POLITICA LIBERTAD
Y SEGURIDAD
Existe una evidencia
lógica muy odiosa a todos, y confesarla me condena a ser políticamente
incorrecto. Una verdad que nos somete cotidianamente a una tensión espiritual y
emocional. Confesarlo, nos permite sin
embargo comprender los bemoles de la política contingente, y en cierto sentido a
ser comprensivo con las contradicciones que tiene la política contemporánea, y
creo yo, la de todos los tiempos. Da cuenta por qué razón, tirios y troyanos en
política tienen conductas sinuosas y contradictorias que se expresan con un
discurso que normalmente no va con la praxis.
Señores:
los valores de la libertad y de la seguridad son opuestos, contradictorios y se
restan mutuamente. Es decir, a mayor libertad menor seguridad y a mayor
seguridad menor libertad.
¿Quién no
aspira a la libertad? ¿Quién no aspira a la seguridad? No conozco a nadie.
Ambos valores son intrínsecamente humanos.
Profesemos
o no la fe cristiana, cuando Jesús nos dice “sed como los lirios del campo”, miramos al techo, cambiamos de tema,
o tratamos de convencernos que está mal la traducción de lo que dijo El Maestro.
Confesémoslo; en nuestro fuero interno nos decimos, “este señor no sabía lo que
decía porque no tenía los problemas que yo tengo”. Sin embargo la verdad implícita
que tiene esta implacable prescripción evangélica se nos impone cotidianamente:
La libertad, es decir el reino de los cielos; no va de la mano con la seguridad
que es el reino de este mundo.
Con
angustia el Quijote de la Mancha le señala a Sancho: “¡Venturoso aquel a quien el cielo
dio un pedazo de pan, sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al
mismo cielo!”. El caballero de la Triste Figura sabía que aquello es casi
imposible y jamás permanente.
La tensión
moral y existencial a que nos somete libertad versus seguridad se debe a que no
podemos ser como los lirios del campo aunque quisiéramos. Necesitamos pagar la
cuenta del colegio, tener el refrigerador lleno, vestirnos, perpetuar la
especie etc. etc. Si bien el alma humana ama la libertad y aspira a ella; esa
misma condición humana nos impide alcanzarla en plenitud ya que “con los pies
en la tierra”, debemos cercenar nuestra libertad en aras de la seguridad.
En términos
prácticos, este nudo gordiano existencial se manifiesta de la siguiente manera:
1) La riqueza material me brinda seguridad porque puedo enfrentar el día
de mañana, sin la inseguridad con que lo hace un lirio del campo. 2) La riqueza
material me brinda libertad porque me da acceso a lo que se me da la gana,
sea esto bueno o malo para mi espíritu. 3) La riqueza material me quita
libertad porque me hace dependiente de obtenerla. 4) La riqueza material
me quita seguridad ya que me hace dependiente de conservarla.
¿Y saben
cómo tratamos de solucionar esta contradicción de manera cotidiana?: A través
del poder. Así es; a través de aquella definición clásica de poder “hacer que
otros hagan lo que mi propia voluntad quiere”. De esa manera me sirvo de los
demás para poder conservar en la medida de lo posible, libertad y seguridad. Eso
desde que el mundo es mundo, o desde que los *#*# de Adán y Eva se “mandaron el
numerito” de todos conocido.
En
democracia, este deseo de ambos valores contradictorios que tiene el 99.99% de
los ciudadanos, somete a quienes deben captar para sí las voluntades de los
votantes, a un tremendo problema. Necesitan prometer libertad y a la vez
seguridad. ¿Y qué hacen entonces “los señores políticos”? Mienten. O más bien
obscurecer la verdad, que es parcialmente lo mismo. ¡Y no los condeno por eso! ¿Saben
por qué? Porque son los ciudadanos, los votantes quienes no queremos escuchar
de nadie que nos recuerde que no existe y no es posible, la libertad y la
seguridad al mismo tiempo.
La
modernidad se ha expresado a través de dos ideologías que tienen cientos de
matices. Socialismo y liberalismo, envuelven un cuerpo de verdades casi todas
discutibles, y que básicamente son el envoltorio para cobijar cada uno de estos
dos valores aspiracionales: El socialismo a la seguridad; el liberalismo a la
libertad.
Tenemos sin
embargo una paradoja cotidiana en el discurso político: Los socialistas (la
izquierda) ofrecen prioritariamente libertad pero mayormente la cercenan por el
rol de leviatán que le asignan al Estado; y los liberales (la derecha) ofrecen prioritariamente
seguridad, a través del bienestar y crecimiento económico, pero a consecuencia
de aplicar sus valores libertarios (libertad de comercio) cercenan la seguridad
cuando el socialismo la garantiza.
Y aquí
viene mi tesis: El ambiente de demagogia perjudica a la derecha y beneficia a
la izquierda. En efecto, a mayores grados de confusión, ocultamiento de la
verdad, e ignorancia, falta de juicio y desconocimiento de sí mismo que tengan
los votantes, esta batalla dialéctica la gana la izquierda y el socialismo. ¿Y
saben porque? Por una razón muy trivial: La libertad es un valor que estamos
más dispuestos a confesarnos a nosotros mismos que la seguridad. La libertad es
un valor divino; la seguridad nos recuerda nuestra torpe naturaleza humana. En
el imaginario popular los Izquierdistas terminan siendo los héroes. Los
derechistas los materialistas avaros y codiciosos.
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