Luego del resultado de las elecciones de 13 de junio, leyendo los juicios
emitidos en múltiples grupos de whatsapp de “derecha”, me recordé de las letras
de los tangos de Le Pera y Discepolo. ¿Han puesto atención en los versos de
esas celebridades de la bohemia bonaerense? Son de un fatalismo afectado y casi
ridículo; contra el destino nadie las talla; o, veras que todo es
mentira; verás que nada es amor, que al mundo nada le importa, gira, gira. ¿Por
qué gustan? Porque interpelan a la autodefensa de uno mismo, cuando tu vida
está plagada de malas decisiones que te acarrean consecuencias negativas, le
endosas la culpa al destino fatal.
Pero en política, el fatalismo es una explicación muy burda. En la praxis
política somos señores de nuestros aciertos y esclavos de nuestros errores. No
hay un destino cruel como en el tango. El destino es el que cada uno se
labra.
La derecha ha perdido fuerza como consecuencia de
su incapacidad de erigir una agenda que resuelva las patologías de la
modernidad. La frase anterior no es de un “derechista”; pertenece al profesor Carlos Peña, pensador
reconocidamente de izquierda.
¿A que se ha reducido la derecha en el ámbito de la intelectualidad
humanista? A defender sus “principios”. Pero ha tratado a esos principios como
ídolos intocables, sin contacto con la contingencia. Guardados en templos y
custodias no los ha sacado en procesión, al frio de las realidades contingentes.
Y así, aquellos principios quedan como explicaciones y pautas de conductas,
solo para los convencidos y para quienes no ven o no quieren ver lo que el
profesor Peña llama “las patologías de la modernidad”.
¿Que son “los principios”? Visiones basales del mundo que nos rodea; pautas
a lo que entendemos debemos ordenar nuestra vida y a las que estimamos, se debe
ordenar la sociedad que nos rodea; todo ello para el mayor logro de nuestros
objetivos existenciales, y, para los que creemos en una existencia trascendental,
prepararnos para ella.
La juventud es una etapa de la vida en que nuestra conciencia escanea la
realidad, para ubicarnos en un espacio de esa realidad que nos permita “vivir
la vida” de la manera que lo queremos hacer, o, como sucede en nuestros
primeros años de individuos conscientes, como intuimos vagarosamente que lo
debemos hacer. Son los jóvenes quienes, fruto de este escrutinio preparatorio
para la vida, más finamente detectan las patologías del mundo que los rodea,
porque “en eso se les va la vida”. Cuando la realidad opone resistencias a
vivir la vida como estimamos que debemos hacerlo, el escrutador del mundo
recurre a explicaciones que le ofrezcan una salida. Los jóvenes principalmente
y muchos que vivimos observando el devenir contingente así lo hacemos. Angustia es una emoción que surge cuando la realidad es distinta a la que deseamos que ella sea. No se piense que soy victimista. Cada uno se labra su destino cuando usa equilibradamente de su inteligencia y de su voluntad. Pero no se puede negar que se fueron acumulando dificultades para que los jóvenes encararan ese tarea. A muchos la angustia los bloqueó.
Pero las élites de la llamada derecha, satisfechas con sus convicciones y principios especialmente
desde la caída del muro de Berlín, no estuvieron advertidas que el devenir del
mercado abierto y de las costumbres liberalizadas generaba patologías y a veces
graves patologías. La misma libertad en ambos ámbitos fue degenerando, y en
lugar de expandir la libertad, fue reduciendo los espacios y angostando el
horizonte de los que salían de la cáscara de la niñez a la vida adulta. Estos
fenómenos y sus circunstancias fueron ayudando con sus deterioros, a que el
mundo fuese un lugar más hostil y menos apropiado para una vida de familia, para
la solidaridad entre padres e hijos y para la convivencia y solidaridad entre esposos; segregó la sociedad entre
los exitosos y los que sobran. En la angustia propia de quien percibe la
realidad del mundo y sus aspiraciones, acosados por la demagogia de socialistas
y partidarios de una sociedad planificada y controlada; la juventud comenzó a
inclinarse hacia esas recetas probadamente fracasadas en el pasado reciente y,
la libertad se hizo un valor por inalcanzable, impopular. Chile se hizo el
único lugar del mundo donde una doctrina genocida que asesinó a más de mil
millones de seres humanos, reciclara su “marca registrada” como una opción para
dirigir al país.
Pero volviendo a la derecha: ¿Por qué esto no se advirtió en circunstancias
que intelectuales de la talla de un Gonzalo Vial Correa lo voceó hace ya 15
años, y se fue a la tumba sin ser escuchado? Por las mismas razones que el Rey
Salomón fue el causante de la diáspora del pueblo elegido de Dios en la Biblia.
Por los viejos vicios que acompañan a la humanidad desde que el hombre es
hombre: codicia, avaricia, lujuria y cobardía.
¿Y que hacemos ahora? Osvaldo Spengler expresaba una metáfora: Si yo quiero
que un barco fletado por un mercader llegue a destino ¿le entrego el timón al
mercader o al piloto? La respuesta es obvia. Pero la derecha le entregó el
mando a los mercaderes y los mercaderes hicieron lo que saben hacer; maximizar
sus utilidades económicas. ¿Cuál fue la oferta de Piñera para ser elegido? Crecimiento
económico; único horizonte concreto del porvenir para los conductores de la
derecha. ¿Qué propongo? Cambio en el pilotaje. Que se bajen todos los que nos
han llevado directo al iceberg del Titanic. Darle el mando a quienes propongan
la reconstrucción de la familia destruida, a los que propongan una educación
escolar centrada en los valores de la familia, de la unidad nacional, de la
solidaridad entre clases, a los que promuevan el domingo como el día de la familia
y no del centro comercial. Quitarle el timón a quienes permitieron que la libre
competencia degenerara en la libertad para despedazar a los débiles abusando de
posiciones de mercado, quienes permitieron una concentración económica no por
mérito de crear riqueza sino de quitársela a los que tienen una posición de
mercado desmejorada. Quitarle el timón a quienes confundieron libertad de
expresión con libertad para agredir comunicacionalmente a las personas de poco
juicio.
Los valores son los mismos: libertad, seguridad, igualdad, solidaridad.
La izquierda privilegia algunos sobre otros; igualdad sobre la libertad;
seguridad por sobre la libertad. Nosotros, quienes abrazamos los valores o las prioridades
de esos valores en la perspectiva de la derecha, sabemos que resulta con la
receta de izquierda: poder para el estado, tiranía explícita o larvada, pobreza
y falta de horizontes. Los ejemplos en la modernidad están a la vista. Nosotros
privilegiamos la libertad sobre la igualdad; la libertad sobre la seguridad. ¿Por
qué lo hacemos? Tenemos 100 o
1000 relatos para explicarlos. Pero nuestros líderes (o más bien, los que se
han apoderado mañosamente del timbre que los acredita como nuestros líderes)
carecen de formación humanista, les falta imaginación; y en muchos casos les
sobra codicia y avaricia.
Nada sucede por fatalidad como en el tango. Allamand hace años proponía el “desalojo”
de la izquierda”. Yo propongo el desalojo de los que han dirigido a la derecha.
Junio 2021
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