En las siguientes letras, no
describo mis razones para votar en contra del proyecto constitucional que se
votará el próximo 17/12/23. Espero el texto definitivo para dar mi opinión
detalladamente. Describo lo que conjeturo es la voluntad de la mayoría y por qué.
Es verdad que las encuestas se
equivocan. Es verdad que las empresas de encuestas pueden ser tendenciosas,
esto es, están normalmente apoyadas y financiadas por una facción política,
para inducir a un resultado. Es verdad también que se usan como alarma o campaña
del terror, para despertar la atención de un electorado abúlico, dando a
entender que ser minoría podría destruir las bases de su vida personal, y que
debe reaccionar concurriendo a votar por quien aparece perdidoso. En resumen: las
encuestas que señalan que la opción en contra de la propuesta constitucional,
se impondrá el 17 de diciembre, pueden estar erradas por alguna de estas
causas.
Pero el razonamiento que paso a
desarrollar, no se funda en las encuestas, sino en una extensa cadena de
acontecimientos que dan cuenta que el electorado está dispuesto a abortar
cualquier iniciativa colegiada de la clase política, sea esta del color que
sea. En este caso la buena y nueva constitución que propiciaba Camilita
Vallejos, Boric, Piñera, Chahuan, Schalper y el ahora malabarista, José Antonio
Kast.
Desde hace mucho tiempo, el
electorado percibe que los partidos políticos, y los rostros que
circulan a su alrededor abusan de su posición de poder, en beneficio propio. En
la décadas 1990-2000, mantenían su apoyo por cuanto el rendimiento que el país
registraba era razonablemente satisfactorio. Desde el término del primer
gobierno de Piñera, sin embargo, la legitimidad de la clase política comenzó a
declinar y hoy día repta por los suelos. Latrocinios varios, y la destrucción
sistemática de las bases de funcionamiento social, que se inició en el segundo
gobierno de Bachelet, desencadenaron una lamentable decadencia del país. Ello
debido casi exclusivamente al apuntar la clase política a prioridades
demagógicas para consolidar sus parcelas de poder, abandonando las reglas del
debido gobierno. La incapacidad para manejar el mal llamado estallido y la
pandemia; donde los poderes del estado cedieron a presiones de vándalos y de
poderes transnacionales, han terminado por imponer una lógica en el electorado
de: “me opongo a todo".
El triunfo abrumador del
plebiscito de entrada y la conformación de la Convención Constituyente integrada
por algunos que más parecían integrantes de un circo freak, daban cuenta de esa
voluntad: “cualquier cosa, pero los mismos no”.
Es evidente que los jóvenes del
frente amplio que ascendieron en el espectro político, no lo hicieron por un
discurso, relato, talento o misión que cumplir. Su discurso revolucionario ñoño,
manifiestamente anacrónico con las expectativas reales de la mayoría, no fue la
causa de su éxito electoral. Su ascenso simplemente se debió al hastío del
electorado a seguir votando por los mismos. El caso de Boric es sintomático:
nadie le adjudica un talento específico –de hecho, no tiene ninguno- y es
evidente su charlatanería. En períodos republicanos que vieron nacer grandes
líderes y tribunos, Boric sería en el mejor de los casos, un amanuense. Pero
bastó que Kast, ganador de la primera vuelta presidencial, se manifestara en el
balotaje solidario con la derechona vieja y gastada, para que un millón
setecientos mil votantes, salieran a votar en su contra, y eligieran a nuestro intelectualmente
baldado presidente, solo, para que no subiera al poder de nuevo la misma casta.
El rechazo a la propuesta
constitucional de aquel bar de la guerra de las galaxias que fue la
primera convención, fue también un grito de rechazo a unos cafres, que en cosa
de meses cogieron los mismos hábitos de la clase política: sueldos por sobre lo
legal, prebendas auto asignadas, fiestas y expresiones grotescas y costosas pagadas
por todos los chilenos; amén de parir un documento que era impropio de alumnos
de cuarto medio.
La casta política quiso entonces
apagar con bencina el incendio que comprometía sus privilegios: Una nueva y
buena constitución en un proceso autoritario y dirigido por y para ellos
mismos. Tal como se preguntaba la finada ministra Siches: ¿Cuándo se
pegaron en la cabeza señores? ¿Cómo no vieron la impudicia de su proceder? ¿Cómo
no se dieron cuenta que eran ellos los enemigos públicos de un electorado que
padece el desgobierno generado por ellos mismos? ¿Por qué ningún político, ni
siquiera los comunistas, que son los únicos sagaces, se dieron cuenta que la fórmula
era sin duda el símbolo de Ibáñez del Campo?: La escoba.
Primero, porque la inteligencia
no está de moda entre la clase política. Pero la causa más importante es la
sorda evidencia que no se merecen los privilegios de los que disfrutan y que
deben parchar el bote que hace agua porque no tendrán otra oportunidad si opera
la escoba. ¿Cuáles son esos privilegios que el electorado conoce sottovoce
porque la prensa los oculta?: 1) Sueldos y prebendas millonarias muy por sobre
sus méritos y dedicación al cargo; 2) Escandalosos e impúdicos latrocinios en
los tres últimos gobiernos 3) Financiamiento público millonario a los partidos
políticos que son instituciones cáscaras, sostenidas de una manera
legalmente mañosa. El padrón vigente de todos los partidos, excepto el
comunista, no permitiría que se constituyesen hoy ¿Por qué la ley no impone la
supresión de quienes están bajo los mínimos legales de militantes? Pues porque
ellos manejan para sí al sistema. Son menos numerosos que centros de madre o
clubes de barrio y perciben emolumentos grotescamente desproporcionados.
La estrambótica voltereta del
partido republicano, de pasar en pocas semanas de ser, impugnador del proceso
antes de la elección de consejeros constituyentes, a promotores de este cuando
se vieron en mayoría, no se explica de otra forma sino por esta lógica de
manejar y disponer de prebendas. No quieren perder sus privilegios y más aún,
quieren blindar esas prebendas maravillosas para ellos. Republicanos ya se ven
integrando una numerosa y jugosa bancada parlamentaria y eso los obnubila.
En días próximos se levantarán
sesudos analistas y expertos promovidos por los diarios, radio y
televisión debidamente aceitadas, para decir que “darán vuelta las encuestas”
y en conversaciones en matinales y programas radiales donde la inteligencia escasea,
nos convencerán de su extraordinaria sagacidad para entender lo que es la política
las encuesta etc. Invocarán el terror para el evento que se rechace la
propuesta. Y… bajo ese blablá se esconde esta sórdida realidad descrita:
defensa colegiada y transversal de sus privilegios.
A estas alturas, la publicidad
tipo pasta de dientes, no es eficaz. Rostros sonrientes y optimistas de guapos
consejeros, tampoco. Amenazas de hecatombes sociales, tipo campaña del terror, menos.
Deben convencer a un electorado refractario que desconfía profundamente de
ellos, porque padece fácticamente el absoluto desgobierno (para que entrar en
detalles que todo el mundo conoce: seguridad, migración, caos urbano etc.) y
los efectos de una creciente inflación que nos empobrece a todos; todo por
responsabilidad de quienes promueven el proceso constitucional.
Obviamente la causa de su derrota,
no será el texto de la constitución que a nadie le importa porque nunca fue el
motivo de los males del país. Su derrota será a causa de ellos mismos. Son esa
casta la que repugna al electorado, quien votará transversalmente en contra.
¿Qué se necesita para enrielar a
Chile hacia la paz, seguridad, prosperidad y optimismo? Obviamente no una nueva
constitución. Se precisa coraje e inteligencia. Lo que esta casta de políticos
no tiene.
Octubre 2023
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