El episodio del rechazo -con elástico-
de las cartas credenciales del embajador de Israel por parte de Gabriel Boric
Font, ha puesto de manifiesto la tipología mental de quien ocupa el cargo de jefe
del Estado. En diciembre del año 2021[1]
publiqué una columna en este blog, para perfilar la condición sicológica de
quien asumiría la jefatura del Estado y de la generación que lo eligió. Hablé entonces
de quienes siendo superados por las circunstancias del mundo complejo y percibido
como hostil, asumían una perspectiva binaria de un mundo imaginado por ellos,
poblado por víctimas y victimarios.
Pero el episodio del embajador
rechazado, además de confirmar la perspectiva victimista a través de la cual
Boric y su generación observa el mundo, ha develado una segunda distorsión de
consecuencias mucho más graves en quien ocupa el cargo de presidente de Chile,
por el daño que puede causar a los chilenos, y que desde luego ha causado con
su lamentable decisión. Conducta a la que Ortega[2]
describe como, el síndrome del señorito satisfecho.
Esa tipología humana que ha
parido la sociedad de masas en la que vivimos, al encontrarse rodeada de
instrumentos prodigiosos, de medicinas benéficas, de Estados previsores, de
derechos cómodos, ignora, lo difícil que es inventar esas medicinas e
instrumentos y asegurar para el futuro su producción; no advierte lo inestable
que es la organización del Estado, y apenas siente dentro de sí obligaciones. El
señorito satisfecho es el que cree poder comportarse fuera de casa con los
caprichos que le son tolerados en casa. Cree que nada es fatal, irremediable e
irrevocable. Por eso cree que puede hacer lo que le dé la gana.
Israel es un lejano país poblado
de gentes que se levantan todos los días consientes que deben ejercitar su
voluntad de resistir y acometer contra adversidades naturales y sociales,
asumiendo que su modo de vida se encuentra en constante peligro de extinción
por esas adversidades. ¿Por qué lo hacen? Tienen sus complejísimas razones históricas
colectivas, que cualquiera que tenga relaciones diplomáticas con ese admirable pueblo
debiese tener meridianamente claras, sobre todo cuando, como nuestro país, se
tienen relaciones comerciales que lo ligan estrechamente. A la voluntad de los
israelíes se les opone un pueblo con una historia también milenaria, que tiene del
mismo modo sus complejas razones para oponerse a la voluntad del estado de
Israel y que por razones complejas de describir, manifiestan una eficacia menor
para hacerlo. ¿Desde cuando existen en el mundo este tipo de conflictos? Desde
siempre.
¿Como observan esta realidad los
victimistas? Identificando en el conflicto una víctima y un victimario. No hay
matices. Todo en su mundo es binario y rechazan cualquier advertencia de la
complejidad del fenómeno. La política no es el arte del gobierno del estado
hacia el bien común. La política para los victimistas como Boric, es poner una
frontera entre los buenos y los malos, como cuando vemos una película de western.
Así lo ha hecho en toda su estrecha existencia: discutiéndolo entre amigos al
calor de las piscolas a las tres de la mañana.
Y aquí viene lo grave: Elijo en
el conflicto quién es víctima y quien es victimario, como se eligen huevos
blancos o huevos de color en un anaquel de supermercado, y obro en
consecuencia. ¿Cómo? Con la actitud del señorito satisfecho, sin atisbo de
responsabilidad por la consecuencia de mis actos. ¡Pero sucede Gabriel que eres
jefe de Estado de una nación poblada por dieciocho millones de almas que
dependen y sufren las consecuencias de tus caprichos! Me importa un bledo. Las
cosas se solucionan solas. Así he visto siempre el mundo en la comodidad de mi
existencia.
¿Tenemos conciencia los chilenos de
la envergadura del peligro de tener esta categoría de dirigentes? Creo que no
lo suficiente.
No hay duda de que una parte significativa
de los chilenos estamos conscientes de que Boric es un socialista que aspira a
una sociedad planificada y hostil a las libertades personales que muchos
defendemos. Efectivamente existe un peligro de que se imponga esa agenda y por
eso somos opositores a su gobierno. Pero ese no es el peligro más grave que su
permanencia en la jefatura de estado supone.
El mayor peligro es de tener un
presidente con una alteración en la percepción de la realidad, como el que manifiesta
a través del episodio comentado. Estamos gobernados por una persona sin
trayectoria vital. No digo sin experiencia política porque eso puede tener
remedio. Estamos gobernados por un señorito satisfecho, quien no solo no tiene
las aptitudes prudenciales para ejercer el cargo, sino por quien no desea
tenerlas. Estamos gobernados por quien la experiencia nada le sirve porque ya
resolvió de modo definitivo su estrecho mundo poblado por buenos y por malos.
Ojo con un detalle del episodio:
el rechazo de las credenciales pretendió ser con elástico; “por ahora” aclara
el comunicado. Es decir, para manifestarle al estado y al pueblo de Israel, su inane
opinión, que ellos son los malos de esta película de western que es la
realidad. Es decir, el rechazo lo hizo Boric
pretendiendo que no debiese tener efecto adverso alguno. ¿No es esto manifestación
clara de una percepción alterada de la realidad?
Señores miembros del Congreso
nacional de todo el espectro político: ¿No es el momento de pensar en una
acusación constitucional, antes que sea muy tarde?
Setiembre de 2022
Excelente blog!, don Pablo Errazuriz no pudo describir de mejor manera al lamentable presidente que nos gobierna
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