COMENTARIOS AL LIBRO
LA DERECHA EN LA CRISIS DEL BICENTENARIO
DE HUGO EDUARDO
HERRERA
Ordenado y lúcido trabajo en los
ámbitos que abarca y con las premisas con que aborda el problema.
En ese aspecto el autor hace un descreme de lo que ha sido la breve
historia intelectual de lo que entendemos por sector socio cultural de la
derecha en Chile. El resultado es bastante desolador por lo breve de este
historial de creación intelectual; y la conclusión que se deriva de esa brevedad,
es que no hay nada nuevo bajo el sol en cuanto al supuesto por el autor apagón cultural que vivimos hoy. Coincido
con el autor que Edwards Vives, Encina, Guzmán, Góngora, son las excepciones
que confirman la regla. A mi juicio el sector sociocultural que representa la
derecha goza hoy del mismo escueto bagaje cultural humanista que la ha
acompañado desde siempre.
Su interesante intento de
adentrarse en el contrapunto, entre progresismo lineal y concepciones cíclicas
del mundo y de la historia, resulta demasiado breve; seguramente porque excede
la frontera de su trabajo. Pero profundizar en ello para entender el tópico en
que el autor avanza en el libro, es demasiado necesario para haberlo tocado sin
profundidad.
Y cuando analiza el supuesto liderazgo
intelectual de la izquierda en el Chile contemporáneo, olvida el autor que este
sector es más pobre aun en su creación autóctona. Porque la “creación”
intelectual de la izquierda chilena es históricamente casi nula. Ramírez
Necochea, Marta Harnecker ¿ y …?
Ante esta implícita evidencia de
la pobreza intelectual chilena para entender nuestra realidad nacional, el
autor no se hace cargo, de lo que resulta tal vez la tara intelectual por
antonomasia de las clases pensantes en Chile: su comodidad a dejarse influenciar
sin juicio crítico por la avasalladora realidad global que nos rodea. Solo
menciona en su exégesis de los autores que cita las influencias intelectuales
foráneas que han permeado a cada uno.
Porque el liderazgo intelectual
de la izquierda chilena contemporánea, supuesto por el autor, surge
evidentemente del ambiente cultural internacional y de la dramática parálisis
ideológica de occidente, donde las ideas progresistas campean por el absoluto
olvido de premisas que son la base del sustento filosófico de quienes por mera
intuición, defienden el orden social, el esfuerzo personal como imperativo
categórico, la nación y familia como núcleos de construcción de la libertad
verdadera.
Este progresismo del que además
se hacen eco con una uniformidad sorprendente los medios de comunicación de
masas y el control de los centros de creación intelectual más poderosos, es la
clave del liderazgo ideológico de la izquierda. Existen evidencias que los
centros de poder mundial en el ámbito de las ciencias humanas solo promueven la
visión del mundo funcional a dichos centros de poder. El progresismo en Chile
hoy entonces, se nutre de ello, y se ha sustentado en los últimos 100 años en
Chile.
l
Porque “las modas” intelectuales
de occidente (Europa occidental y Los Estados Unidos de Norteamérica) ha
condicionado, más que nosotros mismos, el devenir nacional hasta en sus más
mínimos detalles desde Almagro hasta la fecha, y han pauteado a los
intelectuales hasta el límite de ver un país irreal en el afán de reducirlo a
la realidad foránea. Aquel chiste que se le atribuye a Barros Borgoño que
señalaba “permuto país largo, lejano y
accidentado por uno más pequeño, de preferencia próximo a París” identifica a nuestra inteligentzia
nacional.
Tampoco toca el fenómeno de la
relación; creación y expresión intelectual, y poder. La creación formal
intelectual, se relaciona con el discurso público; y este se relaciona con el
poder. Es aquí donde hay que darle un punto, al análisis de Carlos Marx que
siempre hemos combatido, para entender el por qué de la parálisis intelectual
occidental, que deviene en parálisis intelectual chilena.
La segunda gran observación que
hago al trabajo de Herrera – que no creo que sea una omisión del autor – es que
no parte por definir que es la
derecha; cual son sus fronteras valóricas, su visión del mundo y del hombre;
condiciones necesarias según mi punto de vista, para calificarlo de grupo de
referencia. Digo que no creo que sea una omisión sino más bien un deliberado
olvido en el afán de llevar más agua al molino de la derecha. Porque en verdad
meter a Góngora y a Luis Larraín en un mismo saco, parece un ejercicio harto
forzado.
Finalmente coincido con el autor
en una idea fuerza expresada tenuemente: la confrontación izquierda- derecha,
la ven parte de los actores contemporáneos, en la lógica de la guerra fría,
donde el imperativo era suprimir al “enemigo”. Aquella confrontación en el
ámbito nacional, tan importada y ajena a nuestra realidad propia como las
batallas entre clericales y anticlericales en el siglo antepasado, hacen
necesaria para la intelectualidad que pretenda influir en los destinos de
Chile, a “resetearse”. Esa humildad intelectual que emana del libro de Herrera,
creo yo, es lo más valioso.
El resultado de este vacío
intelectual que campea en la política, si bien no ha alcanzado para desmoronar
su evolución cotidiana, gracias a que el gobierno militar y los primeros tres
gobiernos de la concertación depuraron el orden institucional, mantiene los
graves desafíos del futuro en una nebulosa total. Y en el ámbito de la elección
de los liderazgos está teniendo un efecto devastador en un régimen republicano
esencialmente presidencial y cesariano como el nuestro.
Alguien por ahí en la derecha
descubrió que para conquistar el gobierno de la república, no hacían falta
líderes. Bastaba con figuras. Porque la “pega” la hacían los técnicos. La
candidatura de Hernán Büchi, de Arturo Alesandri Besa, de Joaquín Lavin Infante
y finalmente de Sebastián Piñera, fueron el fruto de esa idea fuerza. Los
líderes de la derecha rechazaron como opciones, a líderes de la talla de Sergio
Onofre arpa o de José Piñera Echenique, por personalistas (léase por ser líderes
políticos en el cabal sentido de la palabra).
La izquierda, cuando casi perdió
la elección de su mejor líder, Ricardo Lagos Escobar, decidió replicar esta
idea fuerza de la derecha: no más líderes. Solo figuras.
Sebastián Piñera, quien en todo
su gobierno hizo gala de su superficialidad, tuvo a mi juicio su cenit, en la patética
petición del Jefe del Estado de Chile, hecha al presidente de los Estados
Unidos, de sentarse, cual escolar impúber, en la silla de la sala oval de Barak
Obama. Eso es lo que es Piñera. Un corredor que quiere ganar. Nada más. Un
exitoso atleta del Verbo Divino.
Michelle Bachelet, escondió su
total falta de liderazgo en su primer gobierno, dado que la burocracia estatal
y líderes en la izquierda ayudaron a la continuidad de los exitosos gobiernos
precedentes. La inercia la salvó. No pudo evitar empero su patética falta de
liderazgo en el terremoto, que costó más vidas por su total parálisis
emocional. Pero como el aplausómetro la impuso, la candidateo nuevamente la
izquierda y el resultado se encuentra a la vista. Su “equipo” político y ella
misma, están como el gallego en medio de un cuarto color blanco con una puerta
negra: no saben cómo salir de este laberinto.
Quiero decir con lo anterior que
lo peor de la política chilena en estos últimos años es su total e impúdica
superficialidad, para buscar entender el mundo, a su país, a sus raíces, sus
valores; superficialidad nacida desde los cuadros de la derecha y desde ahí
exportada a la izquierda, y que tiene como dramático resultado que sus
liderazgos son incapaces de encarar los desafíos urgentes de la Nación.
El libro cae justo cuando con los
“escándalos” del financiamiento empresarial a todos los sectores de la política
chilena, dan cuenta de liderazgos comprados en la esquina y pagados con las
dádivas generosas de las personas jurídicas con fines de lucro.
Coincido con el autor: no son los
tiempos del activismo, menos aún del activismo reactivo. Si la derecha quiere influir
en el futuro de la República, deberá autodefinirse, pensar en los fenómenos que
están cambiando al mundo y por consecuencia a Chile; y especialmente enjuiciar como
el hombre con su humanidad y su alma trascendente, puede montarse en este mundo
velozmente mutante.
Gracias a Hugo Eduardo Herrera
por su aporte.
Abril 2015