, su nave fatalmente zozobrará.
Lo descrito en el párrafo precedente es un fenómeno global que afecta a
casi todas las sociedades occidentales. Y nuevamente Chile, inducido esta vez por
generosas ONG y otras influencias foráneas, se propone como laboratorio
experimental. El programa del candidato a la presidencia de la república don
Gabriel Boric representa a mi juicio un nuevo proyecto de experimento
vanguardista para Chile cuyo éxito, en caso de triunfar su opción electoral, pronostico
consecuencias fatalmente nefastas, por las razones que pretendo explicar a
continuación.
El perspectivismo es una corriente filosófica que asimila la realidad a una
naranja que cogemos con la mano: siempre y fatalmente la estaremos observando la
naranja de un costado y nos resultará oculta desde otro; cuando la cambiemos de
posición, nos resultará ajena la parte oculta. Por eso el eclecticismo que nos
invita a ponderar la razonabilidad de cada una de las perspectivas, es una
virtud y un imperativo para la convivencia democrática. Pero ese eclecticismo
debe comparar manzanas con manzanas y peras con peras. No se puede valorar de
un mismo modo una perspectiva de la realidad que nace de la reflexión racional a
otra que nace de las pulsiones emocionales.
En la coalición de Boric conviven comunistas que aun creen en la arcadia
socialista y colectivista de Lenin, Stalin y compañía, e inspiran en parte el
programa. Pero la corriente principal es la del candidato Boric que, ¿cómo podríamos
denominarla? Propongo un nombre que encierra con bastante precisión su perspectiva
fundada más que en la reflexión, en la emoción: El Victimismo. El mundo
según esta corriente está compuesto por dos tipos de seres humanos: opresores y
oprimidos. Los oprimidos son víctimas de este sistema opresor que es el neoliberalismo.
Se ofenden fácilmente. La cultura de la ofensa los induce a ser intolerantes
con las ideas ajenas, y tal como su líder, nunca han sido capaces de salir al
mundo y enfrentarse a él. Prefieren el fanal que los proteja. Un amigo me
advirtió a propósito del movimiento del 18/10/2019; las revoluciones verdaderas
buscan la liberación. Este movimiento busca el aborregamiento colectivo. Busca
la protección y el amparo de un Estado amable y protector. Y lo busca porque la
emoción que los inspira es la impotencia para lidiar con el mundo. No hay
propiamente un bototo que los oprime. Simplemente el mundo se ha tornado para
ellos en una entidad tan compleja que aquello les genera una perplejidad paralizante.
De tras de los deditos levantados y de la voz aguda de su líder, de su tono
altisonante, se esconde pues una gran fragilidad colectiva de quienes aspiran a
un mundo como el que propician las agencias de la ONU; “donde seremos más
pobres, pero más felices”.
Así las cosas, que Boric llegue a ser presidente más que un sueño de
construcción de un mundo más justo, pacífico y borreguil; es una pesadilla de
falta de control sobre las consecuencias de los actos de este colectivo
político que es el frente amplio y sus socios. “Le meteremos inestabilidad al
sistema” fue la brillante idea de uno de sus colaboradores. Es como si el piloto
del barco dijera le haremos un forado a la sentina del barco. Esa sola frase
demuestra hasta que punto hay una dramática desconexión a la realidad.
Frente a esta candidatura inspirada en una especie de revolución de las
flores de 1970 o del prohibido prohibir de París de 1968, la
candidatura de José Antonio Kast, representa la figura del padre fundado en el
sentido común; que no tiene respuestas para todas las dificultades porque
reconoce en la realidad un margen de precariedad que es necesario encarar todos
los días. Es decir, reconoce la vida y su realidad como ella es.
Dios guarde a nuestro país del desatino estridente del victimismo y que no seamos
nuevamente probeta del laboratorio del mundo.
Noviembre 3 de 2021
[1] No se olvide el lector que
Alejandro Foxley ministro de Aylwin y Ricardo Lagos protagonista privilegiado
del Chile neoliberal, escribieron anteriormente libros que propiciaban las
recetas colectivistas y socialistas.
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