jueves, 14 de agosto de 2025

ELECCIONES Y DILEMAS CIUDADANOS EN LA ERA DEL POST ESTATISMO

 

La gente que produce es tan granada, tan soberbia, gallarda y belicosa, qué no ha sido por rey jamás regida, ni a extranjero dominio sometida.

La Araucana de Ercilla y Zúñiga


Estamos en un año de elecciones para escoger las próximas autoridades políticas. Nuestra Constitución[1] radica la soberanía en el pueblo y reconoce el concepto de la nación soberana. Pero las normas jurídicas establecen intenciones prescriptivas y no descriptivas, y la realidad en nuestra modernidad tardía discurre a veces por cauces más complejos. A eso apuntan estas letras. Reflexionar si elegimos fruto genuino de nuestra voluntad, o simplemente somos observadores pasivos de un juego de máscaras.

En el siglo XX las potencias nacionales dominantes reformatearon el mundo según los dictados que, Bismark en la paz y Napoleón en la guerra, habían experimentado en los siglos precedentes. La hegemonía debía obtenerse a cañonazos y metiendo a la población joven a una moledora de carne humana[2]. La paz a través de una jaula dorada[3] llamada estado que nos controle y asegure desde la cuna hasta la tumba.

La sofisticación de la tecnología para matar llegó en 1962 a un punto ciego, cuando a propósito de la llamada Crisis de los Misiles se acuñó el acrónimo en inglés MAD que significa, Destrucción Masiva Asegurada. Así, los que mandaban a los jóvenes a la muerte, se lo pensaron mejor porque ahora les llegaba a ellos. Desde entonces, la escabechina de muertos solo se continuó contra pueblos inferiores o lejanos, con algunos “colateral damage” en el caso de Vietnam para EE. UU. y Francia o Afganistán para la URSS[4].

Los Estados nacionales hegemónicos, creados como tales con la Paz de Westfalia[5], sin poder usar la herramienta de la guerra, en nuestra post modernidad han perdido relevancia y el poder real se radica en un conjunto de poderes transnacionales difusos; alianzas tipo Unión Europea, agencias locales poderosas que adquieren autonomía propia como la CIA, burocracia internacional como el Sistema de Naciones Unidas; todas descolgadas de la soberanía popular y del control de los individuos. Y por encima de todo, el poder del dinero, vinculados transnacionalmente en una compleja trama que incluye, bancos centrales, bancos privados y cárteles financieros.

Este cambio de modalidad en el ejercicio del poder es una buena noticia para los jóvenes de las naciones hegemónicas, porque no serán reclutados como carne de cañón, pero no son nada de buenas para naciones pequeñas como la nuestra. Ausente la guerra al estilo napoleónico, se han sofisticado los métodos de influir, controlar y condicionar nuestras vidas, praxis que, en las últimas décadas provienen fundamentalmente de poderes lejanos, remotos y muchas veces desconocidos para nosotros fruto de una deliberada opacidad.

No obstante, lo que declara nuestra Constitución – Chile es una república democrática – los ciudadanos de a pie somos en mayor medida, objetos y no sujetos del poder político. Las agendas políticas e ideológicas, nos son impuestas desde fuera de nuestro país y normalmente sin nuestra anuencia.

Siempre es útil recordar que la guerra y la política pretenden lo mismo: imponer voluntad y vencer resistencias. Digámoslo claramente: Aquello de los acuerdos y del diálogo es una bolsa caza mariposas para incautos. Entonces, reconociendo la demencia de la MAD, la técnica para la hegemonía migró desde las guerras traga muertos, hacia refinadas prácticas que pretenden lograr sus objetivos por medios relativamente incruentos: 1) El control de los Estados soberanos; 2) El control de las conciencias de los individuos; 3) La reducción de la población humana, que, con la supresión de la guerra y el progreso sanitario, se transformó en la obsesión de la oligarquía mundial.

Para el control de los Estados Soberanos no hegemónicos como el nuestro, la seudo doctrina de los derechos humanos y un seudo derecho punitivo internacional, son efectivos mecanismos de paralizar el poder de esas soberanías locales. La delegación de jurisdicción internacional un revolver en la sien de la soberanía nacional. La doctrina de los derechos humanos, no es una versión renovada de la Pax Romana como se le ha pretendido edulcorarla. La Pax Romana pretendía ordenar un mundo bárbaro en permanente caos. A la inversa, el seudo orden jurídico internacional post 1945, lo que pretende es un caos controlado y controlable, aplicando criterios disolventes de la convivencia pacífica, y por supuesto excluir de ello a las naciones hegemónicas de esas odiosas obligaciones. Prueba palpable de esta hegemonía ha sido las indoctrinadas huestes globalistas a cargo de nuestro Ministerio Público, que permitieron y promovieron la insurrección caótica persiguiendo a los agentes del orden y una cabeza de playa de la gobernanza global llamada Instituto de Derechos Humanos.

Para el control de las conciencias había que demoler una serie de obstáculos. La religión en general y en especial la Iglesia Católica era una de ellas; la familia nuclear era otra; la propiedad privada y todo entorno que supone la soberanía de los individuos para obrar conscientemente sin necesidad de sumisión al poder hegemónico. Y por sobre todo lo anterior, la herramienta predilecta: el miedo. Pandemias, crisis económicas y escatologías climáticas, vacunas que son ruletas macabras donde algunos deben morir para redimir a otros, pasando por la siembra de la violencia y caos urbano. El miedo es lo que nos animaliza porque paraliza el arsenal de herramientas que la conciencia provee al hombre civilizado. Nos transformamos en seres en permanente alteración tal como si fuésemos bovinos.

Para inducir a la reducción de la población mundial: a) píldora anticonceptiva y la consecuente “liberación sexual” infértil; b) despenalizar el homicidio de nonatos llamado derecho al aborto; c) “liberación” femenina promoviendo la necesidad y vocación de trabajar fuera de casa, deteriorando en las mujeres, cuando no suprimiendo, el rol de madre y reserva de la tradición familiar; d) ideología de género que trivializa y promueve las desviaciones y anormalidades sexuales como una “liberación”.

Esta agenda está en curso, ha logrado grandes triunfos, ha cambiado y deteriorado nuestra vida individual y colectiva y es una guerra incruenta que vamos perdiendo. Cloroformados por una prosperidad económica sin precedentes en la historia de la humanidad, no queremos reconocer a veces lo que se encuentra frente a nuestros ojos, y solo reaccionamos cuando se hace intolerable la injusticia, la fealdad y la maldad que florece especialmente en las megalópolis de nuestra patria y de todo el orbe civilizado.

La buena noticia es que esta agenda fracasará. No tiene futuro. Por mucha tecnología y dinero que tenga a su disposición, la distancia física, psíquica y espiritual entre la oligarquía transnacional que la impulsa y los millones de hombres y mujeres libres dotados de voluntad, asegura que, liberarnos de ella, está a nuestra disposición y es solo cuestión de arrostrar la resistencia.

Como se ve, los dilemas que nos impone una elección de gobernantes en esta modernidad tardía en un país minúsculo como es el nuestro, son muchísimo más complejas que las clásicas dicotomías, izquierdas y derechas; capitalismo y socialismo; OTAN o BRIC, etc.

En un océano gigantesco de fuerzas incontrolables para el ciudadano chileno, ejercemos un poder minúsculo al votar, pero no por eso poco importante, porque cabe preguntarse: ¿Es relevante conservar o recuperar el control de nuestras vidas personales, en un mundo que parece impulsarnos por carriles que no hemos escogido y a una velocidad que bloquea nuestra capacidad de comprensión? ¿Es relevante recuperar las condiciones que permitan a las nuevas generaciones de chilenos prosperar económicamente y proliferar, creando familias y teniendo hijos que podamos educar conforme nuestra visión del mundo? ¿Es relevante para nuestras vidas sostener y defender la soberanía e independencia de esta unidad histórica llamada Chile, que se ha fundado en el esfuerzo y la sangre de nuestros antepasados?

Si su respuesta estimado lector es un sí a las anteriores tres preguntas, debe entonces enjuiciar en las propuestas electorales que se ofrecen, quienes han manifestado conductas que propician o derechamente son embajadores de las agendas globales descritas.

La oferta de la izquierda por de pronto completa. Pero en la llamada centro y derecha si bien todos apuntan a la prosperidad y al orden público, hay también activistas de esta agenda de modo que su embarcación rema con un remo para adelante y otro para atrás.

Las agendas globalistas amenazan zozobrar. Con el voto debemos dar un empujón para su desplome. Chile ha sido, para bien o para mal, vanguardia de tendencias en occidente. Sacudámonos entonces de la molicie, y encarnemos las cualidades que Ercilla vio en el habitante de nuestra tierra.

La oferta electoral de Johannes Kaiser, sin ninguna duda encarna esta resistencia virtuosa. Acompáñeme lector en su apoyo. Derrotemos la tristeza, la fealdad, la violencia, la injustica y la cobardía que ha empobrecido nuestro valor como nación soberana.

Por Chile. ¡Kaiser!

Agosto 2025

   

 



[1] Que debiese llamarse “gatuna”, por desafiar la muerte reiteradas veces.

[2] Las cifras de víctimas de aquellas guerras horrorosas desencadenadas desde palacios y oficinas cómodas y bien calefaccionadas, son espeluznantes. Solo en Europa murieron 70 millones de seres humanos como usted y yo.

[3] Así le llama Max Weber al Estado burocrático nacido en el siglo XIX en su obra La Moral Protestante y el Espíritu del Capitalismo

[4] 21.000 franceses, 58.000 norteamericanos y 15.000 rusos fue la macabra cosecha, amén de los millones que murieron defendiendo su terruño.

[5] Pactos políticos de 1648 que pusieron término a la guerra de los 30 años y organizaron Europa en base a la soberanía de Estados Nación, concepto que fue replicado en América luego de la emancipación de las coronas británicas, española y portuguesa.