Escribo estas letras, no contra el
66% que no votaron el domingo y que merecen irse al carajo. Las escribo contra
los comentaristas de las elecciones.
Llueven los diagnósticos del
desastre electoral del fin de semana. Casi todos “lo vieron venir”. En casi todos
los diagnósticos se conserva en una custodia sacrosanta, esta sagrada forma: la
impoluta voluntad popular. Aquella mirífica voluntad que clama por justicia, igualdad
y libertad; que la sociedad opresora les niega a jóvenes, ancianos, mujeres, miembros
de pueblos ancestrales, LGTB, inmigrantes y otras víctimas. ¿Los malos?; los
políticos, los empresarios, los curas, los carabineros etc. Elites malas e
injustas; pueblo bueno y “abusado”. Avinagrados lugares comunes, enchulados
para la ocasión. Siempre, de parte de los buenos y anatemizando a los victimarios.
Yo no formo parte de esos
inteligentillos. Si Uds. leen en mi blog mi artículo Educación para el
Señorío, que escribí en 2014 para la revolución pingüina y el que escribí a
un mes de la asonada de octubre de 2019, Algunas Causas de la Crisis
19-10-19, podrán comprobar que no soy de ellos. No me quiero abanderizar
por los buenos, porque en lo que ha sucedido en mi patria, no hay buenos. Desafortunadamente
son casi todos del bando de los malos, o peor aún, de los tontos.
El título de estas letras es el
de una popular canción del grupo británico Queen: Lo Quiero Todo y lo Quiero
Ahora. Los artistas perciben las emociones antes y mejor que los
inteligentillos intérpretes de lo políticamente correcto. Escrita en 1989, donde
los fenómenos sociales que hoy nos afectan era lo que las masas demandaban entonces
en Reino Unido. Siempre Chile 20 años atrasado.
Es eso lo que viene sucediendo en
Chile desde hace más de 20 años: Las expectativas y deseos de la masa[1]
son uniformemente acelerados. Corren desbocados. Sus curvas de incremento,
exponenciales. La conflictividad entonces va por el mismo carril cuando los
talentos no son capaces de satisfacerlos como es el caso de nuestro país. Los
aprendices de brujo que han sido elegidos el pasado fin de semana, serán pronto
objeto de funas y “movilizaciones”, por ser incapaces de satisfacer estas expectativas
fuera de control.
Entonces; ¿está todo bien? ¿no
hay nada que mejorar? Nunca está todo bien. Vivimos en el mundo. Lo que les
puedo garantizar es que por donde vamos irá todo peor. ¿Cómo lo sé? Como dicen
los chilotes; me lo dicta la experencia.
Analizo un solo hecho: la
votación de primera y segunda vuelta en la elección presidencial de 2018: En primera
vuelta sorprende Beatriz Sanchez que promete dar curso al torrente de expectativas
de las masas. Desafortunadamente sale tercera[2].
En segunda vuelta los mismos que habían votado por la “extrema izquierda”,
votan a Piñera que gana con mayoría histórica. ¿Por qué? Porque prometía satisfacer
esas demandas. Es billonario en dólares, sabe enriquecerse y promete “tiempos
mejores”. Nadie reparó en este fenómeno. Todos lo escondieron. La derecha para
atribuirse a los votantes como partidarios doctrinarios de su sector. La
izquierda para no reconocer lo veleta de su voto.
Obviamente los tiempos mejores no
llegaron. Las fantasías nunca llegan. Pero la caldera de las expectativas seguía
hirviendo y la extrema izquierda organiza una asonada terrorista en octubre y…
oh milagro; un millón de empoderados salen a solidarizar con el terrorismo
urbano. ¡Que cambie todo gritan! Ínfulas para el violentismo leninista que se
siente ahora parte de esta fiesta e intensifica la violencia verbal y física en
las ciudades de Chile haciendo de ellas un lugar desolador. Y sucede lo
impensable: La clase política con una musculatura espiritual e intelectual mínima,
no soporta el peso de las demandas y cede. El barco se escoró entonces, en
meses subsiguientes toda la clase política, presidente incluido, se dedicó a
violar sus obligaciones juramentadas, y al barco le entro agua hasta la sentina.
El domingo pasado la nave en que cabíamos todos y había superado escollos y
temporales se ha ido a pique.
Para los opinólogos, las de las
masas no son demandas; son “legítimas demandas”. Es decir, tener jubilación sin
haber ahorrado un peso; legítimo, tener una casa sin haber ahorrado para ello;
legítimo, estar (porque no es estudiar) en la universidad 7, 8 o 10 años, sin
pagar un mango; super legítimo, circular por autopistas gratis; legítimo. La doctrina
de la pensión soto: Cama, comida y …. ¿Y que tal los que ahorramos, durante la
universidad trabajamos después de salir de clases para pagar nuestros estudios,
llevamos ahorrando 35 años, cuando fuimos empleados recibimos salarios reales
que son una fracción de los actuales? Giles no más. Ahora la gente está
empoderada.
¿En qué falló la clase política? “No
haber leído a tiempo las aspiraciones de la gente” gritan a coro los inteligentillos.
No señores: lo que les faltó fue carácter y presencia de ánimo -solo presente
en hombres moralmente impolutos- para darse cuenta qué las expectativas desbocadas
había que neutralizarlas urgentemente con un contra relato, y ¡por supuesto!
con el ejercicio legítimo de la fuerza coercitiva del Estado. Leer a
Maquiavelo, a Aristóteles a Winston Churchill no les habría venido mal.
¿demasiado pedir? Tal vez.
Y ahora ¿Qué hacemos? Hacer lo
que los chilenos, igual que Sísifo, hemos hecho tantas veces al punto que es
una rutina nacional; esperar que terminen de demoler lo que con tanto esfuerzo
construimos, recoger los pedazos y volver de nuevo a edificar. Mientras tanto, montar
una máquina política que vaya reclutando voluntades que contenga la energía
creadora del país. Aquella del sentido común, del valor de la familia y del
trabajo, de la solidaridad con los antepasados, de honrar la palabra empeñada, del
amor a Chile, a su libertad y soberanía. Que siga la borrachera dentro hasta
que se acabe la piscola. Nosotros afuera, bajo las estrellas, esperaremos activos
y tensos, el amanecer de la patria.
Mayo 2021
[1]
Las masas son aquella proporción de la población
que desea cosas sin relación con las condiciones de posibilidad de las mismas y
sin responsabilidad por las consecuencias de sus demandas.
[2]
Desafortunadamente digo, porque si hubiese tomado
la guitarra entonces ya las cuerdas de esta izquierda renovada estarían todas
cortadas y podríamos empezar la reconstrucción.
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