SABER,
CREER Y OBRAR
Vivimos en una época en que la
información es mucha. El público auditor y espectador no persevera en los temas
porque no le alcanza el tiempo para procesar tanta información. De una noticia
saltamos a otra de manera que el emisor de información le cuesta mucho hacer
que sus espectadores y auditores contengan y mantengan la atención en los
temas. Esta dinámica determina que los medios de comunicación social y los
emisores de información en general, deban relatar los acontecimientos con
características cada vez más chillonas y llamativas para contener la volátil atención
de los auditores. Para los auditores-espectadores, esta dinámica es agotadora y
una proporción muy grande de los receptores de información caen en la apatía y
en el desinterés por agotamiento.
El calentamiento global, la
primavera árabe, el posible ataque de EEUU a Siria, el bloqueo fiscal
norteamericano, el default del sistema fiscal europeo, los errores de los
sistemas económicos, la crisis energética, la contaminación ambiental, los
alimentos transgénicos etc. etc. etc. ; todos estos acontecimiento son
relatados de un modo tal que nos convocan a una excitación del ánimo. Pero a la
vez, esta excitación resulta algo tan trivial que no alcanzamos a ponderar si los
hechos relatados son realmente relevantes, o simplemente forman parte de una
escalada informativa destinada a mantener el interés de los consumidores de
información o de “manejar” a las masas de seres humanos pseudo informados, para
obtener de esas masas reacciones que algún poder superior desea.
¿La humanidad y nuestro país,
caminan en un sentido positivo o negativo? ¿Cómo individuos o como sociedad,
somos mejores o peores que hace 5, que hace 10 que hace 50 años? ¿El mundo va
hacia el deterioro o hacia el progreso?
¿Qué es realmente el progreso?
La respuesta deberían darla con
algún grado de credibilidad los liderazgos sociales. Pero estos liderazgos se
encuentran en Chile y en el mundo, muy desacreditados. Las utopías socialistas
cayeron hace rato en el descrédito, las iglesias cristianas, sea por
inoperancia o por confusión, ya no conducen a la grey; la derecha, la
izquierda, los ecologistas, los nacionalistas, los musulmanes, tienen
infinitamente más detractores que defensores.
Y paradojalmente este ambiente de
desorientación y falta de convicciones, va acompañada de una realidad social
inédita por la cantidad y calidad de la información que se encuentra a nuestra
disposición. El internet, esta mega biblioteca de Alejandría, a disposición de
todos y al instante, nos debería aproximar a la sabiduría y al entendimiento;
lo que no sucede.
En un breve y brillante opúsculo,
Inmanuel Kant nos señala que solo una minoría de los seres humanos opta por la ilustración.
Entiende por ilustración la observación crítica de quien pretende formarse
propias convicciones. Hay un acto voluntario en el optar por pensar,
reflexionar y contrastar la realidad con la imagen que de ella tenemos; opción
que desarrolla esa minoría. Según filósofo alemán, la mayoría renuncia a la
ilustración simplemente por pereza. Esa pereza intelectual lleva a la
mayoría de la humanidad a “adherir” a líderes carismáticos, utopías construidas
en base a ideologías cerradas que contienen toda la “verdad”, a religiones que
nos dan toda la verdad universal. La aventura del pensar, reflexionar y
contrastar la realidad cotidianamente, es agotadora, solitaria y a veces
atemorizante. Saber que después de la muerte no podemos tener certeza de que
nos espera, es algo que quisiéramos simplemente evitar.
El ex pontífice y filósofo Joseph
Ratzinger, pone los puntos sobre la ies a quienes pretenden confundir y
suprimir el conocimiento, por la fe cristiana. Señala que la fe cristiana no
compite con el saber científico. La fe se vincula al hombre en un plano
distinto: el del amor cristiano. Es decir, nuestro sabio pontífice no le regala
ninguna “tranquilidad” intelectual a quienes busquen la fe como opio que los
adormezca.
¿Qué nos queda entonces en este
ambiente de perplejidad? Un teólogo católico, Leonard Boff le preguntaba con su
“que” al Dalai Lama cual era según él la mejor religión. Éste, sin “pisar el
palito” le contestó: “La mejor religión es la que
te aproxima más a Dios, al Infinito. Es aquella que te hace mejor”.
Entonces Boff le replicó, ¿Qué es lo
que me hace mejor? Respondió el Dalai Lama; “Aquello que te hace más compasivo,
más sensible, más desapegado, más amoroso, más humanitario, más responsable,
más ético...”
Entonces nos confrontamos que el
conocimiento y sabiduría, que en nuestra juventud aspiramos que fuese una
especie de llamarada que baja de los cielos y nos “transformara”, al final del
día se vincula con una realidad bastante aburrida y trivial: portarse bien con los demás. La ética;
es vieja ciencia inventada por Aristóteles.
Y es aquí donde se encuentra la
clave de nuestra confusión moderna: Los referentes intelectuales de la
modernidad han abandonado y despreciado de la ética como herramienta o como
ambiente necesario para la obtención del conocimiento del universo.
Ejemplos: Louis Althusser, filósofo
francés, referente de lo que hoy se denomina el neo marxismo; asesinó a su
mujer porque le hacía la vida imposible. La maquinaria judicial del
eurocomunismo lo salvó en base a una tesis de “locura temporal” y la ¡academia
de Francia! principal referente de la intelectualidad gala, lo integró a sus
filas. Martin Heidegger, referente indiscutido de la modernidad intelectual,
adhirió al nacionalsocialismo y desde la academia purgó su universidad de
quienes, según la ideología dominante estaban contaminados por ser judíos. Incluso algunos de sus ex colegas
fueron a dar al cadalso. Michel Foucault; miembro de la academia de Francia,
referente actual del neo marxismo, padre de la ideología gay, agresivo promotor
de cualquier clase de desviaciones sexuales; sostuvo en sus obras que la
normalidad sexual no era más que un elemento de dominación social y cultivó
como conducta práctica todos los excesos y desviaciones sexuales que pudo;
practicó y defendió el consumo del LSD en la juventud. Todo ello antes de morir
de Sida. Es hoy referente teórico de quienes pretenden legitimar como algo
bueno y bello, las desviaciones sexuales.
¿Da lo mismo el obrar bien que el
obrar mal para alcanzar el conocimiento? Para alcanzar el conocimiento y la
sabiduría, ¿Da lo mismo aspirar y cultivar la belleza y a la justicia; que
obrar conforme tus espontáneos apetitos sin consideración al bien del prójimo y
aunque ello desemboque en conductas aberrantes?
Me quedo con el viejo Platón: el
bien, la verdad y la belleza, son inseparables.
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