Se confunden los conceptos de Globalización y
Globalismo. [1]
La globalización existe hace siglos. La
conquista de América por parte de las potencias europeas tuvo por consecuencia la
incorporación de esta parte del mundo, a una interdependencia casi global. El
proceso continuó en toda la época moderna, y actualmente es muy difícil que
exista comunidad humana en el planeta, que esté sustraída de la suerte que
corra el resto del mundo.
Globalismo es otra cosa. Es un corpus de
ideas que pretenden el aseguramiento de trayectorias de todas las colectividades
humanas en el planeta, en un sentido coherente. La globalización es un hecho[2].
El globalismo es una ideología, una agenda y una estructura de ejercicio del
mando y del poder. Ideología que desde 1945 ha ido evolucionando hasta conformar
un código normativo, cada vez más imperativo y complejo.
La capacidad de imperar del orden mundial
globalista es un sofisticado logro de la inteligencia humana. El globalismo no
opera como su tatarabuelo, el Estado Nacional, bajo amenaza del uso (y uso
efectivo) de la fuerza coercitiva. Impera bajo el formato de los perros de
Pavlov; estímulo y respuesta. Las transgresiones no se pagan con sangre, pero
se pagan con algo peor; deprivaciones.
La Guerra Fría fue la primera de la era del
globalismo; un poker terrorífico, pero innegablemente genial. Infinitamente más
inteligente que las napoleónicas, la blitzkrieg y que los bombardeos sobre
Tokio o Dresde. Fue una guerra quirúrgica. Hubo bluf, alarde de uso de fuerza
letal global, zapatos en la mesa, un poco de napalm también; y al final, una de
las partes amablemente, como lo hacen dos viejos amigos, volteó su rey y
reconoció la victoria del otro. El premio del torneo fuimos todos nosotros; el
resto del mundo. Prueba palmaria que fue torneo entre colegas, es que no hubo
tribunales de Nuremberg, ni genocidas presos. Desde que impera el globalismo, solo
van presos los que pretenden hegemonías nacionales o autarquías y que por lo
demás, no forman parte de este torneo.
Cae el muro de Berlín y se intensifica lo que
se encontraba esbozado desde 1945. El vencedor impone algunas de sus ideas y
concede otras, y en base a unas y otras se van cerrando las tenazas de una
normativa que nos abraza cariñosa, pero ferreamente.
Los elementos identitarios de esta ideología
son básicamente tres. El primero, la zanahoria de la prosperidad que conlleva
el comercio mundial. En esta fase se crean algo así como dos divisiones del
futbol: La A es el OCDE, la de los chicos buenos; La B el resto, que debe hacer
mérito para ascender. El segundo elemento es, el garrote a los pecadores: ¿quienes?
A los nacionalismos, los afanes hegemónicos o autárquicos y a quienes se desmarquen
de los roles en la orquesta[3].
Por nacionalismo entiéndase solo aquellos de escala mayor, que hagan peligrar
la hegemonía global. Se toleran los nacionalismos de baja gama como localismos,
regionalismos y se promueven incluso secesiones de naciones que antaño fueron
fuertes y que podrían volver a serlo en el futuro. Los derechos humanos y el
decálogo de pecados (racistas, ultraderechistas etc.) son el cilicio para los
transgresores. El tercer elemento es la parte amable: El Buenismo. La ideología
globalista nos “enseña” que hay una sociedad mundial unitaria, y esta humanidad
cosmopolita y festiva debe ser el objeto de nuestro amor y protección[4].
Ecología y conservacionismo donde se formalizan iniciativas acientíficas, a
veces contradictorias y contraproducentes con el medioambiente[5].
Ideología de género que promueva toda especie de aberraciones sexuales[6].
Y la más importante de esta cruzada buenista; la salud mundial. Ayudas
alimentarias que revientan los mercados internos de los países receptores, pero
que proporcionan bienestar moral a los opulentos. Y, en el combate a la enfermedad
y a la muerte, se concibe el método de control del siglo XXI: La pandemia. En un
genial ejercicio de prueba y error, se fueron año tras año, pandemia tras
pandemia[7],
probando reacciones de personas y gobiernos nacionales, para refinar un método
de control total y… bingo: en 2020 por primera vez en la historia de la
humanidad, la burocracia global, sin disparar un solo tiro, somete la voluntad
de 6 mil millones de seres humanos, privándolos del bien mas preciado que
nos han legado los cielos[8]:
la libertad, y lo que es más sorprendente, con un resfrío que solo mata a los
que se morirían de todos modos.
Aquí señores, nadie se manda solo. No manda
un hombre, no manda un grupo de hombres. Manda el globalismo, una ideología,
una estructura, un protocolo[9].
La sanción a los desobedientes será dolorosa e impredecible[10].
¿Qué acaso esto significará trastornos y pobreza? Que va. Primero están los
protocolos y la obediencia. El control es lo que vale.
¿Cómo es posible que gente inteligente a lo
largo y ancho del mundo haya pisado el palito?; ¿Cómo es posible que hayamos
llegado a tal aberración sin voces disidentes políticamente relevantes?; ¿Como
se ha seguido una directriz global sin ningún discernimiento prudencial?; ¿Cómo
nadie ha sido capaz de decir que el rey va desnudo? Creo que el globalismo
llegó a su cenit y topó fondo, ambas cosas a la vez.
El poder es una pasión constructiva y
destructiva a la vez: Pretende mitigar los riesgos de una amenaza futura, pero
lleva el germen de su destrucción porque es una exigencia uniformemente
creciente. No puede detenerse. No conoce el equilibrio. La burocracia global ha
superado todo límite prudencial. Y lo ha hecho en aras de manifestarse, sin
conmiseración ni responsabilidad por el bien común general. Es el pecado de
Napoleón al invadir Rusia. No tenía razón plausible, pero en política rige el
principio, show must go on.
Pero, aparte de la pasión por el poder, ¿por
qué ha errado tan groseramente causando un desastre económico y social de
magnitudes imprevisibles sin haber tenido justificación plausible, siendo
evidentemente el remedio peor que la enfermedad? Pues porque han pasado por
alto la regla de oro del ejercicio de la política: Las sociedades humanas son
sistemas dinámicos y complejos, que solo se pueden gobernar prudencialmente y jamás
por burócratas que obedecen a un protocolo.
Por esta misma razón el Globalismo está intrínsecamente
condenado al fracaso. No podrá imperar, por la misma razón que ha fracasado el
socialismo. Sucede que la unidad básica de la política es la voluntad humana, y
esta por culpa de Adán y Eva, es capaz de torcer el destino en infinitos
pormenores y matices. Pormenores que la burocracia internacional jamás podrá prever
ni observar. Aunque se apoyen en mega computadores cuánticos capaces de
procesar millones y millones de datos y variables, la voluntad humana siempre
se desmarcará de manera imprevisible.
La pregunta final es: ¿Quién pagará la cuenta
de este caos provocado por el mismo “orden”? En el derecho indiano existía la
institución del Juicio de Residencia al final del mandato del Gobernador. Se
concebía que no obstante protocolos, cédulas reales, mandatos imperiales, decretos
de la casa de contratación o del concejo de indias; la responsabilidad siempre
recaía en la persona del Gobernador que era enjuiciado por los gobernados. Por eso
el gobernador, cuando recibía una orden que era contraria a la prudencia, apoyaba
la cédula real sobre su cabeza, y expresaba la fórmula ancestral: Se acata,
pero no se cumple.
Creo que la pagarán los que acataron.
Julio 2020
[1] Rüdiger
Safranski. ¿Cuánta Globalización Podemos Soportar?
[2] A mi juicio, un
hecho positivo y promotor del crecimiento del individuo y su señorío.
[3] Pinochet y Trump son
dos ejemplos de “enemigos públicos”.
[4] Quien dice “humanidad” miente: Carl Schmitt
[5] Campañas para
impedir las centrales hidroeléctricas que promueven la autarquía energética,
son contradictorias con la defensa del medioambiente, pero pecaminosas para la
dependencia energética.
[6] Obviamente para reventar
a la institución de la familia -peligro intrínseco del globalismo- e inducir el control
poblacional de manera festiva y “alegre” “in good spirit” “gay”
[7] Peste porcina y otras gripes promovidas con
aspaviento, que resultaron ser un bluff.
[8] Don Quijote dixit
[9] ¿De qué se mueren los que se
mueren?: de la pandemia pues. Así ordenan los protocolos reconoció el Ministro
de Salud.
[10] ¿Vieron lo que le paso a Mirosevic o a los militares
chilenos? Cualquier intento de hegemonía o desmarcarse dará lugar a un relato
tenebroso y se pagará con escarnio. Mucho cuidado señores gobernantes. Si no
han cometido ninguna falta o delito, este lo pondrá el relato y terminará
siendo verdad.
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