Siempre he desconfiado de los sistemas filosóficos que pretenciosamente intentan explicar la totalidad de la realidad. Con mucho mayor razón de las ideologías, que son la expresión práctica de algún sistema filosófico. Ambas creaciones conceptuales, se les engloba hoy sintéticamente bajo el rótulo de, relatos. Viviríamos en el mundo contemporáneo, según los analistas de moda, la era del fin de los relatos, explicación que me parece bastante amanerada para reconocer derechamente, que las ideologías y sistemas filosóficos que parió la ilustración, están y han estado siempre equivocados, lo que la evidencia histórica contemporánea ha delatado.
Descartadas las ideologías, los
analistas tientan con lo que se denominan, los principios explicativos. Con
ellos abordan un fenómeno social complejo, bajo el análisis de una explicación
conceptual. Lo que, en lenguaje epistemológico clásico, deberían denominarse simplemente,
tesis. Pero hay que estar a la moda y sostener, que los principios
explicativos son el intento conceptual de relatar un fenómeno social,
ordenando causalidades de estas, sin pretensiones prescriptivas sobre lo que se
debe ser o hacer. Por eso, los principios explicativos no son muy
populares, porque el hombre masa que abandonó la fe viva en la religión, lo que
busca en una ideología, sistema filosófico o relato, es un camino al cielo
mullido y sin espinas, en contradicción a la cualidad que nuestros profesores
de catequesis nos enseñaron que tenía ese camino.
En un mundo perplejo, donde los
relatos, se dice, han muerto, se hacen populares analistas que ofrecen algunos principios
explicativos que parecen plausibles. Uno de ellos es Byung-Chul Han, filósofo
coreano alemán, muy leído en los tiempos que corren. Una de sus tesis es que, como
subproducto del capitalismo tardío, que pone su foco en la maximización de las
utilidades y rendimientos crecientes de las personas, la explotación del hombre
por el hombre que animara ese capitalismo[1],
ha mudado en una explotación del hombre hacia si mismo. Este fenómeno determinaría
que vivimos en una sociedad permanentemente cansada. No hay energía disponible para
que los individuos se relacionen entre sí en su comunidad política. Incluso en
las relaciones de pareja existiría según el autor, el colapso de lo erótico por
causa de este fatal ensimismamiento que nos impondría el sistema.
Frente a la decisión a que la
ciudadanía ha sido sometida imperativamente y contra su voluntad por la clase
política, de pronunciarnos por una nueva y buena constitución[2],
la respuesta del espectro político ha sido sorprendente, y diría yo,
demencial. Frente a un proyecto, cuya exégesis elemental no puede sino
llevarnos a la conclusión que el régimen propuesto es colectivista, indigenista,
feminista, socialista y estatista; la izquierda que propicia ese tipo de regímenes,
votaría en contra, y la derecha supuestamente partidaria del individualismo,
del capitalismo y de la disminución del tamaño del Estado, votaría a favor. Independiente
de si lo señalado es verdad o no, y si en el secreto de la urna, cada uno vote
reflexivamente, cabe preguntarse, ¿cómo es posible tamaño desaguisado?
La primera explicación es evidente:
la clase política que hoy nos gobierna es inmoral y proclama principios en los
que no cree. Lo hace para quedarse con el botín de incautos votantes que sí
profesan los principios de conducta invocados. La diferencia entre derechas e
izquierdas, sería meramente una pintura del rostro como el de los payasos del
circo, que se pintan alegres o tristes para provocar emociones de esa índole.
Si fue “la derecha” la que sacó adelante el proyecto en la convención, la
izquierda se debe oponer a ello para quedarse con el triunfo de el rechazo a la
propuesta. La derecha a su vez, quiere “adueñarse” de la nueva y buena
constitución, por razones electorales de corto plazo, sin importarle su
contenido. Total – es su reflexión – ¡quien respeta la constitución en los
tiempos que corren! Me parece plausible esta explicación, pero solo de la clase
política. Lo azorante es que el llamado ABC1, los ricos, los adinerados, los de
derecha, a los que habitualmente se les adjudica la mayor capacidad reflexiva; les
crean a sus políticos y caminen como corderos al matadero, a proclamar de forma
vehemente, que están por aprobar la constitución, colectivista, socialista,
ecologista, feminista y estatista; todos principios que rechazan. ¿Cuál es la
razón que se esgrime con insistencia?: Que se acabe la pelea, la discusión.
Que se cierre el proceso. Que volvamos a tener tranquilidad para trabajar, para
producir; que vuelva el anhelado crecimiento económico. Que volvamos a la
normalidad.
La explicación de esta
conducta nos la ofrece la tesis de Byung-Chul Han: En Chile, el llamado
ABC1[3]
está dominado por el cansancio. Representan a la sociedad del cansancio
relatada por el coreano. Son aquel segmento de la sociedad chilena que se
encuentra involucrado en la sociedad del rendimiento[4].
Lo peor que les puede suceder, es que alguien los distraiga de discurrir en
esta gigantesca rueda de hamster en que se ha transformado el capitalismo
tardío. ¿Oponerse al colectivismo que destruye la libertad, al feminismo que
destruye a la familia, al estatismo que expropia el esfuerzo individual? Aquello
representa un afán insalvable para quienes todo su esfuerzo está concentrado
que las cosas sigan igual y volvamos a la normalidad. Normalidad que
importa una persistente decadencia de la sociedad en que vivimos. ¿Cómo hacer para salvar a la familia de su
degradación gracias a ideologías disolventes, a la destrucción sistemática que
el terrorismo urbano ha provocado en sus ciudades, a la expansión sin freno de
la violencia delictual? No sé cómo hacerlo. No puedo. No tengo tiempo. No me
interesa. No es mi especialidad; pareciera ser la respuesta de nuestro ABC1.
La historia humana no la mueve el
cansancio. La mueve la voluntad. Nada en el mundo de las creaturas se detiene.
Todo fluye, todo corre, solo el imperecedero ser permanece, dijo Heráclito hace
dos mil quinientos años atrás.
Invito pues a la gente económicamente
más acomodada pero pensante, a superar ese cansancio que los agobia, a leer el
texto propuesto y a formarse un juicio, no permeado por una casta política, que
ha dado muestras suficientes de su decaimiento moral y la corrupción de sus
motivaciones. Su conclusión será a no dudar, votar en contra si profesa la fe
en la libertad humana y en el libre albedrío de las creaturas.
diciembre de 2023
[1] Según él; no según mi parecer.
[2] Así reza el majadero marketing de pasta dentífrica con
que se promueve.
[3] Nomenclatura de economistas y publicistas, que, a
pesar de su superficialidad, identifica una subcultura
[4] Byung-Chul Han generaliza su tesis, porque en Corea
del Sur el fenómeno abarca a todas las clases sociales. En Chile a mi juicio la
disciplina capitalista solo abarca a la clase social económicamente más
exitosa.
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