Denuncia el presidente de los EEUU, que China
es el enemigo de la libertad, el causante del coronavirus, culpable del deterioro
del bienestar de los norteamericanos y del “mundo libre”. Sometidos a la
crítica reflexiva estos juicios, no es difícil concluir, que como buen político,
Trump más bien está intentando neutralizar el vertiginoso avance del gigante
asiático en la carrera por el liderazgo mundial.
Los líderes chinos luego de su travesía por
el desierto del comunismo ortodoxo, que les costara a su pueblo, sangre sudor y
lágrimas; han organizado una sociedad especialmente compleja, de modo admirable,
gracias al buen uso de la autoridad y de la tecnología. Al decir, “buen
uso de la autoridad” quiero reflejar sintéticamente, que administran sin
demasiada ortodoxia, la fuerza coercitiva con el mayor grado de legitimidad y
de bienestar posible, y obtienen una aceptación satisfactoria del poder por
parte de los que se someten a él. Nada nuevo; el varias veces milenario arte de
gobernar.
EEUU lideró en la post guerra el mundo
occidental y ganó por nock out la guerra fría. Los dos pilares en los que se
sustentó ese éxito fueron precisamente la tecnología y el uso de la autoridad
política. La tecnología occidental arrasó con el mundo socialista. Me refiero con
tecnología, no solo de artefactos; también las instituciones y mecanismos
financieros que permitieron, en mejor forma que su competidor, el flujo
equitativo de la riqueza y el bienestar. No fue el paraíso en la tierra como
tampoco lo es China hoy; pero en ambos aspectos se impuso al mundo socialista.
La autoridad socialista devino en despótica y la tecnología se desarrolló menos
que la occidental, por no reconocer la importancia de los incentivos personales,
dogmáticamente declarados blasfemos por el socialismo real.
En la excelente película de John Borman sobre
la leyenda de Excalibur, hay una escena de la noche del triunfo definitivo,
donde los caballeros del rey Arturo celebran el cénit de su gloria con
antorchas en la mano y Arturo dice “¡hemos pacificado y reunido todos los
reinos!”. Así fue para EEUU la noche del 9 de noviembre de 1989 en que jóvenes
alemanes tumbaron el muro de Berlín. Pero como le sucedió al rey Arturo, EEUU
ha comprobado que la rueda de la fortuna no se detiene jamás.
En la primera década del siglo, así como
avanzaba China con crecimientos económicos anuales del producto, de dos dígitos;
EEUU mostraba falencias económicas y morales que tuvieron su cúspide en la
crisis sub prime de 2007, cuando la “honesty” Linconiana, base de la prosperidad
y legitimidad de los liderazgos, se fue al traste. Desde esa crisis económica -que
fue también moral-, pareciera que ha reflotado ese sentimiento de “malestar del
progreso” especialmente en las élites blancas; relato que ya había existido en
los años 60 interpretado por Herbert Marcuse, cuando parecía que sería el
socialismo el que ganaría la guerra fría.
Mi padre me contaba su experiencia
profesional en un intercambio a Estados Unidos el año 1952 de la compañía en
que trabajaba en Chile, filial de la America Foreing Power. Se imaginaba que
sus colegas norteamericanos serían tipos arrogantes y ganadores (la mayoría
veteranos de la guerra). Le impresionó lo diciplinados que eran a la jerarquía;
lo fácil que era mandar y lo importante que era obedecer. Las unidades de
esfuerzo aplicadas para sacar adelante una iniciativa eran mucho menores que en
Chile, donde debía convencer o amenazar para imponer un criterio. ¿Existirá ese
mismo espíritu de cuerpo en la Norteamérica de hoy?
Los
relatos intelectuales edifican posturas políticas. Esos relatos nacen de
percepciones del mundo que nos rodea, y esa percepción es de carácter emocional;
ordenada racionalmente, pero inspirada por la emoción. Un mismo estímulo
emocional tendrá diverso impacto según la condición del receptor. Hay receptores
emocionalmente recios y otros más frágiles.
En general y en promedio, pareciera que las
sociedades orientales: China, Japón, Corea, Vietnam, Indonesia etc. Son capaces
actualmente de inspirar una mayor fortaleza emocional en su habitantes. Quizá
una enorme mochila de sufrimientos del pasado cercano, quizá han reflotado sus
tradiciones del Tao, del Budismo, del Zen; que fueron reprimidas por los
ingenieros sociales del siglo XX. En cualquier caso, esta es mi percepción, de simple
observador: Ciudadanos, mejor dispuestos al trabajo, al sacrificio, a formar
familia y a las restricciones que imponga el poder político, y mejor
disposición a verlo como legítimo. El fenómeno de resistencia en Hong Kong,
nominalmente muy menor, es el relato de personas más identificadas con la
cultura occidental, atrapados en una cultura política a la que deberán
adaptarse o bien migrar.
El ambiente de los medios de prensa, los
lemas de los indignados, el carácter de las protestas públicas, los saqueadores
y quemadores de autos policiales; hablan todos de una degradación del espíritu
que hizo grande a EEUU en el pasado. La emocionalidad de su juventud parece muy
frágil. Decir hoy en EEUU “milenials”, es significar a un señorito frágil y fácilmente
ofendible; muy diferente a aquellos que combatieron en Iwo Jima o en las
Ardenas. Decir “make America great again“ es un bello lema, pero para hacerlo
efectivo se necesita de los norteamericanos de antaño. Además, lo invoca un líder
mediático que hizo de la farándula boba su negocio hace quince años. ¿Será creíble?
¿Se imaginan Uds. al premier chino o japones participando en reality shows?
La historia es útil como magister vitae, pero
nunca se repite idéntica porque siempre las circunstancias son variables. El arte
de gobernar conoce hoy diferencias con experiencias pretéritas. Ejemplos: demografía
expandida y tecnología en vertiginosa mutación. China en particular y las
potencias orientales en general van en ascenso; occidente, liderado por EEUU,
no. Es importante que la diplomacia
chilena, antes de arrancarse ensillada con encasillamientos entre buenos y
malos, sea pragmática y escoja caballo ganador. Hay buenos precedentes en
nuestra historia diplomática. Lo hicimos así en la segunda guerra mundial donde
anduvimos pisando huevos mientras la contienda no se decidía. Los conflictos
que se avecinan no son nuestros, pero nos afectan y mucho. Preferir una u otra
opción por superficialidades siempre es un peligro posible cuando la élite que
nos gobierna padece de buenismo bobo.
Junio 2020
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