Aprieta un poco a esta mina, y
en diez minutos cambiará diez veces de opinión. La frase corresponde al expresidente
Sebastián Piñera para referirse a su contendora electoral de entonces, Evelyn
Mathei. Fue el famoso Kiotazo o Piñeragate, ocurrido en agosto de 1992 cuando
Ricardo Claro filtró una grabación de una conversación privada entre Piñera y
el prócer del periodismo de entonces Pedro Pablo Díaz. La obscena inmoralidad
de la conducta de Piñera expresada en el lenguaje y en la ilicitud de traficar
influencias, no quita la precisión, asertividad y verdad de su juicio, respecto
de quién, la maquinaria de las encuestas ha elevado a figura
preferida por la ciudadanía para terciarse la banda presidencial. Precisamente
en un período en que el elegido, deberá encarar la responsabilidad de desmontar
el desastre moral, ideológico y práctico con el que la izquierda política ha
devastado al Estado y a la sociedad chilena.
La derecha no tiene ideas y si
las tiene no cree en ellas. Por eso privilegia a las figuras por sobre los
liderazgos para conquistar el poder político e impedir que la izquierda, qué si
las tiene, las manifiesta y persigue imponerlas, continue con su tarea de demolición
revolucionaria de la sociedad y del Estado. Incluso la derecha ha estado
dispuesta a aceptar las ideas de la izquierda y ejecutar sus políticas, a
cambio que la dejen gestionar el gobierno. Piñera es el ejemplo más palmario:
gobernó y aplicó políticas de izquierda con mayor eficacia que la misma
izquierda, ejemplos los menciono a pie de página para no aburrir.[1]
José Antonio Kast, que se vendió como el gran restaurador de las “ideas de
derecha”, cuando vio colgada la salchicha del poder se le hizo agua la boca y no
tuvo problemas para traicionar a su electorado, que votó por su partido para
rechazar un proyecto constitucional revolucionario de izquierda, y, dándose vuelta
la chaqueta, propició el voto a favor, demostrando con ello no solo
inmoralidad, sino carencia absoluta de talento político al dinamitar un
liderazgo, que a todas luces, era más aparente que real.
La ex alcaldesa del partido que
fundó Jaime Guzmán, Cathy Barriga, ha sido formalizada por gravísimos delitos
de fraude al fisco y se encuentra privada de libertad, luego que le “arrastrara
el poncho” al juzgado de garantía, explotando su figura femenina sensual en
programas para voyeristas, mientras cumplía una medida cautelar privativa de
libertad en su propia casa. El episodio es como aquellas películas de Luciano
Visconti o de Dino Rissi, en que el público comenzaba riéndose y finalmente salía
del cine abatido por el dramatismo de la tragedia. Catherine Barriga Guerra hija
de una peluquera y de un funcionario de laboratorio, ascendió de su condición
social a los más altos estratos del poder social y político. Comenzó como vedete
en el canal Rock and Pop bailando con poca ropa bajo la chapa artística de Robotina.
Continuó en el Canal Mega quien la coronó como Miss Lava Autos por su
performance lavando automóviles en paños menores. Ampliamente conocida y amada por
el público de la TV, en calidad de militante de la UDI conoció a Joaquín Lavín
León, su futuro marido, y fue transformada a través de los procedimientos de
comunicación social de manual, en figura política. Al igual que la expresidenta
Bachelet, obtuvo un título universitario entre gallos y medianoche para
completar un falso currículo que la acreditaba como capacitada para ejercer el
cargo de conductora, no ya de un programa de variedades, sino de la segunda comuna
más populosas de Chile: Maipú. Incluso sonó en su partido como candidata
presidencial, por su arrolladora popularidad y simpatía. Su caída es como la
letra del tango de Julio Sosa, Los Muchachos de Antes, donde se describe
la decadencia de la Rubia Mireya: literalmente, dan ganas de llorar.
Pero ¿qué relación tiene Mathei
con Cathy Barriga? Aunque ambas son militantes de la UDI, ambas provienen de
estratos sociales radicalmente diferentes. Matthei nunca ha bailado música pop con
poca ropa para cimentar su popularidad. Es de gustos sofisticados: cultivó el
piano en su juventud y pertenece, a diferencia de su correligionaria, a lo que
en Chile se le llama la clase alta. Asumiendo el cargo de Alcaldesa de
Providencia, primero se querelló, pero luego tapó barriendo bajo la alfombra
(¿?) los latrocinios de su predecesora del Frente Amplio Josefa Errázuriz. Aparte
de eso, a Matthei no se le imputan irregularidades o manejos financieros que
excedan sus atribuciones legales. Convengamos eso sí, que la municipalidad de Providencia
es como esos autos de Elon Musk: se manejan solos. Una comuna sin grandes
problemas y con grandes recursos. Es difícil meter las patas y las manos. Nada
comparable en tal sentido con la Barriga. Pero hay una identidad común
evidente: ambas militantes de la UDI han ascendido al estrellato político
sin ostentar ningún atributo de liderazgo. ¿Cómo lo han hecho? Oficiando
de figuras.
¿Qué es un líder? Es un conductor
que arrastra voluntades, no meramente por concitar simpatías. Alguien que tiene
un diagnóstico de la realidad. Quien reconoce las carencias y sufrimientos de
los gobernados y expresa su voluntad clara de acometer hacia un destino mejor
para esos gobernados. Dispone, además, del talento para resistir las
adversidades que comprometan esa voluntad. No es maniquí ni muñeco de algún ventrílocuo
o agendas de moda. El líder se percibe por carácter. Es difícil no reconocerlo.
La derecha, desde que eligió a
Hernán Buchi en 1989 para que le representara, se compró la idea que los
candidatos debiesen ser un producto atractivo para la clientela electoral. Desde
entonces, el liderazgo lo estima secundario y a veces incómodo. Los poderes
fácticos, que abundan en la derecha, demandan personalidades con la plasticidad
suficiente para no comprometer sus intereses. Administran esos poderes,
máquinas de formación de opinión pública. Esas son las empresas de encuestas. Se
martillea al público en la cabeza con un clavo para que penetre, un nombre de
una figura, impostando un supuesto liderazgo y se le asigna el carácter de
elegido espontáneamente por la opinión pública. La figura por cierto debe ser
funcional a sus intereses. Así se le transforma imaginariamente en supuesto
líder. Ojalá no rinda ningún examen de suficiencia. El ejemplo clásico lo da la
reciente experiencia en EE. UU. Se llegó al extremo de promover a un individuo
con demencia senil evidente como Biden, a quien las encuestas le daban ganador
por un “amplio margen”. Cuando los televidentes vieron al pobre anciano balbuceando
incoherencias frente a las cámaras, reconocieron que habían ido demasiado lejos,
y los poderes fácticos cambiaron entonces de líder, por la que también atribuyeron
la calidad de ganadora por “amplio margen”.
Cuando el mar es calmo, el timón
lo puede tomar cualquiera y esa fórmula quizá funciona. Pero cuando a la
embarcación la abate un temporal se requiere alguien que sea realmente
navegante para no zozobrar. Justamente cuando el país lo que mayormente necesita
es liderazgo, puntea en las encuestas una señora que es el
estereotipo de la carencia de esa condición, y que ha llegado a ser figura, por
ser hija de un miembro de la Junta de Gobierno, antaño por su agradable figura
femenina, y desde entonces por una extraordinaria capacidad de cambiar de
opiniones y puntos de vista (tal como auguraba Piñera) para lograr lo que le
apasiona de una manera, diría yo, casi enfermiza: el poder.
La típica respuesta tan propia de
la bobería de la derecha al objetar sus debilidades tan manifiestas es, “pero
si no hay otra y las encuestas demuestran que va a ganar”. No señor; así
como el demente Biden debió desnudar frente a la ciudadanía su incapacidad
absoluta, así también esta ungida deberá hacerlo y demostrará frente a la
ciudadanía que Piñera tenía razón: en diez minutos cambiará diez veces de
opinión. Sostengo, como que el agua está mojada: si el próximo presidente
de Chile se elige por voto popular, Matthei no será presidenta[2].
La doctrina UDI para elegir a sus
líderes, ha demostrado con el episodio Barriga sus trágicas consecuencias:
simpatía, caras alegres, pelos rubios, decir lo que el interlocutor quiere escuchar;
aquello que los sicólogos llaman habilidades blandas, han demostrado que para
liderar grandes misiones no sirven. Esperemos no se consume un nuevo trágico desatino
con otra Rubia Mireya.
[1]
1) Abortó ilegalmente proyecto Hidroaysén; 2)
Propició y legisló sobre el matrimonio homosexual; 3) Abortó ilegalmente
proyecto de energía térmica; 3) Consagró legalmente el desatino de la
descarbonización energética; 4) Legisló a favor de la transición de sexo
aceptando la ideología de genero autopercibido; 5) Declaró muerta la
constitución del 80 la gran bestia de la izquierda; y un largo etcétera
[2] Respecto de pronósticos electorales del suscrito, ver https://pabloerrazurizmontes.blogspot.com/2023/10/la-derrota-de-la-casta.html
anticipando resultados de plebiscito sobre la nueva y buena constitución
con cuatro meses de antelación.
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