Dostoyevsky en su novela Crimen y Castigo, nos sumerge
en los entresijos del alma humana. Su lectura es apasionante no obstante ser un
desagrado desde la primera hasta la última línea. El genio del autor es sostener
la atención del lector sobre un personaje que pudiera definirse como el arquetipo
del mal: Rodión Romanovich Raskólnikov. Rodia (sobrenombre del personaje) ve el
mundo a través de sus miserias. Posee una inteligencia superior y es capaz de
ver esas miserias humanas donde los otros hombres no lo ven. El mundo para él
es un caos que es menester remediar a cualquier costo. Él se autoasigna la
condición de corrector de los males del mundo al precio incluso de bajar al
infierno para ello. Es así como asesina a una anciana usurera como una forma de
“limpiar” al mundo de la basura humana. El autor le ofrece un respiro de
fe en el género humano a través de otro personaje también de aguda inteligencia,
pero al servicio del sentido común: el juez instructor Porfirio Petrovich. En
estas líneas pretendo oficiar de Petrovich en el análisis de nuestro Rodia
criollo.
Los anhelos revolucionarios de un porcentaje de la
población (más de un millón de votantes) han permitido escoger a un extraño
personaje como su líder para que los represente en la contienda presidencial:
Gabriel Boric Font. Manifiesta el personaje un carácter complejo. Hijo de una
acomodada familia magallánica, ha expresado a través de sus conductas y su aspecto
físico, una hostilidad radical hacia el estado de cosas en el mundo que lo
rodea. Por su desaliñado aspecto físico, y por sus conductas, el hombre da
cuenta de una excitada alteración en la percepción y enjuiciamiento de la
realidad. Por conductas similares llevaríamos a nuestros cercanos a tenderse en
el sillón de un sicoanalista para desatar los nudos que aprisionan su juicio,
tan apartados de los mínimos comunes que permiten la convivencia humana.
En efecto, solo por nombrar las más llamativas; recibió
entre carcajadas el obsequio de una polera que vistió, donde aparece una
gráfica del asesinado Senador Jaime Guzmán con su cabeza sangrante luego de ser
víctima de magnicidio, exhibiéndola como quien exhibe un trofeo. Ratificando su
complacencia por este magnicidio, en un viaje a Francia fue a visitar y manifestó
su solidaridad al autor del asesinato de Jaime Guzmán, Ricardo Palma Salamanca.
En otro extraño y destemplado arranque, amenazó al presidente de la república con
certeza propia de un fanático, que él se encargaría de someterlo a prisión sin
precisar claramente por qué causa.
Sus soluciones de gobierno proyectadas en su programa
son simples; todo él lo ha conseguido a través de las llamadas movilizaciones; “los
cambios nacen de la lucha social”. Es la lucha en la calle la que hace
encaminarse al mundo hacia una arcadia de felicidad. Entonces hay que eliminar
la organización militar de Carabineros de Chile y promover que las masas se “movilicen”
para el progreso y bien del país. La pobreza se soluciona de una manera muy
simple: se le deben subir los sueldos a todes. Así todes serán más ricos y
felices. Existe según él en el orden económico y social una violencia
transversal que él se apresta a remediar. No la que asesinó cobardemente a
Jaime Guzmán ni la del lumpen que ataca a Carabineros. No; él se refiere a una
violencia que nosotros los comunes mortales no vemos. Según expresa,
existe abrumadora evidencia científica que el mundo ecológicamente se
cae a pedazos, y su gobierno está destinado a salvarlo con todes sus expertes. En
resumen: Su programa de gobierno parece salido de la pluma de Rodión
Raskolnikov.
La pregunta que me hago en estas letras no es, como los
revolucionarios e inadaptados sociales del mundo llegan a las conclusiones que
llegan; sino ¿Qué hemos hecho o hemos dejado de hacer para que más de un millón
de personas hayan votado a este personaje y sea él una alternativa para ocupar
la primera magistratura de la nación? Esa es la pregunta del día. Aquella que nos
somete a escrutinio a nosotros; a quienes pensamos desde el sentido común;
aquel sentido común que hace posible la convivencia humana.
Para respondérnosla recurro al genio de Dostoievsky
quien nos ofrece una clave. El novelista juega con los nombres de la obra y de
los personajes. El nombre mismo de Rodión Romanovich Raskólnikov, aquel
reformador revolucionario, homicida pero transformador y profiláctico social; a
través de un juego de palabras en ruso quiere significar “La Patria de los
Romanov ha quebrado”. El nombre de la obra también tiene un doble sentido.
El crimen por omisión de la madre Rusia avizora un castigo. ¡Que profecía más
dramáticamente correcta! teniendo presente que el autor precedió la tragedia humana
de 1917.
Me objetará el lector; El personaje real Boric y el
ficticio Raskólnicov no son puro fruto de sus circunstancias. Su libre albedrio
les habría permitido formarse juicios moralmente correctos, ahí donde han
llegado a conclusiones moralmente aberrantes como las bondades del asesinato de
jaime Guzmán o el homicidio cometido por propia mano en el personaje de Crimen
y Castigo. Somos un yo y unas circunstancias; y objetaría bien el lector: ambos
son padres de sus actos y juicios.
Mi pregunta apunta precisamente a las circunstancias
que hemos creado en el mundo que nos rodea. El vacío existencial de la vida contemporánea,
el centrar el bien en el tener cosas, el hecho que la competencia haya pasado a
ser un hecho virtuoso, el haber permitido la destrucción del núcleo familiar,
el haber considerado a la mujer madre como un recurso económico que hay que
incorporar a macha martillo al “mercado” laboral, el haber convertido el
domingo como el día del mall.
Si la Rusia pre revolucionaria que retrata Dostoiesky
con sus valores sociales invertidos, se hubiese recuperado el sentido de la
religión, de la convivencia, evitar el prurito por las vanidades opulentas, de
la justicia y empatía social; los Raskólnicov quizá no hubiesen existido. Si a
nuestra juventud le hubiésemos ofrecido una nación chilena unida, una riqueza
mejor compartida, una mayor cercanía a las cosas de Dios, una preocupación social
porque en los hogares no faltase una madre transmisora de valores y un padre
proveedor; quizá Gabriel Boric se horrorizaría -como nosotros- por un crimen
atroz como el de Jaime Guzmán.
Dios encarnado pidió perdón a Dios Padre por la
banalidad del mal en el mundo; Padre perdónalos porque no saben lo que hacen.
No podemos traer el reino de Dios al
mundo, es verdad. Pero por lo menos buscando salir del hoyo en que estamos, formemos
legión para reconstruir una nación más libre de las vanidades humanas.
Julio de 2021