LIDERAZGO Y CAMBIOS DE OPINION
“El camaleón mamá/ El
Camaleón … / Cambia de colores según la ocasión”. Así decía una cumbia de la Sonora
Palacios en los años 60.
El cambiar de opinión es un evento que a todos nos puede
afectar en el transcurso de nuestras vidas. Las experiencias, las impresiones,
las pasiones que nos sobrevengan, pueden motivarnos a decir blanco, lo que
hasta entonces decíamos negro. La legitimidad moral de cambiar de opinión, es
discutible, pero casi todos están por valorar el derecho de formarse una nueva
opinión fundada en una mejor razón.
Pareciera
que esa legitimidad de conducta, resulta mucho más discutible cuando proviene
de un líder político o un líder de opinión.
Alexander Dubček, secretario
general del partido comunista checo y Jefe de Gobierno de la Checoeslovaquia
comunista, haciéndose eco del descontento popular, lideró en 1968 el levantamiento
del pueblo Checoeslovaco que pretendía liberarse del poder soviético que
asfixiaba a esa nación. Lamentablemente la famosa Primavera de Praga, terminó con una invasión militar del ejército
Rojo, que aplastó con las orugas de sus tanques las pretensiones de libertad de
los Checos. Millones de espectadores en el mundo, observamos con consternada
impotencia esa demostración del poder imperialista soviético. (Fui testigo
presencial de la celebración de la invasión soviética por las Juventudes
Comunistas de Chile, grupo que integraban algunos líderes actuales de ese
partido). Consolidada la invasión y derrotada la resistencia, entonces sucedió
un milagro: Alexander Dubček, cambió de opinión … Y expresó a todo el mundo el “agradecimiento”
del pueblo checoslovaco por la “liberación” que había sido objeto por parte del
ejército soviético.
Es este un ejemplo
clásico (y dramático) de los “cambios de opinión” de los líderes políticos. Cualquier
persona con un mínimo de inteligencia y criterio, tiende a sospechar que esos
cambios no son honestos, ni con su primera opinión, ni con la segunda. Y ello
porque los cambios de opinión denotan con toda evidencia un interés primordial de
conquistar o conservar el poder para sí y no para una misión. Siendo capitán
del buque, no le importa si el derrotero va a babor o a estribor. Lo que le
interesa es estar al mando del timón. Un líder verdadero quiere conquistar el
poder, no para sí, sino para los demás; para liderar un camino, una idea que se
estime como conveniente para el bien común de la nación.
Doña Michelle Bachelet
hizo un primer mandato presidencial que se encuentra detalladamente documentado
en programas y en cuentas públicas de gestión de su gobierno. ¿Resulta legítimo
y confiable que hoy, en su segundo mandato como Presidenta de la República
opine distinto de lo que opinó y ejecutó en su gobierno en materias de
políticas fundamentales?
No parece convincente
justificarse con que han cambiado las condiciones, menos en un lapso tan corto
de tiempo. Cuando una persona se dedica a la política al fin de liderar la Nación,
lo mínimo que se le pide es que tenga una apreciación completa de la situación
de esa Nación. Lo que era bueno para el País cinco años atrás no puede hoy ser
malo y viceversa. Es más, si yo hubiera liderado un curso de acción en política
de cuya conveniencia años después me formo la opinión que fue equivocado, no me
presento a la reelección.
Y lo expresado no es
“nada personal” contra doña Michelle. El fenómeno del camaleonismo la
trasciende a ella. Creo que nos hemos acostumbrado a que el people meter gobierne la política
nacional. Los partidos ya no proponen líderes; proponen “figuras” de líderes
que estén bien en las encuestas. Eso espanta a los verdaderos líderes y obliga
a las figuras, a un travestismo permanente que daña a la nación porque nos priva
de lo que resulta de la esencia de la política, y que la hace funcional al bien
común: El que sabe, debe conducir al que no sabe. No a la inversa como hoy
pareciera suceder.
No hay comentarios:
Publicar un comentario